domingo, 18 de agosto de 2013

MAL DESTINO EL DE LUZBEL...

LUZ… A LOS POETAS. FUERZA… A LOS POETAS.

SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
  
   Mal destino el de Luzbel, sí aquel querubín, o arcángel seguramente regordete, tal y como lo ha manejado la iconografía occidental, de mejillas sonrosadas, cabello rubio cayendo en abundantes bucles. En su mano derecha, o quizá la izquierda debe aparecer la antorcha de esa luz votiva, mientras alguna parte de su cuerpo, la mínima, va cubierta de algún lienzo de seda clara, y en esa postura de levitación plena que le da el alucinamiento de pintores o escultores, resultó ser una figura ingrata.
   Luzbel, fue desde el punto de vista de los protagonistas históricos “héroe y antihéroe” al mismo tiempo. Lo que un prometedor origen lo llevaba a ser el querubín portador de la luz, eterno portador de la luz, terminó siendo condenado, además, a las tinieblas, no solo padeciendo el castigo. Aquella bella criatura del reino de los cielos, de llamarse Luzbel, el querubín portador de la luz, encontró, en Lucifer su nuevo nombre y también su terrible destino, que sigue causando profundas reflexiones y no menos acusadas animadversiones entre quienes encuentran en este personaje de la mitología judeocristiana el motivo de tentaciones y maldiciones.

Publicidad de la Cía. De Luz y Fuerza del Centro, S.A., hacia los años 70 del siglo pasado.

   Terrible destino el de Luzbel que pudimos verlo convertido en icono de la electricidad, pero al cometer el desliz con el que fue condenado ipso facto, más bien fue uno de esos rayos que el ahora Lucifer sigue enviando en forma de tremendas descargas que se convierten en alimento del temor, en muestra del pecado más terrible que, para que no pueda verse, es preferible que la oscuridad lo haga suyo.

Luzbel, el querubín portador de luz…

   Pretencioso, muy pretencioso resultó nuestro personaje, de ahí que recibiera semejante castigo, condena eterna que lo convirtió en el innombrable Lucifer, ese que Vicente Gaos parece retratar a la perfección en

LUZBEL

Arcángel derribado, el más hermoso
de todos tú, el más bello, el que quisiste
ser como Dios, ser Dios, mi arcángel triste,
sueño mío rebelde y ambicioso.
Dios eres en tu cielo tenebroso,
Señor de la tiniebla en que te hundiste
y de este corazón en que encendiste
un fuego oscuramente luminoso.
Demonio, Señor mío, haz que en mi entraña
cante siempre su música el deseo
y el insaciable amor de la hermosura,
te dije un día a ti, ebrio de saña
mortal. Y luego a Dios también: No creo.
Pero velaba Dios desde la altura.

Vicente Gaos.

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