EL SINDICATO MEXICANO
DE ELECTRICISTAS. A 100 AÑOS DE SU FORMACIÓN Y CONSOLIDACIÓN. (1914-2014).
(PARTE II)
POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
Para tener una primera idea de las cosas, me
valgo en esta ocasión de algunos párrafos de la tesis de licenciatura[1]
de Gabriela Nava Lozano que, entre su contenido aborda la creación del Sindicato Mexicano de Electricistas, en
los siguientes términos:
El sindicalismo electricista ha vivido, sin
la menor duda, momentos de particular importancia en el desarrollo de México. En
cada uno de los tres grupos de empresas eléctricas se organizaron asociaciones
de trabajadores con el fin de plantear los contratos colectivos de trabajo que
regirían las relaciones laborales entre los trabajadores y las empresas
respectivas. El primero que se creó fue el Sindicato Mexicano de Electricistas
(SME) el 14 de diciembre de 1914. Una resistencia de los electricistas al
dominio y sometimiento de los representantes patronales extranjeros fue su eje
predominante de lucha durante sus primeros meses de existencia. Estos primeros
meses están en la etapa más sólida de la Revolución Mexicana, la guerra civil
en pleno, y la lucha por el poder político.
La defensa de la clase social obrera emerge
con la conciencia solidaria, bajo esquemas democráticos y ante el reto evidente
de obtener de los empresarios una forma elemental de negociación para mejorar
las relaciones sociales de producción y de mejoramiento de las condiciones de vida.
Además del Sindicato Nacional de Electricistas y Similares de la República
Mexicana, para 1937 se creaba la Comisión Federal de Electricidad, que
obviamente se constituyó para los trabajadores de dicha empresa.
Las organizaciones sindicales son diferentes
entre sí. El SME hizo su primera aparición espectacular con la huelga decretada
el 31 de julio de 1916, encabezada por su entonces Secretario General, Ernesto
Velasco. A partir de dicha huelga, el SME contó con un sentido de lucha y
capacidad de organización, ya que este sindicato mantiene una amplia democracia
que se manifiesta en sus asambleas generales y departamentales, además de
contar con la participación de sus trabajadores que tienen derecho a participar
con voz y voto, es decir tienen la prerrogativa de decidir sobre las
alternativas que los afecten ya sea por las condiciones del proceso de trabajo,
en las prestaciones, en cuestiones económicas o salariales, y sobre todo en la
selección de sus representantes sindicales tanto generales como
departamentales.
El sindicalismo electricista surge como una
nueva forma de organización obrera, asume rasgos de conciencia de clase
formalizada bajo la práctica sindical misma. Define sus objetivos elementales
en ese contexto, con esos debates y construye socialmente formas,
procedimientos y experiencias. Como se menciona, sus propuestas y soluciones
surgen de las asambleas (por lo que) este sindicato representa en la historia
de México una versión interesante de sindicalismo independiente.[2]
En
la azotea de este emblemático edificio, la subestación “La Nana”, se forjaron
las primeras reuniones con un carácter eminentemente rebelde, contestatario y
porqué no decirlo, hasta revolucionario, componentes que dieron forma al
Sindicato Mexicano de Electricistas, de conformidad con aquel ritmo de
convulsión bajo el cual se encontraba sometido nuestro país por entonces. La imagen
fue tomada en 1909. Col. del autor.
Las ideas que hasta aquí se plantean,
establecen un modelo ideal de sindicalismo, mismo que se ejerció y sigue
ejerciéndose, aunque dista de no alcanzar las metas y objetivos que deben
haberse trazado infinidad de dirigentes, sobre todo por el hecho de que una
institución de tamañas dimensiones acumula demasiados intereses, mismos que
pasaron por procesos que terminaron alterando el principio de unos anhelos que
no siempre se materializaron como parte de las aspiraciones de un frente común
de trabajadores, cosa que no es ni fue privativa en el SME. Tal “patología”
sucede en otros sindicatos, con cuadros de comportamiento muy similares. Y es
que el SME, desde su creación funcionó desde sus orígenes con un estilo
particular, partiendo del hecho de que su dinámica operó y sigue operando como
sigue: Encontramos un fuerte caudillismo,[3]
entreverado con fuertes síntomas de paternalismo,[4]
clientelismo[5] y
corporativismo.[6]
Tal institución, cuyos orígenes
se remontan al año de 1914 la convierten en uno de los sindicatos más longevos
e influyentes en el medio de la cultura obrera mexicana. Mantiene, hasta
nuestros días un permanente diálogo, pero también una lucha con su eterno
enemigo: la empresa. A
veces, ambas partes encuentran el equilibrio, pero otras tantas se distancian
marcadamente en desacuerdos que generan –las más de las veces-, las “pérdidas
no técnicas”. Una vieja sentencia parece funcionar de maravilla en estas
circunstancias: “La empresa hace como que medio me paga, y yo hago como que
medio trabajo”. De ahí que el equilibrio en el funcionamiento del sistema lleve
las porciones correctas de lo empresarial como de lo sindical. De ahí que para
que esto funcione en sus más difíciles y complicadas entrañas, es que se
necesita aplicar el “sistema Luz y Fuerza”, situación en apariencia sencilla,
pero que necesita un ingrediente de sentido común que produce los resultados
apetecidos.
