EL SINDICATO MEXICANO DE ELECTRICISTAS. A 100 AÑOS DE SU
FORMACIÓN Y CONSOLIDACIÓN. (1914 – 2014). PARTE
XVI.
POR:
JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Lo peor de todo era que todos creíamos en la
sinceridad que mostraba Rivera y la lealtad con que decía proceder; pero ahora
que ya hemos visto el resultado de toda esa mentira, no debemos de pensar que
él aceptó por amor a los trabajadores ni por salvarnos de la ruina como él nos
hace suponer, sino que aceptó una orden que viene a perjudicar a los
trabajadores y viene a diezmar la integridad del S.M.E., el cual ha sido
siempre el Sindicato que marcha a la vanguardia de las demás organizaciones, y
que ahora sólo por esta farsa queda a la deriva siendo los únicos culpables los
bandoleros del sindicalismo; porque eso son Rivera y sus socios.
Ya exaltada la gente por esas palabras que
remueven los ánimos de libertad, y reconociendo que lo expuesto por Primitivo y
los otros que habían hablado, era cierto, no faltó quien secundara al primero y
desahogara con frases llenas de verdad la hasta esos momentos eterna opresión. Fue
así como Luis Valadez subió al camión y dirigiéndose a los tres del Comité, les
dijo que ellos no podían saber cuáles eran las necesidades de los trabajadores,
pues sus señoras nunca se veían en apuros cuando iban al mercado y se
encontraban con que era insuficiente el gasto, teniendo que limitarse cada día
más. Ellas nunca pasan hambre pues tienen lo suficiente, no que lo digan Rojas
Güereque y demás. ¿No es cierto, Rojas?, tú tienes buena casa, tu coche y
dinero suficiente para llevar una vida cómoda, y por eso no te preocupas por el
bienestar de los trabajadores, pues en esa forma no puedes conocer sus
necesidades. Además la actuación del Comité no es nada aceptable, pues el
servicio que se obtiene de él, es de lo más malo que hay, esto lo puede
confirmar el “Polilla”, al cual en el Servicio Médico lo han estafado de la
manera más vil y sólo porque les aburre que él y su familia se enfermen más
seguido de lo que ellos creen necesario enfermarse. De toda la medicina que él
ha necesitado se le ha dicho que sólo se la dan si aporta la mitad de su costo,
resultando al dársela con que no hay de la que él necesitaba, sino otra que
afortunadamente para los que mangonean es más barata que aquélla. Este compañero
es el que ha sufrido más las consecuencias de la forma de actuar del Comité y
de ustedes principalmente, pues le han negado todos los derechos a que es
acreedor, sólo porque no pueden concebir que un trabajador necesite de su
aportación para subsistir, pues sólo ustedes se creen acreedores a todos los
derechos y a gozar de la vida sin fijarse en que entorpecen y destruyen la de los
demás.
Francisco Bustos, a quien no le cayó bien lo
que dijo Valadez, se subió y les dijo a todos, que a ellos les constaba que él
no tenía dinero, pues en muchas ocasiones andaba pidiendo prestados ya los
cinco, ya los diez pesos, porque no le alcanzaba el dinero, que era mentira que
viviera en la comodidad.
Hubo por esto una rechifla y carcajadas en
general pues eso no era para otra cosa. Valadez subió y le dijo: es imposible
mantener una casa yo lo sé; pero es mucho más difícil mantener dos, y tú estás
en ese caso. Ya estamos cansados de la imposición y de la falta de libertad,
nombramos un representante y nos lo rechazan, tiene que ser Rivera Rojas el que
lo nombre.
En ese momento llegaba Tobías (eran las 8.00
hs.), el cual se sorprendió de momento al ver Valadez que hablaba, y en la
forma que lo hacía, por lo que se acercó más al grupo para escuchar y enterarse
de los sucesos ocurridos. Quiso hablar Ocampo, y el sentir general fue
demostrado con chiflidos y frases alusivas para que no hablara. El compañero
Pedro Valencia quien también indignado quería hablar no lo pudo hacer, pues
como lo explicó a Primitivo, al querer hacerlo se trataba por lo que éste le
dijo: “a ver qué hace usted pero hay que entrarle duro”.
Rojas Güereque quería hablar y contarle la
conversación a Valadez; pero Pedro Valencia incitó a la gente para que no lo
dejara hablar, y como Rojas Güereque trataba a toda costa de hacerlo, dijo
Valencia: “déjenlo solo…, que hable él solo”, y dando la vuelta empezó a irse
con la demás gente.
