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jueves, 23 de enero de 2014

UN DÍA COMO HOY… 24 DE ENERO… (1 DE 2)

EFEMÉRIDES DE LUZ y FUERZA DEL CENTRO. UN DÍA COMO HOY… 24 DE ENERO…

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

UN DÍA COMO HOY… 24 DE ENERO… PERO DE 1915: Con el acta de 24 de enero de 1915 parecen darse las condiciones para establecer uno de los antecedentes más claros sobre la integración que, con los años devino revisión del Contrato Colectivo de Trabajo.
   En aquella ocasión, se reunieron en la casa número veintidós de la Avenida de Cinco de Mayo, Oficina de la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz, S.A., los señores C. B. Graves, en su carácter de Gerente General de la referida Compañía, y L. Ochoa, E. Velasco, C. de la Peña, T. Torres, J. E. Castro, M. García Heras, G. Domínguez, A. Arceo, J. Cabral y E. Laurencio, en representación de los Empleados de la misma Compañía, según consta en el nombramiento que a su favor hecho por ellos y que original y suscrito por los referidos Empleados se agrega a esta acta.
   El objeto de la reunión fue el de tomar en consideración la solicitud que los Empleados de la Compañía presentaron al Sr. C. B. Graves con fecha 21 del presente mes.
   Los señores Castro, Peña, Velasco y Ochoa dieron explicaciones amplias sobre los diversos puntos contenidos en dicha petición, y considerados debidamente se llegó al acuerdo de revisar 7 distintas peticiones o cláusulas. Para mayor información, véase: Rojo y Negro. Periódico Socialista Independiente. 1915-1916. El surgimiento del Sindicato Mexicano de Electricistas. México, 2ª edición, Sindicato Mexicano de Electricistas, 2000. 189 p. Ils., facs. (Cuadernos de formación sindical, 1)., p. 130-1.
   Además: Versión digital de los Convenios Colectivos de Trabajo. 1915-1929!, editada por el Sindicato Mexicano de Electricistas con motivo del 90 aniversario del SME. Pro-Secretaría de Escalafones, 2004.

   Para entender la forma en que permeó Rojo y Negro, nada mejor que acudir a la fuente que Víctor M. Sánchez ha legado con el escrito

Contexto y antecedentes de Rojo y Negro
Órgano del Sindicato Mexicano de Electricistas 
y Periódico Socialista Independiente, 1915 / 1916
Víctor M. Sánchez

Presentación

   En el Libro de Actas número 1 del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) del 14 de diciembre de 1915 se indica que a todos los asistentes se les reparte y vende un ejemplar de Rojo y Negro, el primer órgano de difusión del sindicato. Sin embargo, no sabíamos nada de su historia ni pudimos localizarlo ni tener pistas de él en la Hemeroteca Nacional ni en el Archivo General de la Nación ni entrevistando a compañeros jubilados.
   A principios de los años ochenta, en una pequeña bodega de revistas y papeles viejos en el parapeto que está a la entrada del sindicato, apareció un tomo en cuyo lomo se lee Electro Unión. Cuando abrimos el tomo nos encontramos con una sorpresa magnífica: 3 ejemplares originales, doblados y conservados, de diarios de la época de la huelga general de 1916; 4 únicos ejemplares de Rojo y Negro; 5 únicos ejemplares de Electro Unión, segundo órgano de difusión del SME, cuyo número 3 del año 1926 indica lo que es de la Confederación Nacional de Electricistas y Similares; 2 circulares de 1925, donde en su parte izquierda se indica que existen 17 Divisiones del SME; una carta membretada de la Confederación de 1933; el ejemplar número 5 de una revistita de la empresa de 1925 llamada Electroactividad, y, por último, una carta de respuesta por parte del Vicepresidente y el Secretario de la Gran Liga de Electricistas Mexicanos, con sede en Monterrey, acusando recibo y agrado por la constitución de la 6ª sucursal de la misma, dirigida a Luis R. Ochoa y fechada el 21 de agosto de 1908.
   En este Cuaderno de Formación Sindical número 1 ofrecemos el contenido de aquellos cuatro únicos números del primer Órgano del SME. Lo que sigue es un escrito que intenta contextualizar el momento de la publicación y del surgimiento de nuestro sindicato.
   El origen del presente ensayo se remonta a un proyecto de investigación compartido a inicios de los años setenta por entusiastas compañeros universitarios, la mayoría de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (FCPyS), y del cual se publicaron en forma de folleto, Surgimiento del SME, en 1975, unos primeros resultados, bajo los auspicios del SME y de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y en 1978, la investigación completa por parte de la FCPyS, Surgimiento del sindicalismo electricista, 1914-1917, de 418 páginas. A partir de esas publicaciones en varios números de Lux han aparecido estudios sobre el mismo período. Una versión repetida, con algunos aspectos sobre la industria eléctrica en el porfiriato, que por razones extrañas no pudo continuar, un programa de publicaciones como fascículos coleccionables, serían 18 y sólo aparecieron 3, en la revista Lux. En el 84 aniversario del SME apareció una breve historia del Sindicato, 70 años de democracia, cuyo primer capítulo es “El surgimiento”. La última versión es parte de un trabajo colectivo publicado por la UAM Iztapalapa en 1994, Historia de la industria eléctrica en México, donde aparece en el tomo I, El Surgimiento. La formación de la industria eléctrica en México.

