CURIOSIDADES
ELÉCTRICAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.
POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
Pintora de origen polaco (27 agosto
1922-ciudad de México, 25 de noviembre de 2008). En ruta itinerante, primero
por Paris, luego pasa a nuestro país en 1938, donde permanece hasta su muerte. Impregnada
de ideas anti-nazis y anti-facistas, suficientes elementos que nutrieron su
estilo, fue colaboradora de David Alfaro Siqueiros en la extraordinaria obra de
este que, desde 1940 “ilumina” el cubo de las escaleras de nuestro Sindicato
Mexicano de Electricistas, en Antonio Caso N° 45. Fue alumna en la Escuela
Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda” bajo la égida de José
Chávez Morado, Feliciano Peña y Frida Kahlo.
En efecto, habiendo un sólido grupo de
muralistas, todos ellos hombres, a Fanny se le consideró como la primer mujer
en sumarse a tamaño compromiso del mismo y poderoso alcance que podrían tener
aquellas enormes obras murales, habiendo ayudado a Diego Rivera mientras este
realizaba tal labor en Palacio Nacional. Vinculada a los mensajes sociales,
dejó evidencia en diversos espacios públicos e institucionales.
Se integró al Taller de Gráfica Popular, que
lideraba Leopoldo Méndez pero sin seguir la línea establecida por aquel frente
de artistas, al punto de que lo suyo era una expresión eminentemente personal
donde fueron evidentes una serie de imágenes sobre la condición extrema que
enfrentaban los sectores marginales de nuestra sociedad. Entre muchos de esos
ejemplos, la Cámara Nacional de Electricidad, hizo suyo para otro de sus
mensajes, el dibujo que ahora podemos observar:
La
composición aquí mostrada, posee tales dimensiones de su condición artística,
misma que rondó entre el surrealismo y el neoexpresionismo. En primer plano,
esa niña descalza cuyas manos parecen acentuar una preocupación venida de la
desgracia, infancia ajena a la desgracia que parece quedar integrada en esa
pasividad de la madre, sentada en cuclillas, indolente, doliente también, y
donde la columna del que parece ser el brote de un arco, de los muchos que
adornan las plazas públicas, se convierte en el soporte de aquel lamentable
estado de cosas que enfrentan, mientras en el segundo plano, la iglesia, como
símbolo de unidad y consuelo, se extiende en sólida fortaleza que abriga al
resto de los integrantes de un pueblo que se dejan llevar por las razones de lo
que significa convivir en un mercado, realizando en ese amplia y abierto espacio
sus cotidianas actividades, mientras parece escucharse el múltiple rumor de
voces, gritos y demás vaivenes de la colorida razón de una muestra popular en
ese blanco y negro que se convierten en el duro efecto que niega toda
posibilidad de convertir un trabajo en la pieza que, en sus colores más vivos,
se habría tornado escena profundamente folklórica, habiendo por ello perdido
sus propósitos de discurso o mensaje estético.
Revista LyF, año V, N° 47, julio
1° de 1958 (contraportada).
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