Entradas populares

jueves, 7 de febrero de 2013

IMÁGENES HISTÓRICAS DE LUZ y FUERZA DEL CENTRO.

SINCRETISMO Y MESTIZAJE: UNA MIRADA DE SIGLO XX.
(El mapa de la ciudad de México y sus alrededores)

Por: José Francisco Coello Ugalde.

   Todos quienes acudimos al edificio central de Luz y Fuerza del Centro, el “Edificio Verónica”, y mientras esperamos el momento de abordar el elevador en la planta baja, podemos apreciar la presencia de un mapa, montado sobre un bastidor, enmarcado con un recio soporte de madera pero sin llevar un vidrio protector y que se encuentra en una zona que merecería un poco más de luz para apreciarlo con mucho mayor detalle. El mencionado mapa contiene una curiosa traza de la ciudad de México hacia el año 1932. Cuando nos acercamos a él, puede observarse que entre los datos particulares que lo identifican, se encuentra un recuadro el cual apunta:

Mapa de la CIUDAD de MÉXICO y alrededores, hoy y ayer. Publicado por la COMPAÑÍA MEXICANA DE LUZ Y FUERZA MOTRIZ, S.A. y por la COMPAÑÍA DE TRANVÍAS DE MÉXICO, S.A. 1932. Concebido y ejecutado por Emily Edwards.

   Pues bien, como resultado de que el C. Luis Rolando Moreno Resendiz, responsable de la cartera de Educación y Propaganda en el Sindicato Mexicano de Electricistas adquirió recientemente un ejemplar original, y quien además, ha tenido la deferencia de donar el mencionado documento al acervo del Archivo Histórico de Luz y Fuerza del Centro, nos parece más que apropiado agradecerle tan noble decisión, lo que significará conservarlo celosamente para su preservación. Esta misma circunstancia, nos lleva a realizar un estudio que resuelva los diversos enigmas que están plasmados en tan magnífica obra, fruto de la inspiración de una mujer sensible, norteamericana de nacimiento, pero mexicana por adopción que se llamó en vida Emily Edwards y que, por haber casado con el señor Librado de Cantabrana se la conocía como Emily Edwards de Cantabrana.
   El presente estudio pretende por tanto abordar varias líneas que son, a saber:

-Develar la presencia de Emily Edwards de Cantabrana.
-¿Qué la trajo hasta México y cuando sucedió esto?
-Indicar la traza urbana que fue incluida en el plano.
-Interpretar cuidadosamente el contenido del plano.

