jueves, 11 de diciembre de 2014

LA “NANA”, LA “MADRE”, LA “CREADORA”. 14 DICIEMBRE 1914 – 14 DICIEMBRE 2014.

LUZ y FUERZA DE LA MEMORIA HISTÓRICA. DEL ANECDOTARIO ELECTRICISTA.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   La “Nana” en su sentido o visión más entrañable, significa “la madre”. Desde el ámbito de los electricistas, es decir, quienes formamos parte de la desaparecida Luz y Fuerza del Centro y nos sentimos orgullosos de pertenecer al Sindicato Mexicano de Electricistas, sabemos que la “Nana” fue ese espacio urbano, cuyo cruce en las actuales calles de Pensador Mexicano y el 2º Callejón de San Juan de Dios representa, en términos simbólicos el parto, el alumbramiento del SME, hoy hace 100 años cabales. Por tal motivo, era más que justificado un rendido homenaje a todos aquellos quienes se reunieron para gestar a la institución que en nuestros días, sentenciada a muerte, como Ernesto Velasco en su momento, enfrenta el juicio sumario de ese capitalismo salvaje y voraz que no es otra cosa que ese síntoma del neoliberalismo que priva en el orbe, en estos tiempos que corren.


   En nuestros días, la “Nana” es un centro cultural, cosa que se agradece. Lamentablemente se encuentra dirigido por autoridades insensibles que no supieron escuchar nuestros argumentos y es a Lucina Jiménez y a Rocío García a quienes les envío este mensaje para que se permitan leerlo, si es que es de su interés saber en qué consistió aquel capítulo honroso, el de diciembre de 1914, donde dicho espacio fue teatro y escenario de aquellos primeros acontecimientos que gestaron la creación de nuestro sindicato.
   Días previos al 14 de diciembre, un grupo de inquietos trabajadores provenientes de varias especialidades: telegrafistas, telefonistas, tranviarios y electricistas manifestaban su deseo de constituirse ya no necesariamente en una sociedad mutualista, sino en algo más allá que eso. Aspiraban por la creación de un sindicato. Pero dicha “constitución!, en el caso de los electricistas se daba a partir de una gran necesidad, la cual partía del hecho de que un conjunto de trabajadores estaba realizando actividades tanto en Necaxa como en plantas e instalaciones que poco a poco configuraban el perfil y la presencia del “patrón”. Me refiero a la Mexican Light and Power Company, Limited que, al detentar el poder y control, con un importante respaldo de capital extranjero, perdían de vista los derechos y condiciones laborales de aquellos obreros quienes se vieron en la necesidad de hacer notorios los tratos a que eran sometidos, fruto de las diferencias, lo que trajo consigo una auténtica injusticia. Tamaña referencia fue hecha suya por otros “camaradas”, quienes tomaron la iniciativa de forzar la creación del que fue, apenas unos días el Sindicato de empleados y obreros del ramo eléctrico, para luego adquirir su nombre definitivo: Sindicato Mexicano de Electricistas.
   Las primeras reuniones ocurrieron en casa del Ing. Salvador F. Domenzain quien era, a la sazón, operador de la Subestación la “Nana”. Aquel espacio, el de su domicilio fue insuficiente ante el número de interesados que aumentaba conforme se celebraban nuevas reuniones, por lo que para el día 12 de diciembre de 1914, la cita se concertó en la “Nana”.
   ¿Qué fue lo que pasó en la “Nana” aquel día?


   Acudo a Rojo y Negro, el primer vocero impreso emitido por el SME en 1915, y que en su primer número se incorporó una colaboración firmada por Luis N. Morones, quien recuerda ese momento esencial de la historia sindical.

BOSQUEJO ACERCA DE NUESTRO SINDICATO.

