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jueves, 23 de octubre de 2014

LITERATURA PROLETARIA.

LUZ A LOS POETAS… FUERZA A LOS POETAS.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

LOS PARIAS

Allá en el claro, cerca del monte,
bajo una higuera como un dosel,
hubo una choza donde habitaba
una familia que ya no es.
El padre, muerto; la madre, muerta;
los cuatro niños muertos también;
él, de fatiga; ella, de angustia;
ellos de frío, de hambre y de sed!

Ha mucho tiempo que fui al bohío
y me parece que ha sido ayer.
¡Desventurados! Ahí sufrían
ansia sin tregua, tortura cruel.
Y en vano alzando los turbios ojos,
te preguntaban, Señor, ¿por qué?
y recurrían a tu alta gracia,
dispensadora de todo bien.

¡Oh, Dios! Las gentes sencillas rinden
culto a tu nombre y a tu poder;
a ti demandan favor los pobres,
a ti los tristes piden merced;
mas como el ruego resulta inútil,
pienso que un día, pronto tal vez,
no habrá miserias que se arrodillen,
no habrá dolores que tengan fe!

Rota la brida, tenaz la fusta,
libre el espacio, ¿qué hará el corcel?
la inopia vive sin un halago,
sin un consuelo, sin un placer.
Sobre los fangos y los abrojos
en que revuelca su desnudez,
cría querubes para el presidio
y serafines para el burdel!

El proletario levanta el muro,
practica el túnel, mueve el taller;
cultiva el campo, calienta el horno,
paga el tributo, carga el broquel;
y en la batalla sangrienta y grande,
blandiendo el hierro por patria o rey,
enseña al prócer con noble orgullo
cómo se cumple con el deber!

Mas ¡ay! ¿Qué logra con su heroísmo?
¿Cuál es el premio, cuál su laurel?
El desdichado recoge ortigas
y apura el cáliz hasta la hez.
Leproso, mustio, deforme, airado,
soporta apenas la dura ley,
y cuando pasa sin ver el cielo
la tierra tiembla bajo sus pies!


SALVADOR DÍAZ MIRÓN.

A UN JORNALERO

Lírica gracia exorna y ennoblece
¡oh, proletario! tu mansión mezquina:
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.

Sospechoso el tugurio no parece,
cuando hay en él, como señal divina
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.

¡Lúgubre la morada que guarece
miseria que no luce, por mohína,
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.

¡Siniestro el pobre que de hogar carece,
o a su triste refugio no destina
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina!


SALVADOR DÍAZ MIRÓN.

PARA EL PUEBLO

Quien no sepa sufrir, su escudo deje
sin esperanza de luchar más tarde…
tal vez haya otro indigno que se queje
de recoger las armas de un cobarde.

Tal vez haya un malvado que en la obscura
noche del interés que a vil ampara
nos muerda el corazón con su impostura
y nos ponga su látigo en la cara.

Quien no lucha, no sabe en su porfía
contrarrestar el sufrimiento humano,
y merece por torpe todavía
los recios bofetones del tirano.

El dolor es la prueba y la templanza
de los batalladores varoniles,
¡y a cuántos pobres el desprecio alcanza
sobre su inmundo lodo de reptiles!

¡Triste de aquel que a su dolor no reta!
¡desdichado de aquel que no combate!...
hasta al mismo vencido se respeta
cuando en sus iras de dolor se abate.

FERNANDO CELADA.

EL CARPINTERO

¡Cómo admiro las cúspides que escalas…
tu vencedor aliento de coloso
traspone las alturas que señalas,
como si fuera un cataclismo de alas
precedido de un vértigo grandioso.

Tu mano encallecida no flaquea,
tu brazo poderoso no se abate
y tu cerebro fortalece y crea:
eres sobre tu banco de pelea
un gladiador del siglo, hecho combate.

Lo mismo haces palacios que cabañas:
tu ley es el esfuerzo del trabajo;
tu arsenal son los bosques y montañas
y clavas tu bandera en las entrañas
del árbol colosal que viene abajo.

Tú construyes la cuna blanda y leve
que arrulla al niño en su primer aurora
y el fúnebre sudario que conmueve;
de cada tronco formas un relieve
que el palacio del déspota decora.

Pules y ensamblas al fugaz redoble
que produce el crujido de la escopla,
haciendo enardecer tu frente noble,
como si fuera una gran lira el roble
de donde arrancas fugitiva copla.

Tu escuadra no es la escuadra que bloquea
desprovista ciudad y la consume
y la convierte en tumba y la saquea:
es la que traza el golpe de la idea
sobre el pino fragante de perfume.

No martilleas con injusta mano
las miserias del pueblo a quien provoca
el fatídico golpe del tirano;
tu martillo es más noble y más humano
porque convierte en arte lo que toca.

Tus armas de combate son sencillas,
pero triunfan en todas las cruzadas;
ora pule el formón mil maravillas;
ora arrancas, al tiempo que cepillas,
del macizo oyamel, cintas doradas.

Del tronco altivo que el ciclón desploma
filigranas de rey hacen tus brazos
y noble orgullo por tu frente asoma,
cuando tu mano encallecida aroma
la madera triunfal hecha pedazos.

Al golpe de tu músculo gigante,
vibra la sierra su compás sonoro
y tu respiración es jadeante,
mientras salta el serrín en tu semblante
como una leve polvareda de oro.

Paladín: las alturas que señalas,
muestran una bandera: el Socialismo.
Que entre Dios y el progreso tiende escalas…
¡Haz una enorme sacudida de alas
y atraviesa de un vértigo el abismo!

FERNANDO CELADA.

ASONANCIAS

Sabedlo, soberanos y vasallos,
próceres y mendigos:
nadie tendrá derecho a lo superfluo,
mientras alguien carezca de lo estricto.

Lo que llamamos “Caridad”, y ahora
es sólo un móvil íntimo,
será en un porvenir lejano próximo
el resultado del deber escrito.

Y la Equidad se sentará en el trono
de que huya el Egoísmo,
y a la ley del embudo, que hoy impera,
sucederá la ley del equilibrio.

SALVADOR DÍAZ MIRÓN.

AUDACIA

Basta de timidez. La gloria esquiva
Al que por miedo elude la pelea
Y con suspiros lánguidos rastrea,
Acogido a la sombra de la oliva.

Sólo una tempestad brusca y altiva
Encumbra la pasión y la marea,
Y en empinados vórtices pasea
El abismo de abajo en el de arriba.

¡Oh, rebelde! Conquista la presea;
Goza de la hermosura inebriativa
Y horror a los demás tu dicha sea!

¡Arrostra por la gracia la diatriba,
Y en empinados vórtices pasea
El abismo de abajo en el de arriba!

SALVADOR DÍAZ MIRÓN.


Fuente: LUX. La revista de los trabajadores. Año XXIII, Marzo, abril y mayo de 1950, N° 3, 4 y 5, p. 82-83.

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