Al ver que la gente se iba, decidieron
retirarse; pero al encontrarse Rojas Güereque con Valadez, le dijo que era un
mentiroso, y que eso no se lo repetía en el Sindicato. Valadez le dijo: “Claro,
pues ahí me harías lo que tú quisieras, pero aquí hay libertad de palabra, digo
lo que yo quiero y a más de eso digo la verdad”. Bueno, a todo esto, ¿qué paso
con los terrenos…?, ya se los clavaron todos… ¿verdad? Mira, le dijo Güereque:
tú no sabes nada de eso, mejor no hables. En esos momentos llegaba Tobías, y al
oír a Rojas Güereque le dijo: “él no sabrá, a él lo podrás engañar, como lo han
hecho con muchos, pero a mí no…, pues yo sí sé lo que han hecho con los
terrenos; se han quedado con ellos”, yo sé de qué pie cojean todos y la clase
de rateros que son, ya lárguense y dejen el puesto a otra persona; hay quien
desempeñe el papel mejor que ustedes. Ya nos han robado bastante, ya déjennos
en paz… Con esto se calmó Rojas Güereque y se vio que trataba de disimular el
miedo que tenía. Para esto, toda la gente instigaba a Tobías para que subiera a
hablar en el camión; pero él no lo hizo pues ya habían puesto pies en polvorosa
Rojas Güereque, Ocampo y Bustos.
Valadez corrió la voz para que se reunieran
todos en la tarde a las 15.00 hs., e ir al periódico, por lo tanto, todos se
ofrecieron a juntar dinero para hacer carteles con frases alusivas; esto no se
hizo, pues más tarde desistieron por otras causas.
Al entrar Tobías a la Oficina de Líneas
Aéreas con la consecuente excitación por lo que había pasado, se encontró al
Ing. Enrique Domínguez quien hablaba con Villanueva, el cual le contó a Tobías
lo que sucedió el día anterior, cosa que al igual que a todos, indignó a éste y
colmó sus ánimos; pero a la vez pensó que a estos compañeros les iba a ir muy
mal si no se les ayudaba, pues los liquidarían de la manera más vil, por lo que
queriendo cooperar con su grano de arena para encender más la mecha, se puso a
avisar a todos los compañeros conocidos de los diferentes departamento por
medio del teléfono, cosa que el Ing. Domínguez que en ese momento era el Jefe
de Oficina, no creyó conveniente, haciéndole ver que eso no era asunto de la
Cía., para tratarlo en los teléfonos de ella, y que tuviera mucho cuidado con
lo que decía, pues iba a comprometerse y a comprometer a los demás.
No haciendo caso de ello, se dedicó a hacer
propaganda y a explicarles a todos lo sucedido, aunque muchos no lo creyeron;
pero, para eso, los invitó a la Asamblea que se verificaría a las 15.00 hs., y
ahí se enterarían de todo. Hizo lo mismo con los periódicos para que se
enteraran en la Asamblea.
Durante dos horas estuvo en esa forma
corriendo la voz, y después de que lo hizo, se presentó Julio Vargas Herrera
que es sobrestante de A.T. del Depto. de Conexiones y Medidores, para recoger
unos portafusibles, para dar un servicio; como Tobías le cooce y tiene
confianza con él desde hace tiempo, le contó lo sucedido, diciendo que había
tronado el cuete, y que quería que le ayudara, cosa que aceptó en forma
terminante después de haber tenido conocimiento de todos los hechos.
De todos los departamentos llovían preguntas
pues nadie creía lo sucedido, y era natural pues sabían que no había quien se
atreviera a levantar la voz a esos individuos que se creían únicos en sus
puestos, por eso sólo pocos fueron los que dudando menos de las informaciones
aceptaron reunirse a las 15.00 hs.
Retrato de Luis Valadez Campos.
Por fin llegadas las 15.00 hs., toda la
gente se empezó a reunir en la puerta del Patio de Verónica, por lo que al rato
llegó el Comandante de Policía para ver qué sucedía, pues creía que era una
manifestación de carácter político en contra del Régimen. Ya aclarada la
situación, y desistiendo de ir a los periódicos, el comandante aceptó que se
efectuara el mitin dentro de Verónica; pero sin hacer escándalo ni ofender al Régimen,
y no quiso estar presente. Entonces la gente se reunió cerca de los camiones;
pero como empezara a llover todos decidieron irse al Garage y empezar ahí la Asamblea. Improvisando la
plataforma del camión A-7 como tribuna, Valadez, Tobías y otros empezaron a
explicar a la gente que se reunía ahí, que por cierto sólo era la de los
Deptos. Que están en el Patio de Verónica, el porqué de aquella Asamblea, y la
actuación del Comité con respecto a Villanueva, cosa por la que hubo varios
espontáneos que debido a la indignación que les causó el secuestro del mismo,
expusieron sus puntos de vista ofrecieron su total apoyo para que los
compañeros tuvieran las garantías debidas.
