EDITORIAL.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
CARTA ABIERTA DIRIGIDA A LA LIC. MARGARITA
ZAVALA GÓMEZ DEL CAMPO:
La mayoría de los mexicanos tenemos
conocimiento sobre su intención de competir por la silla presidencial en las
elecciones de 2018. Pretender postularse a la candidatura por la presidencia de
la república requiere hombres y mujeres capaces, apasionados, honestos. Su aspiración
no es más que una muestra donde la democracia da seña de cambio y donde los empeños
del género femenino van encontrando mejor posicionamiento. La más clara
respuesta se encuentra en las recientes elecciones donde un buen número de
mujeres consiguieron puestos de elección, jefaturas delegacionales y hasta
alguna gubernatura. Nadie olvida la fecha del 17 de octubre de 1953, en que fue
aprobado el derecho al voto para la mujer en México. Nadie olvida tampoco, la
gestión de Griselda Álvarez, primera mujer gobernadora (por Colima) y primera
en ocupar un cargo de tan elevada responsabilidad.
En el horizonte americano, no podemos perder
de vista a Cristina Fernández de Kirchner, Michelle Bachelet, Dilma Rousseff. Incluso
la más reciente campaña de Hillary Clinton, o el triunfo que coloca a Manuela
Carmena al frente de la alcaldía de Madrid tras una alianza del Partido
Socialista Obrero Español (PSOE) y el derivado de un movimiento social que hoy
se conoce como “de los indignados”, lo cual desplaza a la derecha en la capital
de España.
Cuando me enteré de su anuncio, un helado
aliento cruzó mi memoria y desde ese momento no pude dejar de recordar solo una
cosa: la forma en que Felipe Calderón –su esposo- despojó a 44 mil trabajadores
de Luz y Fuerza del Centro de su
fuente de trabajo sin ofrecer a ese golpe, una salida digna en cuanto a
reinserción laboral se refiere. Y es que el señor Calderón junto con Vicente
Fox, entre 2000 y 2012 pretendieron darle un golpe de timón a este país, tras el
largo periodo mejor conocido como “dictadura perfecta” (Mario Vargas Llosa, dixit) detentada por un anquilosado “priismo”,
sin conseguir materializar sus aspiraciones. Es difícil cambiar un país en doce
años, y le ha sido difícil a sus gobernantes lograr una mejor nación desde hace
poco más de 200 años. Los periodos de brillo han sido pocos pero sin
continuidad.
A cambio de la llamada “docena trágica”, se
desataron los demonios, como si aquello fuera patear y más patear el avispero. Por
lo tanto, las diversas lecturas que no son más que realidades concretas se
dejaron apreciar en toda su dimensión: alto desempleo, economía en desequilibrio,
narcotráfico exacerbado, miles y miles de desaparecidos, corrupción, lo que
orilló (en 2012) a la aplicación del “voto de castigo” y el retorno del PRI al
gobierno, en cuyo sexenio se impulsaron diversas reformas que Fox y Calderón
encaminaron pero no culminaron.
¿Qué país queda después de todo ese
recuento?
Y es ese el país que usted pretende gobernar.
Sin embargo, su partido, como todo ente orgánico perdió muchos valores y
esencias, y nos dejó a muchos las secuelas del desempleo, por ejemplo. Usted tendrá
que contraponer ese esquema no solo para prometer, sino para garantizar que la
clase trabajadora recupere legítimas condiciones que hoy parecen ya no existir
en ningún lado, fundamentalmente por el hecho de que los dictados de la
modernidad y los principios neoliberales y de globalización, se impusieron
sobre el sector de la representación de la clase trabajadora –insisto-,
sensiblemente mermada y limitada a quedar al servicio de nuevos postulados. Es
decir, los de una novedosa explotación del hombre por el hombre, revestidos de otros
ropajes como la subcontratación, el infamante esquema conocido como outsourcing, salarios y pagos miserables,
pérdida de derechos en términos de salud pública, o una pensión digna. De todo
eso no hay una lucha clara y honesta, comprometida de parte de los políticos en
lo general, cuando es ese, entre muchos, uno de los temas prioritarios en la
agenda nacional por resolver.
Condiciones semejantes a las de Cananea y
Río Blanco persisten en nuestros días.
Como trabajador
en Luz y Fuerza del Centro su
propuesta en lo personal me incomoda y hasta ofende. Me inquieta que, de llevarse
a cabo la “Campaña de Margarita Zavala”, un integrante y consejero más sea su
esposo, personaje oscuro no solo para la clase trabajadora, sino para otros
sectores en este país. Es posible que él ostente algún punto bueno que la
sociedad pueda agradecerle, pero es uno o serán unos cuantos, no más. Lo que
más interesa aquí y ahora es el tipo de alternativas que nos haga saber en su
momento.
Por lo tanto, y para terminar, debo decirle
que si ya tiene decidido ese propósito, le pediría un favor muy especial:
mientras más alejado mantenga a Felipe Calderón, de verdad se lo vamos a
agradecer. Será una campaña sana. Pero si decide lo contrario, créame que no
tendremos para usted ninguna muestra de adhesión (personalmente no la tengo ni
con su partido ni con muchos otros), salvo que tales proyectos, además de que
puedan ser viables, sean propósitos para un México que requiere urgentemente un
giro radical en sus destinos.
En espera de que esta carta sea leída en
algún momento por usted o por sus allegados, que seguramente podrían
escandalizarse por la demasiada sinceridad, pero sobre todo por la terrible
realidad que aquí se describe, lo cual es apenas un pequeño recuento de los
grandes problemas en este país, le envía un cordial saludo quien suscribe.
16 de junio de 2015.
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