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martes, 11 de marzo de 2014

EL SINDICATO MEXICANO DE ELECTRICISTAS. A 100 AÑOS DE SU FORMACIÓN Y CONSOLIDACIÓN. (PARTE IX).

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   En desordenada recuperación de todos aquellos valores y significados que constituyeron y siguen constituyendo al Sindicato Mexicano de Electricistas, y para dar forma a este propósito, me permito traer hasta aquí una interesante reflexión que sirvió para fundamentar la que fue una más de las peticiones en la revisión contractual de 1956. Se trata de la solicitud porque la semana laboral se constituyera de 40 horas de trabajo. Cosa nada fácil, si se entiende que para la época todavía privaban otros intereses, otros alcances que ponían en entredicho la capacidad de los obreros y trabajadores que, teniendo que invertir 50 horas a la semana, esa resistencia quedaba minada en algún sentido, con lo que era de esperarse que la eficiencia y la responsabilidad se encaminaran por un sendero poco apropiado, para unos y para otros. En tal sentido, las voces de miles de trabajadores electricistas no se dejaron esperar, y con argumentos perfectamente sustentados demostraron que tal demanda era posible. Veremos a continuación en qué razones fincaban sus anhelos.

Revista LUX, Año XXVIII, 2ª época. 1° de febrero de 1956, N° 21, p. 4-5.

¡Semana de 40 HORAS!

   Una de las demandas presentadas en nuestro proyecto de revisión contractual es la semana de cuarenta horas. Al plantear esta demanda no ignorábamos que íbamos a proporcionar un pretexto más a quienes nos han estado atacando. Sin embargo, se trata de una petición bien modesta, como puede caracterizarse a todas las formuladas a la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz, S.A. con motivo de la revisión de nuestro Contrato Colectivo de Trabajo.
   Ya nos parece escuchar decir a nuestros detractores que los electricistas queremos trabajar menos y ganar más. Nos parece también oír decir que nuestra petición se opone al progreso de la economía nacional, puesto que hace falta producir más y, por tanto, trabajar más, según entienden los partidarios de la mayor productividad fincada de modo exclusivo en el trabajo humano. Y seguramente nuestra demanda motivará otros muchos ataques cuya relación podría inclusive adelantarse considerando que se trata de “argumentos”, repetidos muchas veces.
   Sin embargo, la semana de 40 horas de trabajo no entraña en modo alguno ninguna petición exagerada ni cosa por el estilo, ni podrá servir fácilmente para que se tome como un argumento más por las empresas eléctricas para elevar sus tarifas.
   Para que nuestros persistentes críticos busquen mejores pretextos para atacar nuestras demandas, diremos que la semana de 40 horas es, hasta cierto punto, una añeja realidad en diversas industrias del país. Podemos citar, como ejemplos, la industria petrolera, la cinematográfica, la telefónica, la de artes gráficas y la industria eléctrica. Si repetimos, la industria eléctrica. Todas las empresas eléctricas del país, con excepción de la Compañía de Luz y Fuerza Motriz, S.A., tienen establecida la semana de 40 horas. Por tanto, los terribles agitadores y ambiciosos trabajadores que somos los integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas, no tenemos la semana de 40 horas, como la tienen todos los demás trabajadores de la industria eléctrica del país.
   Los integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas nos encontramos, pues, en una situación desventajosa no solamente respecto de los trabajadores de otras industrias, sino también en relación con los propios trabajadores de la industria eléctrica. Nuestra demanda de la semana de 40 horas viene a ser algo tan modesto como solicitar el cumplimiento de un postulado legal. Si agregamos al hecho de que laboramos mayor tiempo que los demás trabajadores de la industria eléctrica el hecho también de que nuestros salarios no son más elevados, nos encontraremos con una amarga realidad. Podríamos contestar a nuestros detractores, entonces, que la semana de 40 horas que estamos solicitando no significa trabajar menos y ganar más, sino simple y sencillamente trabajar igual que los demás, y que se dé a nuestros salarios el valor debido.
   Si analizáramos nuestras otras demandas, encontraríamos que todas son tan modestas como enteramente justificadas. Muchos no lo piensa así por falta de información o para mejor decir por exceso de información sin fundamento y hasta calumniosa. La realidad que nos comprende a los electricistas se distorsiona sistemáticamente con campañas publicitarias que responden a intereses obvios pero que inspiran propósitos no muy claros para la generalidad de la gente.
   No hace falta mayor perspicacia para distinguir entre la gran variedad de ataques que se nos lanzan, un denominador común: se nos tacha de ser los responsables de los sucesivos aumentos de las tarifas eléctricas. Si planteamos cualesquier demanda o si reclamamos nada más el cumplimiento de nuestro contrato colectivo se dice que servimos intereses extranjeros o que agitamos por cuenta de los enemigos del gobierno y de las democracias y se repite, naturalmente, que la consecuencia obligada será un nuevo aumento de tarifas.
   Quienes inspiran los ataques en nuestra contra –y no hay que ser un lince para descubrir que son los empresarios de la industria eléctrica- seguramente que tienen presentes los consejos que daba a los suyos el caudillo nazi, cuando aseguraba que la mentira de que las elevaciones de tarifas se originan en la satisfacción de nuestras “desorbitadas” peticiones, que nuestros movimientos reivindicatorios comienzan a verse con cierto recelo y generalmente se toman como desagradable anuncio de nuevos aumentos de tarifas. Los mismos empresarios, al parecer víctimas de una grave mitomanía, no encuentran otras explicaciones que dar. Pero afortunadamente es muy fácil volverlos a la realidad mostrándoles lo deleznable de sus argumentos y lo absurdo de sus pretextos y, sobre todo, sus abultadas ganancias.