   Lo que podemos apuntar sobre los datos esenciales de Emily Edwards es que nació en San Antonio, Texas el 7 de octubre 1888, estudio en el Hull House y más tarde fue profesora del Instituto Francis Parker, como profesora en la materia de arte. Desde 1926 tiene una marcada inclinación para elaborar ciertos planos, como aquel que produjo en San Antonio, el cual contiene elementos como gansos o gallinas que representan espacios urbanos.
   Entre 1925 y 1926 vino por primera vez a México, donde entabló amistad, entre otros, con el reconocido muralista Diego Rivera. Al estudiar con ese gran personaje, se interesó de manera muy especial en el trabajo que estaba a punto de poner en práctica no sólo el mismo Rivera. También José Clemente Orozco y Diego Rivera. De estos grandes artistas, recibió una gran influencia que puede percibirse, indudablemente en el plano que ahora revisamos. En otra estancia por nuestro país, que se extendió por diez años, preparó un libro sobre la pintura mural mexicana[1] de la época precolombina hasta los tiempos modernos.
   Y llegamos al año de 1932, donde elaboró y trabajó sobre el plano de la ciudad de México, que ahora es motivo de este pequeño estudio y que veremos en su momento. Años más tarde, ya de regreso a su país, continuó con la labor como creadora y hacedora, sin alejarse de las aulas. Tal fue esa trayectoria que en 1976 recibió un premio por parte de la Sociedad de Arquitectos de Texas “por las contribuciones a la calidad de vida en Texas”. Murió en su ciudad natal el 16 de febrero de 1980.[2]
   Pero el plano como documento nos ha permitido entender varias condiciones relacionadas con el momento que se está viviendo en México. Son los años post-revolucionarios, llenos aún de ese amargo sabor que se respira en capítulos aislados como la “Cristiada”, fenómeno social que se tradujo en una confusión ideológica, emparentada con la violencia todavía común en el ambiente y que llevó al cierre de iglesias, a la persecución de sacerdotes y a la quema de cuanta imagen religiosa significara un atentado ante el advenimiento de consignas como ¡Viva Cristo Rey! Por otro lado, los espacios urbanos crecían bajo la amenaza depresivo-financiera en Nueva York, mientras se escuchan las notas de nuevos cantos nacionalistas emprendidos sobre todo por Silvestre Revueltas, Carlos Chávez o José Rolón y el cinematógrafo admiraba a propios y extraños con los primeros intentos de coordinar la imagen con el sonido. De igual forma, la radio empezaba a ser otro medio de difusión que se sumaba a la sólida industria editorial que hacía circular miles y miles de ejemplares mientras los índices de analfabetismo seguían siendo elevados en tanto el espíritu impulsado desde la Secretaría de Educación Pública por José Vasconcelos acumulaba resultados –como afirma el poeta Mario Benedetti-, con lento, lento, pero seguro… porvenir.
   Quizá, bajos esas condiciones fue como la artista Emily Edwards de Cantabrana logró ese conjunto de circunstancias en el plano que, por encargo del Sr. G. R. G. Conway, entonces director de las Compañías hizo a la artista para tener una visión contemporánea, no sólo de la ciudad de México, sino de sus componentes, los de un progreso que podía verse reflejado en el tendido de cables, rieles y otras circunstancias propias de la infraestructura de The Mexican Light and Power Company, Limited (Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz, S.A.) y de la México Tramways Company (Compañía de Tranvías de México, S.A.). Y así fue.
   El diseño, podemos entenderlo a la luz de una primera apreciación que encontramos en escritos de la época, como el que sigue:


EL MAPA DE LA CIUDAD DE MÉXICO Y SUS ALREDEDORES.[3]

