EDITORIAL
POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
Contemplar un atardecer como los que en
estos días se vienen presentando en la ciudad de México, pueden tener un fondo
romántico. Sn embargo, los matices del medio ambiente están cargados de un
paisaje nebuloso, de precontingencia ambiental. Este no es sino otro caso más
en el que la añeja contaminación se suma a los efectos del cambio climático,
por lo que la alerta de un comportamiento riesgoso para la salud, es algo
latente y con lo que convivimos en forma irremediable e irreversible también,
salvo que actuemos en consecuencia, pensando a favor de la naturaleza en todos
sus sentidos.
Creo que hemos llegado al punto donde
estamos adaptándonos a un mundo de supervivencia. La resequedad en el ambiente,
la falta de lluvias en ciertas regiones y el exceso en otras dejan ver que
además, debemos configurar nuestra cultura de ahorro en el agua, el uso
eficiente de los recursos naturales y de aquellos que pasan por procesos de
aprovechamiento, como es el caso de la energía eléctrica. Se sucede sin
descanso la desmesura en el crecimiento urbano, pérdida de extensiones antes
dominadas por selvas, tierras de cultivo, manglares, arrecifes y otros espacios
que dan lugar a la desertificación, al uso indebido del suelo pero sobre todo a
una insaciable reacción de constructoras que levantan edificios corporativos,
hoteles, edificios para casa-habitación, mientras las áreas verdes desaparecen
para ser sustituidas por un tono gris que a su vez demanda también nuevos
servicios que se suman a los ya de por sí instalados y que también presentan un
ritmo que no puede afectarse, puesto que para ello y como ciudadanos, hacemos
los respectivos pagos para que no surja el caos.
En un mundo de supervivencia también se
experimenta todo aquello relacionado con la pérdida de una cultura laboral, y
donde las “conquistas sindicales” que se están esfumando sin forma posible de
recuperación, hacen de la clase trabajadora una víctima perfecta que intenta
defender, casi en medio de la nada, lo poco que puede para no perder su fuente
de trabajo e ingreso, dos razones que hacen crecer en forma exponencial la
explotación irracional del trabajador.
Precisamente hace unos días, la Dra. Anna
Ribera Carbó ofreció una interesante plática cuyo tema fue la huelga de 1916,
capítulo importantísimo donde los obreros de hace un siglo, demandaron justicia
en sus derechos como trabajadores. Aquel ejemplo hoy sería imposible, pues se
han perdido las columnas vertebrales que permiten a todo quien se contrata para
desarrollar una actividad con retribución monetaria, a gozar de otros derechos
y prestaciones. Los contratos colectivos que crean derechos y obligaciones ya
no existen, las pensiones son de muerte, las “afores” un albur. Los “contratos”
que solo generan la figura de “outsorcing” y la subcontratación son ya común
denominador, con lo que se pisotean vilmente los derechos de una nueva clase
obrera sometida, que no tiene asideros posibles, lo que hace de su condición un
punto vulnerable por donde quiera vérsele.
Pero además, el estado o la iniciativa
privada dejan ver que están absolutamente plegados a las líneas que impone el
neoliberalismo cuya fuerza es incontenible, insaciable.
El caso más reciente en el que el derrumbe
de otro sector de la clase obrera ya estaba visto como cosa anunciada, se da a
partir de esta noticia, que luego se convirtió en un desmentido, en un “recular”
de la propia dirigencia del SUTERM que
nos deja a todos con un amargo sabor de boca.
El
SUTERM venía siendo un ente en estado
vegetativo. Ese “disfrute” con un contrato blanco, hizo de dirigencia y base
trabajadora un cómplice perfecto, un convidado de piedra más en los asuntos
estratégicos. Incluso recordamos su silencio cómplice justo cuando se declaró
la extinción a Luz y Fuerza del Centro,
el 11 de octubre de 2009. Esperábamos algún gesto solidario, que no lo hubo en
su momento ni más adelante.
Y ante el contenido de esa nota, resulta que
en forma sospechosa, la propia dirigencia del SUTERM da un paso atrás en su postura, lo que levanta sospecha, la
de un evidente condicionamiento. Y peor aún, de una amenaza que haya puesto
sobre la mesa la propia dirección de CFE,
la que a su vez, y así lo sospecho, no tuvo otro camino que cumplir órdenes del
estado. Y claro, siendo tan evidente que la Reforma Energética y sus leyes
secundarias no son más que el camino impuesto por el neoliberalismo mayor, pues
sólo se tiene como resultado una clase obrera desechable, sujeta a los
caprichos de ese gigante que hoy no es otra cosa que un Frankestein fuera de control.
Duele tanto abuso, tanta explotación
impuesta hacia un trabajador indefenso. Duele que el patrimonio nacional y las
otrora empresas estratégicas como PEMEX y
CFE están sujetas a las más
flagrantes violaciones y abusos, porque prácticamente ya nada es nuestro, le
pertenece a otros que en aras del disfrute económico obtenido a su favor, dejan
a un país como México manejado a su antojo. Hasta hoy, y luego de episodios
como los encabezados por Lázaro Cárdenas
o Adolfo López Mateos (expropiación
petrolera y nacionalización de la industria eléctrica) no ha habido presidente
que cumpla con su misión en forma honesta, nacionalista (sin tintes
demagógicos) y cabal. El país se desmorona, persiste el desaliento y no sabemos
cuándo habrá prosperidad que declarar.
26
de febrero de 2015.
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