POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
En desordenada recuperación de todos
aquellos valores y significados que constituyeron y siguen constituyendo al
Sindicato Mexicano de Electricistas, y para dar forma a este propósito, me
permito traer hasta aquí una interesante reflexión que sirvió para fundamentar
la que fue una más de las peticiones en la revisión contractual de 1956. Se trata
de la solicitud porque la semana laboral se constituyera de 40 horas de
trabajo. Cosa nada fácil, si se entiende que para la época todavía privaban
otros intereses, otros alcances que ponían en entredicho la capacidad de los
obreros y trabajadores que, teniendo que invertir 50 horas a la semana, esa
resistencia quedaba minada en algún sentido, con lo que era de esperarse que la
eficiencia y la responsabilidad se encaminaran por un sendero poco apropiado,
para unos y para otros. En tal sentido, las voces de miles de trabajadores
electricistas no se dejaron esperar, y con argumentos perfectamente sustentados
demostraron que tal demanda era posible. Veremos a continuación en qué razones
fincaban sus anhelos.
Revista LUX, Año XXVIII, 2ª época. 1° de febrero de
1956, N° 21, p. 4-5.
¡Semana de 40
HORAS!
Una de las demandas presentadas en nuestro proyecto de revisión
contractual es la semana de cuarenta horas. Al plantear esta demanda no
ignorábamos que íbamos a proporcionar un pretexto más a quienes nos han estado
atacando. Sin embargo, se trata de una petición bien modesta, como puede
caracterizarse a todas las formuladas a la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza
Motriz, S.A. con motivo de la revisión de nuestro Contrato Colectivo de
Trabajo.
Ya nos parece escuchar decir a nuestros detractores que los
electricistas queremos trabajar menos y ganar más. Nos parece también oír decir
que nuestra petición se opone al progreso de la economía nacional, puesto que
hace falta producir más y, por tanto, trabajar más, según entienden los
partidarios de la mayor productividad fincada de modo exclusivo en el trabajo
humano. Y seguramente nuestra demanda motivará otros muchos ataques cuya
relación podría inclusive adelantarse considerando que se trata de
“argumentos”, repetidos muchas veces.
Sin embargo, la semana de 40 horas de trabajo no entraña en modo alguno
ninguna petición exagerada ni cosa por el estilo, ni podrá servir fácilmente
para que se tome como un argumento más por las empresas eléctricas para elevar
sus tarifas.
Para que nuestros persistentes críticos busquen mejores pretextos para
atacar nuestras demandas, diremos que la semana de 40 horas es, hasta cierto
punto, una añeja realidad en diversas industrias del país. Podemos citar, como
ejemplos, la industria petrolera, la cinematográfica, la telefónica, la de
artes gráficas y la industria eléctrica. Si repetimos, la industria eléctrica.
Todas las empresas eléctricas del país, con excepción de la Compañía de Luz y
Fuerza Motriz, S.A., tienen establecida la semana de 40 horas. Por tanto, los
terribles agitadores y ambiciosos trabajadores que somos los integrantes del
Sindicato Mexicano de Electricistas, no tenemos la semana de 40 horas, como la
tienen todos los demás trabajadores de la industria eléctrica del país.
Los integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas nos encontramos,
pues, en una situación desventajosa no solamente respecto de los trabajadores
de otras industrias, sino también en relación con los propios trabajadores de
la industria eléctrica. Nuestra demanda de la semana de 40 horas viene a ser
algo tan modesto como solicitar el cumplimiento de un postulado legal. Si
agregamos al hecho de que laboramos mayor tiempo que los demás trabajadores de
la industria eléctrica el hecho también de que nuestros salarios no son más
elevados, nos encontraremos con una amarga realidad. Podríamos contestar a
nuestros detractores, entonces, que la semana de 40 horas que estamos
solicitando no significa trabajar menos y ganar más, sino simple y sencillamente
trabajar igual que los demás, y que se dé a nuestros salarios el valor debido.
Si analizáramos nuestras otras demandas, encontraríamos que todas son
tan modestas como enteramente justificadas. Muchos no lo piensa así por falta
de información o para mejor decir por exceso de información sin fundamento y
hasta calumniosa. La realidad que nos comprende a los electricistas se
distorsiona sistemáticamente con campañas publicitarias que responden a
intereses obvios pero que inspiran propósitos no muy claros para la generalidad
de la gente.
No hace falta mayor perspicacia para distinguir entre la gran variedad
de ataques que se nos lanzan, un denominador común: se nos tacha de ser los
responsables de los sucesivos aumentos de las tarifas eléctricas. Si planteamos
cualesquier demanda o si reclamamos nada más el cumplimiento de nuestro
contrato colectivo se dice que servimos intereses extranjeros o que agitamos
por cuenta de los enemigos del gobierno y de las democracias y se repite,
naturalmente, que la consecuencia obligada será un nuevo aumento de tarifas.
Quienes inspiran los ataques en nuestra contra –y no hay que ser un
lince para descubrir que son los empresarios de la industria eléctrica-
seguramente que tienen presentes los consejos que daba a los suyos el caudillo
nazi, cuando aseguraba que la mentira de que las elevaciones de tarifas se
originan en la satisfacción de nuestras “desorbitadas” peticiones, que nuestros
movimientos reivindicatorios comienzan a verse con cierto recelo y generalmente
se toman como desagradable anuncio de nuevos aumentos de tarifas. Los mismos
empresarios, al parecer víctimas de una grave mitomanía, no encuentran otras
explicaciones que dar. Pero afortunadamente es muy fácil volverlos a la
realidad mostrándoles lo deleznable de sus argumentos y lo absurdo de sus
pretextos y, sobre todo, sus abultadas ganancias.