El surgimiento

   La industria eléctrica es sin duda uno de los factores decisivos de la era moderna y de los procesos de industrialización, estratégico para el desarrollo social y económico. Su ausencia trastocaría todos los ámbitos de la sociedad. No podríamos imaginar siquiera nuestra vida sin ella. La vida moderna no sería lo que es sin los servicios bancarios, la televisión o las computadoras; sin el transporte colectivo (metro, trolebús), sin la radio o la telefonía; sin los semáforos; sin sistemas de bombeo y sin alumbrado. El comercio, los servicios, la industria, todo funciona gracias a la electricidad.
   La industria eléctrica modificó en forma drástica el trabajo y la vida social en los confines del siglo XIX. Cuando sólo la luz natural permitía un proceso productivo eficaz las extenuantes jornadas de trabajo se medían de sol a sol. Sin embargo, la introducción de la fuerza motriz y de la luz eléctrica trastocó los procesos.
   En el trabajo de las minas, por ejemplo, la iluminación eléctrica redujo considerablemente las explosiones provocadas por las lámparas de kerosene; el bombeo y el traslado de los furgones o la aparición del malacate produjeron grandes avances en el mantenimiento de los socavones y en el aumento de la productividad al lograr obtener mayores cantidades de materiales en los beneficios, sin depender ya de la capacidad individual de los cargadores. El despido masivo hizo su aparición.
   Por otro lado, en las fábricas textiles se incrementa la jornada de trabajo porque la iluminación permite el perfeccionamiento y la rapidez; el obrero sucumbe ante la presencia de la nueva fuerza que mueve a los telares y las mujeres y niños que le auxiliaban para completar el ingreso familiar son despedidos, pues el obrero podía ya realizar más actividades al liberarse del tiempo necesario para ejecutar ciertos movimientos.
   La jornada de trabajo ya no depende del sol pues se ha logrado sustituir su presencia con la bombilla eléctrica.
   Además, crece la vida social de las zonas urbanas. Las noches se amplían y las clases acomodadas disfrutan de esa posibilidad en los ambientes públicos y en su vida privada. Los costos de estas comodidades se abaten y hasta los olores o humos se desvanecen. Velas y kerosene pasan a segundo término o al menos quedan como “beneficio” de las clases “menesterosas”.
   La electricidad también modificó la vida rural. La gran obra de Necaxa inundó grandes extensiones de tierra creando lagunas y lagos donde no los había, controlando los indomables ríos suscitando así el azoro en los ojos de los campesinos indígenas de la zona norte de la Sierra de Puebla.
   La gran transformación introdujo nuevas costumbres y nuevas formas de ganarse el pan. Incluso apareció una nueva enfermedad, la quemadura con electricidad por accidente, con drásticas afectaciones internas al cuerpo humano, algo desconocido hasta entonces.
   La presencia de la electricidad en México tuvo un profundo impacto en la sociedad de fines del siglo XIX y principios del XX, y, por lo tanto, en las características del trabajador que emergía de esta industria. Con la electricidad aparece un nuevo obrero que comprende la sustancia de la industria en la que labora y adquiere una cosmovisión clara de su importancia estratégica en la vida social y económica de México, incluyendo un claro conocimiento del poder de las empresas imperialistas para imponer sus condiciones en la sociedad en que se desarrolla.
   En estas líneas tan sólo intentamos describir a muy grandes rasgos el contexto en el que nacen la industria y el del sindicalismo electricistas para ubicar al primer órgano de difusión de los trabajadores de este ramo, pues ello significó un hito en la consolidación de la acción sindical y los frentes de lucha de los obreros en México.

