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jueves, 13 de noviembre de 2014

MI HOMENAJE AL SINDICATO MEXICANO DE ELECTRICISTAS. 100 AÑOS. PRIMERA ENTREGA.

EDITORIAL.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

   Justo hoy, 14 de noviembre estamos a un mes de conmemorar los 100 años de existencia del Sindicato Mexicano de Electricistas. Es bueno advertir que desde este momento y hasta el 14 de diciembre, procuraré publicar un apunte por día para completar un ejercicio de análisis y reflexión sobre lo que significa y ha significado el SME en la historia de este país, sobre todo por el hecho muy conocido de lo que, a partir de 2009, con la extinción de Luz y Fuerza del Centro, representó el duro golpe en sus destinos y aspiraciones sufridos en carne propia por esta organización laboral. Quizá convenga para empezar, tener una visión actual, la del estado que guarda este ente orgánico, y lo voy a hacer en el entendido de que será la opinión de un ciudadano más, que perteneció a las filas de Luz y Fuerza del Centro y también como agremiado del SME, por lo que tengo una idea cercana –no ajena- al significado de estos últimos acontecimientos, con los que habrá oportunidad de abrir el espectro hasta alcanzar los primeros tiempos y luego todos los periodos con que se consolidó el sindicato mismo.


   Actualmente, el SME, tras ser golpeado brutalmente en 2009, al grado de que el gobierno calderonista lo convirtió  en la primera víctima de desaparición forzada de gran escala en el sector laboral, presenta serias fracturas, notables distanciamientos que se parecen a las condiciones que privan en su edificio sede de Antonio Caso N° 45, las cuales son terribles y donde pareciera que por sus pasillos, escaleras y demás espacios se reflejara un reciente bombardeo. Se salva “El retrato de la burguesía” de David Alfaro Siqueiros pues pareciera haber quedado en una zona protegida y estratégica. El resto del sitio deja ver el abandono, la ausencia, el desprecio que su actual dirigencia habría logrado con la idea de una sola palabra: Unidad.
   A partir del golpe de octubre de 2009, este capítulo significaba la prueba de fuego para consolidar a un sindicato que habría sacado la casta para defender “todos a una” infinidad de causas legítimas. Evidentemente los “hubiera” no existen en la historia, por lo que la desunión volvió a campear, como en sus viejos tiempos. La dimensión misma ocurrida aquella “noche triste” de octubre del 2009, generó síntomas impensables como la “liquidación” y la “resistencia”. Sin embargo cada uno de nosotros, en nuestra soledad o en compañía de nuestros seres queridos debíamos tomar la dura decisión: o me liquido o me uno a la “resistencia”. Al darse en forma natural la decisión de los 44, 514 trabajadores, ello generó una inesperada confrontación de las partes, un rechazo y hasta odio entre unos y otros. Sin embargo y hasta donde sé, la dirigencia no llamó a la calma (o si lo hizo no pudo conseguir sus propósitos), pero tampoco a la unidad de ahí que las esperanzas de otros tantos integrantes de la “resistencia” y en su desesperación buscaron, en líderes o grupos alternos solución a sus destinos. Todos, sin excepción, buscando desde ese momento y hasta el día de hoy una reinserción laboral digna, que lamentablemente no llegó a ser posible salvo para una minoría que corrió con mejor suerte.


   La exquisita y a su vez descarada maquinación del estado, que concluyó con el discurso del presidente aquella noche, para consumar con la extinción de Luz y Fuerza del Centro todas sus aspiraciones y ambiciones, en el marco de los negocios que venían armando, significó la creación de un fantasma o varios fantasmas. Desde luego el primero de ellos era el desempleo mismo, luego otros se encargaron de influir o manipular a la población de que éramos trabajadores flojos, irresponsables, que costábamos mucho para ser mantenidos por los impuestos de los demás, pero que también nosotros pagábamos… Que éramos unos privilegiados gracias a todas nuestras “conquistas laborales” y otras menudencias.


   En fin, se desataron los demonios en nuestra contra. Poco a poco, y ya son cinco años, diría que el tiempo nos empieza a dar la razón. En efecto, hay que reconocer las condiciones que, con el tiempo mismo se crearon al interior del SME y hasta entonces se entenderá qué es un sindicato en México. Eso parece ser que no lo entendió en su momento y a profundidad la dirigencia. Cohesión, unidad, lo que llaman “cerrar filas” y siguiendo consignas si ustedes quieren hasta literarias, como aquella de Alejandro Dumás quien, en Los tres mosqueteros dejó dicha: “Uno para todos. Todos para uno”, el escenario y la historia quizá habrían sido distintos. Lamentablemente y lo vuelvo a repetir, los “hubiera” no existen en la historia.

CONTINUARÁ.

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