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sábado, 2 de agosto de 2014

NACIONALIZACIÓN DE LA INDUSTRIA ELÉCTRICA, POR DAVID BAHEN. 1 DE 2.

LUZ y FUERZA DE LA MEMORIA HISTÓRICA y SUS AUTORES INVITADOS.

SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
  
   El presente texto, fue localizado en el portal de internet


   Para nuestra comunidad, es urgente seguir localizando un tipo de información que permita hacernos entender, de manera clara e imparcial los acontecimientos que constituyeron una buena parte de la historia de la electricidad en este país durante el siglo XX. De otra forma, será imposible seguir teniendo apenas unas cuantas referencias que no nos sirven de gran cosa, pero que causan reacciones que lindan con el dogmatismo y se crean paradigmas que deben superarse, siempre y cuando estas figuras queden integradas en todo aquel esfuerzo por replantearse el pasado, en aras de entender con mejores propósitos un presente que comienza a ser rebasado por un futuro lleno de incertidumbres, sobre todo ahora que se ha dejado al país en manos del destino más incierto en términos de la aprobación de la Reforma Energética y sus Leyes Secundarias. Con la extinción de Luz y Fuerza del Centro ese bloque neoliberal dio el primer gran paso para controlar la infraestructura eléctrica de este país, que sólo administra otra empresa también en riesgo de desaparecer. Me refiero a Comisión Federal de Electricidad. Ojalá que las siguientes reflexiones, nos permitan conocer un poco más, y así entender en qué medida se articuló o desarticuló la industria eléctrica en México.

D. Bahen [1]
FRENTE DE TRABAJADORES DE LA ENERGIA
energia@fte-energia.org

RESUMEN: La nacionalización eléctrica fue una propuesta de los electricistas que representa un histórico triunfo para la nación. El sector más consciente de los trabajadores sacó dos conclusiones acertadas: unidad sindical e integración industrial, mismas que se llevaron a la práctica. La nacionalización se interrumpió, incluso, se ha revertido hacia un proceso desnacionalizador. Las banderas de los electricistas democráticos, sin embargo, siguen vigentes.

1- Introducción

A diferencia de la expropiación petrolera, cuando las masas mexicanas irrumpieron en las calles en apoyo solidario, en el caso de la nacionalización eléctrica no hubo manifestaciones populares. Eso no quiere decir que la medida careciera de apoyo popular. De hecho, la experiencia negativa derivada del mal servicio que proporcionaban las empresas eléctricas extranjeras, hacía que hubiera un clamor entre la población para que la situación cambiara.
La demanda de la nacionalización estaba presente, también, entre varios sectores progresistas. Pero fueron los electricistas, especialmente en el interior del país, los que impulsaron la nacionalización. Cuando ésta se anunció los electricistas fueron los primeros en saludar el acontecimiento y apoyarlo. En contraste, sectores de la izquierda y la derecha criticaron la decisión con débiles pero malévolos argumentos
Desde el primer momento, se manifestó una gran incomprensión sobre la nacionalización eléctrica. En algunos sectores, incluso obreros, la situación continuó y se prolongó hasta el presente.
Pero fue, precisamente, el sector electricista más avanzado el que comprendió cabalmente su significado y alcances de la nacionalización sacando las conclusiones acertadas ante la misma. Las conclusiones no fueron declarativas sino prácticas y oportunas. Esas conclusiones, la unidad sindical y la integración industrial, permitieron que la nacionalización se hiciera realidad. Mucho se avanzó en la reorganización del trabajo eléctrico, especialmente, con la unificación de frecuencia y la interconexión del Sistema Eléctrico Nacional. En materia sindical también se avanzó si bien no totalmente.
Después, sin la presencia de los electricistas democráticos, mismos que fuimos reprimidos política y militarmente por el Estado, la situación tomó un giro radical. La nacionalización no solamente se interrumpió sino se revirtió pervirtiéndola. A partir de las reformas regresivas a la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica, se inició un proceso de privatización eléctrica furtiva. Más de 300 transnacionales, filiales, prestanombres y socios, tienen en propiedad privada más del 50% de la capacidad de generación eléctrica total a nivel nacional.
Hoy, en el 50 aniversario de la nacionalización eléctrica, los trabajadores y la nación nos encontramos ante un serio proceso de desnacionalización energética, incluidos todos los energéticos primarios, sean renovables o no renovables, así como la energía eléctrica.
Grandes retos y desafíos enfrentamos como nación. En materia eléctrica, el FTE de México propone levantar la bandera de la re-nacionalización en un “comenzar de nuevo” de la insurgencia obrera. Esta propuesta, en las nuevas condiciones, tiene como base las grandes discusiones de los electricistas nacionalizadores.
En este 50 aniversario, consideramos conveniente hacer un examen de los momentos inmediatamente anteriores, y posteriores, a la nacionalización. Esto lo estimamos pertinente para hacer una reflexión de conjunto y, así como en su momento se sacaron conclusiones acertadas, aprendamos de la experiencia y proyectemos acciones tácticas y estratégicas correctas, en el contexto de las actuales condiciones de la lucha de clases.
El FTE de México reconoce y valora ampliamente las aportaciones de los electricistas nacionalizadores. Esa lucha debe estudiarse pues la incomprensión sigue en medio de una severa ofensiva del capital.
¡Discutamos entre todos las implicaciones de la nacionalización eléctrica y tomemos acciones consecuentes! He allí una de las grandes tareas políticas del momento.