Difícil tarea en verdad la que me ha sido encomendada, hacer aunque sea a grandes rasgos la historia de nuestro sindicato, que en un año de vida ha tenido tantos hechos, tantos incideentes que seguramente no podré detallar con la amplitud que merecen; dar a la publicidad la historia de una agrupación obrera que en varias etapas de su vida ha atraído sobre sí la atención general; ofrecer a nuestros hermanos proletarios el informe de nuestros trabajos haciéndolos copartícipes de nuestras angustias y nuestras satisfacciones; presentar a la miopía de la cateva burguesa el ejemplo para ellos terrorífico de lo que puede la unión; someter al criterio de propios y extraños nuestros actos, ¡he ahí la obra! Reconozco que es superior a mis fuerzas. Mi notoria incapacidad es el mayor de los obstáculos para cumplir como quisiera, la misión que se me ha conferido. Sólo tengo mi voluntad, mi voluntad sin límites y el amor que profeso a nuestra agrupación como únicos elementos con que cuento para emprender la tarea. Si esto no es bastante, tómese cuando menos en consideración para disculpar mi falta de conocimiento en esta clase de trabajos.


   Fueron 56 o 60 empleados y obreros de la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz, de esta ciudad los que lanzaron la iniciativa de asociarse para buscar su mejoramiento, y, sin tendencias definitivas, se reunieron por primera vez el día 5 de diciembre de 1914 en la casa habitación del compañero Salvador F. Domenzáin, ubicada en la 5ª Calle de Dr. Lucio, Nº 102, departamento 28.
   Algunos de los asistentes a aquella reunión pertenecieron a la Sociedad que en el año de 1911 comenzó a fundarse y que hubo de suspender sus trabajos por la infame presión que los altos jefes de la referida Compañía ejercieron sobre los que justamente pretendíamos unirnos, para defendernos de la inmoderada explotación que veníamos sufriendo. Se hizo necesario que pasaran algunos años, que varias agrupaciones obreras comenzaran a obtener éxito en sus gestiones, que una excitativa lanzada por la Federación de obreros y empleados de la Compañía de Tranvías de México pusiera de manifiesto una vez más la imprescindible necesidad de unirse, para que el personal de la Compañía de Luz convocara a la junta a que me he referido.
   Fue allí donde por primera vez el elemento obrero, en un momento de clarividencia, decidió oponer al soberbio empuje de sus infames opresores el poderoso dique de la fuerza colectiva. Pero hasta ese grupo de trabajadores no había llegado la buena nueva; acostumbrados a asociarse para auxiliarse mutuamente, no pensaron nunca en el tremendo error en que se han basado apolilladas sociedades mutualistas, y, consecuentes con la rutinaria costumbre de quitar lo poquísimo que tiene el trabajador para darlos al que no tiene nada, acordaron como primera providencia la fundación de una Sociedad Mutualista y a pesar de que hasta a algunos de los miembros de la reciente sociedad había llegado la buena nueva, la palabra prodigiosa a cuyo solo enunciado habían caído postergados los ladores de energías y los acaparadores de conciencias, todavía se pronunciaba con temor, con el espanto de todo lo desconocido, la palabra mágica de sindicalismo. Y sucedió lo que había de suceder: que desconocido el sistema de trabajo de los Sindicatos Obreros y habiendo llegado alterados en su totalidad los datos que acerca de esta clase de sociedades de resistencia decían tener los que se consideraban bien enterados, el error presistió, nombróse la mesa directiva y el señor presidente, amo y señor, tuvo a bien citar para una próxima reunión que tuvo verificativo el día 10 del mismo mes, en el Centro Cosmopolita de Dependientes, sito en la 4ª calle de S. Juan de Letrán, Nº 60. Asistió gran número de obreros y empleados de la Compañía de Luz dándose cuenta a los que no estaban enterados de los trabajos comenzados.


