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martes, 10 de enero de 2017

LA PLANTA DE NONOALCO EN 1940.

LA LUZ y LA FUERZA DE UNA FOTOGRAFÍA. IMÁGENES HISTÓRICAS PUBLICADAS EN EL BLOG: LUZ y FUERZA DE LA MEMORIA HISTÓRICA.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

LUX. La Revista de los Trabajadores. año XIII, N° 7, julio 15 de 1940, p. 42.

   El efecto de una generación de vanguardia como fue la de los estridentistas, esto en el curso de los años 20 del siglo pasado, dejó una acentuada estela en la que se exaltaban nuevos elementos estéticos que alentaron también las tendencias empujadas por el futurismo, movimiento intelectual abanderado por Tommaso Marineti. Esto es, que marcando una ruptura ensanchada por ciertos alardes de soberbia que hicieron suyos personajes como Arqueles Vela, Germán List Arzubide, Leopoldo Méndez, Ramón Alva de la Canal y otros, se llegó al extremo de lo prohibido, al menos con motivo de una fuerte presencia de romanticismo y postromanticismo que seguían nutriendo el espíritu de los mexicanos de aquellos años que se sumían en la Revolución. Es cierto, llegó el grupo de los Contemporáneos, y antes que ellos los tradicionalistas o colonialistas, porque durante el movimiento armado se estaban gestando nuevos estilos que contemplarían precisamente el efecto de esa revolución.
   Pero lo que hicieron los estridentistas, encabezados por Manuel Maples Arce y su “Manifiestos”, o el “Irradiador” o “Estridentópolis” tomaron como suya a la ciudad, sus chimeneas, su humos, sus cables y postes eléctricos o telegráficos para atarlos a nuevos poemas y textos que sirvieron para romper con esquemas como los que venía deslizando López Velarde, por ejemplo.
   La extraña introducción que sirve para acompañar la maravillosa imagen de la planta de Nonoalco que operaba en sus mejores momentos allá por 1940, deja ver, en una segunda lectura o telón de fondo como se deben analizar ciertas imágenes o textos que luego traen consigo el misterio de una ráfaga o de una luz que no vemos, permite entender, en este caso la potencia del edificio y todos sus componentes como una armonía, como el equilibrio de lo que una ciudad como la de México necesitaba entonces para crecer. Y eso provino, entre otros sitios, del mismísimo barrio indígena de Nonoalco, el cual como toda urbe que tiende a crecer, fue transformándose para sumarse a los nuevos dictados del orden urbano.

   Vaya pues el presente registro fotográfico, no sólo como un efecto de admiración, resultado de traer desde el arcón de los recuerdos dicha imagen, sino del efecto de modernidad que puede apreciarse en tan impresionante vista.

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