La formación de la Federación Nacional de Trabajadores de la Industria y Comunicaciones Eléctricas (FNTICE) significó un decisivo paso para la insurgencia obrera

2- En marcha la insurgencia obrera

2.1 Avances, retrocesos y crisis

Los electricistas de provincias se unifican. Es 1952. Setenta sindicatos se integran en la Federación Nacional de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana, la FNTICE, resultado de la fusión de la Federación Nacional de Trabajadores de la Industria Eléctrica y la Federación Mexicana de Trabajadores de la Industria y Comunicaciones Eléctricas. La insurgencia obrera mexicana reiniciaba la marcha.
Se llama insurgencia al movimiento de los trabajadores que se propone recuperar y reorganizar democráticamente al movimiento obrero de México. Después de la gran movilización obrera y popular de los años 1930’s, en el medio sindical se había impuesto el charrismo sindical. La desnaturalización del movimiento sindical se remonta a 1912, con la Casa del Obrero Mundial, siguió a partir de 1918-29 con la sujeción del sindicalismo al Estado y se oficializó con la corporativización al Estado posterior a los 30’s.
Los electricistas reanudaron la lucha enarbolando la bandera de la democracia sindical, que se extendía en otros sectores obreros. En 1952, la FNTICE y el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) se unieron a través de la Confederación Nacional de Electricistas (CNE) de la República Mexicana.
“Luchamos por la nacionalización de la industria eléctrica” fue la manta principal en la marcha del 1º de mayo de 1952. Ese día quedó constancia pública de una relevante iniciativa. La nacionalización fue propuesta de los electricistas.
En 1955, la CNE se transformó en Confederación Mexicana de Electricistas (CME). El 1º de mayo de ese año, la CME hizo público un importante manifiesto proclamando el ideario del gremio electricista unificado.
Años después, en la misma década, la Revolución Cubana conmovió al mundo. El 1º de enero de 1959, las columnas guerrilleras de Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y Che Guevara entraron triunfantes en La Habana. Desde Latinoamérica una nueva situación se anunciaba con amplias repercusiones políticas.
La insurgencia obrera avanzaba en los sectores industriales. Demetrio Vallejo, encabezando a grandes contingentes de ferrocarrileros había ganado las elecciones sindicales nacionales, en una lucha que contó con el apoyo de los electricistas.
En 1958 los ferrocarrileros estallaron la huelga nacional y triunfaron. Al siguiente año, volvieron a intentarlo y fracasaron. El impulso de corrientes internas radicalizadas llevó al enfrentamiento con el Estado en condiciones desiguales. Vinieron, entonces, días aciagos.
Una severa represión política y militar llevó al encarcelamiento de la dirigencia y de miles de trabajadores. La huelga llevó a posiciones encontradas entre el sindicalismo, desde quienes negaron la solidaridad a los ferrocarrileros hasta quienes los apoyaron pero con serias críticas a la conducción política, especialmente, a Valentín Campa.
Pasaban los meses y no había solución equitativa y duradera al conflicto. Esas huelgas conmovieron a la nación pero la insurgencia obrera había sufrido una derrota. El fracaso de los ferroviarios puso en crisis a todo el movimiento de insurgencia obrera.
“La crisis del movimiento sindical deriva de su falta de programa, se debe a la ausencia de una concepción clara sobre los intereses generales y duraderos que corresponde a los trabajadores defender y afirmar: comprender la naturaleza de sus derechos y saber conjugarlos con aquellos que son inherentes al bienestar de todos los mexicanos es cuestión inaplazable. La ignorancia como la confusión son los mayores estorbos” (Ramírez 1959).
Los electricistas volvieron a sacar conclusiones correctas planteando la necesidad de un programa de lucha que sea la guía para orientar correctamente las acciones.

