domingo, 11 de mayo de 2014

NARRACIÓN DE HECHOS SOBRE EL AMARGO CASO DEL “VERONICAZO” EN JULIO DE 1952. “EL DERRUMBE DE LOS TIRANOS”.

EL SINDICATO MEXICANO DE ELECTRICISTAS. A 100 AÑOS DE SU FORMACIÓN Y CONSOLIDACIÓN. (1914 – 2014). PARTE XIII.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
  
LUX. La Revista de los trabajadores, año XXV, 2ª época, 10 de diciembre de 1952, N° 8, Extraordinario. Col. “Fátima Alvarado”.

   Así se mostraba uno de los números inmediatos a la nueva época que llegaba con el hecho de haberse superado el trauma y la época dictatorial impuesta por Juan José Rivera Reyes, entre 1942 y 1952, tiempo que duró aquel periodo oscuro para el Sindicato Mexicano de Electricistas.

   Con el entusiasmo a flor de piel, muchos electricistas de aquella época, no dejaron pasar la oportunidad de dejar vivo testimonio sobre lo que representó aquel “parteaguas” en la vida interna del S.M.E. Me refiero al “Movimiento sindical en el Campamento Verónica”, mismo que se consumó el 21 de julio de 1952. Para entender cómo se desarrollaron los hechos, se recogen en la presente entrega, una serie de notas que compartió un compañero, mismo que pidió “respeten mi anonimato”, con objeto de que no se prestara a un elogioso, ni tampoco crítico panorama de aquella experiencia sindical sin precedentes en nuestro Sindicato.

Movimientos precursores. Historia de una Asamblea.
Por un miembro del Comité de Verónica, actor principal de los hechos que a continuación se narran.

NOTA: Por considerar que estos hechos pertenecen a la historia del S.M.E., he tomado la pluma para relatarlos, me ofende la vanidad, por eso pido a los compañeros que se me unieron valientemente respeten mi anonimato, ya que con sólo ver que el resultado de esta aventura nos volvió a colocar en la postura de hombres libres, siento que el pecho se me llena de satisfacción y ésta es mucha paga para quien como ustedes, vivió 10 años de opresión dentro del país más democrático (¿?) del mundo, siendo mi manera de pensar que cualquier gloria que pudiera haber, les corresponde tanto a los compañeros que estuvieron conmigo, como a los de Garage, dirigentes del movimiento y a todos ustedes, que tomaron la bandera insurgente y consumaron el derrumbe de los tiranos.
   Era a fines del mes de junio del presente año, cuando recorriendo los diversos departamentos, que debido a mi trabajo tengo que recorrer, pude pulsar la crisis económica por la que atravesábamos, debido a la suspensión del tiempo extra que, con motivo del conflicto (por todos ustedes conocido) entre las Compañías y J.J.R.R. (se refiere a Juan José Rivera Reyes, N. del A.), llevaba ya algunas semanas de haber puesto en bancarrota todos nuestros presupuestos domésticos. El tal conflicto no parecía tener solución inmediata, no tanto porque el problema en sí fuera complejo en su resolución, sino más bien porque R.R. estaba aprovechando para su beneficio personal y político la propaganda que con la no resolución del mismo, le hacía la prensa diaria a este falso defensor de los consumidores, importándole poca cosa o nada, el perjuicio económico que les causaba a todos ustedes, a quienes debía todo el respeto y a quien debía sobre todas las cosas haber protegido.
