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martes, 16 de junio de 2015

CARTA ABIERTA A MARGARITA ZAVALA...

EDITORIAL.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

CARTA ABIERTA DIRIGIDA A LA LIC. MARGARITA ZAVALA GÓMEZ DEL CAMPO:

   La mayoría de los mexicanos tenemos conocimiento sobre su intención de competir por la silla presidencial en las elecciones de 2018. Pretender postularse a la candidatura por la presidencia de la república requiere hombres y mujeres capaces, apasionados, honestos. Su aspiración no es más que una muestra donde la democracia da seña de cambio y donde los empeños del género femenino van encontrando mejor posicionamiento. La más clara respuesta se encuentra en las recientes elecciones donde un buen número de mujeres consiguieron puestos de elección, jefaturas delegacionales y hasta alguna gubernatura. Nadie olvida la fecha del 17 de octubre de 1953, en que fue aprobado el derecho al voto para la mujer en México. Nadie olvida tampoco, la gestión de Griselda Álvarez, primera mujer gobernadora (por Colima) y primera en ocupar un cargo de tan elevada responsabilidad.
   En el horizonte americano, no podemos perder de vista a Cristina Fernández de Kirchner, Michelle Bachelet, Dilma Rousseff. Incluso la más reciente campaña de Hillary Clinton, o el triunfo que coloca a Manuela Carmena al frente de la alcaldía de Madrid tras una alianza del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el derivado de un movimiento social que hoy se conoce como “de los indignados”, lo cual desplaza a la derecha en la capital de España.
   Cuando me enteré de su anuncio, un helado aliento cruzó mi memoria y desde ese momento no pude dejar de recordar solo una cosa: la forma en que Felipe Calderón –su esposo- despojó a 44 mil trabajadores de Luz y Fuerza del Centro de su fuente de trabajo sin ofrecer a ese golpe, una salida digna en cuanto a reinserción laboral se refiere. Y es que el señor Calderón junto con Vicente Fox, entre 2000 y 2012 pretendieron darle un golpe de timón a este país, tras el largo periodo mejor conocido como “dictadura perfecta” (Mario Vargas Llosa, dixit) detentada por un anquilosado “priismo”, sin conseguir materializar sus aspiraciones. Es difícil cambiar un país en doce años, y le ha sido difícil a sus gobernantes lograr una mejor nación desde hace poco más de 200 años. Los periodos de brillo han sido pocos pero sin continuidad.
   A cambio de la llamada “docena trágica”, se desataron los demonios, como si aquello fuera patear y más patear el avispero. Por lo tanto, las diversas lecturas que no son más que realidades concretas se dejaron apreciar en toda su dimensión: alto desempleo, economía en desequilibrio, narcotráfico exacerbado, miles y miles de desaparecidos, corrupción, lo que orilló (en 2012) a la aplicación del “voto de castigo” y el retorno del PRI al gobierno, en cuyo sexenio se impulsaron diversas reformas que Fox y Calderón encaminaron pero no culminaron.
   ¿Qué país queda después de todo ese recuento?
   Y es ese el país que usted pretende gobernar. Sin embargo, su partido, como todo ente orgánico perdió muchos valores y esencias, y nos dejó a muchos las secuelas del desempleo, por ejemplo. Usted tendrá que contraponer ese esquema no solo para prometer, sino para garantizar que la clase trabajadora recupere legítimas condiciones que hoy parecen ya no existir en ningún lado, fundamentalmente por el hecho de que los dictados de la modernidad y los principios neoliberales y de globalización, se impusieron sobre el sector de la representación de la clase trabajadora –insisto-, sensiblemente mermada y limitada a quedar al servicio de nuevos postulados. Es decir, los de una novedosa explotación del hombre por el hombre, revestidos de otros ropajes como la subcontratación, el infamante esquema conocido como outsourcing, salarios y pagos miserables, pérdida de derechos en términos de salud pública, o una pensión digna. De todo eso no hay una lucha clara y honesta, comprometida de parte de los políticos en lo general, cuando es ese, entre muchos, uno de los temas prioritarios en la agenda nacional por resolver.
   Condiciones semejantes a las de Cananea y Río Blanco persisten en nuestros días.
   Como trabajador en Luz y Fuerza del Centro su propuesta en lo personal me incomoda y hasta ofende. Me inquieta que, de llevarse a cabo la “Campaña de Margarita Zavala”, un integrante y consejero más sea su esposo, personaje oscuro no solo para la clase trabajadora, sino para otros sectores en este país. Es posible que él ostente algún punto bueno que la sociedad pueda agradecerle, pero es uno o serán unos cuantos, no más. Lo que más interesa aquí y ahora es el tipo de alternativas que nos haga saber en su momento.
   Por lo tanto, y para terminar, debo decirle que si ya tiene decidido ese propósito, le pediría un favor muy especial: mientras más alejado mantenga a Felipe Calderón, de verdad se lo vamos a agradecer. Será una campaña sana. Pero si decide lo contrario, créame que no tendremos para usted ninguna muestra de adhesión (personalmente no la tengo ni con su partido ni con muchos otros), salvo que tales proyectos, además de que puedan ser viables, sean propósitos para un México que requiere urgentemente un giro radical en sus destinos.
   En espera de que esta carta sea leída en algún momento por usted o por sus allegados, que seguramente podrían escandalizarse por la demasiada sinceridad, pero sobre todo por la terrible realidad que aquí se describe, lo cual es apenas un pequeño recuento de los grandes problemas en este país, le envía un cordial saludo quien suscribe.


16 de junio de 2015.

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