Es innegable que durante los últimos años a cada revisión contractual ha
sucedido un aumento de tarifas. Este hecho ha servido para dar cierta base a
los infundios a que nos estamos refiriendo. Las empresas eléctricas encontraron
fácil el camino de elevar sus tarifas negándose simplemente a satisfacer las
peticiones de sus trabajadores; así en cada amenaza de huelga han visto la
oportunidad de cobrar más por el mismo servicio. Después de dar el golpe
instruyen a sus encargados de publicidad para que corran toda suerte de
versiones, inspiradas todas ellas en la intención de responsabilizar a los
trabajadores. Y se producen explicaciones rebosantes de una lógica aparentemente
inobjetable. Si los electricistas tenemos alguna responsabilidad es la de no
haber descubierto a tiempo ese juego doble de efecto doble de las empresas
eléctricas. Se nos ha tomado como pretexto para elevar las tarifas y al mismo
tiempo se nos ha escamoteado el mejoramiento de nuestras condiciones de vida y
de trabajo.
Para demostrar nuestras afirmaciones bastaría hacer una sencilla
operación aritmética. Simplemente habría que sumar los aumentos de tarifas
ocurridos digamos durante los últimos diez años y los aumentos de salarios
otorgados por las empresas a sus trabajadores durante el mismo periodo de
tiempo, estimando el porciento que constituyen dichos salarios en relación con
los ingresos de las empresas. Ha habido más de una ocasión en que para
“compensar” a las empresas por los aumentos de salarios concedidos se elevaron
las tarifas exactamente en la misma proporción en que se aumentaron los
salarios. ¡Como si el ciento por ciento de los ingresos de las empresas
correspondiera a salarios!
Si los aumentos de tarifas
estuvieran determinados exclusivamente por la satisfacción de nuestras
“desorbitadas” exigencias, los electricistas viviríamos en Jauja. Pero bien
sabemos nosotros mismos que no es así. Los electricistas somos en todo caso las
primeras víctimas de las empresas eléctricas.
Al plantear nuestra última revisión hemos presentado peticiones mínimas,
no obstante el apremio de ingentes necesidades. Las condiciones prevalecientes
no nos dejaron otra alternativa para evitar ser tomados nuevamente de pretexto
para otras elevaciones de tarifas. La última desvalorización del peso disminuyó
nuestra capacidad de compra en algo más del cincuenta por ciento y sin embargo,
hemos pedido solamente un veinticinco por ciento de aumento. Y bien sabemos que
una política económica desorientada y contraria al progreso del país fomenta
criterios tan ayunos de fundamento que mucho nos tememos que sea vista como
exagerada nuestra petición y, sobre todo, que se tome una vez más para
justificar los consabidos aumentos de tarifas…
Estamos convencidos de que la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza S.A.
puede satisfacer nuestras peticiones con cargo a sus ganancias. Los elementos
en que se apoya esta convicción son inobjetables. No solamente se trata de una
empresa que opera en una zona donde se han multiplicado los consumos, sino de
una empresa que ha multiplicado también los precios de los servicios que
proporciona. No se dice nada nuevo si se afirma que las tarifas de la Compañía
Mexicana de Luz y Fuerza Motriz, S.A. son las más altas del país. en cambio,
nuestros salarios no son de los mejores en relación con los que se pagan en la
misma industria eléctrica.
Por otra parte, ninguna otra empresa eléctrica goza de tantos
privilegios como disfruta la C. M. L. y F. M., S.A. Basta para probarlo, citar
la corriente que recibe de la Comisión Federal de Electricidad y que le produce
robustos rendimientos; los avales y préstamos del propio Gobierno Federal, etc.
Quien mire la realidad de las cosas, y mire bien, encontrará que una
empresa que obtiene tan elevados rendimientos y a la cual sus trabajadores le
plantean ahora como una de sus demandas fundamentales la semana de cuarenta
horas, cuando hace aproximadamente veinte años fue implantada en otras
industrias del país y más todavía, cuando rige en todas las demás empresas
eléctricas del país; cuando se mire bien, como decimos, la realidad de las
cosas se concluirá que la repetida explicación, que el socorrido pretexto para
elevar las tarifas no ha sido sino una burda falsificación de la verdad, un
embuste calumnioso.
No dudamos que los ataques en nuestra contra serán cada vez más
frecuentes, más calumniosos, más envenenados. Hay dinero para todo eso y para
más. Y hay muchos zaragates disfrazados de periodistas que pelean el oprobio de
alquilar su triste condición de emborronadores de cuartillas.
Nosotros los trabajadores no podríamos competir con la Compañía
fomentando campañas publicitarias. A pesar de ello la verdad no podrá ser
eternamente ocultada. Y entonces se verá que los electricistas, al igual que
todos los mexicanos, hemos sido explotados y burlados.
Hasta aquí la valiosa, centrada, equilibrada
opinión vertida en esta apreciación que además es muy completa y deja ver un amplio
escenario de condiciones prevalecientes hace la friolera de 58 años. En lo
personal, la demanda me parece justa, congruente con la realidad que entonces
vivía el país, pero sobre todo enfrentaban los trabajadores de nuestro
Sindicato Mexicano de Electricistas.
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