2.2 En el medio obrero bulle la insurgencia

A esos momentos, la izquierda mexicana ya era políticamente inexiste. En varios sectores se ponía a debate la Revolución Mexicana. Se criticaba al agrarismo como recurso político, se hablaba de conspiración contra el ejido, y la industrialización se ponía en cuestión debido a la intervención creciente del capital extranjero. Al mismo tiempo, se planteaban perspectivas hacia una integración de la economía nacional llamando a la unidad y a la conciencia.
En el medio sindical se desarrollaba una fuerte crítica al charrismo sindical, fenómeno que se afianzaba cada vez más y se decía que, no obstante tantos vicios, la clase obrera estaba despertando de su letargo.
En el sindicato petrolero, Pedro Vivanco comandaba al charrismo en el sector mientras los petroleros luchaban, con altas y bajas, por reconquistar a su sindicato. Los telefonistas habían sido metidos a la Confederación de Trabajadores de México (CTM), representada por Fidel Velázquez, mediante un arreglo con Ayala Ramírez a cambio de una diputación. Pronto, este charro cayó. Con el argumento de que los comunistas tratan de apoderarse del Sindicato de Trabajadores del Radio, la CTM impuso a Rafael Camacho quien había sido destituido por un movimiento depurador.
En Gómez Palacio, Durango, los dirigentes locales del Sindicato Nacional de Electricistas, Similares y Conexos de la República Mexicana (SNESCRM), capitaneado por Francisco Pérez Ríos, fueron acusados de malversar fondos sindicales y vender puestos de trabajo. Eso, sin embargo no preocupaba a Paco: era diputado, “el presidente es mi amigo y me apoya”, decía. Pero los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ya pensaban en un movimiento depurador tomando ejemplo de los telefonistas.
A través de la revista Solidaridad, los electricistas de la FNTICE tenían un “Mirador obrero internacional” y seguían los acontecimientos en otras partes del mundo.

2.3 Llamado a la autocrítica

La situación de los ferrocarrileros seguía agravándose. Se decía que “los hechos de abril estaban en espera de un examen objetivo y completo”. Al mismo tiempo se llamaba a la solidaridad. “Si es cierto que es indispensable analizar los hechos y consecuencias producidos en torno del conflicto ferroviario porque se impone hacer un análisis de responsabilidades, y más importante que esto es encontrar los elementos que permitan forjar un claro programa para la insurgencia obrera, también es indiscutible que los ferroviarios se encuentran en condiciones extraordinariamente difíciles y en situación que reclama la ayuda que no se puede negar sin faltar a los deberes que la solidaridad obrera impone” (Solidaridad 1959a).

Los electricistas de la FNTICE habían ayudado a los ferrocarrileros a democratizar su sindicato. Con motivo de la huelga de 1959, hubo diferencias tácticas que siendo correctas no fueron suficientemente discutidas. No obstante, la FNTICE jamás negó la solidaridad, hecho que sí ocurrió en otros sectores.
“Si urgente es poner en claro la actuación de una dirección sindical que, conforme a nuestro punto de vista, incurrió en tremendas aberraciones tácticas, singular urgencia tiene también tender la mano a los ferroviarios que, dígase lo que se quiera, son dignos de un mejor destino y merecedores, como los más del honor y del reconocimiento, y desde luego de la ayuda resuelta de la clase obrera mexicana”.

2.4. Efervescencia en el gremio electricista

Desde diversos sectores tanto patronales como obreros nuevamente se hablaba de reformas a la Ley Federal del Trabajo (LFT). Los electricistas reconocían que la legislación necesitaba cambios pero las propuestas del gobierno estaban encaminadas a suprimir derechos y fortalecer a las Juntas de Conciliación y Arbitraje.
El 27 de junio, en Ciudad Camargo, se realizó la IV Convención General Ordinaria del Sindicato de Trabajadores de la Industria Eléctrica de Chihuahua. En Veracruz, Tampico, Monterrey, Aguascalientes, Durango, Mazatlán, Zacatecas, San Luis Potosí, Monclova, Sabinas y Piedras Negras, se hacían festejos por los aniversarios de los Sindicatos de Trabajadores de la Industria Eléctrica en esos lugares.
En varios lugares había conflictos con las empresas debido a violaciones contractuales. Tales eran los casos de las organizaciones federadas en el centro del país con la Compañía Eléctrica Mexicana del Centro, S.A.; lo sindicatos de Puebla, Veracruz y Orizaba con la Compañía Eléctrica Mexicana del Sureste, S.A.; el Sindicato de Trabajadores de la Industria y Comunicaciones Eléctricas de Occidente con la Nueva Compañía Eléctrica Chapala, S.A.; los Sindicatos de trabajadores de la Industria Eléctrica en Hidalgo con la Compañía de Transmisión Eléctrica de Potencia del Estado de Hidalgo; el Sindicato de Trabajadores de la Industria Eléctrica en Oaxaca con la Compañía Eléctrica de Oaxaca, S.A.; el Sindicato de Trabajadores de la Industria Eléctrica en Acapulco con la Compañía Eléctrica de Guerrero, S.A.; y, el Sindicato de Trabajadores de la Industria Eléctrica de Durango con la Compañía Eléctrica Nacional, S.A.
Al mismo tiempo, en las organizaciones federadas se estudiaban las reformas a los estatutos sindicales, tendientes a uniformar los aspectos organizativos, incorporando la revocación de mandato a los representantes sindicales.
En el H. SME se realizaron elecciones sindicales. Luis Aguilar Palomino fue electo secretario general.