   Las Cías. venían también por esos días afrontando las consecuencias del conflicto, porque sus ingresos debido a la cámara lenta impuesta desde ya algunas semanas, habían reducido sus ingresos a más o menos la tercera parte de lo que en tiempos normales recaudaba y esto en ninguna forma le permitía afrontar todos sus compromisos de pago inmediato, por lo que se vio obligada a suspender y aplazar muchos de ellos, quedando comprendido entre éstos, las ministraciones que mensualmente entregaba a R.R. y socios.
   Créanme ustedes, que grande, pero muy grande fue mi sorpresa al enterarme de que al no recibir estos dineros R.R. nuestro Sindicato se encontraba sin fondos y que de inmediato R.R., y socios tomaron el acuerdo de descontarnos diz que con carácter devolutivo el importe de 3 días de salario. Planas muy extensas podrían haberse llenado con nuestras quejas demostrando lo alejado que estaba R.R. de las necesidades reales de todos nosotros, sobre los que se encumbró, su divorcio con la clase trabajadora nunca fue más palpable, ni más crudo, nunca como entonces nos demostró cuán despreciables le eran todas nuestras necesidades en su voraz ambición de tener siempre repletas sus arcas poco le importó imponer más privaciones a nuestros familiares.
   Mi indignación ante el tal acuerdo no tuvo límites y se desbordó y desde ese instante decidí jugarme todo con tal de acabar con esa maldición que personificada en R.R., pesaba desde tanto tiempo sobre todos nosotros, ví las caras de ustedes, llenas de indignación y de coraje, trabajadores que nacieron honrados y que morirán honrados, que no conocen el sabor de otro pan que no sea el comprado con el sudor de su frente y hermanado con ustedes, ante tanta humillación comencé a gestar en mi cabeza un plan que fuera efectivo y diera al traste con el tirano y su pandilla.
   Como una ironía del destino, en esos días llegó a mis manos la Convocatoria para una ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA que se verificó el 15 de julio próximo pasado, en la cual rendirían sus informes semestrales nuestros dirigentes y pensé de inmediato que esa era la oportunidad de atacar el enemigo de frente, ¿cómo?, llenando el salón de asambleas de gente descontenta y pedirles a gritos su renuncia y arrojarlos de sus puestos; poco tuve que pensarlo y desde luego comencé mi labor silenciosamente, pues una indiscreción o un equívoco de persona, me hubiera sacrificado inútilmente, como es fácil para ustedes suponerlo.
   Comencé por buscar compañeros identificados con mi manera de pensar, de preferencia de la vieja guardia, no pocos chascos me llevé con algunos, y de inmediato le daba cualquier otro sesgo a la conversación, unos tenían nueva manera de pensar, otros, la mayoría, tuvieron miedo, de esta manera hice una pequeña selección de hombres que tuvieran arrestos en sus departamentos y de los cuales estaba seguro que cumplirían con honor su compromiso.

