EDITORIAL.
POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
La desmemoria de los funcionarios, del
gobierno han llegado al punto de que la prensa y el malestar de la comunidad en
su conjunto, recuerden que un servicio, el prometido servicio de esa “empresa
de clase mundial” se venga abajo, y en ese derrumbe es posible que salgan a
flote deficiencias tan graves como la que La
Jornada del 15 de marzo de 2014 publica en sus páginas.
La Procuraduría
Federal del Consumidor la tiene ocupando desde hace tiempo el primer lugar
en denuncias -30 por día- hasta acumular 29,000 nada más por cobros indebidos y
otros abusos, no se especifican cuales pero son de entenderse, ante el malestar
de los clientes que no ven la suya en eso de encontrar eficiencia, calidad,
pero sobre todo sensibilidad a la hora de que muchos afectados pretenden
explicarle a sus empleados, funcionarios y demás integrantes de dicha
comunidad, el tipo de servicio que luego de la extinción de Luz y Fuerza del Centro, el Ing. Elías
Ayub prometió que se estabilizaría en 18 meses. Han pasado 41 meses, mal número
por ahora, y las cosas, por lo menos en la zona centro dominada por la
entrañable Luz y Fuerza del Centro,
sigue en condiciones inestables.
Reconozco, y desde aquí lo hago, que muchos
de esos servicios que ahora atiende con ineficacia la C.F.E. también los tenía bajo su control la propia Luz y Fuerza del Centro, y que había,
eso es inocultable, también una suma considerable de anomalías. Sin embargo, Luz y Fuerza del Centro atendía,
respondía al llamado de los clientes, domésticos e industriales y salía airosa
del problema, con lo que infinidad de casos quedaban resueltos. Pero ahora no.
La Comisión Federal de Electricidad,
que tendría capacidad para incorporar a una plantilla tan considerable como la
que se manifiesta en la “Resistencia”, es decir la de de todos aquellos trabajadores que no se
liquidaron, no ha sido capaz de proponer nada, ni abrirse al diálogo, pues todo
parece indicar que se debe a consignas y no a realidades concretas.
Es de lamentar que pasados más de cuatro
años después de la ignominiosa extinción de Luz y Fuerza del Centro, y cuyo proceso se debió a la calumnia, a
la mentira para entregar parte de esa infraestructura a C.F.E., pero sobre todo a los grandes capitalistas que veían en esa
empresa centenaria un obstáculo para satisfacer sus ambiciones respecto al “triple
play”, y ahora al destino que se percibe en la reforma energética, que puede
dejar en situación similar a toda una plantilla de la propia C.F.E., me parece uno de los más graves
delitos que estos gobiernos neoliberales están cometiendo a espaldas de la
clase obrera.
Felipe Calderón se salió con la suya. Y claro,
no lo hizo solo. Tuvo como aliados a Georgina Kessel y al señor Javier Lozano,
de triste memoria, para ocasionar un daño irreversible a 44 mil trabajadores y
sus familias, muchos de los cuales siguen enfrentando el problema serio y grave
del desempleo. Calderón, Kessel y Lozano tienen seguros otros puestos, otros
ingresos, pero desde el poder que ostentaron el sexenio pasado lograron su
cometido que no fue nada más desaparecer a Luz
y Fuerza del Centro. También poner en la mira a la propia Comisión Federal de Electricidad. Pero jamás
pensaron en soluciones prácticas, sensibles, sino en el profundo interés que
supone estar al servicio de las grandes empresas, de los consorcios que hoy,
con la Reforma Energética ya aprobada significa dejar en manos de una presencia
extranjera el destino de un país que, a través de su Constitución Política
perdió capacidad, luego de que desconocieron y borraron del mapa los profundos
significados de un artículo trascendental como el 27.
Hoy día, no es posible percibir un intento
legítimo, nacionalista por recuperar esa capacidad para que entiendan que los
recursos son nuestros, y que pueden ser motivo de transformación a partir de la
rotunda presencia de mano de obra calificada, de obreros y trabajadores
mexicanos que siguen siendo desplazados gracias a los nuevos esquemas tipo “outsourcing”
que denigran esa capacidad. Es de lamentar todo ese desprecio que se tiene
hacia el sector humano capaz de responder ante la adversidad. Sin embargo, la
oleada de estos tiempos que corren, se refleja en ese implacable proceso de
exterminio de la clase obrera. Responder a los dictados de la postmodernidad,
del neoliberalismo y otros procesos que dominan el panorama en contra de ese
propósito, terminarán por provocar nuevos escenarios de injusticia, pero
también de revuelta, de desacuerdo con lo que se recrea el antiguo panorama de
condiciones esclavistas que prevaleció hasta antes de que se pusieran en marcha
diversas revoluciones sociales. Si ese es un caldo de cultivo que los gobiernos
se han empeñado en ignorar, es deseable que lo tengan muy presente. El pueblo podría
ser capaz de abanderar una causa por recobrar su dignidad y su presencia en
ámbitos como el laboral, en el que hoy día este país se encuentra enfrentando
una situación muy grave, sin ignorar que ya suman 51 millones de pobres.
Finalmente, el actual gobierno tiene que
recapacitar y recomponer lo que el anterior le dejó en términos de una “herencia
maldita”. La filosofía “empresarial” que privó en 12 años de panismo
representaron un daño irreversible para la clase obrera. El país no ha avanzado
en términos de valores concretos, de progreso, sin más. El producto interno
bruto (PIB) no alcanzará, ni por casualidad las expectativas de cualquier
nación en desarrollo.
¿Qué espera el gobierno para actuar a favor
de México?
16 de marzo de 2014.
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