EL SINDICATO MEXICANO DE ELECTRICISTAS. A 100 AÑOS DE SU
FORMACIÓN Y CONSOLIDACIÓN. (1914 – 2014). PARTE
XIII.
POR:
JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
LUX. La Revista de
los trabajadores,
año XXV, 2ª época, 10 de diciembre de 1952, N° 8, Extraordinario. Col. “Fátima
Alvarado”.
Así se mostraba uno de los números
inmediatos a la nueva época que llegaba con el hecho de haberse superado el
trauma y la época dictatorial impuesta por Juan José Rivera Reyes, entre 1942 y
1952, tiempo que duró aquel periodo oscuro para el Sindicato Mexicano de
Electricistas.
Con el entusiasmo a flor de piel, muchos
electricistas de aquella época, no dejaron pasar la oportunidad de dejar vivo
testimonio sobre lo que representó aquel “parteaguas” en la vida interna del
S.M.E. Me refiero al “Movimiento sindical en el Campamento Verónica”, mismo que
se consumó el 21 de julio de 1952. Para entender cómo se desarrollaron los
hechos, se recogen en la presente entrega, una serie de notas que compartió un
compañero, mismo que pidió “respeten mi anonimato”, con objeto de que no se
prestara a un elogioso, ni tampoco crítico panorama de aquella experiencia
sindical sin precedentes en nuestro Sindicato.
Movimientos precursores.
Historia de una Asamblea.
Por un miembro del
Comité de Verónica, actor principal de los hechos que a continuación se narran.
NOTA: Por considerar
que estos hechos pertenecen a la historia del S.M.E., he tomado la pluma para
relatarlos, me ofende la vanidad, por eso pido a los compañeros que se me
unieron valientemente respeten mi anonimato, ya que con sólo ver que el
resultado de esta aventura nos volvió a colocar en la postura de hombres
libres, siento que el pecho se me llena de satisfacción y ésta es mucha paga
para quien como ustedes, vivió 10 años de opresión dentro del país más
democrático (¿?) del mundo, siendo mi manera de pensar que cualquier gloria que
pudiera haber, les corresponde tanto a los compañeros que estuvieron conmigo,
como a los de Garage, dirigentes del movimiento y a todos
ustedes, que tomaron la bandera insurgente y consumaron el derrumbe de los
tiranos.
Era a fines del mes de junio del presente
año, cuando recorriendo los diversos departamentos, que debido a mi trabajo
tengo que recorrer, pude pulsar la crisis económica por la que atravesábamos,
debido a la suspensión del tiempo extra que, con motivo del conflicto (por
todos ustedes conocido) entre las Compañías y J.J.R.R. (se refiere a Juan
José Rivera Reyes, N. del A.), llevaba ya
algunas semanas de haber puesto en bancarrota todos nuestros presupuestos
domésticos. El tal conflicto no parecía tener solución inmediata, no tanto
porque el problema en sí fuera complejo en su resolución, sino más bien porque
R.R. estaba aprovechando para su beneficio personal y político la propaganda
que con la no resolución del mismo, le hacía la prensa diaria a este falso
defensor de los consumidores, importándole poca cosa o nada, el perjuicio
económico que les causaba a todos ustedes, a quienes debía todo el respeto y a
quien debía sobre todas las cosas haber protegido.
Las Cías. venían también por esos días
afrontando las consecuencias del conflicto, porque sus ingresos debido a la
cámara lenta impuesta desde ya algunas semanas, habían reducido sus ingresos a
más o menos la tercera parte de lo que en tiempos normales recaudaba y esto en
ninguna forma le permitía afrontar todos sus compromisos de pago inmediato, por
lo que se vio obligada a suspender y aplazar muchos de ellos, quedando
comprendido entre éstos, las ministraciones que mensualmente entregaba a R.R. y
socios.
Créanme ustedes, que grande, pero muy grande
fue mi sorpresa al enterarme de que al no recibir estos dineros R.R. nuestro
Sindicato se encontraba sin fondos y que de inmediato R.R., y socios tomaron el
acuerdo de descontarnos diz que con carácter devolutivo el importe de 3 días de
salario. Planas muy extensas podrían haberse llenado con nuestras quejas
demostrando lo alejado que estaba R.R. de las necesidades reales de todos
nosotros, sobre los que se encumbró, su divorcio con la clase trabajadora nunca
fue más palpable, ni más crudo, nunca como entonces nos demostró cuán
despreciables le eran todas nuestras necesidades en su voraz ambición de tener
siempre repletas sus arcas poco le importó imponer más privaciones a nuestros
familiares.