La industria eléctrica

   La electricidad se introdujo por primera vez en México en 1879, en la fábrica de hilados y tejidos La Americana, en la ciudad de León, Guanajuato.
   En esas fábricas y en los fundos mineros proliferó su uso con el afán de incrementar la productividad. Poco después se comenzó a utilizar para el alumbrado de algunas zonas especiales de los centros urbanos más desarrollados. En julio de 1880, por ejemplo, se instalan como prueba focos de arco en el zócalo de la ciudad de México. Después sería iluminada la calle de Plateros (ahora Madero) y en 1881 la empresa que abastecía el alumbrado de gas se transforma para colocar y hacer funcionar 40 focos eléctricos en esa misma calle. Nueve años después había 2,054 focos en la ciudad de México. El alumbrado público se introdujo en Guadalajara en 1884, en Monterrey en 1888 y en 1889 en Veracruz y Mérida. Al alumbrado público siguió el uso de la electricidad en los tranvías.
   Hasta antes de 1905 la industria eléctrica evolucionó en forma local. Primero como uno de los medios productivos decisivos en las actividades económicas fundamentales de la época porfiriana (minería, textiles, comunicaciones, transporte), para después convertirse en uno de los instrumentos básicos de los servicios públicos metropolitanos de esos tiempos (teléfono, alumbrado residencial y público), cada una de las ciudades dignas de llamarse así tuvo a la energía eléctrica alimentando su corazón y su brillantez.
   Cada ciudad tuvo su propia empresa o compañía eléctrica. Éstas crecieron por todos los rumbos de la patria y se consolidaron como monopolios regionales y la mayoría eran emporios extranjeros privados. El fin de las empresas pequeñas y regionales lo marcó el imperio de la Mexican Light and Power Company Ltd., pues realizó las inversiones más grandes de la época y adquirió al sinnúmero de pequeñas empresas establecidas en la zona centro del país convirtiéndose así en el monopolio más grande de la industria eléctrica de México.
   Mexican Light nace como creación canadiense e inglesa el 10 de septiembre de 1902 en Toronto, con un capital de 12 millones de dólares (en 120 mil acciones) y operando en las principales zonas mineras del centro del país: El Oro, Tlalpujahua y Pachuca. Es hermana de sangre financiera de la Mexican Tramways, pues hasta 1933 compartían oficinas administrativas, algunos talleres importantes como el de Indianilla, muchos de los trabajadores de esos centros de trabajo y, por supuesto, al gerente general de las mismas. Desde sus inicios compro las concesiones de la región para el aprovechamiento de aguas propiedad de la nación, en todos los casos logrando que su concesión fuese de cincuenta años e instalando en la zona sus plantas hidroeléctricas, sus redes de transmisión y distribución, así como sus oficinas de comercialización. En los años cuarenta tenía ya plantas termoeléctricas como la de Nonoalco y Tacubaya, hasta llegar a construir la más grande de su tipo en Lechería.
   Posteriormente modificó su ubicación dentro de la industria eléctrica del país, y de ser la principal generadora de energía se convierte en la más grande consumidora de electricidad.
   El desarrollo económico de la época colocaba ya en ese tiempo a la electricidad en un lugar privilegiado como suministradora de fuerza motriz y alumbrado para las industrias más dinámicas y para el alumbrado público de las ciudades más importantes. En este aspecto los electricistas de la Mexican Light tenían una posición estratégica que les daba gran fuerza y una capacidad inusitada para aglutinar la fuerza obrera de muchos sectores. Consciente de este potencial, en sus primeros años la empresa impidió por todos los medios la organización de los trabajadores. Así, por ejemplo, la represión selectiva, la amenaza generaliza e incluso formas de trabajo que limitan la visión económica del trabajador, como la obligación de aportar herramientas para el desempeño de labor para ser contratados o para no despedirlos.
   Los problemas derivados del proceso de producción en las relaciones sociales con los trabajadores electricistas (ritmos, salarios, jornadas, insalubridad, formas despóticas de administración y tratos, injusticias con los enfermos y accidentados, despidos…) estuvieron presentes de una u otra forma, en el tiempo de la guerra civil, en la formación del sindicalismo electricista y en la transformación de una concepción cooperativa y de ayuda mutua a una concepción clara de acción sindical democrática.