El SME es por tanto un
componente combativo que actúa de la siguiente manera: Según la postura que
tome su dirigencia, es postura que respeta invariablemente la base trabajadora,
aunque existan por otro lado fuertes escisiones que van vulnerando las formas
de ser y de pensar al interior de sus filas. Allí están las más recientes
declaraciones del recientemente reelegido Secretario General, Martín Esparza,
quien ha dicho:
(que es preciso)
conservar la unidad para defender la Ley Federal del Trabajo y evitar la privatización
del sector, pues no han desaparecido las presiones externas para tratar de
debilitar a la organización.
Y esta otra que es aún más
atrevida:
Somos plurales,
aunque estamos identificados más con los partidos de izquierda.[7]
Entre aquellos aspectos que han
marcado profundamente su espíritu encontramos lo relacionado con la
nacionalización de la industria eléctrica, así como el fenómeno de la
privatización,[8] o
el reproche permanente sobre las limitaciones en el presupuesto,[9]
entre otros tantos.
Las anteriores, son una serie
de reflexiones que quedaron planteadas en mi ponencia: “106 años de manejo permanente de la electricidad en Luz
y Fuerza del Centro (1903-2009)”, presentada en el Tercer Simposio Internacional de Tecnohistoria “Akira Yoshimura” el 4 de septiembre de 2009. Sede Dirección de Estudios
Históricos de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Mesa 9
Tecnohistoria ¿nacional o nacionalista?
CONTINUARÁ.
[1] Gabriela Nava
Lozano: “Luz y Fuerza del Centro: Impacto en el área laboral-sindical ante las
perspectiva de la privatización del sector eléctrico en México. 1982-2002. México,
Universidad Nacional Autónoma de México. Escuela Nacional de Estudios
Profesionales “Acatlán”. Seminario taller extracurricular que para obtener el
título de Licenciada en Economía presenta (…), 2004. 136 p. Planos, cuadros,
grafcs.
[2] Op. Cit., p. 14-15.
[3] Diccionario de la Real Academia Española
de la Lengua (DRAE, por sus siglas): Hombre que, como cabeza, guía y manda la
gente de guerra. Además: Hombre que dirige algún gremio, comunidad o cuerpo.
[4] DRAE: Tendencia a
aplicar las formas de autoridad y protección propias en la familia tradicional
a relaciones sociales de otro tipo; políticas, laborales, etc.
[5] DRAE: Sistema de
protección y amparo con que los poderosos patrocinan a quienes se acogen a ellos a cambio de su sumisión y de sus
servicios.
[6] DRAE: Doctrina
política y social que propugna la intervención del Estado en la solución de los
conflictos de orden laboral, mediante la creación de corporaciones
profesionales que agrupen a trabajadores y empresarios. Además: En un grupo o
sector profesional, tendencia abusiva a la solidaridad interna y a la defensa
de los intereses del cuerpo.
[7] La Jornada, año 25, Nº 8961, del lunes 27 de julio de 2009, p. 14. Aún no desaparecen las “presiones” para
debilitar al SME, advierte Esparza Flores.
Además: El País, domingo 26 de
julio de 2009, p. 23. Carlos
Fuentes : “Partido por tres”. Para el autor de Aura la opinión que le merece la
izquierda después de las elecciones intermedias de 2009 es como sigue:
“¿Podrá la izquierda entender el cambio? El mero 12,5% del voto el 5 de
julio confirma el grave descenso de sus fortalezas. Dividida, pulverizada,
presa de bizantinas discusiones internas, la izquierda mexicana confirma su
anacronismo, sobre todo a la luz de la experiencia socialdemócrata (…)
“Pero pensar en una próxima renovación de la izquierda es ilusorio: la
fragmentación es grande, la unidad minúscula, la anacronía evidente. Y, sin
embargo, el país requiere, ante el cuadro descrito, una izquierda responsable,
moderna, propositiva, y no sólo rabiosa, demagógica o desmayada.
“Digo “moderna” y pienso en la formación partidista de un
centro-izquierda socialdemócrata y de un centro-derecha demócratacristiano.
Ésta es la regla lógica y sería el partidismo para el siglo XXI. Deja que los
extremos se manifiesten en los extremos, pero que las posiciones centrales las
ocupen la seriedad política, sujeta a la ley y a la alternancia”.
[8] Op. Cit.
[9] Ibidem. Este año, dijo (Martín Esparza), se otorgó menos de 50 por
ciento del presupuesto que se presentó, y eso pasa cada año, por eso “el
deterioro de la
infraestructura. Calculamos que anualmente deben canalizarse
10 mil millones de pesos para mejorar la calidad del servicio, pero en este año
sólo se otorgaron 3 mil millones de pesos, precisó.
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