POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
Declara
Enrique Peña Nieto que “Nos negamos a registrar las buenas noticias”, cuando
parece ser que sólo él tiene la capacidad de creerlo así. En su mundo de
fantasía, los políticos creen estar en otro universo, y no son capaces de poner
los pies sobre la tierra de este país que se deshace en pedazos de
incertidumbre, donde el 56% de la población se mantiene en el comercio
informal. Donde políticos descarados como el señor David Korenfeld y otros
muchos, aprovechan su inmunidad y el puesto, distinguiéndose para abusar de
tamaña responsabilidad, ocupando cargos que no merecen. Cuando siguen miles y
miles de electricistas en el desempleo, y el gobierno prometiendo lo que no
puede resolver. Cuando siguen faltando 43… Cuando la alternativa para futuros
profesionales queda limitada en las grandes instituciones de educación, como la
U.N.A.M., el I.P.N. y otras, pero que quedan rebasadas ante las enormes
cantidades de aspirantes a la educación media superior y superior. Cuando tenemos
que seguir soportando la monserga de spots de todos los partidos políticos que
nos muestran su escasa o nula propuesta, y aún nos faltan poco más de dos meses
y medio para seguir con ese soporífero discurso, discurso de semejantes
alcances que también propone el INE.
Disponible en internet, abril 9 de 2015 en: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2015/04/09/nos-negamos-a-registrar-las-buenas-noticias-dice-pena-nieto-3537.html
Si lo que busca el presidente de la
república es que sigamos aumentando la lista del desaliento, porque solo para
ellos existen “las buenas noticias”, déjeme decirle entonces que las
declaraciones de Ernesto Carstens no corresponden con la realidad virtual que
él pretende mostrarnos. Es bueno que conozca en su más cruda realidad lo que
sucede en el campo, en la industria, en los mares y litorales, en los grandes
espacios urbanos para que sepa un poco sobre los altos grados de pobreza, así
como de las injusticias en el ámbito laboral, donde la predominancia del “outsourcing”
o la “subcontratación” son hoy el desvalido baluarte de un país que no merece
que lo traten así, y mucho menos a sus habitantes que seguimos siendo el blanco
perfecto para corregir sus errores. Decirle por ejemplo que Hacienda bajó las
expectativas de devolución de impuestos de diez mil a mil millones de pesos y
que quien logre obtener su saldo a favor en tiempo y forma, será un auténtico
afortunado, pues el SAT ha declarado la guerra en términos de la carga de
obstáculos y tramitología con afanes de que las personas físicas acaben
fastidiándose o que también se propongan obtener lo que les corresponde, pero
no en los tiempos que deberían ser los apropiados, sino que aquello se podría
extender por semanas o meses.
¿Son acaso estas “buenas noticias?
Y a propósito de “noticias”, ¡cuánto nos
hace falta Carmen Aristegui! No hay en los medios masivos de comunicación, ni
en papel, ni en la radio, ni en la televisión. Mucho menos en internet, nadie
con la capacidad de Carmen Aristegui para discernir, cuestionar, o utilizar la
crítica como el noble instrumento para conocer realidades que se quedaron
truncas tras su despido en MVS y lo que queda es un remedo, un vago
acercamiento que nada tiene que ver con el trabajo de una periodista profesional,
formada a toda honra, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
U.N.A.M.
Podemos seguir con las “buenas noticias”,
que al fin la lista es bastante larga.
El largo diferendo entre Juan Méndez,
relator especial de Naciones Unidas sobre Tortura y el Secretario de Relaciones
Exteriores, José Antonio Meade desvela en toda su cruda realidad lo que no
alcanzan, o no quieren alcanzar a ver nuestros políticos, cuando a diario se dan
a conocer infinidad de casos donde esta práctica se lleva a cabo impunemente. Ha
sido necesaria la participación de sacerdotes como Raúl Vera, Marcelo Pérez
Pérez, o Alejandro Solalinde que interceden por los migrantes e indocumentados.
¿Qué me dice usted, señor presidente de las
condiciones de preparación escolar donde la SNTE y la SEP tienen mucho que ver
en el destino fallido de tantas y tantas generaciones que pretenden preparar
maestros sometidos a las componendas, corporativismo y demás esquemas de
descomposición habidos entre los acuerdos de aquellas dos instituciones?
Si con todo lo anterior busca usted
imponernos la idea de que “Nos negamos a registrar las buenas noticias”, debo
decirle, como un ciudadano más que se ha equivocado rotundamente. No puedo
creer ni compartir lo que usted piensa sobre este país que sufre, que se somete
día con día a una serie de falsos escenarios, y donde nuestra credibilidad cada
vez va más a la baja. Puedo decirle que con poco más de 50 años de vida, y
desde que tengo uso de razón nada bueno he visto para México que no sean todas
aquellas cosas que lo empañan, que lo someten, mientras su crecimiento se ve una
vez más condicionado a los fríos números que impone no solo el Fondo Monetario
Internacional, sino los grandes capitales del extranjero que ya se posesionaron
de buena parte de los bienes de este país, gracias entre otras cosas, a las
reformas que usted impulsó. Y también, desde luego a los dictados terribles de
la postmodernidad, de las políticas neoliberales.
Una prueba de fuego se aproxima con las
elecciones en puerta. Considero que nadie apuesta a ningún partido, y que
quienes vayan a cruzar una boleta será porque la cancelarán o tendrán que
resignarse a regalar un voto condicionado por los enjuagues de toda esa clase
política que no ha demostrado –ni por asomo-, su capacidad pensante, que no sea
para ventilar la corrupción de los otros, sin ver la propia en los ojos.
¿Algo más o seguimos?
9 de abril de 2015.
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