El sindicalismo electricista

   Los trabajadores electricistas a inicios del siglo xx eran los novatos de los obreros mexicanos; sin embargo, aprenden muy rápidamente apenas inician el contacto con las formas de resistencia. En 1906 empiezan los intentos para organizarse y dos años más tarde, al mando de Luis R. Ochoa y con auxilio de algunos compañeros fundan la sexta sección de la Gran Liga de Electricistas Mexicanos. Pero las actitudes autoritarias de la Mexican Light y la ausencia de normas para respetar condiciones mínimas de trabajo o atender peticiones elementales de sus trabajadores impidieron el avance de la organización. El despido fue la norma elemental de las relaciones obrero-patronales cuando las imposiciones imposibilitaban cualesquier forma de resistencia. La policía interna de la empresa actuó siempre para evitar reuniones subversivas o infiltrarlas con el objeto de acallar todo tipo de forma organizativa de los “empleados”. En esos momentos los electricistas tan sólo pensaban organizarse para ayudarse mutuamente, para resistir por su cuenta y con su esfuerzo.
   El control pleno en poder de los patrones la colaboración estrecha con las autoridades dificultaban las formas elementales de organización. Pero los mismos tiempos que impulsaban el proceso libertario y revolucionario permite consolidar y precisar los objetivos de las formas de organización de los trabajadores.
   La revuelta se convirtió en revolución y todo el país se cimbró con altibajos y de manera más cruenta en una región que en otra. Las experiencias de organización del mutualismo y del cooperativismo cundieron entre los obreros industriales en forma aún más amplia por todas las zonas del país al mismo tiempo que emergían dos nuevas corrientes más consolidadas como clase social y con franco cariz de resistencia y antiautoritarismo: el sindicalismo y anarcosindicalismo. Se pasa de una experiencia de respuestas entre la propia clase a la exigencia de responsabilidades compartidas con la clase patronal. Por una parte se cumple con la realización del trabajo y por otra se logran mejores condiciones para su desempeño.
   El anarquismo, con fuerte raigambre campesina, empezó a desarrollarse a partir del crecimiento del magonismo y tuvo sus primeros brotes obreros de resonancia nacional en las huelgas textiles de Río Blanco y de Cananea. En las zonas urbanas se iniciaba apenas cuando estalla la revolución en 1910. Vertientes flexibles del anarquismo crean la Casa del Obrero Mundial, mientras que otras más consecuentes la Alianza de tranviarios y sus gremios en el interior de la Mexican Tramways, filial de la Mexican Light and Power Company. Durante los años posteriores a 1913 hasta cerca de los treinta, los obreros tranviarios lucharon con su CGT al frente y en contra de la CROM, en ese tiempo el instrumento corporativo del Estado (con Morones a la cabeza).
   El sindicalismo de los electricistas, divergente frente al anarquismo, de 1906 a 1914 ensaya intentos mutualistas y cooperativistas y convierte a la forma sindical en instrumento de lucha para lograr que la empresa imperial más poderosa de la capital primero negociara y después mejorara las condiciones de producción y de vida de los trabajadores a su servicio.
   En 1911 se completa la transición hacia el sindicalismo, cuando un grupo de electricistas particulares y otros electricistas al servicio de la Mexican Light, bajo la coordinación de un pequeño propietario, fundan la Liga de Electricistas Mexicanos. Su programa sintetiza las aspiraciones del momento previo al sindicalismo:
   Fundar un taller electromecánico para enseñanza y práctica de los asociados, con su respectivo almacén de materiales eléctricos y para cuyo sostenimiento contribuirán los socios con la cantidad que voluntariamente quieran depositar. Este fondo producirá intereses que se repartirán anualmente en relación con las cantidades depositadas por cada socio.
   Dar conferencias sobre electricidad para provecho de los socios.
   Tener una junta calificadora competente para examinar a los socios que lo soliciten y expedirles a nombre de la Liga de Electricistas Mexicanos diploma a título de competencia, gestionando ante la Secretaría de Instrucción Pública su autorización para darles mayor validez.
   Publicar un periódico que trate asuntos de electricidad y que sirva como órgano de la sociedad para conocer públicamente todo lo que se relacione con el gremio, siendo su principal objetivo la defensa de los intereses de la comunidad electricista y difundir conocimiento sobre electricidad.
   Impartir protección moral por pérdida de empleo o falta de trabajo.
   Auxiliar a los asociados en caso de enfermedad o defunción.
   Ayudar a los inventores electricistas para perfeccionar sus inventos.
   Sostener la solidaridad del gremio procurando el adelanto, la unión, el bienestar, el ahorro y la moralidad de todos sus miembros.
   Es evidente el influjo directo de las formas de organización de apoyo mutuo y solidaridad cuando las necesidades y la problemática de los obreros tienen que resolverse por cuenta de éstos. Las transformaciones productivas y sociales se reflejan en el hecho de que la concepción del trabajo se fundaba en la fortaleza de la propia clase y no en la demanda de justicia para que el gobierno atienda a las demandas de los trabajadores, mucho menos los patrones, pues éstos ejercían plena libertad de acción en todos los ámbitos para oprimir a aquellos. Con estas ideas y este programa de acción, la Liga finca su fuerza en sus propios elementos. Observaban las injusticias patronales, pero sólo podían sugerir que no sucediera.