   En aquella reunión pudo observarse que en el elemento obrero encontraron eco las ideas avanzadas, el sistema nueo de lucha explicado por varios compañeros, haciendo notar las inconvenientes e innumerables desventajas que acarrearía la sociedad mutualista al trabajador, y la mayoría anónima, con esa previsión que caracteriza a las multitudes, vaciló, y cuando se pidió la sanción de lo llevado a cabo tuvo la más hermosa de las protestas: abandonar el salón, mostrando así su inconformidad con lo acordado anteriormente y haciendo patente con este hecho la inclinación que había por adoptar otro sistema, otra nueva ruta de reivindicación y de progreso. Apenas si unos cuantos se dieron cuenta de que el presidente citaba a nueva reunión en el Salón de Sesiones del Departamento del Trabajo para el día 14 del mismo mes.
   En vista de la divergencia de opiniones y ante el temor, muy justificado por cierto, de que una gran mayoría no concurriera a la reunión del día 14, dando por resultado que la unificación no se llevara a efecto, el compañero Domenzain, presidente de la Sociedad Mutualista en embrión, citó a una junta privada para cambiar impresiones el 12 en la Subestación de la Nana y convirtiendo la azotea de la referida Subestación en Salón de sesiones, se discutió largamente por los 14 o 16 socios que asistieron acerca del carácter que se daría a la agrupación prevaleciendo la iniciativa presentada a favor de transformar en Sindicato la tantas veces citada Sociedad Mutualista.


   Así las cosas verificóse la asamblea del día 14, la concurrencia escaseó por parte del personal de la Compañía de Luz, no así el elemento obrero-electricista de otras compañías y electricistas que trabajaban por su cuenta. Hizo notar el Presidente la necesidad de definir de una vez por todas la índole que debería darse a la agrupación, exponiendo que por lo observado parecía que la opinión estaba dividida, pues mientras unos sancionaban el sistema mutualista, otros, renuentes con estas ideas, proponían la fundación de un Sindicato, indicando la conveniencia de poner a votación las proposiciones que había, resultando de ella que por mayoría quedó aprobada la fundación del Sindicato. Sólo que por razones más o menos fundadas se tomó el acuerdo de que sería independiente de la Federación de Empleados y Obreros de la Compañía de Tranvías.
   Fue en aquella memorable asamblea donde por primera vez escuchamos absortos el verbo rojo, la frase libertaria que templó los espíritus y conmovió los corazones. El compañero Joisé Colado, director interino del Departamento de Trabajo en aquella época, dio a conocer a los novicios sindicalistas la doctrina salvadora, y su palabra fue el toque de atención que despertó las conciencias dormidas, la tea incendiaria que hizo explotar en los cerebros tumefactos del hombre esclavo, de la bestia humana, la mole inmensa del perjuicio moral y de la resignación absurda, dando paso a la verdad, hija del raciocinio y de la conciencia.
   Jamás podré olvidar lo que se dijo y la impresión tremenda que causáronme los conceptos vertidos. Fue algo desconocido, algo sublime que conmovió a la falange obrera, que despertó del marasmo en que yacía, y, ávida de luz, de verdad, de justicia, alzóse altiva, rebelde e irresistible para buscar reivindicaciones no comprendidas y pagar su deuda de odio, de atavismos innúmeros a los que trafican con sus energía. También el compañero Huitrón y algunos otros miembros de la Casa del Obrero Mundial reforzaron con su palabra vehemente y con su fe de convencidos las ideas emitidas e invitaron al nuevo Sindicato a formar parte de la Confederación Obrera.
   Procedióse enseguida a nombrar al comité ejecutivo por escrutinio secreto, quedando integrado en la forma siguiente:


Secretario general, Luis R. Ochoa,
Secretario del interior, Ernesto Velasco,
Secretario del exterior, Antonio Arceo,
Tesorero, Toribio Torres, y
Subtesorero, Jorge Castro,
Consejero, José Colado