2.5 Combate al charrismo sindical

La crítica de los electricistas a la CTM era implacable. En Solidaridad se escribió: “La gloriosa CTM viene a ser el puntal que sostiene al andamiaje obrero patronal de las empresas técnica, comercial y socialmente más atrasadas en todo el país. Constituye un gigantesco lastre para el progreso de México. Permite el nivel de vida infrahumana para millones de compatriotas. Limita la capacidad de consumo de otros muchos y con ello reduce el mercado para los productos de la industria nacional” (Franco 1959a).
De manera específica se cuestionaba acremente a Fidel Velázquez, secretario general de la CTM y, en ese momento, vicepresidente de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL), hoy Confederación Sindical Internacional (CIS), cuyo brazo latinoamericano era la Organización Regional Interamericana del Trabajo (ORIT), hoy Confederación Sindical de las Américas (CSA), responsables de la destrucción del movimiento sindical mexicano. La CIOSL promovía una política abiertamente anticomunista, siguiendo la tradición de la American Federation Labor (AFL), después AFLO-CIO. Detrás de la CIOSL estaba la Central de Inteligencia Americana (CIA), que desde las oficinas que tenía en la propia CTM, infiltró a los sindicatos, los desvió y pervirtió, hasta la fecha.
“Ya es tiempo de que pongamos un hasta aquí... la CTM almacena toda la inercia retrógrada del movimiento sindical”, se resumía.

2.6 Necesidad de un Programa

La insurgencia obrera avanzaba en el Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica, el Sindicato de Trabajadores de la Industria Panificadora, en el Sindicato Petrolero, en el Sindicato del Radio, en el Sindicato de Electricistas Federales y el Sindicato de Músicos. En todos los casos se manifestaba el descontento contra los charros sindicales.
Los electricistas de la FNTICE insistían en la necesidad “de que cuente la insurgencia obrera con un programa porque, sin duda, ello equivale a definir los objetivos de la clase elevándolos a la categoría de postulados conscientes de los trabajadores. No basta con que los trabajadores se levanten contra la corrupción y el sindicalismo podrido, es menester que vean en esa lucha, así como en la democracia sindical, solamente medios tendientes a más elevadas finalidades” (Solidaridad 1959b)”.
Se decía que, en muchos sentidos, la insurgencia obrera era un movimiento espontáneo de los trabajadores, “lo impulsan o simplemente lo agitan sectores y tendencias diversas y hasta contradictorias”. Se explicaba que “los sectores de la izquierda no acaban de entender la situación que vive el país, ya que es evidente que no encuentran rutas ni objetivos concretos”.
Se hablaba de una aguda crisis de dirección. “El movimiento de la insurgencia obrera no puede continuar como un movimiento espontáneo, ya que los fracasos o las desviaciones pueden retrasar el indispensable cambio de cosas en el movimiento sindical. Resulta necesario, por ello, en la necesidad de dotar a la insurgencia obrera de un programa y una dirección consecuente, ya que en este aspecto se advierten las principales deficiencias”.

2.7 Llamados a la unidad

En noviembre de 1959, el SME se dirigió a todas las organizaciones obreras del país proponiendo un plan de acción que incluía, entre otros aspectos, los siguientes:
1- Firma de pactos de solidaridad entre sindicatos y agrupaciones de sindicatos –federaciones y confederaciones- para luchar por: a) El respeto absoluto del derecho de asociación y del derecho de huelga, b) Por la libertad de las organizaciones obreras a elegir a sus dirigentes, c) Por el respeto y mejoramiento de los contratos colectivos de trabajo, d) por un aumento general de salarios ...,
2- Por la creación permanente de comités de solidaridad y ayuda mutua...,
4- por el sistema de voto secreto y directo para elegir a los dirigentes,
5- Por un intercambio permanente y recíproco ... sobre experiencias y diferentes tácticas.
7- En los problemas de carácter intergremial de cualquier organización, el SME se abstendrá de intervenir.

Por su parte, la FNTICE planteó un programa para la insurgencia obrera. El plan mínimo de acción incluía:

1- Lucha y denuncia pública contra los charros sindicales,
2- apoyo efectivo e incondicional a los movimientos de huelga legales,
3-Por la creación de organismos sindicales de técnicos de todas las especialidades necesarias para la investigación permanente de las posibilidades de desarrollo de cada fábrica, planta o centro de trabajo,
4- Creación de comités sindicales de distrito y de barrio para la lucha contra la vida cara, y otras reivindicaciones sobre educación, salud, servicios municipales, transporte y vivienda, así como
10- apoyo efectivo y creación de comités para organizar a los trabajadores no sindicalizados.
Este fue un claro esbozo de un programa para la insurgencia obrera en el que insistía la FNTICE en una sistemática discusión y explicación. “Para actuar constructivamente, la clase asalariada tiene antes que todo estructurarse a sí misma. Si ha de actuar de por sí, ...primero tiene que existir socialmente hablando... En otros países cuentan los trabajadores con partidos políticos propios. En México NO LOS HAY...” (Franco 1959b). Consecuentemente, es necesario defender al sindicato y la lucha contra su enemigo irreconciliable: el charrismo.
El 1º de noviembre, la FNTICE convocó a su VII Asamblea Nacional a realizarse a partir del 5 de diciembre. El temario a tratar se refirió a: 1- Revisiones contractuales, 2- Problemas de la industria eléctrica, 3- Insurgencia obrera y reestructuración del movimiento sindical.
Para el 10 de diciembre, la CME convocó también a su IV Congreso Nacional. La importancia de estos dos congresos radica en que los electricistas representaban al sector que más se caracterizaba en la lucha por la democratización sindical y la unidad combativa.

2.8. Discusiones de fondo

El año 1960 empezó con las amenazas de estrangulamiento económico y terror del imperialismo al pueblo de Cuba para que renunciara a su proceso revolucionario. La respuesta cubana estaba en las calles, en la reforma agraria, en las medidas económicas y en las leyes revolucionarias.
A principios de 1960, el SNE realizó un congreso nacional. Paco Pérez fue reelecto secretario general. El congreso no fue tal porque ninguno de los delegados fue electo por los trabajadores. Su importancia quedó reducida a un acto de simulación.
Muy diferentes habían sido los congresos de la FNTICE y de la CME. En el primero se hizo una amplia reflexión respecto de la insurgencia obrera y, en particular, de la industria eléctrica. Se reiteró en la importancia de realizar un Congreso Nacional de Electricidad, en el cual todos los interesados aportaran y discutieran sus puntos de vista para adoptar conjuntamente una política nacional en materia eléctrica. También se consideró que la CFE necesitaba de una profunda reorganización. En el segundo, la FNTICE presentó un examen crítico y autocrítico de la CME. Este congreso eligió un nuevo comité nacional resultando secretario general Luís Aguilar Palomino, del SME.
La principal crítica era que las ideas no se correspondían con las acciones. Uno de los aspectos fue el relacionado con los problemas esenciales de la industria eléctrica, que se seguían ignorando. La CME no tenía criterio sobre la legislación eléctrica, ni sobre las tarifas o las inversiones públicas y privadas.
Se decía que la existencia y desarrollo de la CFE representaba un problema esencial que no era estudiado. La CFE contaba a ese momento con más de la mitad de la capacidad eléctrica instalada en el país y su ritmo de desarrollo superaba a todas las empresas privadas juntas.
También se discutieron los problemas de la insurgencia obrera destacando la falta de un programa. La derrota de los ferrocarrileros llevaba a la conclusión, como necesidad apremiante, de abanderar a la insurgencia obrera con un programa.


3. Nacionalización eléctrica

3.1 Se anuncia la nacionalización

Electricistas del SME y telefonistas plantearon la revisión a sus contratos colectivos con la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz, S.A. y Teléfonos de México, S.A., respectivamente. Ambas organizaciones sindicales firmaron un Pacto de Solidaridad y Ayuda Mutua. En ambos casos, se emplazó a huelga para el 6 de abril de 1960. Los sindicatos de la FNTICE también plantearon la revisión contractual en la mayoría de las empresas eléctricas del país. La FNTICE proponía reestructurar a todos los CCTs de acuerdo con un índice único. No obstante las pretensiones negativas de la empresa, la revisión del SME concluyó satisfactoriamente, los telefonistas se fueron a la huelga y la FNTICE hizo reconsideraciones.
El 27 de abril, “el gobierno de la República anunció la adquisición de las compañías afiliadas a la Impulsora de Empresas Eléctricas que había sido concretada el 21 anterior. Este hecho provocó las más encontradas opiniones. En tanto los trabajadores y los sectores progresistas en general saludaron la medida con júbilo, declarando que “se ha dado un paso importante en el camino de la nacionalización eléctrica, porque con la adquisición de las nuevas empresas la nación extiende su dominio sobre las tres cuartas partes de la capacidad eléctrica instalada y, porque particularmente quedan solo como empresas privadas importantes la Compañía de Luz y Fuerza Motriz, S.A.; la Compañía de Tranvías, Luz y Fuerza de Monterrey, S.A.; la Industria Eléctrica Mexicana de Mexicali; y la Compañía Eléctrica de Sinaloa, S.A.”.
“Algunos sectores de la iniciativa privada atacaron la compra de las empresas porque constituía, según dijeron, un acto socializante y de negativa intervención del Estado en la economía; pero aprovecharon la oportunidad para pedir su participación en todas las empresas que constituyen el patrimonio nacional”.
La CME emitió enseguida un Manifiesto que, entre otros aspectos, señalaba:
“El gobierno de la República resolvió adquirir los bienes de las compañías que en México operaba la American & Foreign Power Co. Inc., las que tenían a cargo el suministro de energía eléctrica en 17 estados de la República. Este acto tiene alta significación por cuanto representa la continuación de una saludable política nacional, tendiente a lograr el control mexicano de las fuentes energéticas que sustentan el progreso de México”.
“La nacionalización de las empresas mencionadas, sumada a la Comisión Federal de Electricidad y a otras empresas eléctricas propiedad del Estado, pone bajo el control de la nación mexicana las tres cuartas partes de la industria eléctrica nacional; así se ha definido la política de México en materia eléctrica y no cabe sino esperar que se planifique y se integre a la brevedad posible, un sistema eléctrico que corresponda a las necesidades del país y que siente robustas bases para electrificar integralmente a la República, a fin de que todos los mexicanos podamos disfrutar de los beneficios de la electricidad y sustentar nuestro acelerado desarrollo económico, contando con suficiente energía, al costo más bajo posible”.
“En las condiciones impostergables de nuestro desenvolvimiento, la nacionalización de la industria eléctrica está justificada plenamente, porque no solo la reclama el más elevado interés nacional, sino que lo impone ineludiblemente el necesario progreso del país. Desde luego que la nacionalización de la industria eléctrica debe complementarse con el manejo técnica y económicamente adecuado, a fin de que la industria nacionalizada sea altamente eficiente, y por tanto, decisiva para el impulso progresista de México.
“Los trabajadores electricistas saludamos con entusiasmo la decisión del gobierno de la República y ofrecemos nuestra franca colaboración para fortalecer y desarrollar a la industria eléctrica nacionalizada, porque estamos seguros de que contribuimos al progreso de México” (Solidaridad 1960a).

3.2 Respuesta de la FNTICE

La compra de las compañías dependientes de la antigua Impulsora de Empresas Eléctricas por parte del gobierno federal, trajo aparejada la necesidad de examinar la cuestión de las revisiones contractuales pactadas con la FNTICE.
“La cuestión de revisar los contratos colectivos de trabajo cedió el paso al problema de garantizar la titularidad de los propios contratos colectivos. Mantener las relaciones laborales ya establecida imponía, por una parte, que se cumplieran los requisitos legales de la revisión contractual ...; por otra parte, era preciso dar oportunidad al gobierno federal para conocer a fondo las relaciones laborales en las empresas adquiridas, o sea, que había que aplazar el estudio a fondo de los contratos” (Solidaridad 1960b).
La FNTICE realizó una Tercera Asamblea Nacional Extraordinaria comprendiendo que, en efecto, era preciso modificar los lineamientos adoptándolos ajustándolos a las nuevas condiciones. También era evidente “la necesidad de proceder a la restructuración de la industria eléctrica”.
Para ello, la FNTICE hizo una caracterización precisa de la situación.
“La participación de la iniciativa privada en la propia industria suscita problemas derivados especialmente de la contradicción que existe entre el carácter multiplicador de la actividad económica de la electricidad y los propósitos de lucro de la iniciativa privada. Interesa al progreso de la nación, en efecto, que se satisfaga oportuna y eficientemente la creciente demanda de servicios eléctricos (Solidaridad 1960c).
“En los hechos se ha constatado hasta la saciedad, que las empresas privadas no han sido capaces de corresponder a los incrementos de la demanda, y no solo eso, sino que a la deficiencia de la oferta hay que agregar que el régimen de concesiones otorga exclusividades que excluyen toda competencia en las zonas concesionadas, inclusive la intervención del Estado a través de la Comisión Federal de Electricidad, lo que se traduce en serios estorbos para el desarrollo económico y social.
“La operación de las empresas privadas en la industria eléctrica tiene un alto sentido negativo, especialmente cuando se trata de empresas extranjeras que no participan en los propósitos de progreso nacional, sino al contrario. El uso y abuso de los equipos e instalaciones, el encarecimiento constante de los servicios, la escasez crónica de servicios eléctricos en las zonas concesionadas a las empresas privadas, las limitaciones de la inversión a pesar del otorgamiento de facilidades y garantías injustificadas, etc., demuestran lo indeseable de la intervención privada en la industria eléctrica en la forma conocida.
“Los decisivos pasos que ha dado el país para nacionalizar la industria eléctrica, por lo demás, están resolviendo en la práctica cuestiones que todavía son objeto de discusión entre aquellos sectores que se aferran a las viejas y caducas ideas de liberalismo económico, o que se prestan para especulaciones demagógicas, propias para encubrir prácticas de chantaje político”.
“La nacionalización de la industria eléctrica, como en su hora la nacionalización de la industria petrolera, constituyen cuestiones que comprometen a todos los mexicanos. Necesitamos estudiar y resolver los problemas que plantea la reestructuración de la industria eléctrica.
“En las condiciones actuales, procede planear en términos integrales y a partir de la virtual nacionalización de la industria, la estructuración que permita el máximo aprovechamiento de nuestros recursos conforme a principios técnicos y económicos inobjetables. La industria eléctrica nacional no solamente debe responder a los incrementos de la demanda en las zonas electrificadas, sino que debe ampliar su radio de acción a todo el país, a fin de que los mexicanos podamos disfrutar de sus beneficios y aprovechar la electricidad para elevar nuestros niveles generales de vida.
“La restructuración de la industria eléctrica impone hacer una revisión profunda de la legislación relativa, ya que no se trata de regular intereses privados sino de sentar las bases que garanticen el desarrollo y salud de la industria eléctrica. Una nueva ley de la industria eléctrica debe contemplar con claridad y precisión el carácter de la propia industria y ajustar su desarrollo de acuerdo con las necesidades de progreso nacional.
“La integración de un sistema eléctrico nacional plantea cuestiones económicas, sociales y técnicas que deben abordarse y resolverse con un criterio minuciosamente nacional.
“Uno de los problemas esenciales que debe encontrar adecuada solución para integrar un sistema nacional de electrificación, es el problema obrero”.
A ese momento, existían tres sindicatos, a saber: el Sindicato Mexicano de Electricistas, integrado por trabajadores al servicio de la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz, S.A. y Subsidiarias; el Sindicato Nacional de Electricistas, Similares y Conexos de la R.M. que agrupaba a trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad; y la FNTICE que representaba a los trabajadores electricistas de la mayoría de los sistemas eléctricos del interior de la República, independientes de la CMLFM y de la CFE. Numéricamente, las tres organizaciones eran aproximadamente equivalentes.
“El primer paso para la solución del problema obrero sería, por consiguiente, lograr la equiparación de todos los contratos colectivos de trabajo con la finalidad de estructurar un contrato único para la industria eléctrica”.
El problema propiamente sindical se enfocaría, en lo inmediato, mediante la formación de una central de trabajadores de la industria eléctrica, en la perspectiva de formar una sola organización de los electricistas del país.
Esas conclusiones de la III Asamblea Nacional de la FNTICE tendrían amplias repercusiones que llevaron a los electricistas de provincia a proceder en consecuencia.

3.3 Reformas constitucionales

El 1º de septiembre de 1960, con motivo del informe presidencial, Adolfo López Mateos anunció a la nación la decisión del gobierno, que había comprado las acciones de las empresas extranjeras, de dar el trascendental paso de nacionalizar a la industria eléctrica.
El 27 de septiembre, el Congreso de la Unión aprobó una adición al contendido del párrafo sexto del artículo 27 constitucional, en materia eléctrica (Decreto 1960):

“CORRESPONDE EXCLUSIVAMENTE A LA NACION GENERAR, CONDUCIR, TRANSFORMAR, DISTRIBUIR Y ABASTECER ENERGIA ELECTRICA QUE TENGA POR OBJETO LA PRESTACION DE SERVICIO PUBLICO. EN ESTA MATERIA NO SE OTORGARAN CONCESIONES A LOS PARTICULARES Y LA NACION APROVECHARA LOS BIENES Y RECURSOS NATURALES QUE SE REQUIERAN PARA DICHOS FINES”.

Este párrafo representó el rescate para la nación de su patrimonio eléctrico. El dominio de la nación de funciones constitucionales que posteriormente fueron definidas como estratégicas, e implican al conjunto de actividades que constituyen al proceso de trabajo eléctrico.
En principio, se rescató la propiedad que de ser privada pasó a ser estatal. Esta primera medida es fundamental, si bien faltaba complementarse con una adecuada política eléctrica y la integración del proceso de trabajo.