   Se convocaba en forma amplia y abierta a todos los trabajadores que tuviesen alguna relación con la luz o con la electricidad para formar parte de la Liga, y con su colaboración económica se impulsaría un Taller productivo organizado como cooperativa, así como una escuela de capacitación obrera. Además, se proponía la ayuda mutua en caso de accidente y, en caso de despido, la cooperación dependería de las cantidades otorgadas por cada socio. Las acciones impositivas de los empleados extranjeros serían denunciadas, así como los excesos generales de las empresas eléctricas. Sin embargo, las cuestiones fundamentales no eran la defensa y la lucha frente a la empresa y su cuerpo administrativo. No se lograba la relación básica entre capital y trabajo para concertar formas de organización como partes de un proceso. El control y la imposición florecía por el lado de la patronal y sólo la denuncia se daba por el de los obreros. Entre las ideas de los trabajadores no existía esa concepción ni la Liga de Electricistas Mexicanos tenía esas miras.
   Como en las ocasiones anteriores, la Liga no fructificó. Las condiciones sociales y las específicas de la empresa no permitieron una existencia larga de la misma organización, pero dieron el contexto del nuevo intento, que se consolidó con éxito inusual. La revolución mexicana tiene ya avances con un camino frente a la anarquía y el liberalismo autoritario de Porfirio Díaz. Se ha sufrido un golpe de Estado, se destruyen las fuerzas de Huerta y surgen con poderío las acciones de Villa en el Norte y de Zapata el Sur, otorgando un matiz divergente a las de Madero y Carranza. La crisis económica se filtra por todos los poros del país y, cosa curiosa, cada clase social sufre en forma diversa sus consecuencias, unos con especulación y riqueza, otros con miseria e indignación, para afrontar la lucha.
   El nuevo intento de organización de los electricistas ocurre tres años después cuando los vaivenes de la guerra civil se acentúan y se perfilan con mejor claridad las tendencias de “las fuerzas revolucionarias”. La Casa del Obrero Mundial (COM) emergía como el eje aglutinador y el promotor básico de organización sufriendo los avatares de la dispersión general de los obreros o la concentración intrínseca de la capital industrial por excelencia. Pero el debate fundamental estaba aún dándose entre formas cooperativas de organización y formas sindicales de lucha organizada. El debate ideológico tenía aún características incipientes y acudían más a las formas pragmáticas que a los deslindes teóricos; incluso el magonismo no terminaba por difundirse o conocerse en forma amplia por todo el país o en todas las organizaciones obreras.
   En 1914 surgen formas embrionarias de sindicalismo en la COM y formas sindicales aisladas en un contexto dominado por la presencia de dos grandes tendencias revolucionarias agrupadas -esquemáticamente- como carrancistas por un lado, y villistas-zapatistas, por el otro. Para octubre de ese año, los tranviarios enfrentan a la empresa de Tranvías Eléctricos de México formando una organización de lucha de los trabajadores. Los enfrentamientos con la empresa son fuertes y la división interna impide una rápida salida a sus metas. La Alianza de Tranviarios nace como una federación de gremios en el interior de la empresa, lo cual dificultaría su desarrollo.
   Las acciones de los tranviarios empezaron a tomar un cariz anarcosindical para exigir a la empresa respuesta a un pliego de demandas básicas. Estallan la huelga en el momento mismo en que las fuerzas carrancistas llegan a la ciudad de México y en medio del acoso de villistas y zapatistas. En el ánimo de dejar sentada su huella en las filas obreras y ante la premura de la situación, Carranza resuelve la negociación de las demandas de los tranviarios por la vía de la incautación y deja como interventor al coronel Morales Hesse. La empresa no será más el patrón ni la administradora, las demandas se satisfacen y los tranviarios fortalecen su agrupación con la Federación de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías. Este proceso concluye el día 13 de octubre de 1914.
   Desde octubre y en noviembre también los electricistas iniciaban reuniones para analizar su situación laboral y sus perspectivas de lucha y de organización. La huelga de los hermanos tranviarios les animó para crear una organización en la Mexican Light. A inicios de diciembre las reuniones fueron constantes en las casas de algunos trabajadores y después en la azotea de la subestación “La Nana”. Pensaban formar una sociedad mutualista pero el debate les llevó a considerar fuertemente la idea novedosa de crear un sindicato. En las reuniones del 9 al 12 de diciembre de 1914 las críticas al mutualismo fortalecieron la construcción de una organización sindical. El día 13 se lanza la propuesta públicamente y a la cita del 14 acuden algunas decenas de electricistas, algunos telefonistas y algunos electricistas particulares. En uno de los salones del departamento del Trabajo (dependencia creada en tiempos del asesinado Madero) y bajo la coordinación de José Colado (director del Departamento) se realizó la primera asamblea de lo que sería el Sindicato Mexicano de Electricistas. Los tranviarios llegaron a la reunión y propusieron que lo mejor sería unirse al sindicato ya constituido. Los electricistas desecharon la propuesta y continuaron con su sesión.
   El primer comité del nuevo organismo fue nombrado en la asamblea del 14 de diciembre de 1914. Luis R. Ochoa fue elegido como secretario general y Ernesto Velasco como secretario del interior. En la asamblea del día 21 se decide convertir el primer nombre de la organización, Sindicato de Empleados y Obreros del Ramo Eléctrico, en el de Sindicato Mexicano de Electricistas. Se eligen también a los delegados a la com y a la naciente Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal. Llegan a éstas más electricistas y muchos telefonistas de las dos empresas más importantes de ese tiempo, Telefónica Ericsson y Mexican Telegraph and Telephone Company. Para ese momento eran poco más de trescientos obreros los que daban el primer impulso al recién creado SME. Su raíz fueron los telefonistas, los electricistas y los electricistas particulares.
   La represión y las amenazas no se hicieron esperar por parte de las empresas. La respuesta de los novatos electricistas del SME tampoco. Sendos documentos fueron enviados como aviso y alerta sobre las acciones sindicales. El estilo de trabajo sindical emergía con gran impulso. La asamblea proponía dos comisiones para entablar las primeras negociaciones con la empresa, en forma bilateral:

C.B. Graves,
Gerente de la Compañía de Luz y Fuerza:

   Los abajo firmantes, miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas, hacemos saber a usted:

1°. Que fuimos comisionados en asamblea general verificada la noche del 2 del corriente, por votación, para inquirir las causas por las cuales fue destituido de su empleo el compañero Francisco Horta, quien trabajaba en esta compañía en el departamento de cobranzas.
2°. Que habiéndonos presentado intentando tramitar este asunto no nos quisieron recibir, ni el Sr. M.G. Fulton, en su oficina, ni usted en su casa habitación.
3°. Que en vista de que nuestra intención, basada en la más estricta justicia y corrección, fracasó, solicitamos a usted de orden de que se nos reciba y se nos informe sobre las causas de la separación del compañero Horta.
4°. Concedemos a usted un plazo de 24 horas, a contar de las 6 de la tarde del día de hoy, para recibir su contestación en esta Secretaría General de la Casa del Obrero Mundial, 1ª Calle de San Juan de Letrán No. 11.
5°. En caso de no recibir contestación quedaremos en libertad de obrar en la forma que la asamblea determine.

México, D.F., enero 6 de 1915 (rúbrica Luis Ochoa, Antonio Arceo, Carlos de la Peña y Luis N. Morones.

   Después de lo anterior, las comisiones tuvieron su primer éxito. Tanto la empresa telefónica como la eléctrica aceptaron su intervención. El crecimiento del sindicato fue rápido. Lo más complicado, como podemos suponer, era la aceptación para entablar diálogo y negociación con la empresa. El respeto y el reconocimiento en realidad se fue dando a pasos agigantados, por la vía de la fuerza obrera y, claro, la responsabilidad consciente y solidaria del conjunto de trabajadores. No quedaba de otra. Sin esta fuerza solidaria en el interior de las empresas poco se hubiese podido avanzar. Hasta antes de 1914 las empresas telefónicas y eléctrica decidían todo, cualesquier asunto, en forma unilateral (en ocasiones hasta despótica). El derecho liberal de los tiempos porfirianos excluía la negociación colectiva y bilateral. Como se ha visto, los mismos trabajadores así lo concebían. De todo ello hubo que hacer análisis y esfuerzo de comprensión crítica para plantear alternativas a las propuestas de la empresa.
   Los aires revolucionarios socavaron las normas liberales porfirianas e impulsaron a los obreros mexicanos para forjar la forma social de organización sindical. Y los electricistas, los recién llegados (tomando en cuenta a textileros, ferrocarrileros y mineros que los precedieron) empezaron a abrir brecha en esta novedosa perspectiva.
   A un mes de su fundación, el SME puso a prueba su propósito. Entrega tres proyectos de convenio (Memoriales, les llamaban) para pactar con las empresas más poderosas de ese tiempo, todas ellas extranjeras y por tanto transnacionales (imperialistas, diríamos antes). El 14 de enero de 1915 se emplaza a The Mexican Telegraph and Telephone, el 21 de enero a The Mexican Light and Power Company y el 23 a la Telefónica Ericsson. En general las demandas fueron comunes en algunos aspectos y específicos para atender características del trabajo.
   Se logró el reconocimiento de la nueva organización obrera, aumento de salarios, jornada máxima de 8 horas de trabajo y pago extra por trabajo extraordinario. Otras serían atención médica, indemnización por despidos, desaparición del trato despótico, supresión de castigos económicos, desaparición de los cuerpos policiacos internos y despido de alguno que otro jefe o administrador de segunda categoría y la intervención sindical en el ingreso y promoción de los trabajadores.
   En la Mexican Telegraph and Telephone estalla la huelga el día 19 de enero, pero no fue completa debido a las artimañas del gerente general. Interviene un inspector de policía para procurar la negociación. La empresa acepta las demandas pero no el reconocimiento a la organización. El SME insiste y presiona con brigadas para ampliar la huelga, la empresa contrata nuevo personal para continuar con el servicio, y a los dos días un suceso marcó un giro inesperado. Ante el acoso de las fuerzas zapatistas y villistas, y a petición del propio sindicato el carrancismo decide incautar la empresa. El nuevo interventor no es nombrado por Carranza sino por la asamblea general del SME, y desde el 6 de febrero de 1915 la administración de la empresa telefónica queda en poder del sindicato. La asamblea designa al gerente de la misma, Luis N. Morones, quien tendría que informar de los asuntos de la telefónica a la propia asamblea cuantas veces le fuese solicitado. El resultado es un triunfo doble del sme. Y sólo lleva un mes de formado.
   En la Mexican Light tampoco se reconoce a la organización pero la asamblea decide un giro novedoso y convocando a asambleas departamentales y proponiendo como sus representantes a los integrantes del comité. 488 trabajadores le ceden reconocimiento a su comité y, con ello, aunque no se reconoce al sindicato se entablan las negociaciones “con los representantes de los trabajadores”. En estas condiciones se firma el convenio donde se da respuesta satisfactoria a las demandas, excepto a tres de ellas: no se reconoce al sindicato, no se retira a la policía privada y no se otorga un precio especial de consumo de electricidad a los trabajadores.
   En la Telefónica Ericsson el movimiento fue de estira y afloje durante dos meses ocurrieron varias fricciones, algunos despidos y a principios de marzo aparentemente se pacta, pero el 22 el gerente despide a todos los comisionados sindicales que habían participado en la negociación. Ello provoca el estallamiento de la huelga el día 25 de marzo por incumplimiento de lo pactado y los despidos injustificados. El gerente logra que las telefonistas operadoras no salgan de su centro de trabajo y los brigadistas realizan varios mítines a las afueras de los locales de la empresa. Es el momento en que los Convencionistas desplazan a los carrancistas de la capital, pero no logran interceder para que las pláticas se desarrollen en forma tranquila sino que dejan a las partes que ellas mismas resuelvan sus diferendos.
   Hasta el mes de mayo, después de un nuevo conflicto con la Mexican Light, la empresa Ericsson acepta pactar otra vez. La amenaza de huelga, pero sobre todo una gran mayoría de telefonistas que terminaron por secundar a sus compañeras, permitió la negociación en forma satisfactoria.
   En el ínterin hubo otro movimiento de huelga en la Mexican Light. Entre los meses de febrero y abril la empresa continúo con sus actitudes despóticas. Retiene el sueldo a algunos trabajadores, contrata aprendices para realizar sustituciones y con el ánimo de amedrentar a la organización despide a un buen número de trabajadores sindicalizados activos y militantes, la mayoría de los departamentos de cobranzas y conexiones. La gota que derrama el vaso fue en cobranzas. Despiden a todos los cobradores a domicilio, pues la empresa considera los consumidores deben acudir a las oficinas a cubrir sus adeudos. Doble daño, al público usuario y a los trabajadores.