Uno a uno tomarían la palabra…

   Cambié impresiones con Rosendo Sánchez H., me prometió que una mayoría de su departamento y él en persona responderían ampliamente, el C. Frisbie de Lecturas secundado por un grupo de su departamento entusiasta de la idea tomarían también parte activa en la asamblea, a Tobías Chanín se le iluminó la cara de gusto cuando le pedí su colaboración en breves palabras, y me aseguró contara con una gran asistencia de los compañeros de su departamento y con su persona, de Garage el C. Enrique Hernández entusiasta como pocos me ofreció hacer una intensa propaganda asegurándome gran asistencia de los compañeros de su departamento, el gordo Avilés me aseguró la asistencia de 110 de sus muchachos, mientras Eliseo Vázquez mi fiel compañero de correrías, con su silencio me otorgaba la más fiel de sus adhesiones; al compañero Valadez ahora juez de la H. Comisión de Justicia le pedí hiciera uso de la palabra en la asamblea, me lo prometió de inmediato, al igual que otros más oradores a los que de antemano les había yo advertido que de ver que la asamblea no los apoyaba no se comprometieran más de lo debido, tanto Rosendo como Frisbie y yo nos habíamos obligado a tomar la palabra en su debida oportunidad.
   Ahora bien, hojeando un Lux atrasado, me encontré un informe (¿?) de la Tesorería de esos que acostumbraban publicar y de los que con toda seguridad ni ellos mismos entendían, pero que a mí me sirvió porque de allí tomé la idea de preguntar en la asamblea cómo habían constituído la ya famosa partida de “Deudores Diversos” que arrojaba un saldo de más o menos medio millón de pesos. Haciendo una gran propaganda para llevar la mayor asistencia a la asamblea, muchos compañeros sospechaban que algo extraordinario iba a acontecer y verdaderamente se comenzaba a ver que estaban ansiosos porque llegara la fecha y casi se puede decir que ya para el día 12 el clamor de una mayoría era “nos veremos en la próxima asamblea”. Aconsejé a los periódicos e informaran de lo que se tenía pensado (respecto a las publicaciones hechas, deseo aclarar que no pagamos un solo centavo por ellas y si alguien pagó ignoro hasta ahora quien fue).
   Como el rumor de las hojas arrastradas por el viento hacen presentir que pronto estallará la tormenta, asi R.R. presintió que algo se abatía sobre su cabeza, al recibir las constantes noticias de sus incondicionales que nada en concreto le informaban, pero sí le advertían que muchos agremiados asistirían a la asamblea. Por esta vez le falló a R.R. su policía, sus representantes y sus incondicionales, se obró con la más grande de las reservas.
   Esta guerra de nervios que ya duraba algunos días, acabó con la moral de R.R., hombre de espíritu débil y mediana cultura, que consultaba a las cartas el porvenir, y como un niño malcriado urdió una fábula para evitar el castigo, pero ésta fue tan pueril, tan falsa en su base y tan alta en engaño, que al caer sus argumentos, lo golpearon y lo exhibieron como lo que es, como lo que siempre ha sido: un demagogo barato y un inmoral sin escrúpulos. El día 13, domingo, todos nos desayunamos con la gran mentira: R.R. había denunciado a las autoridades que su cabeza había sido puesta a precio y, a qué precio, nada menos que $100,00.00; compañero, tú como yo no pudimos menos que pensar que este tipo había perdido la razón, ¡qué bárbaro! hasta las autoridades se rieron.
   Pero volviendo a nuestra narración, llegamos hasta el famoso 15 de julio, “Excelsior” publicó en primera plana: “SE LE PEDIRÁN CUENTAS HOY AL LIDER J.J.R.R., TENDRÁ QUE EXPLICAR EN UNA SESIÓN DEL SINDICATO QUÉ HIZO CON $500,000.00”. Con esta noticia ya para el mediodía todos estábamos de acuerdo en que nadie podía faltar a la asamblea, esta noticia dio hasta los más tímidos una inyección de optimismo, presentí que poco faltaba para que viéramos convertidas nuestras ansias de libertad en una tangible realidad.
   Cerca de las 3 de la tarde de este mismo día y cuando yo todavía estaba trabajando, el representante (¿?) de nuestro departamento nos comunicó la noticia de que se había suspendido la asamblea, hasta cierto punto sufrí una desilusión, para mi aquello fue como si me hubieran arrojado de improviso una cubeta de agua helada, todavía a la una había conseguido apenas que mi representante me incluyera en la lista de los que por obligación (léase incondicionales) tenían que asistir a la asamblea, con la intención, naturalmente, de que mi presencia en ésta no diera nada que sospechar, pues durante los últimos diez años me había abstenido de asistir a esas payasadas.
   Mis temores de que nos hubieran descubierto sólo duraron hasta el día siguiente en que la prensa hizo las debidas publicaciones, diciendo que R.R. había suspendido la asamblea con el objeto deliberado de no rendir cuentas; para mí lo que parecía imposible, ya se había realizado, la lucha estaba ganada y vemos por qué: Por primera vez en largos 10 años, R:R: y socios habían tenido miedo.

La lucha se entabló contra estos señores…

   Esto lo sabíamos ya todos, a partir de ese instante y en voz alta y sin temor se expresaban las críticas más duras en contra de los que hasta entonces nos habían oprimido, sólo hacía falta una cabeza que los derrumbara o un motivo que hiciera estallar el polvorín sobre el cual estaban parados… Por lo antes expresado, yo me encontraba tranquilo de antemano, sabía que si nosotros los complotistas fuéramos descubiertos, de ninguna manera seríamos ya víctimas de la cláusula de exclusión, pues todos ustedes, sin lugar a duda, hubieran puesto a cada quien en su lugar, tal como después en Verónica lo hicieron.
   Muy natural fue que después de lo ya narrado, R.R. pusiera en actividad a sus representantes incondicionales y policías a localizar cualquier indicio que los condujera a identificar a los agitadores y como cosa curiosa, una actitud del C. Villanueva originó el plagio de que lo hicieron víctima, siendo esto precisamente lo que inició la gloriosa rebelión de Verónica, que nos dio la Bendita Libertad de que gozamos.


CONTINUARÁ.

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