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miércoles, 21 de agosto de 2019

EDITORIAL. TENEMOS DERECHO A MANIFESTARNOS. SEGUNDA PARTE.




LA VOZ DE LOS “LIQUIDADOS” DE LUZ y FUERZA DEL CENTRO TRAS LA EXTINCIÓN EN OCTUBRE DE 2009.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Sabemos muy bien que, frente a un acontecimiento donde pesa la memoria y sus tribulaciones, no puede haber forma clara más que evocarlo. Y si me apuran un poco, olvidarlo…, de ser posible.
   A punto de que se acerque imperturbable la fecha del 10 de octubre de 2019, señal de 10 años transcurridos después de ocurrida la extinción de Luz y Fuerza del Centro (LyFC, por sus siglas), conviene un balance –en este caso personal- de uno más de los que nos “liquidamos”, luego de tomar esa dura decisión frente al inestable futuro que habríamos de enfrentar, ya en el desempleo, porque aquella decisión ya no era una amenaza más. Fue un acto contundente, lapidario.

Cimentación de una torre de transmisión en la línea Toluca-Zictepec. LyFC, 2001.

   Hasta ahora, persiste un conjunto de opiniones que desahogaron y siguen desahogando los grupos políticos confrontados de entonces a acá, al interior del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME, por sus siglas). Y también fuera de él.
   Creo, nunca como espectador pasivo, que todo lo dicho vino nutrido por la pasión, así como por una polarización que solo enfatizó ideas, ensoberbeció posturas hasta conseguir que los odios se enardecieran por parte ya no digo de las bases, sino de las dirigencias; que justo en esos precisos momentos era más que deseable una cohesión. Lamentablemente esto nunca se dio, lo cual nos dejó a muchos, con un amargo sabor de boca.
   Los 28 mil “liquidados” recibimos toda serie de descalificaciones. Éramos, en lo natural, los traidores a la causa sindical (origen de nuestro desconfianza y desacuerdo, al menos el que este servidor puede declarar) que no demostró capacidad para la solución, sino –como ya se dijo- de cohesión en el momento más tenso y complicado al enfrentar la extinción misma. Ahí, se “desataron los demonios”.
   Así, aquella comunidad con el “juntos hasta la victoria siempre” se pulverizó hasta el punto de que colegas, “compas” y camaradas nos transformamos de pronto en enemigos declarados. Tuvimos que buscar un asidero. Así, fuimos incondicionales a alguna doctrina formal o informal que surgiera como respuesta al acontecimiento mismo. En fin, que cualquier opción era posible. Pero lo más importante, sabíamos que aquello se había terminado para siempre.
   Aquel anuncio calderonista se difundió la noche del 10 de octubre de 2009, y hasta un “emotivo” partido de futbol internacional fue suspendido por el tiempo destinado a dicha transmisión excepcional.

Allí estaba la gente de “Construcción”, apoyando a Líneas de Transmisión.
Línea Toluca-Zictepec. LyFC, 2001.

   Al menos, yo no daba crédito. Comencé a hacer llamadas a los más cercanos que estaban enterados y no del asunto. A media noche, casi todos sabíamos que a la mañana siguiente, la cita estaba dada para acudir al mitin a desarrollarse en la explanada de la “Plaza de la República”.
   Mientras tanto, y ya a media noche, seguí el curso de otros tantos noticieros televisivos que fueron dando alguna idea de una movilización de compañeros que se apostaron frente al edificio “Verónica”, en el cruce de Melchor Ocampo y Marina Nacional. La sorpresa de muchos, y desilusión también, fue encontrarse con una movilización impresionante de la Policía Federal, así como por el hecho de que en cosa de nada, se levantó un muro metálico que daba la impresión de haber convertido aquello en una toma desmedida, en un secuestro, en un bunker desde el cual –con la presencia de personal ajeno que tomó el mando ya ni siquiera en condiciones de requisa, sino de auténtico asalto-, para permitir que la continuidad de servicio no se viese alterada. Algunas versiones manejan el hecho de que en el Centro de Operación Ciudad (COC, por sus siglas), permaneció personal que trabajaba en aquellos momentos, siempre bajo la mirada amenazante de policías, o como se dijo, de militares disfrazados de policías. Y que, por otro lado, apenas les dieron tiempo de tomar algunas de sus pertenencias para humillarlos y “correrlos” en tanto tomaba el mando personal técnico ajeno a la empresa y al sitio estratégico que desde esos momentos comenzaron a ocupar.
   Créanme: mientras escribo estos apuntes, siento lo amargo, lo doloroso que fue pasar por aquellos momentos que mutilaban un destino, convertido ya en auténtica incertidumbre.
   En ese darle vueltas, o cuando todo nos daba vueltas, sabíamos también que estábamos condenados a la pérdida total de nuestra fuente de trabajo y al desempleo en consecuencia.
   ¡Terrible panorama!

Comenzaba a vérsele forma a la futura torre de transmisión.
Línea Toluca-Zictepec. LyFC, 2001.

   Aquella noche, no concilié el sueño y mis deseos estaban centrados en el mitin al pie del monumento a la “Revolución” que fue masivo.
   Y en la ronda, como vueltas en el jardín pueblerino, buscaba a los conocidos, que nos saludábamos con frialdad, y sin dar crédito a lo ya conocido.
   Por todo lo anterior, creo que estamos en el justo derecho de manifestarnos todos aquellos que decidimos no seguir a la que ya veíamos como una fractura de aquella dirigencia que hoy, a diez años vista, mantiene a una parte de su “gabinete”. Desde aquel momento y hasta hoy, ha corrido tinta de manera abundante, y donde los grupos opositores se han destruido muchas veces. A lo largo de ese tortuoso camino, solo hemos encontrado también encendidas protestas y reclamos bien entendidos, pues venían de la desesperación que provocaba el destino. Y esta no era para unos cuantos, sino para todos, en consecuencia. Y entonces, todos comenzamos a confrontamos: familiares, amigos, colegas, compañeros por igual afectados por el resentimiento, la tristeza, por el enorme problema a resolver, de ahí en adelante… hasta ahora, cuando ya han pasado casi 10 años y la situación, lamentablemente prevalece en la gran mayoría, pues no conseguimos la reinserción laboral, asidero que se diluyó en forma terrible. Y también por el hecho de que ya somos 10 años mayores, con menos capacidad, con una experiencia que se quedó en el camino y de que, para tener posibilidad de contratarnos, no teníamos ninguna esperanza. Decir que habíamos trabajado en Luz y Fuerza del Centro, significaba algo así como un cortocircuito, y nadie nos quería, apestábamos, no querían problemas de ninguna especie, por lo que fue muy dura aquella labor de ir tocando puertas, sin que nadie te abriera la puerta, o si abrían era para decir ¡No!
   Todo eso en una noche, todo eso al día siguiente del fatal anuncio. Todo eso, hasta hoy, incluso.

CONTINUARÁ.

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