   Para lograr entablar la negociación, pese a la renuencia de la gerencia, el SME estalla una huelga total el 4 de mayo de 1915. A la una de la mañana no funcionaban las bombas de aguas negras ni las de agua potable ni el alumbrado ni el transporte públicos. Las empresas tampoco tenían energía para resolver los problemas elementales de producción y se mantuvieron paradas. Sólo la presencia del presidente convencionista, Roque González Garza, hizo que las partes convinieran a las 17 horas de ese mismo día. Se reintegraría al servicio a los despedidos, serían cubiertas las nuevas plazas atendiendo a la antigüedad de los trabajadores, se pagarían íntegros los salarios de ese día de huelga y se prometía juicios o despido contra quien maltratara a los trabajadores.
   Para ese momento, medio año de lucha y seis meses de construcción de acciones sindicales, el SME había consolidado su organización sin ser “oficialmente” reconocido. Lograron aumentos de salarios, impedir despidos, mejoras en las condiciones de trabajo, detener maltratos y humillaciones personales y, sobre todo, pactar en forma bilateral las desavenencias ocurridas entre las partes. En estos meses el sindicato ya había realizados tres huelgas triunfantes (una en la Ericsson y dos más en la Mexican Light, más una administración obrera (Telefónica mexicana).
   Para ese momento el sindicato había logrado más consistencia y fortaleza que otras organizaciones. Su prestigio ya era creciente. Figuraba como uno de sus pilares de la federación de Sindicatos del Distrito Federal. Ya muchas organizaciones de trabajadores acudían en su auxilio y otros solicitaban sesionar en su salón de Actos. La acción sindical fue democrática, pues la asamblea general era el único órgano para tomar alguna decisión. Cada tres meses se realizaban elecciones del comité. Las asambleas semanales designaban como instrumento básico de negociación en asuntos particulares a comisiones determinadas ahí mismo, después de lo cual se desvanecían y surgían otras para tareas nuevas. Eran formas de movilización para evitar la represión o los despidos patronales. Nunca escatimó la solidaridad externa pero siempre se abstuvo de participar en política. Ninguna de las tendencias revolucionarias consiguió su apoyo.
   Algunos han afirmado que los electricistas apoyaron a Carranza porque la Casa del Obrero Mundial sí lo hizo. Incluso los tranviarios, pero no fue así. Cuando alguna vez hubo problemas con los tranvías eléctricos ello se debió a que se destrozaron “trolers” impidiendo su circulación. Los electricistas del SME y las agrupaciones pertenecientes a la Federación de Sindicatos de Obreros del Distrito Federal se mantuvieron en la capital y sólo una que otra organización y el conjunto de los directivos de la COM se mantuvieron al lado de Carranza; ellos firmaron el pacto con el gobierno y dieron origen a la llamada alianza entre el Estado y los sindicatos mexicanos. La única preocupación de los electricistas en ese momento era fortalecer su naciente organización sindical.
   Estos primeros años los electricistas del Mexicano sostuvieron una democracia directa y de base. Por lo que sabemos, no existían estatutos sindicales. La experiencia les permitía un comité ejecutivo de las órdenes y acuerdos de las asambleas, con una estructura horizontal, pues las comisiones se convertían en los instrumentos de negociación y al término de cada asunto se disolvían para dar paso a otro proceso. Las comisiones se convertían en brigadas de acción sindical y el comité respondía a estos procesos en forma dinámica.
   Para julio de 1915 el SME presentaba otro “Memorial” ante la Mexican Light donde la demanda principal era el aumento de salarios, pues la situación aguda de la revolución y de crisis económica afectaba en forma directa la capacidad adquisitiva de los salarios obreros. En forma simultánea, los telefonistas, por voz del gerente Morones, presentan a la Asamblea una petición similar y se toma el acuerdo de resolver en la misma forma en que la Mexican Light conteste. La demanda fue satisfecha con el reconocimiento de la empresa y lo hizo en proporción al monto de sus utilidades. El 11 de agosto el gerente propone un aumento de 20% a los salarios de 4 o menos pesos diarios. El SME contrapropuso aumentos diferenciales por categoría de trabajador, pero pagados en oro nacional o en su equivalente en moneda nacional (para ese momento, los billetes carrancistas).
   Al no resolverse el conflicto en forma satisfactoria, la huelga estalla el día 12 de agosto de 1915. De inmediato el general Pablo González encomienda a Juan Sarabia y a Morales Hesse mediar en el conflicto. La propuesta del gobierno carrancista fue hacerse cargo de los aumentos salariales solicitados. La asamblea no acepta. Finalmente se convino formar una comisión entre los representantes del gobierno y del SME para estudiar la situación financiera de la Compañía de Luz y Fuerza y mostrar las posibilidades de la empresa de otorgar el aumento solicitado por los electricistas. El 20 de agosto se pactan los aumentos tal y como el SME los había propuesto, con el requisito indispensable de pago en oro o su equivalente para contrarrestar los efectos de la inflación en los ingresos de los trabajadores.
   En los meses siguientes a la última huelga del año 1915 los problemas relacionados con la situación económica, los salarios, la especulación y la inflación fueron asuntos cotidianos en las asambleas tanto del SME, como de la Federación de Sindicatos Obreros del D.F. e incluso de los pactistas de la COM. El último semestre de ese año vio a un SME dedicado a la construcción ampliada de su organización, reforzando las divisiones sindicales de Juandhó, Pachuca y Necaxa. En algunos de estos casos se necesitó que las comisiones enviadas se mantuvieran más de una semana en esos sitios o que de ellos viniesen comisionados para explicar en detalle la situación. Cuando eso ocurría se solicitaba dejar en suspenso las acciones sindicales locales y, después de analizada la situación, se ofrecía la acción de la Matriz en el DF y del resto de divisiones.
   En ese momento surge Rojo y Negro. A un año del surgimiento del SME se imprime el primer órgano de difusión de los electricistas de la zona central del país. En agosto de 1916 estalla la huelga general impulsada por el Sindicato Mexicano de Electricistas a consecuencia de la irredenta crisis económica y de la voraz especulación realizada tanto por los comerciantes como por los patrones industriales. Vendrá la intromisión del gobierno carrancista a favor de esos industriales y esos comerciantes, la detención de los dirigentes de la federación de Obreros del D.F. (que no los líderes de la COM), el primer juicio militar que los condona y después la detención de Ernesto Velasco, secretario general en turno del Mexicano. Vendrá la demanda generalizada de pago en oro o su equivalente al crecimiento de los puntos porcentuales de la Bolsa de Valores de Nueva York. Vendrá la ola represiva en contra de los trabajadores mexicanos, de los locales sindicales y del comité central del SME. Vendrá la intromisión del gobierno carrancista en el primer asunto laboral significativo del régimen revolucionario, cuando al momento de resolver la huelga general de agosto de 1916 decide el apoyo a los industriales, nunca a los trabajadores mexicanos que habían jugado su papel fundamental en la defensa de los derechos elementales de la clase obrera, pues éstos irían por la demanda de pago en oro de los salarios. Pero esa es otra historia.