   Es innegable que durante los últimos años a cada revisión contractual ha sucedido un aumento de tarifas. Este hecho ha servido para dar cierta base a los infundios a que nos estamos refiriendo. Las empresas eléctricas encontraron fácil el camino de elevar sus tarifas negándose simplemente a satisfacer las peticiones de sus trabajadores; así en cada amenaza de huelga han visto la oportunidad de cobrar más por el mismo servicio. Después de dar el golpe instruyen a sus encargados de publicidad para que corran toda suerte de versiones, inspiradas todas ellas en la intención de responsabilizar a los trabajadores. Y se producen explicaciones rebosantes de una lógica aparentemente inobjetable. Si los electricistas tenemos alguna responsabilidad es la de no haber descubierto a tiempo ese juego doble de efecto doble de las empresas eléctricas. Se nos ha tomado como pretexto para elevar las tarifas y al mismo tiempo se nos ha escamoteado el mejoramiento de nuestras condiciones de vida y de trabajo.
   Para demostrar nuestras afirmaciones bastaría hacer una sencilla operación aritmética. Simplemente habría que sumar los aumentos de tarifas ocurridos digamos durante los últimos diez años y los aumentos de salarios otorgados por las empresas a sus trabajadores durante el mismo periodo de tiempo, estimando el porciento que constituyen dichos salarios en relación con los ingresos de las empresas. Ha habido más de una ocasión en que para “compensar” a las empresas por los aumentos de salarios concedidos se elevaron las tarifas exactamente en la misma proporción en que se aumentaron los salarios. ¡Como si el ciento por ciento de los ingresos de las empresas correspondiera a salarios!
   Si los aumentos de tarifas  estuvieran determinados exclusivamente por la satisfacción de nuestras “desorbitadas” exigencias, los electricistas viviríamos en Jauja. Pero bien sabemos nosotros mismos que no es así. Los electricistas somos en todo caso las primeras víctimas de las empresas eléctricas.
   Al plantear nuestra última revisión hemos presentado peticiones mínimas, no obstante el apremio de ingentes necesidades. Las condiciones prevalecientes no nos dejaron otra alternativa para evitar ser tomados nuevamente de pretexto para otras elevaciones de tarifas. La última desvalorización del peso disminuyó nuestra capacidad de compra en algo más del cincuenta por ciento y sin embargo, hemos pedido solamente un veinticinco por ciento de aumento. Y bien sabemos que una política económica desorientada y contraria al progreso del país fomenta criterios tan ayunos de fundamento que mucho nos tememos que sea vista como exagerada nuestra petición y, sobre todo, que se tome una vez más para justificar los consabidos aumentos de tarifas…
   Estamos convencidos de que la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza S.A. puede satisfacer nuestras peticiones con cargo a sus ganancias. Los elementos en que se apoya esta convicción son inobjetables. No solamente se trata de una empresa que opera en una zona donde se han multiplicado los consumos, sino de una empresa que ha multiplicado también los precios de los servicios que proporciona. No se dice nada nuevo si se afirma que las tarifas de la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz, S.A. son las más altas del país. en cambio, nuestros salarios no son de los mejores en relación con los que se pagan en la misma industria eléctrica.
   Por otra parte, ninguna otra empresa eléctrica goza de tantos privilegios como disfruta la C. M. L. y F. M., S.A. Basta para probarlo, citar la corriente que recibe de la Comisión Federal de Electricidad y que le produce robustos rendimientos; los avales y préstamos del propio Gobierno Federal, etc.
   Quien mire la realidad de las cosas, y mire bien, encontrará que una empresa que obtiene tan elevados rendimientos y a la cual sus trabajadores le plantean ahora como una de sus demandas fundamentales la semana de cuarenta horas, cuando hace aproximadamente veinte años fue implantada en otras industrias del país y más todavía, cuando rige en todas las demás empresas eléctricas del país; cuando se mire bien, como decimos, la realidad de las cosas se concluirá que la repetida explicación, que el socorrido pretexto para elevar las tarifas no ha sido sino una burda falsificación de la verdad, un embuste calumnioso.
   No dudamos que los ataques en nuestra contra serán cada vez más frecuentes, más calumniosos, más envenenados. Hay dinero para todo eso y para más. Y hay muchos zaragates disfrazados de periodistas que pelean el oprobio de alquilar su triste condición de emborronadores de cuartillas.
   Nosotros los trabajadores no podríamos competir con la Compañía fomentando campañas publicitarias. A pesar de ello la verdad no podrá ser eternamente ocultada. Y entonces se verá que los electricistas, al igual que todos los mexicanos, hemos sido explotados y burlados.

   Hasta aquí la valiosa, centrada, equilibrada opinión vertida en esta apreciación que además es muy completa y deja ver un amplio escenario de condiciones prevalecientes hace la friolera de 58 años. En lo personal, la demanda me parece justa, congruente con la realidad que entonces vivía el país, pero sobre todo enfrentaban los trabajadores de nuestro Sindicato Mexicano de Electricistas.

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