LUZ… A LOS POETAS.
FUERZA… A LOS POETAS.
SELECCIÓN DE: JOSÉ
FRANCISCO COELLO UGALDE.
Mal destino el de Luzbel, sí aquel querubín, o arcángel seguramente regordete, tal y
como lo ha manejado la iconografía occidental, de mejillas sonrosadas, cabello
rubio cayendo en abundantes bucles. En su mano derecha, o quizá la izquierda
debe aparecer la antorcha de esa luz votiva, mientras alguna parte de su
cuerpo, la mínima, va cubierta de algún lienzo de seda clara, y en esa postura
de levitación plena que le da el alucinamiento de pintores o escultores,
resultó ser una figura ingrata.
Luzbel, fue desde el punto de vista de los
protagonistas históricos “héroe y antihéroe” al mismo tiempo. Lo que un
prometedor origen lo llevaba a ser el querubín portador de la luz, eterno
portador de la luz, terminó siendo condenado, además, a las tinieblas, no solo
padeciendo el castigo. Aquella bella criatura del reino de los cielos, de
llamarse Luzbel, el querubín portador de la luz, encontró, en Lucifer su nuevo
nombre y también su terrible destino, que sigue causando profundas reflexiones
y no menos acusadas animadversiones entre quienes encuentran en este personaje
de la mitología judeocristiana el motivo de tentaciones y maldiciones.
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de la Cía. De Luz y Fuerza del Centro, S.A., hacia los años 70 del siglo
pasado.
Terrible destino el de Luzbel que pudimos
verlo convertido en icono de la electricidad, pero al cometer el desliz con el
que fue condenado ipso facto, más
bien fue uno de esos rayos que el ahora Lucifer sigue enviando en forma de
tremendas descargas que se convierten en alimento del temor, en muestra del
pecado más terrible que, para que no pueda verse, es preferible que la
oscuridad lo haga suyo.
Luzbel, el querubín
portador de luz…
Pretencioso, muy pretencioso resultó nuestro
personaje, de ahí que recibiera semejante castigo, condena eterna que lo
convirtió en el innombrable Lucifer, ese que Vicente Gaos parece retratar a la
perfección en
LUZBEL
Arcángel derribado,
el más hermoso
de todos tú, el más
bello, el que quisiste
ser como Dios, ser
Dios, mi arcángel triste,
sueño mío rebelde y
ambicioso.
Dios eres en tu cielo
tenebroso,
Señor de la tiniebla
en que te hundiste
y de este corazón en
que encendiste
un fuego oscuramente
luminoso.
Demonio, Señor mío,
haz que en mi entraña
cante siempre su
música el deseo
y el insaciable amor
de la hermosura,
te dije un día a ti,
ebrio de saña
mortal. Y luego a
Dios también: No creo.
Pero velaba Dios
desde la altura.
Vicente Gaos.
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