Rojo y Negro

   En la asamblea del 14 de diciembre de 1915, al año de creado el SME, se repartió el primer ejemplar de Rojo y Negro. Los tiempos modernos, habrán dicho los electricistas, requieren de una prensa obrera como órgano de expresión de los propios trabajadores. La formación sindical y la expresión de la experiencia sindical fueron, desde el inicio del sindicalismo electricista, una necesidad de clase:

¡Compañeros de lucha y de trabajo, salud!
   Hoy hace un año que el Sindicato Mexicano de Electricistas fue constituido.
   Rojo y Negro inicia hoy su labor.
   Nace al amparo de nuestra agrupación, ramificada considerablemente, y que ha menester, por lo mismo, de un órgano de comunicación entre todos sus agremiados, a la vez que de propaganda de la doctrina sindicalista...
   Rojo y Negro reclama su puesto en la palpitante lucha social, frente al enemigo; al lado de sus colegas en ideas y convicciones.
   Sólo aparecieron cuatro números (del 14 de diciembre de 1915, y del 14 de enero, 14 de marzo de 1916 y del 14 de abril de 1916). Su denominación había cambiado de Órgano del SME a Periódico Socialista Independiente. La acción sindical empezaba a influir y determinar el mundo de las ideas y el mundo de las ideas empezaba a aclarar la perspectiva de la acción sindical. La nueva llamada del periódico mensual registra esa trayectoria. Sin embargo, no hubo más. El periódico no pudo seguir siendo editado por que la lucha sindical fue construida en la práctica antes que narrada con tipografía. La huelga general de 1916 impidió su continuidad. Los conflictos se empiezan a presentar desde mayo con un movimiento provocado por otro Memorial, los trabajadores del D.F. y los mismos electricistas.
   Rojo y Negro está compuesto por secciones donde se hace la crónica de las propias acciones de su cercano pasado, de los momentos de conflicto de ese tiempo, de la situación de las divisiones nacientes; una sección de artículos de orientación y fundamento teórico sobre el sindicalismo y sus prácticas; artículos sobre cultura y, por supuesto, otros más sobre problemas técnicos de la misma electricidad. Se editan actas de las Asambleas y sobre todo los acuerdos tomados en ellas. En resumen, los electricistas de la etapa del surgimiento del SME fomentan una perspectiva integral de la visión social de los trabajadores e impulsan una ideología y una política precisas sobre la solidaridad, la concepción sindical y la creación de alternativas para el propio sindicato.
   La historia de esos meses de 1916 ha sido contada por los propios protagonistas. Ahora, en los 85 años de existencia del SME ponemos en manos de los electricistas del siglo XXI el testimonio de quienes formaron en 1915-1916 nuestra organización.

Disponible enero 23, 2014 en: http://www.geocities.com/smemexico/Contexto.html

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