   Son ya legión los mapas, planos, cartas y demás que existen de la legendaria Ciudad de los Palacios, desde los que aparecieron en los remotos tiempos en que fuera la gran Tenochtitlán hasta nuestros días. Entre los que encabezan la lista pudiera citarse el de Santa Cruz (siglo XVI), como uno de los más famosos.
   Y ¿quién habría de decirlo? Después de cuatro siglos su presentación objetiva ha venido a imponerse como la más cautivadora, la que más interesa y seduce. Su estilo infantilista es fácil y para todos comprensible: donde hay una casa nos presenta una casa, donde hay un canal vemos un canal. El convencionalismo de la ingeniería moderna, que con las mismas figuras nos quiere representar los objetos más diversos, está bien para los iniciados, empero conviértese en letra muerta para quienes no entienden de rombos y trapecios.
   Londres, París, Nueva Cork, las grandes capitales mundiales, cuentan ya con mapas, o para ser más exactos, con representaciones objetivas, de las casas, monumentos, calles, avenidas, vías de comunicación y demás que las componen.
   El señor Conway,[4] Presidente de las Compañías, que posee una interesante colección de estos mapas, quiso que la Ciudad de México tuviera también el suyo. Al efecto contrató los servicios de la señora Emily Edwards Cantabrana, quien se ha especializado en esta clase de trabajos. Después de un año de minuciosas investigaciones, llevadas a cabo con verdadero entusiasmo, y de una labor meritísima, el mapa ha quedado terminado. Ya está en manos del impresor para su reproducción en gran escala. Esta reproducción será hecha a colores y podemos augurar que será una verdadera obra artística. Ser la vieja piedra litográfica, lenta y de amable parsimonia, la encargada de estampar en el papel las figuras en ricos y calientes colores. La artista no quiso confiar su obra al Moloch[5] moderno, la prensa off set, que devora toneladas de papel en unas cuantas horas; prefirió la piedra que, en su vaivén rítmico y acompasado, parece como si se detuviera para entregarse un poco a cada hoja de papel.
   El asunto ha sido tratado desde un punto de vista hondamente mexicano. Cuauhtémoc, el último Rey Azteca, el indómito guerrero, a quien hiciera sonreír el tormento, es el símbolo de la Ciudad en esta representación. Su figura, aparece esfumada en el “mapa en forma de códice”, como en alguna ocasión le llamara la autora, recordando un Caballero Águila a quien la ciudad moderna sirve de vestidura.
   Encuadra al mapa una interesantísima colección de escudos coloniales y jeroglíficos[6] de las distintas razas que poblaron estas tierras en la época precortesiana. Esta colección es de indiscutible mérito e inestimable valor pues, si bien los elementos que la forman son conocidos, se encuentran diseminados en numerosas obras y es el primer caso, de que tengamos noticia, en que aparecen reunidos en un solo documento.[7]
   La figura del Caballero Águila abarca todo el cuadro. Lo que fuera la antigua Tenochtitlán, con el Zócalo al centro, representa su escudo de combate. De allí irradian las antiguas calzadas, las mismas que hoy día constituyen las grandes arterias de tránsito del México moderno. Representa la lanza del guerrero la importante vía férrea y la avenida que une Tacuba por Nonoalco y Santiago Tlaltelolco, al Lago de Texcoco. La punta de la lanza es el Cementerio de las colonias extranjeras, con la Villa a guisa de estandarte. Uno de los pies se apoya en Tlalpan y Xochimilco, el otro en San Ángel y Tizapán. Un brazo se alza en dirección de Tacuba para empuñar la lanza. Conforma su cabeza la carretera que arranca de la Villa para terminar en Azcapotzalco, al margen, quizá, del antiguo lago.
   Las orillas azules del mapa se antojan lejanas montañas. Las cintas doradas que adornan la armadura del caballero son las líneas de los tranvías eléctricos que surcan la ciudad y alrededor en todas direcciones.
   Las carreteras y caminos que arrancan de la ciudad se indican claramente en el mapa. Todos los puntos de importancia figuran allí con sus nombres.
   Para hacer caber lugares distantes y acopio tal de datos, fue preciso apretujar por aquí y por allá, imponiéndose una verdadera serie de escalas; sin embargo, el arreglo fue hecho con arte tan acabado que el conjunto en nada desmerece por esta circunstancia sino que forma un todo armonioso.
   La colección de escudos y jeroglíficos, así como demás datos históricos, han sido minuciosamente revisados y aprobados por autoridades competentes del Museo Nacional. Los ingenieros del Departamento de Ingeniería Civil de las Compañías, quienes desde luego no asumen responsabilidad alguna, también prestaron su valioso contingente.
   Dedicamos las dos páginas centrales de esta edición de “Electra” a publicar una reproducción en blanco y negro, del interesante mapa a que nos referimos.

