EDITORIAL.
POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE
Justo hoy, 14 de noviembre estamos a un mes
de conmemorar los 100 años de existencia del Sindicato Mexicano de Electricistas. Es bueno advertir que desde
este momento y hasta el 14 de diciembre, procuraré publicar un apunte por día
para completar un ejercicio de análisis y reflexión sobre lo que significa y ha
significado el SME en la historia de
este país, sobre todo por el hecho muy conocido de lo que, a partir de 2009,
con la extinción de Luz y Fuerza del
Centro, representó el duro golpe en sus destinos y aspiraciones sufridos en
carne propia por esta organización laboral. Quizá convenga para empezar, tener
una visión actual, la del estado que guarda este ente orgánico, y lo voy a
hacer en el entendido de que será la opinión de un ciudadano más, que perteneció
a las filas de Luz y Fuerza del Centro
y también como agremiado del SME,
por lo que tengo una idea cercana –no ajena- al significado de estos últimos
acontecimientos, con los que habrá oportunidad de abrir el espectro hasta
alcanzar los primeros tiempos y luego todos los periodos con que se consolidó
el sindicato mismo.
Actualmente, el SME, tras ser golpeado brutalmente en 2009, al grado de que el
gobierno calderonista lo convirtió en la
primera víctima de desaparición forzada de gran escala en el sector laboral,
presenta serias fracturas, notables distanciamientos que se parecen a las
condiciones que privan en su edificio sede de Antonio Caso N° 45, las cuales
son terribles y donde pareciera que por sus pasillos, escaleras y demás espacios
se reflejara un reciente bombardeo. Se salva “El retrato de la burguesía” de
David Alfaro Siqueiros pues pareciera haber quedado en una zona protegida y
estratégica. El resto del sitio deja ver el abandono, la ausencia, el desprecio
que su actual dirigencia habría logrado con la idea de una sola palabra:
Unidad.
A partir del golpe de octubre de 2009, este
capítulo significaba la prueba de fuego para consolidar a un sindicato que
habría sacado la casta para defender “todos a una” infinidad de causas
legítimas. Evidentemente los “hubiera” no existen en la historia, por lo que la
desunión volvió a campear, como en sus viejos tiempos. La dimensión misma
ocurrida aquella “noche triste” de octubre del 2009, generó síntomas
impensables como la “liquidación” y la “resistencia”. Sin embargo cada uno de
nosotros, en nuestra soledad o en compañía de nuestros seres queridos debíamos
tomar la dura decisión: o me liquido o me uno a la “resistencia”. Al darse en
forma natural la decisión de los 44, 514 trabajadores, ello generó una
inesperada confrontación de las partes, un rechazo y hasta odio entre unos y
otros. Sin embargo y hasta donde sé, la dirigencia no llamó a la calma (o si lo
hizo no pudo conseguir sus propósitos), pero tampoco a la unidad de ahí que las
esperanzas de otros tantos integrantes de la “resistencia” y en su
desesperación buscaron, en líderes o grupos alternos solución a sus destinos. Todos,
sin excepción, buscando desde ese momento y hasta el día de hoy una reinserción
laboral digna, que lamentablemente no llegó a ser posible salvo para una
minoría que corrió con mejor suerte.
La exquisita y a su vez descarada maquinación
del estado, que concluyó con el discurso del presidente aquella noche, para
consumar con la extinción de Luz y
Fuerza del Centro todas sus aspiraciones y ambiciones, en el marco de los
negocios que venían armando, significó la creación de un fantasma o varios
fantasmas. Desde luego el primero de ellos era el desempleo mismo, luego otros
se encargaron de influir o manipular a la población de que éramos trabajadores
flojos, irresponsables, que costábamos mucho para ser mantenidos por los
impuestos de los demás, pero que también nosotros pagábamos… Que éramos unos
privilegiados gracias a todas nuestras “conquistas laborales” y otras menudencias.
En fin, se desataron los demonios en nuestra
contra. Poco a poco, y ya son cinco años, diría que el tiempo nos empieza a dar
la razón. En efecto, hay que reconocer las condiciones que, con el tiempo mismo
se crearon al interior del SME y hasta
entonces se entenderá qué es un sindicato en México. Eso parece ser que no lo
entendió en su momento y a profundidad la dirigencia. Cohesión, unidad, lo que
llaman “cerrar filas” y siguiendo consignas si ustedes quieren hasta
literarias, como aquella de Alejandro Dumás quien, en Los tres mosqueteros dejó dicha: “Uno para todos. Todos para uno”,
el escenario y la historia quizá habrían sido distintos. Lamentablemente y lo
vuelvo a repetir, los “hubiera” no existen en la historia.
CONTINUARÁ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario