Entradas populares

viernes, 4 de julio de 2014

EL DESPERTAR DEL ÁGUILA.

LUZ… A LOS POETAS. FUERZA… A LOS POETAS.

SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

EL DESPERTAR DEL ÁGUILA.

Después de que tus manos, con incansable anhelo,
movieron los talleres y rasgaron el suelo
durante muchas décadas de infamia y opresión,
sacudiendo tus músculos de águila voladora,
de todos los suplicios te levantas ahora
al poderoso empuje de la Revolución.

Ya no con las angustias de un titán oprimido,
luchas bajo las moles del espantable olvido
que arrojó a tus espaldas el prócer necio y vil;
hoy, rompiendo la roca que asfixiaba tu pecho,
apareces en plena cúspide del Derecho,
esgrimiendo en tus manos la escopla y el buril.

Ya no eres en tu patria un obscuro extranjero
a quien, imbécilmente, flagelaba el negrero
robándole el esfuerzo de su virilidad…
sin comprender los sueños de tu alma solitaria,
quisieron verte hundido en la abyección del paria,
a ti, que fuiste báculo de toda libertad.

Para mayor tortura de los acerbos días
en que la enorme roca dantesca sostenías,
te dieron un harapo de obscura religión;
de religión exótica, que, en vez de ser tu abrigo,
jugó con tus miserias y traficó contigo,
ahogando con su mano la luz de tu razón.

No tenías el derecho de levantar tu escudo
contra el golpe de muerte que te asestaba, rudo,
el burlador inicuo de tu hambre y de tu afán;
y tras de las fatigas de tu ser agotado,
no hallabas, en tu triste hogar desmantelado,
un pedazo de leña ni un pedazo de pan.

En el fecundo tálamo de tus dulces amores,
tus inocentes hijos eran pálidas flores
de fiebre y de miseria, sin agua y sin vergel;
mientras de tus afanes nunca veías el fruto
y a la ambición le dabas inconsciente tributo
rompiendo la montaña y enderezando el riel.

Mas hoy que ya se anuncia tu gran advenimiento
al taller y a la escuela, al vigor y al talento
con una clarinada de noble redención,
como los paladines de las viejas batallas,
ye levantas titánico envuelto en férreas mallas,
al poderoso empuje de la Revolución.

Ya la tierra fecunda, que labraste otras veces,
te va a volver los frutos que en justicia mereces;
los frutos, que tus lágrimas pudieron sazonar:
hoy tienes, con derecho, al par que con fortuna,
un asilo apacible donde mecer la cuna
y un palmo de terreno donde poner tu altar.

Y tomas parte activa en el concierto humano
de la igualdad, que borra con justiciera mano
todas las distinciones del oro y del poder;
hoy no eres la molécula, sino el enhiesto bloque,
eres una campana cuyo vibrante toque
para todos los pueblos es grato amanecer.

¡Obrero de mi patria! que eres fecundo y bueno,
hoy que las tempestades se alejan de tu seno
y apartas tu mirada de todo lo servil;
hoy que eres como siempre, tan potente y sencillo,
enciende los fogones y sacude el martillo
y redobla en los yunques tu apoteosis viril.

Que el fulgor de la fragua que incendia el bronce yerto,
te contemple el pasado con sus ojos de muerto,
romper las aras frívolas de una vieja deidad…
¡es preciso que surjas después de largo viaje,
con la fe en el espíritu y el hollín en el traje,
dándole nuevo culto a nueva libertad!

Ya ni altares ni tronos se alzan en tu camino;
tus opresiones todas las ha roto el destino
y, de pie junto al yunque, alto y potente estás;
todos los huracanes chocaron en tu frente;
fuiste arroyo, y la pena te convirtió en terrente,
hoy eres un apóstol y con la patria vas.

Hoy eres tú quien vences y eres el que perduras;
tus músculos de atleta trazaron las roturas
de la tierra, que a todos nos brinda pan y amor;
tú talaste los montes y ajaste la maleza,
tú levantaste al mundo en andas de riqueza
y en todos los hogares derramaste calor.

Tu fuerza prodigiosa no comprendió el tirano,
ni supo que tú eras espiga en el verano,
calor en el invierno y en la miseria afán;
el consumió tu fuerza, tu amor y tu destino,
como consume el prócer las piedras del molino
cuando tritura el trigo para volverlo pan.

Mas hoy no te acobarde la suerte venidera:
la ley te da su apoyo, la patria te venera,
porque eres más que obrero, soldado y religión;
hoy te mira el pasado, con sus ojos de muerto,
al pie del férreo yunque y con el libro abierto,
al poderoso empuje de la Revolución.

Fernando Celada.


LUX. La revista de los trabajadores, año XIX, N° 10-11, octubre-noviembre de 1946, p. 37.

No hay comentarios:

Publicar un comentario