Mi indignación ante el tal acuerdo no tuvo
límites y se desbordó y desde ese instante decidí jugarme todo con tal de
acabar con esa maldición que personificada en R.R., pesaba desde tanto tiempo
sobre todos nosotros, ví las caras de ustedes, llenas de indignación y de
coraje, trabajadores que nacieron honrados y que morirán honrados, que no
conocen el sabor de otro pan que no sea el comprado con el sudor de su frente y
hermanado con ustedes, ante tanta humillación comencé a gestar en mi cabeza un
plan que fuera efectivo y diera al traste con el tirano y su pandilla.
Como una ironía del destino, en esos días
llegó a mis manos la Convocatoria para una ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA que se
verificó el 15 de julio próximo pasado, en la cual rendirían sus informes
semestrales nuestros dirigentes y pensé de inmediato que esa era la oportunidad
de atacar el enemigo de frente, ¿cómo?, llenando el salón de asambleas de gente
descontenta y pedirles a gritos su renuncia y arrojarlos de sus puestos; poco
tuve que pensarlo y desde luego comencé mi labor silenciosamente, pues una indiscreción
o un equívoco de persona, me hubiera sacrificado inútilmente, como es fácil
para ustedes suponerlo.
Comencé por buscar compañeros identificados
con mi manera de pensar, de preferencia de la vieja guardia, no pocos chascos
me llevé con algunos, y de inmediato le daba cualquier otro sesgo a la
conversación, unos tenían nueva manera de pensar, otros, la mayoría, tuvieron
miedo, de esta manera hice una pequeña selección de hombres que tuvieran
arrestos en sus departamentos y de los cuales estaba seguro que cumplirían con
honor su compromiso.
Uno a uno tomarían la palabra…
Cambié impresiones con Rosendo Sánchez H.,
me prometió que una mayoría de su departamento y él en persona responderían
ampliamente, el C. Frisbie de Lecturas secundado por un grupo de su departamento
entusiasta de la idea tomarían también parte activa en la asamblea, a Tobías
Chanín se le iluminó la cara de gusto cuando le pedí su colaboración en breves
palabras, y me aseguró contara con una gran asistencia de los compañeros de su
departamento y con su persona, de Garage el
C. Enrique Hernández entusiasta como pocos me ofreció hacer una intensa
propaganda asegurándome gran asistencia de los compañeros de su departamento,
el gordo Avilés me aseguró la asistencia de 110 de sus muchachos, mientras
Eliseo Vázquez mi fiel compañero de correrías, con su silencio me otorgaba la
más fiel de sus adhesiones; al compañero Valadez ahora juez de la H. Comisión
de Justicia le pedí hiciera uso de la palabra en la asamblea, me lo prometió de
inmediato, al igual que otros más oradores a los que de antemano les había yo
advertido que de ver que la asamblea no los apoyaba no se comprometieran más de
lo debido, tanto Rosendo como Frisbie y yo nos habíamos obligado a tomar la
palabra en su debida oportunidad.
Ahora bien, hojeando un Lux atrasado, me encontré un informe (¿?) de la Tesorería
de esos que acostumbraban publicar y de los que con toda seguridad ni ellos
mismos entendían, pero que a mí me sirvió porque de allí tomé la idea de
preguntar en la asamblea cómo habían constituído la ya famosa partida de “Deudores
Diversos” que arrojaba un saldo de más o
menos medio millón de pesos. Haciendo una gran propaganda para llevar la mayor
asistencia a la asamblea, muchos compañeros sospechaban que algo extraordinario
iba a acontecer y verdaderamente se comenzaba a ver que estaban ansiosos porque
llegara la fecha y casi se puede decir que ya para el día 12 el clamor de una
mayoría era “nos veremos en la próxima asamblea”. Aconsejé a los periódicos e informaran de lo que se tenía pensado
(respecto a las publicaciones hechas, deseo aclarar que no pagamos un solo
centavo por ellas y si alguien pagó ignoro hasta ahora quien fue).