3.4 Significado de la nacionalización

El mismo 27 de septiembre de 1960, la FNTICE abordó la nacionalización eléctrica y algunos de sus problemas, dando respuesta a las críticas y afirmando la propuesta de los electricistas.
“La nacionalización de la industria eléctrica es un hecho trascendental en la vida de México. Su gran importancia, sin embargo, no ha sido suficientemente advertida o bien su verdadero significado se ha pretendido tergiversar o minimizar” (Solidaridad 1960d).
“En rigor, la nacionalización de la industria eléctrica era una demanda permanente de los sectores más conscientes de la nación. La escasez crónica de electricidad y el precio cada vez más caro del servicio hacían ver claramente que los intereses de las empresas eléctricas privadas estaban en contradicción con los intereses nacionales que demandaban la satisfacción de las necesidades energéticas relativas. Ocupadas de modo principal en buscar satisfacer sus propósitos de lucro, aprovechaban cualquier oportunidad para elevar sus tarifas, mantenían una sobreexplotación de sus equipos y sistemas, multiplicando en fin todas las formas para aumentar sus ganancias. La conducta inalterable de las empresas confirmaba a cada paso que una industria como la eléctrica no puede ser sino de propiedad nacional”.
Para poner término a una situación contraria a los intereses de la nación, el gobierno de Adolfo López Mateos, resolvió nacionalizar la industria eléctrica.
“La respuesta popular, sin embargo, no ha sido proporcional a la importancia que corresponde a una reivindicación nacional de una industria fundamental para asegurar el progreso del país”. No obstante, decía al FNTICE, eso no debe confundirse con la no aprobación del pueblo a la medida.
A diferencia de la nacionalización petrolera, “la nacionalización de la industria eléctrica se realiza de acuerdo con otros métodos. NO la precede ninguna disputa nacional o internacional. Con cuidadosa reserva, por el contrario, se negocia la compra de los bienes o de las acciones de las `principales empresas... Y se anuncia, primero, la compra de los bienes de las empresas dependientes de la American and Foreign Power y meses después, la adquisición de la mayoría de las acciones de la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz”. Luego, López Mateos anunció en su informe presidencial del 1º de septiembre que la industria eléctrica se había nacionalizado.
“Muchos consideran la medida como algo simplemente natural. Otros la critican porque atacan `la creciente intervención del Estado en la economía; también dejan oír su voz los que estiman que fue un error nacionalizar la industria eléctrica porque hubiera sido mejor dedicar los recursos empleados en la compra de las empresas para impulsar la electrificación. Y claro, desde bando tan distinguido, no faltó quien reclamara en términos iracundos que se permitiera la participación de la iniciativa privada en las empresas eléctricas”.
“Desde otro bando y por razones aparentemente diferentes, también se han lanzado en contra de la nacionalización. Con un desconocimiento total de los antecedentes e ignorando olímpicamente la realidad, reprueban los procedimientos seguidos y llegan al grado de invertir los términos de la cuestión porque definen el método como lo principal y como secundario o accesorio el objeto. El gobierno, afirman, en lugar de comprar, simplemente debió expropiar, o bien reivindicar mediante la simple extinción de las concesiones. La nacionalización no tiene mérito ninguno, porque se pagó a las empresas mucho más de lo que valían efectivamente sus bienes”.
La FNTICE señaló que, “la importancia intrínseca de la nacionalización supera con creces el valor específico del procedimiento” no sin reconocer como atractiva la posibilidad de ajustar cuentas con las empresas extranjeras. Pero, en todo caso, no debían ignorarse los procedimientos del imperialismo ni desconocerse lo que se llama relación de fuerzas.
La FNTICE defendía la intervención del Estado en el control de las industrias básicas `pero había un postulado muy importante: “La propiedad nacional no es sino la propiedad social. En las actuales condiciones esta verdad necesita definición y confirmación”.
“Se pretende que los bienes de la nación son esencialmente del gobierno, y así ocurre que los funcionarios son una especie de dueños de esos bienes en la medida que ocupan algún cargo, condición y creencia que muchas veces les permite aprovechar la propiedad social para su propio beneficio”.
Obviamente, las nacionalizaciones ocurren en el marco del capitalismo bajo el control del Estado capitalista. Pero tienen alta importancia para las transiciones y representan un avance, que puede ser significativo o momentáneo dependiendo de las fuerzas sociales que sostengan al proceso nacionalizador. En tal sentido, el rescate de la propiedad de los medios básicos de la producción es fundamental, si bien, insuficiente. La propiedad es de la nación no del Estado y menos de los gobiernos. Eso es aún así considerando que la nación está dividida en clases sociales pues, los trabajadores y sectores populares explotados somos mayoría.
Para la FNTICE, “la nacionalización de la industria eléctrica plantea nuevas tareas e impone altas responsabilidades. Se trata, en lo general, de que esta industria, en tanto propiedad nacional, cumpla verdaderamente las funciones inherentes a la propiedad social”.
Esto planteaba la necesidad de una Política Eléctrica Independiente. La FNTICE decía: “La nación necesita, por tanto, definir una nueva política en materia eléctrica”, de manera que, “al definirse una nueva política nacional en materia eléctrica, se conjugue su naturaleza propiamente económica con aquella función de servicio social que tiene la electricidad”.
Esto implicaba, necesariamente, la integración del proceso de trabajo eléctrico. Las consecuencias debían reflejarse en una adecuada estructura de tarifas y una operación eficiente con los costos más bajos posibles. Por ello, insistía la FNTICE, es necesario reestructurar a la industria eléctrica.

CONTINUARÁ.

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