Nombráronse también a los compañeros Salvador F. Dolmenzain, Antonio Arceo y José E. Backler delegados a la Confederación de Sindicatos.
   Así terminó la asamblea del día 14, que fue el prólogo de los sucesos que se han desarrollado con rapidez vertiginosa y que en muchas ocasiones han despertado el interés público.
   Jamás se imaginaron los capitalistas insensibles, los pulpos insaciables de energías humanas, que el inmenso entusiasmo, que el aplauso delirante que estalló al proclamarse la fundación del nuevo Sindicato, sería el principio de una era nueva de reivindicación y de justicia, y que la fuerza irresistible y avasalladora de la unión había de hacer inclinar con la resignación de la impotencia muchas frentes altivas, muchos ojos feroces que hasta entonces habían mirado indiferentes, agitarse desesperado y hambriento al hombre-máquina. El gesto desdeñoso y el irónico comentario con que seguramente fue acogida por la burguesía la noticia de la formación del nuevo Sindicato no duró mucho tiempo porque los hechos posteriores han puesto en los rostros y en los labios de esos mismos hombres el gesto del temor y la palabra suplicante.

Luis N. Morones.[1]

   No dudo que una buena parte de los habitantes de la ciudad de México olvidaran tan fácilmente un hecho ocurrido apenas unos días atrás. Me refiero a la entrada triunfal del Ejército Constitucionalista con Felipe Ángeles, “Pancho” Villa y Emiliano Zapata al frente de 53 mil hombres armados que los acompañaban. Aquel suceso, trascendente y emotivo como los que han venido ocurriendo recientemente en la misma ciudad con motivo de la desaparición de los 43 estudiantes de la escuela rural “Raúl Isidro Burgos” en Iguala, Guerrero, y que han movilizado a miles, deben ser vistos como dos grandes cajas de resonancia. Pero aquella, con ese espíritu revolucionario a tope, en algo pudo influir para empujar a estos hombres con objeto de materializar sus aspiraciones: Crear un Sindicato. En aquel grupo, el que dio un paso adelante en el techo de la “Nana” convencidos de que al darlo forjaban un futuro mejor. Entre los nombres que destacan, nos encontramos con los que siguen:

Ernesto Velasco
Salvador F. Domenzain
Luis R. Ochoa
Carlos de la Peña Gil
José Colado
Luis Harris
Toribio Torres
Antonio Arceo
Carlos Butt
Manuel Leduc
(…) Tresaire
Enrique Sánchez
(…) Revilla
José Rosales de la Vega
José Calvillo Guerra
Francisco Orta
Danilo Soto Nava
Rafael de Ávila
Enrique Guzmán
Roberto Pérez

Las imágenes fueron obtenidas por el autor de estas notas.

José E. Backler
(…) Matías
(…) Arroyo
Conrado Castro Chavert
(…) Cortés
Encarnación Ampudia
Manuel Laris Ontiveros
(…) Trejo
(…) Domínguez
(…) Quevedo.
Salvador Célis Gutiérrez
Gonzalo Cervantes
Joaquín González
Ángel Frutos
(…) Porrás
(…) Barrientos
(…) Mendoza
(…) Silva
Francisco de Célis Vèrtiz.

   Espero que la lección anterior haya servido como un importante registro, por medio del cual, personas como Lucina Jiménez o Rocío García, responsables de la “Nana” sepan hasta qué grado de importancia se eleva un acontecimiento como el narrado aquí.
   La lamentable respuesta de que “este asunto no se corresponde con las actividades del centro cultural” me parece absolutamente patética. Se olvidaron de la memoria.
   Los electricistas, como muchos mexicanos, tenemos memoria.

¡Viva el Sindicato Mexicano de Electricistas!
¡Viva Ernesto Velasco!
¡Viva Antonio Arceo!
¡Viva Salvador F. Domenzain!
¡Viva Luis R. Ochoa!

¡Por el derecho y la justicia del trabajador!

México, 14 de diciembre de 2014.
En el centenario de la creación del S.M.E.



[1] Rojo y Negro. Periódico Socialista Independiente. 1915-1916. Presentación de Víctor Snahcez. México, Sindicato Mexicano de Electricistas, 2004. 196 p. , p. 47-54.

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