EDITORIAL.
POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
Asombra el modo, la forma en que el
autoritarismo del estado ha venido actuando, en forma sistemática, desde los
comienzos del que fue un irregular y mediocre sexenio, para que ahora, a dos
años de su camino, cuajado ya en el molde de una dictadura -¿perfecta o
imperfecta?- vaya de embestida en embestida, cometiendo según ellos, los
aciertos y las mejoras que convienen al país. Según nosotros, los ciudadanos de
a pie, las tropelías y desaciertos que están llevando a la patria por la senda
de la tragedia.
Las reformas estructurales, como la
energética, por ejemplo. Ayotzinapa y su “certero” desenlace colmado de “verdad
histórica”. La designación de Eduardo Medina Mora, designado Ministro de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación. El despido con sesgos políticos de
Carmen Aristegui, que venía tratando entre otros, el caso de la “Casa Blanca” y
ahora la que comienza a ser la nueva pesadilla: es decir, la reforma encargada
de privatizar el agua (Ley General de Aguas) que están poniendo en vilo a
nuestra sociedad. Y eso sin tomar en cuenta de que llevamos tres meses de
campaña política, saturada de ese desmedido despliegue no solo de todos los
partidos políticos, sino también del Instituto Nacional Electoral (INE). Con todo
ello, ¿qué pretenden? cuando nuestro desencanto no tiene otra salida que la
rebelión.
Y aún más: la revolución.
¿Pero estaremos preparados para un
movimiento armado?
Me temo que no.
Evidentemente los altos niveles de pobreza,
de delincuencia y descomposición social abonarían tal circunstancia, pero como
sociedad estamos desarticulados.
No faltará alguien que me pregunte ¿y esos
fenómenos de solidaridad? En efecto, son eso, ganas de ayudar al otro o a los
otros en caso de una tragedia, pues resuelta en buena medida la contingencia se
recuperan los niveles de esa deseable normalidad, por lo cual cada quien retoma
el paso que lleva por la vida.
Habría que preguntarle, por ejemplo al
Subcomandante Marcos si conviene o no esa descabellada idea del levantamiento
popular. Y menciono al líder intelectual del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional no nada más como una ocurrencia, porque independientemente de su
fallido pero no fracasado surgimiento en el albor de 1994, cuenta con la
experiencia y la doctrina para ello. No olvidemos tampoco que otros componentes
como la necesidad de una fuente segura de trabajo (hoy la informalidad alcanza
el 57% de la población en edad de trabajar), o el hambre, o esos sistemas
ofensivos de contratación que hoy se traducen en el “outsourcing”, se
convierten en detonantes naturales para la revuelta. Pero no invoco, no es
deseable invocar circunstancias inesperadas, indeseables. Lamentablemente el
estado y todas sus acciones están empujando al país por las mismísimas orillas
de un abismo. Por eso, habría que preguntarle al pueblo hasta dónde ha llegado
su límite de tolerancia, y de qué es capaz. Posiblemente las respuestas sean
tan coincidentes como extremas… o quizá hasta de apatía.
Mientras tanto, los engaños vestidos de
acciones positivas son la marca de la casa en este sexenio. Videgaray Carstens
no descansan en recetar medicinas de fantasía al moribundo, mientras este se
retucerce de dolor sin demasiadas posibilidades de mejora.
A propósito, un análisis centrado, frío pero
con tintes realistas es el que nos presenta Julio Boltvinik en su última
entrega de Economía moral (La Jornada, 20 de marzo de 2015, p. 29 y
disponible en internet, marzo 20, 2015 en: http://www.jornada.unam.mx/2015/03/20/opinion/029o1eco).
Allí se expresan escenarios catastróficos, pero también los de la más densa y agobiante
realidad que alcanza a las sociedades presentes. Esa visión no tiene
desperdicio.
Hoy, como hace 50 años… Portada y contraportada de Lux. La revista de los trabajadores de
enero y febrero de 1965. Col. Sra. Fátima Alvarado.
Nosotros, los electricistas que trabajamos
en Luz y Fuerza del Centro y que
también fuimos blanco de ese ataque donde se conjuntan los ingredientes que se
plantean en “Economía moral” y a los que debe agregarse el otro que consumó una
oscura estrategia de inteligencia solo atribuible al estado, y de la cual ha
hecho un interesante análisis el colega Adrián Galindo de Pablo,[1]
nos lleva a pensar y repensar todo aquello de lo dicho hasta aquí. Yo espero
que no solo sean palabras, ideas… sino acciones. Merecemos algo mejor, mucho
mejor.
20 de marzo de 2015.
[1] Adrián Galindo de Pablo: “Origen
económico del conflicto”, disponible en internet, marzo 20, 2015 en: https://trecedeoctubredosmilonce.files.wordpress.com/2011/07/conflicto-economico-sme.pdf
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