   Sin embargo, y con el paso de los años, y bajo la necesaria condición de reinterpretar el contenido del mapa, parece oportuno hacer algunas observaciones, sobre todo desde el punto de vista estético, para comprender en toda la dimensión posible la riqueza de un plano cuyo contenido reúne elementos de diversa naturaleza. A saber:
   La notable presencia de un crecimiento urbano que rebasaba, con mucho, aquella traza original que estaba delimitada por los barrios indígenas, y luego toda esa configuración como resultado de los límites establecidos por circunstancias naturales como las inundaciones. Y más aún, por el hecho de que las condiciones lacustres del centro de la ciudad generaban una necesaria expansión, conforme avanzaban los siglos. Del mismo modo, con la llegada del siglo XIX, el siglo de la ciencia, la ciudad tuvo nuevas fisonomías. Espacios más allá de lo conocido empezaron a fraccionarse hasta que su traza urbana encontró nuevas configuraciones que se acercaban a los todavía distantes puntos de San Ángel, Tlalpan, o Peñón de los Baños.
   El peculiar trazo de Emily Edwards nos permite descubrir a la ciudad que dejó de ser provinciana para convertirse en una urbe moderna, no tanto al estilo de las norteamericanas o europeas, pero conservando sí, todavía parte de esa rancia condición palaciega que combinaba con las nuevas corrientes arquitectónicas que comenzaron a conocerse en colonias como la Juárez, la Roma, la Condesa bajo la sombra del más impecable de los estilos europeos y franceses. Casas con sus mansardas que dotaban a dichas mansiones con la posibilidad de que quedaran a buen resguardo en caso de nevadas, por el original diseño de esos remates majestuosos. Y qué decir de expresiones como el art decó y el art noveau que quedan plasmados en otras tantas construcciones que se han conservado hasta nuestros días.
   Sin embargo, lo que interesa destacar aquí es la forma en como una artista extranjera, pero no ajena a nuestra cultura, gracias a su cercanía, entre otros, con el propio Diego Rivera, pudo expresar de manera por demás notable, la ciudad como la armonía de un crecimiento, con trazos que reflejan que el pasado no está reñido con el presente. Al contrario, se complementan, de ahí que enmarcara lo mismo con jeroglíficos (toponímias nahuas) que con escudos nobiliarios de los principales personajes de una primer etapa, que se mueve entre la conquista y los primeros años coloniales.
   Allí están representadas[8] Tepotzotlán,[9] Tenayuca,[10] Nonoalco, Tenochtitlán,[11] Tlaltelolco,[12] Tepeyac,[13] Teotihuacan.[14] Azcapotzalco,[15] Tacuba,[16] Popotla,[17] Teocalhueyacan, Tepustepec,[18] Chapultepec,[19] Tacubaya,[20] Mixcoac,[21] Cuajimalpa,[22] Coyoacán.[23] También, Toluca,[24] Tasco,[25] Cuernavaca,[26] Tlalpan,[27] Churubusco,[28] Xochimilco,[29] Acolman,[30] Texcoco,[31] Huexotla, Mixcalco,[32] Iztacalco, Mexicalzingo,[33] Iztapalapa,[34] Chalco[35] y Tlahuac.[36]
   Entre los escudos nobiliarios, encontramos los siguientes: el nuevo escudo de Tacuba, el de la ciudad de México, el de Pedro de Alvarado, el de Antonio de Mendoza, Martín López (que en todo caso, probablemente por un error, sea el de Martín Cortés), Luis de Velasco, y los nuevos escudos de Coyoacán y Xochimilco.
   Por aquellas épocas, la empresa México Tramways Company (Compañía de Tranvías de México, S.A.) anunciaba a los habitantes de la ciudad de México que:

   Para dar una ligera idea de la gran influencia que tienen dichos servicios en la vida y en las actividades comerciales e industriales de la Capital de la República y especialmente del Distrito Federal, debemos citar la enorme cantidad de pasajeros que se transportan en las líneas de la COMPAÑÍA, de unos a otros puntos, siendo muchos de ellos obreros de los grandes centros fabriles, empleados públicos y del comercio, familias que viajan por recreo y, en general, hombres de negocios que hacen uso constante de los trenes.
   El sistema de las líneas de la COMPAÑÍA, comprende una extensión de 330 kilómetros de vías que unen las principales poblaciones del distrito Federal con la ciudad de México. Cuenta con 22 líneas para el servicio urbano y con 21 foráneas e inter-urbanas con numerosas estaciones y paradas que dan toda clase de facilidades para transportarse a los lugares que se desea.
   Las líneas urbanas llevan los nombres siguientes: AVIACIÓN, COLONIA, CONDESA-JALAPA, CORREO-ROMA, DON TORIBIO, GUERRERO, HOSPITAL GENERAL, JUÁREZ, MARTÍNEZ DE LA TORRE, PENITENCIARIA, PERVALVILLO-INSURGENTES, RASTRO-VIGA, ROMA vía OAXACA, ROMA vía PIEDAD, SANTA MARÍA ALAMEDA, SANTA MARÍA ROSA, SANTA MARÍA ROMA vía BUCARELI, SANTA MARÍA ROMA vía INSURGENTES, SAN RAFAEL vía LAS ARTES, SAN RAFAEL vía HOMBRES ILUSTRES, ZARAGOZA y GRANADA; esta última de tracción de sangre.
   Las líneas foráneas e inter-urbanas son: AZCAPOTZALCO, COLONIA DEL VALLE, DOLORES, GUADALUPE, IXTAPALAPA, LA VENTA O DESIERTO DE LOS LEONES, MOXCOAC, PANTEÓN ESPAÑOL, PEÑÓN, PIEDAD, SAN ÁNGEL vía CHAPULTEPEC, SAN ÁNGEL INN (ALTA VISTA), SAN ÁNGEL vía CHURUBUSCO (COYOACÁN), TACUBA, TACUBAYA, TIZAPÁN, TLALPAN, TULYEHUALCO, XOCHIMILCO, AZCAPOTZALCO A TLALNEPANTLA Y TLALPAN A SAN FERNANDO, siendo estas dos últimas líneas de tracción de sangre.
   En sus servicios de fletes, de materiales y mercancías, las vías del sistema llegan al interior de numerosas fábricas, minas de arena, canteras, depósitos de materiales de construcción y a los patios de las estaciones de ferrocarril para recibir materiales y mercancías de toda la República.
   Entre los lugares más notables que pueden visitarse por las líneas de esta COMPAÑÍA, deben citarse: el legendario BOSQUE DE CHAPULTEPEC con sus grandes atractivos y bellezas;
   La BASÍLICA DE GUADALUPE, muy notable por su tradición histórica.
   Las pintorescas poblaciones de SAN ÁNGEL, MIXCOAC, TACUBAYA, TALPAN, COYOACÁN y XOCHIMILCO, en las que se encuentran hermosos jardines, huertas de frutales, hortalizas, quintas de campo y lujosas residencias veraniegas;
   Las FUENTES BROTANTES a inmediaciones de la ciudad de TLALPAM;
   Los VIVEROS de COYOACÁN y XOCHIMILCO.
   Los innumerables canales y vergeles de la misma población de XOCHIMILCO, y el DESIERTO DE LOS LEONES que se encuentra a corta distancia de la estación de La Venta, hasta cuyo punto está construida la línea que, partiendo de la Plaza de Cartagena de Tacubaya, va para Toluca.
   La COMPAÑÍA tiene establecido un servicio rápido que se hace en las primeras horas de la mañana, al medio día y por las tardes, para transportar gran número de empleados y hombres de negocios que tienen sus residencias en las poblaciones foráneas y sus negocios en esta capital. Las poblaciones para donde hay servicios rápidos, son: SAN ÁNGEL por CHAPULTEPEC, MIXCOAC, TACUBAYA, TLALPAN, SAN ÁNGEL por CHURUBUSCO, tocando COYOACÁN Y CORREO-MIXCOAC.
   La COMPAÑÍA DE TRANVÍAS DE MÉXICO tiene establecido un servicio de anuncios en sus carros, a cargo del Departamento de Publicidad, y a precios extraordinariamente módicos, que proporcionan muy grandes ventajas al comercio.
   Con el fin de dar al público informes detallados sobre los servicios del Sistema de esta Compañía, el Departamento de Publicidad ha formado una GUÍA OFICIAL que vendrá a llenar una verdadera necesidad y que estará a la venta desde el mes de septiembre.
   Las oficinas generales de esta COMPAÑÍA se encuentran en el edificio número 20 de la 2ª calle de Gante.

   De todo lo anterior puedo concluir que estamos ante un documento único, cuyo valor intrínseco se encuentra reunido en esta gran disposición urbana que vieron los ojos de una norteamericana la cual, a su vez, se convirtió en una mexicana sensible capaz de percibir, para 1932 el significado de una gran época.


