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domingo, 24 de abril de 2016

EDITORIAL.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Con vientos atípicos, días de contingencia ambiental, basura en extremo, contaminación industrial, falta de lluvias, desforestación, 4.7 millones de autos que solo circulan en la ciudad de México… ¿qué queríamos? ¿El paraíso? No.
   Esta es la nueva realidad de un escenario real que ha tocado fondo en nuestro país, por lo que o nos adaptamos, o se establecen estándares y normas rigurosas para recuperar y reparar en parte todo aquello que deberíamos tener.
   A lo anterior, hay que agregar esa voraz demostración de constructoras que levantan en el que fue espacio para una casa, por ejemplo edificios para 10, 20 o más departamentos que demandan nuevos servicios.
   Las distintas reacciones defensivas que ha mostrado la naturaleza en estos últimos años, son una grave, gravísima señal se advertencia ante el colapso que podría desatarse si no detenemos la desbocada carrera que ha venido perjudicando sus últimas condiciones de equilibrio.
   Ante los elevados niveles de CO2, la desforestación y desertificación desmedidas. Ante el deshielo de los glaciares y el crecimiento de los niveles en las aguas marítimas. Ante la exacerbación o alteración del “niño” o la “niña”; ¿no estaremos presenciando los últimos estertores de una naturaleza que defiende el resto de su atrevida propuesta?
   El uso de fuentes de energía, dirigidos a los grandes espacios urbanos, a las zonas industriales y a otras necesidades vitales de que se vale el hombre a través de este medio, con lo que hace posible su vida diaria, tendrían que cambiar. Nos dirigimos irreversiblemente a un escenario catastrófico, aquel que nos planteaba la vieja película de Cuando el destino nos alcance. Pues parece que ya lo es, en realidad.
   Uno de los elementos fundamentales que participan en esta demanda mundial de servicios es el de la energía eléctrica, por lo que la tecnología ya tiene claro desde un buen número de años el concepto de la generación a través de fuente eólicas o la aplicación y uso de celdas solares. Incluso de aquel efecto que produce el oleaje marítimo. Pues bien, ante el riesgo de que se agoten las fuentes naturales de uso permanente, conviene poner los ojos en aquellos elementos, y si a todo lo anterior se eleva el grado de concientización en el uso prudente del agua, la reforestación apropiada, correcta, programada y constante. El destino de desechos orgánicos, inorgánicos, industriales o de alta peligrosidad, tendremos generaciones a las que se garantice un futuro conveniente. La severa amenaza del aumento en la temperatura global ha puesto en alerta a todo el “concierto de las naciones”. Pero esto no basta. Entendemos que los profundos intereses políticos, económicos que sostienen las grandes potencias, rebasan la posibilidad de aquellos otros países dispuestos a participar. No podemos esperar más. El tiempo nos gana, marca su paso indefectiblemente y no hay forma de detenerse en unos momentos clave para la humanidad. No solo se trata de México, pero a nuestro país lo que le sobra es entusiasmo. Le faltan políticos comprometidos, instituciones que orienten y erradiquen el problema de fondo. También está ausente una cultura sensible en torno a todo lo que el cambio climático está produciendo, y parece que no nos enteramos del todo.
   Muchos de nosotros estamos esperando que se tomen cartas en el asunto, y si así fuere, si viéramos el signo de voluntad que ponga el estado para la solución de ese grave problema, muchos de nosotros estaremos dispuestos a participar. Por ahora, una voluntad que parece la de ese pequeño ejército de hormigas, no parece tener efecto ni reflejo, pues en condiciones “micro”, necesitan sumarse tantas que alcancen el nivel “macro” que se necesita.
   Lamentablemente si el estado –como ya lo hemos visto en muchos aspectos de nuestros días: Ayotzinapa, Atenco, narcotráfico, ataque frontal contra los trabajadores, entusiastas creyentes de las distintas reformas aplicadas en este sexenio, lujos, dispendios y otras circunstancias que caracterizan al presente sexenio-, no veo claro que esto vaya a seguir por buen camino.
   Es una labor conjunta, como la de un ejército combatiendo contra el enemigo. Me queda claro que si la concientización comienza desde que los niños que van a la escuela permea en sus conciencias, tendremos generaciones futuras absolutamente conscientes de lo que tendrán por delante. No queda mucho tiempo, insisto –y disculpas por tanta terquedad-, pero la naturaleza ya nos dio muchas oportunidades para regenerar de alguna manera su estado vulnerable. Es ella la que ahora responde con los síntomas y comportamientos más atípicos, que nos asustan, nos sorprenden. No queremos más desgracias en ese sentido. En la energía eléctrica producida por medios que no son necesariamente convencionales, se encontrará una enorme posibilidad. Espero no equivocarme.


24 de abril de 2016.

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