Ficha de
Luis Valadez Campos. En
Lux. La revista de los trabajadores, año
XXV, 2ª época, 19 de noviembre de 1952. N° 6, Extraordinario, p. 20.
Como la policía no hubiera quedado muy
conforme con la explicación que se le había dado, Tobías tuvo que explicar con
todo detalle lo que se iba a hacer, y el porqué de ello, saliendo de Verónica,
mientras Valadez seguía detallando lo que ya sabemos; de repente se oyó una voz
temblorosa de momento por la impresión que todavía causaba su presencia y ésta
fue la de ¡Ahí viene Rivera Rojas!, y en efecto, con un semblante que
demostraba demasiada confianza, y además con una sonrisa sarcástica, reflejo
ficticio de poder contra todo lo que se opone, y agregando a esto el venir con
todos sus incondicionales, los que sí demostraban temor y parecían decirle
pensando en que el resultado sería de graves consecuencias: “¿ves lo que sucede…?,
¿qué haremos…?, a lo que se supone él contestó, pues así lo mostró en el
rostro: “ahorita lo soluciono todo, no se preocupen”. Valadez dejó de hablar, y
después del silencio casi instantáneo que se produjo, se dirigió a todos y
dijo: “a propósito, compañeros, ahí viene Rivera Rojas”; pasa por aquí, compañero
Rivera, y le señaló el camino, que éste siguió hasta llegar al camión y subir,
a la vez que los otros del comité y algunos pistoleros se pusieron en lugares
estratégicos para caerle al que dijera algo contra ellos; siendo así como
Becerril y otros rodearon inmediatamente a Valadez, teniendo la mano en el
bulto que hacían las pistolas que portaban, pensando impresionar a todos.
Imagen tomada en el Garage de Verónica, el 21 de julio de 1952.
Rivera Rojas intentó llegar a la plataforma,
cosa que no hizo, pues Valadez lo detuvo al decirle: “pero aquí vienes a
escuchar, no a hablar”; como siguiera en su intento Rivera Rojas, le volvió a
decir Valadez: “primero nos escuchas y después hablas…”, aquí no estás en el
Sindicato, aquí nos vienes a escuchar…”. Sin hacer caso de ello Rivera Rojas
insistió en hablar, y al hacer ademanes y balbucear palabras para callar a la
gente, ésta le gritaba: “¡que no hable…!”, aparte de otras frases, por lo que
Valadez le dijo: “¡escucha desde abajo…!”, “bájate del camión…”, Rivera Rojas
dijo: ¡No me bajo…!; Valadez volvió a decir: “¡Te bajas…!” a lo que Rivera
respondió: “no me bajo…”, desde aquí escucho; y en su rostro reflejaba
indignación y visiblemente demostraba el enojo que le causaba encontrarse en
esa situación embarazosa, tan extraña para él, pues nunca se imaginó que su
presencia causara tal desagrado entre los que él creía formaban su rebaño
sumiso a su voluntad, y menos que le fuera a ser demostrado en la forma más
degradante para él, que resultaba ser el blanco de toda esa andanada de
palabras llenas de indignación. Como no se bajaba, Valadez les dijo a todos con
voz llena de valor: “vámonos… ¡déjenlo…!, ¡déjenlo solo…!”, y así; como un solo
hombre, todos lo siguieron cuando saltó de ese camión para subirse a otro, en
el cual siguió arengando a la gente para que no dejaran hablar a Rivera Rojas,
que al ver la actitud de todos, se bajó del camión, y ya abajo le gritaba a
Valadez: ¡Eres un comunista…!, ¡los estás engañando…!, y como su voz se
perdiera entre tanta gritería, sólo se pudo oír que decía: “¡Compañeros, no se
dejen engañar…!, ¡los están sorprendiendo estos comunistas…!”, y se dirigía a
Valadez, y a Primitivo que ya estaba ahí. Cuantas veces trató de hablar Rivera
Rojas, tantas lo callaron, por lo que al recibir desaires y ofensas, y
humillado como el más, optó por retirarse y al tratar de subir al coche con los
demás, la gente no los dejó, y cerraron la puerta, diciéndoles: “Que se vayan a
pie”… Viendo esto Valadez, dijo: “Compañeros, acompañémoslos hasta la salida,
vamos a echarlos a la calle”; así lo hicieron y todavía les llovieron a Rivera
Rojas y socios, insultos y proyectiles, entre los que se oían: “¡Bandidos…,
ladrones”. Qué dijeron: “Ya les descontamos otros tres días, ¡pero eso no se va
a poder…!
NOTA IMPORTANTE: Las imágenes aquí incluidas, pertenecen a la "Col. Fátima Alvarado".
CONTINUARÁ.
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