[1] Emily Edwards de Cantabrana: Los frescos de Diego Rivera en Cuernavaca, 1932.
[2] Datos tomados de: http://www.tshaonline.org/handbook/online/articles/EE/fed13.html
[3] Electra. El Magazine de Luz y Fuerza y Tranvías. Año V, enero y febrero de 1932, Nº 70, p. 5.
[4] Se refiere al señor G. R. G. Conway, quien fue presidente de las Compañías Mexicana de Luz y Fuerza Motriz, y de Tranvías de México, S.A.
[5] El redactor debe estarse refiriendo a una técnica de impresión que imperaba por aquellos años del siglo XX, pues allí también está referido el “off set”, lo cual significaría comprender que ambas técnicas estaban al servicio de una reproducción múltiple en poco tiempo.
[6] Toponimia nahua que veremos más adelante.
[7] En este caso, el autor de la reseña, ignoró la existencia, hasta entonces, de varios códices prehispánicos y posthispánicos que revelaron la existencia de esos elementos representativos de los lugares y espacios donde se asentaron diversas poblaciones. En ese caso se encuentran el Códice Mendoza, el libro de los Tributos, el Códice de Moctezuma o el Códice de Osuna.
[8] Incluyo sólo los topónimos localizados. N. del A.
[9] Tepotzotlán: lugar del jorobado. Tepotzo-tlan. De tepotzohtli, jorobado, -tlan, en función locativa (difícil inferir si se alude a una persona, una divinidad o un centro). Méx.
[10] Tenayuca (Tenayocan): Tenayocan, del idioma mexicano; lugar en que se hicieron murallas; el jeroglifo es un cerro rodeado de muralla; la célebre ciudad fundada por los chichimecas desapareció; estuvo situada en el cerro del Tenayo, cerca de la villa de Guadalupe, en el Distrito Federal. figura que procede del Códice de Mendoza.
[11] Tenochtitlán: Tenoch-ti-tlan: tenoch-ca, nombre de la tribu, ti, ligadura, titlan, entre; entre los tenochca. figura del Códice de Mendoza.
[12] Tlatelolco (Tlaltelolco): Tlalte-lol-co; no tiene explicación escrita en el Códice Osuna; pero es una variante de esta palabra o de Xaltilulco; pues Tattelli o Xaltetelli significan montón de tierra o arena. figura del Códice de Osuna.
[13] Tepeyac: en la punta del cerro. Alteración de Tepeyacac, que Siméon registra como “en la punta del monte”. De tépetl, cerro, yácatl, nariz o punta, -c, part. locativa. Sahagún registra como Tepeacac, “punta de cerros”, y afirma que a ese lugar venían peregrinaciones de muy lejanas tierras” con el propósito de adorar a Tonantzin, “Nuestra Madre venerada”, de to, poses, 1ª pers. Pl., nantli, madre, -tzin, rev. D.F.
[14] Teotihuacan: lugar de los que tienen a Dios. Teo-ti-hua-can. De téotl, dios, -ti, lig. euf., -hua, part. poses., -can, part. locativa.
[15] Azcapotzalco (Azcapotzalco): Azcapotzal-co del idioma mexicano; la escritura figurativa expresa un hormiguero: azcaputzalli, con la terminación co; en el hormiguero; realmente abundaban los hormigueros en la antigua capital tepaneca. Figura del Códice de Mendoza.
[16] Tacuba: lugar de las varas. Tlacopan. De tlácotl, vara, -pan, lugar de.
[17] Popotla: Popo-tla, plural mexicano de popotl, lugar de popotes, gramíneas que sirven para hacer escobas. un manojo de la planta, figurativo del nombres, es el jeroglifo del Códice de Mendoza.
[18] Tepustepec o Tepuxtepec: En el cerro del metal. Tepoz-tepe-c. De tepoztli, metal, tépetl, cerro, -c, part. locativa (en mixe el poblado se llama Pushcush, Sobre el metal, de push, metal o cobre, cosh, part. locativa).
[19] Chapultepec: cerro del Chapulín. Chapul-tepe-c. De chapulin, chapulín, tépetl, cerro, -c, part. locativa.
[20] Tacubaya: donde se coge el agua. Atlacuihua-yan. De atlacuihua, voz pasiva de atlacui, coger agua, -yan, part. locativa. También Donde se coge el lanzadardos. De átlatl, correa para lanzar dardos, cuihua, forma pasiva del verbo cui, coger o tomar, -yan, part. locativa.
[21] Mixcoac: Mix-coa-c, del idioma mexicano; lugar consagrado al padre de los pueblos de Anáhuac llamado Izta-mixco-atl, compuesto de mixtli, nube, y coatl culebra; tromba, culebra de agua. Figura del Códice de Mendoza.
[22] Cuajimalpa: lugar de las virutas. Cuauhximal-pan. De cuauhximalli, virutas de madera labrada (de cuáhuitl, madera, ximalli, virutas o acepilladuras), -pan, part. locativa.
[23] Coyoacán: (Coyohuacán): Coyohua-cán, Coyohuacan, del idioma mexicano; las radicales del nombre son: coyote y la terminación huachan, posesiva de lugar; lugar de coyotes. Llama la atención un círculo que tiene en el cuerpo o en la cabeza las figuras, como los jeroglifos de animales en la escritura china.
[24] Toluca: Lugar del dios Tolo o Tolotzin. Tolo-can. De Tolotzin, dios de la cabeza inclinada.
[25] Tasco o Taxco (Tlachco): Tlach-co, de lengua mexicana; juego de pelota: de tlachtli y la terminación de lugar. Figura del Códice de Mendoza.
[26] Cuernavaca: Junto al bosque. Cuauhnáhuac. De cuauh, acortamiento de cuauhtla, bosque, -náhuac, cerca de. Morelos.
[27] Tlalpan: Tlal-pan, de lengua mexicana: Tlalli, tierra; pan, preposición Terminal que significa en, sobre; en la casa del sol, lugar del dios Tláloc. Figura del Códice de Mendoza.
[28] Churubusco: Véase Huitzilopochco; lugar del estado de Tabasco y del Distrito Federal. Huitzi-opoch-co, variante; o más bien, silábicamente, co, lugar, opochtli, izquierdo, y huitzitzilin, el colibrí, una de las quince especies de colibrí Tochilus colubris, L. Figura del Códice de Mendoza.
[29] Xochimilco: En los sembradíos de flores. Xochi-mil-co. de xóchitl, flores, milli, sembradío, -co, part. locativa.
[30] Acolman: Lugar de Aculma o Acólmaitl (es decir, hombro y mano). Acol-ma. De acolli, hombro, maintl, mano.
[31] Texcoco: Etim. muy discutida. Creemos posible, con Orozco y Berra, siguiendo a Ixtlilxóchitl, que pueda derivarse de tetzicoa, detener a la gente, y –co, part. Locativa, para interpretarlo como Lugar donde se detienen o Lugar de detención, porque fue paso de todas las migraciones al valle de México.
[32] Mixcalco: En la casa de las nubes. Mix-cal-co. de mixtli, nubes, calli, casa, -co, part. locativa.
[33] Mexicaltzingo: En la pequeña casa de Mexitli (con el sentido, como interpreta OIlaguíbel, de En el pequeño México). Mexi-cal-tzin-co. de mexitli, otro nombre de Huitzilopochtli, calli, casa, -tzin, dim., -co, par. locativa.
[34] Iztapalapa: Probablemente donde las aguas se atraviesan. Ixtlapal-a-pan. De ixtlápal, que está atravesado, atl, agua, -pan, part. locativa.
[35] Chalco: Chal-co, del idioma mexicano; es símbolo especial de este lugar una piedra circular labrada, carácter ideográfico, también de la tribu chalca. La escritura jeroglífica es un chalchihuitl, cuya radical primera chal, sirve de recordativa del lugar y para la tribu que lleva el nombre de Chalca. Figura del Códice de Mendoza y otros.
[36] Tláhuac: Acortamiento de Cuitláhuac. Los que tienen desechos. Cuitla-hua-c. de cuítlatl, desecho o excremento, -hua, posesional, -c. en D.F.

No hay comentarios:

Publicar un comentario