LA VOZ DE LOS “LIQUIDADOS”
DE LUZ y FUERZA DEL CENTRO TRAS LA EXTINCIÓN EN OCTUBRE DE 2009.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO
UGALDE.
Hoy, 9
de octubre es un día muy sentido, que tiene su carga de dolor, de coraje, de
frustración. Hoy, hace 10 años, quienes trabajábamos para Luz y Fuerza del Centro, recibíamos el duro golpe del anuncio
oficial extendido en un corte especial, en el que los distintos medios de
comunicación masiva, por lo menos radio y televisión, daban más o menos a las
10 o 10:30 de aquella noche, momento y espacio para un anuncio en el que en ese
entonces, el presidente de la república, Felipe Calderón, anunciaba –sin empacho
alguno-, la extinción de nuestra empresa, de nuestra fuente de trabajo.
Ya son
10 años en que ha pasado y ha ocurrido de todo. Han pasado y también
transcurrido a una velocidad que parece mentira, pero así es. El presente
testimonio, las notas que ahora redacto, las voy hilando más o menos a la misma
hora en que sucedía aquel aviso y con esto, quiero seguir narrando lo que como
testimonio ya dejé en dos entregas anteriores en esta pequeña pero
significativa serie en la que “tenemos derecho a manifestarnos”.
Pensábamos
en el cobro de la semana siguiente, en la ilusa posibilidad del patrón
sustituto, de que otros nos contrataran y para todos, o casi todos, hubo
puertas cerradas. Olíamos a quemado, y el hecho de que en nuestro intento de
recuperar nuestro trabajo y fuente de ingreso, la sola mención de que habíamos
sido trabajadores de Luz y Fuerza del
Centro, causaba auténticos “cortocircuitos”.
Muchos
buscamos en forma desesperada cómo reinsertarnos –ya por cuenta propia- a lo
primero que se presentara o que surgiera como una posibilidad. Y nada, la
respuesta era ¡No! en todos lados.
“Es que
no sabemos hacer otra cosa. Somos electricistas de toda la vida”, se expresó
así uno entre tantos compañeros que fue entrevistado por algún medio de
comunicación, pero esa era la realidad. No sabíamos hacer otra cosa que no
fuera relacionada con el peculiar ambiente laboral de LyFC.
Supimos
de campañas que, como uno, al liquidarse destinaron parte de aquel monto en
algún negocio, y fracasaban. Otros, pensando que se resolvería el conflicto,
fueron y quemaron aquel valioso recurso en viajes. Otros, lo cuidamos y le
dimos un uso pertinente, que lo fue para muchas cosas hasta en tanto viéramos o
tomáramos alguna solución al respecto.
Estuvimos
tentados, porqué no decirlo, hasta con aquellos bloques o movimientos que
surgieron, encabezados por antiguos líderes o dirigentes que ofrecieron
solucionar el problema y que surgieron como mesías y por montones, con la
atrevida propuesta de que con sus influencias, llegarían a las capas superiores
de la política, y con ello solucionarlo todo. Ah, pero nada tan perverso como
pedir adelanto económico para juicios y demandas que se quedaban ya ni siquiera,
a mitad del camino, sino que estaban condenados a no prosperar.
Mientras
tanto, supimos sobre el movimiento de “Resistencia” que encabezaba la
dirigencia al frente de 16599 personas
que mantuvieron su postura por largo tiempo. Y yo dije: respeto, pero no
comparto.
Aun así,
fue un episodio cargado de actos heroicos, hermosos, llenos de una integridad
ejemplar que consiguió, gracias a aquella entereza, ganar algunos pasos. Y se
quedaron en el “Zócalo”, no los movieron y aquello se convirtió en un
campamento que resistió, hubo huelgas de hambre, se repartían volantes, de “boteaba”,
acudían personajes de toda índole a saludar, alentar o solidarizarse con los de
la “Resistencia”. Hubo conciertos, “tocadas” pero el gobierno, Calderón, Javier
Lozano, la Sra. Georgina Kessel y demás familia que los acompañaban, solo hacían
oídos sordos y tiempo, mucho tiempo para que ocurriera el desgaste natural y
aquellos que conformaban el movimiento fueran uno a uno desafanándose de él. Nunca
imaginaron que la capacidad de los electricistas en lucha iba a ser tan sólida.
Pero se
aproximaba septiembre de 2010, mes de la patria, mes en que iban a celebrarse
infinidad de festejos con motivo del “Bicentenario de la Independencia y la
Revolución mexicanas”, por lo que había que tener esa plaza de la Constitución
libre de cualquier “estorbo” o “dificultad”. Se hizo labor de convencimiento y
aquellos hombre y mujeres tuvieron que retirarse. El nuevo espacio, fue el
monumento a la Revolución.
Y la
dirigencia seguía aprovechando cualquier pretexto para seguir refiriéndose a
los “liquidados” en cualquier término de descalificación, sin que hubiese al
menos un intento por buscar la reconciliación, la unidad que tanto alardeaban. Nosotros
ya no existíamos.
Acercarse
a Antonio Caso N° 45 significaba un riesgo. El ambiente era tenso, y si lo
descubrían a uno desde la trinchera del edificio del SME, la cosa podría subir de tono como se sabe que lo hubo entre
agresiones verbales y físicas.
Recordando
aquellas duras jornadas, y que hoy contrastan con la triste confrontación que
todavía se hace notoria entre grupos opositores, como la ocurrida apenas hace
unos días a las afueras del nuevo edificio del Sindicato Mexicano de Electricistas, me parece en lo personal, que
ello da cuenta una vez más de que la madurez y la cohesión en momentos
sumamente críticos, nunca llegó al nivel de congruencia que tanto necesitaba
este sindicato, nuestro sindicato, dejando ver el estado de descomposición que
pervive y que no es síntoma de estos tiempos, sino que arrastra un largo
historial que viene desde épocas posteriores al célebre y triste episodio del “Veronicazo”,
allá al comienzo de los años 50 del siglo pasado, y luego la presencia de uno
de los dirigentes más representativos como fue el caso de Agustín Sánchez Delint, quien para muchos fue punta de lanza y un
modelo de dirigente en la nueva época del SME,
pero para otros el punto de quiebre que representó la decadencia en el discurso
político, en la justa relación de intereses que significaba fortalecer un
sindicato, que se perdió –con el paso de los años-, en una suma de infortunios
que deben analizarse debida, correcta y equilibradamente.
Necesitamos
saber qué fue del Sindicato Mexicano de
Electricistas desde aquella segunda mitad del siglo XX y luego la primera
década del XXI, que culminó tristemente con el duro episodio de la extinción de
Luz y Fuerza del Centro.
Este es
un ejercicio al que tendremos que responder algún día, no muy tarde, porque en
realidad también están desapareciendo muchos de aquellos integrantes de otras
tantas generaciones que vivieron en carne propia aquellos vaivenes, tentaciones
y demás circunstancias con las cuales se dio aquel deliberado ataque a su esencia
orgánica, de la cual no pudo recuperarse, pues todo cuanto se sumaba a ese
aspecto, era un componente más para provocar el exterminio de tan célebre
institución sindical, quizá la más combativa e incómoda de las que pervivieron
y actuaron durante el curso del siglo pasado.
CDMX, 9 de octubre de
2019.
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ResponderEliminarEl Sindicato Mexicano de Electricistas está vivo!
ResponderEliminarEstá resurgiendo de sus cenizas
!
Larga vida al SME!!!