Como el rumor de las hojas arrastradas por
el viento hacen presentir que pronto estallará la tormenta, asi R.R. presintió
que algo se abatía sobre su cabeza, al recibir las constantes noticias de sus
incondicionales que nada en concreto le informaban, pero sí le advertían que
muchos agremiados asistirían a la asamblea. Por esta vez le falló a R.R. su
policía, sus representantes y sus incondicionales, se obró con la más grande de
las reservas.
Esta guerra de nervios que ya duraba algunos
días, acabó con la moral de R.R., hombre de espíritu débil y mediana cultura,
que consultaba a las cartas el porvenir, y como un niño malcriado urdió una
fábula para evitar el castigo, pero ésta fue tan pueril, tan falsa en su base y
tan alta en engaño, que al caer sus argumentos, lo golpearon y lo exhibieron
como lo que es, como lo que siempre ha sido: un demagogo barato y un inmoral sin
escrúpulos. El día 13, domingo, todos nos desayunamos con la gran mentira: R.R.
había denunciado a las autoridades que su cabeza había sido puesta a precio y, a
qué precio, nada menos que $100,00.00; compañero, tú como yo no pudimos menos
que pensar que este tipo había perdido la razón, ¡qué bárbaro! hasta las
autoridades se rieron.
Pero volviendo a nuestra narración, llegamos
hasta el famoso 15 de julio, “Excelsior” publicó en primera plana: “SE LE PEDIRÁN CUENTAS HOY AL LIDER
J.J.R.R., TENDRÁ QUE EXPLICAR EN UNA SESIÓN DEL SINDICATO QUÉ HIZO CON
$500,000.00”. Con esta noticia ya para el
mediodía todos estábamos de acuerdo en que nadie podía faltar a la asamblea,
esta noticia dio hasta los más tímidos una inyección de optimismo, presentí que
poco faltaba para que viéramos convertidas nuestras ansias de libertad en una
tangible realidad.
Cerca de las 3 de la tarde de este mismo día
y cuando yo todavía estaba trabajando, el representante (¿?) de nuestro departamento
nos comunicó la noticia de que se había suspendido la asamblea, hasta cierto
punto sufrí una desilusión, para mi aquello fue como si me hubieran arrojado de
improviso una cubeta de agua helada, todavía a la una había conseguido apenas
que mi representante me incluyera en la lista de los que por obligación (léase
incondicionales) tenían que asistir a la asamblea, con la intención,
naturalmente, de que mi presencia en ésta no diera nada que sospechar, pues
durante los últimos diez años me había abstenido de asistir a esas payasadas.
Mis temores de que nos hubieran descubierto
sólo duraron hasta el día siguiente en que la prensa hizo las debidas
publicaciones, diciendo que R.R. había suspendido la asamblea con el objeto
deliberado de no rendir cuentas; para mí lo que parecía imposible, ya se había
realizado, la lucha estaba ganada y vemos por qué: Por primera vez en largos 10
años, R:R: y socios habían tenido miedo.
La lucha se entabló
contra estos señores…
Esto lo sabíamos ya todos, a partir de ese
instante y en voz alta y sin temor se expresaban las críticas más duras en
contra de los que hasta entonces nos habían oprimido, sólo hacía falta una
cabeza que los derrumbara o un motivo que hiciera estallar el polvorín sobre el
cual estaban parados… Por lo antes expresado, yo me encontraba tranquilo de
antemano, sabía que si nosotros los complotistas fuéramos descubiertos, de
ninguna manera seríamos ya víctimas de la cláusula de exclusión, pues todos
ustedes, sin lugar a duda, hubieran puesto a cada quien en su lugar, tal como
después en Verónica lo hicieron.
Muy natural fue que después de lo ya
narrado, R.R. pusiera en actividad a sus representantes incondicionales y
policías a localizar cualquier indicio que los condujera a identificar a los
agitadores y como cosa curiosa, una actitud del C. Villanueva originó el plagio
de que lo hicieron víctima, siendo esto precisamente lo que inició la gloriosa
rebelión de Verónica, que nos dio la Bendita Libertad de que gozamos.
CONTINUARÁ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario