CURIOSIDADES
ELÉCTRICAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.
POR:
JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Nuevas
convocatorias volvieron a aparecer en la Revista
LyF, esta vez en su número 47, del año V, correspondiente al 1° de julio de
1958, p. 12 a 14 que aquí reproduzco:
Como
se recordará, meses atrás[1],
la empresa hizo lo mismo acercándose con los hijos de los trabajadores de la
división Necaxa, obteniéndose muy buena respuesta y mejores resultados por
parte de niños que pusieron todo su ingenio para elaborar carteles cuya
intención era hacerlos conscientes de un riesgo cotidiano que habrían vivido
sus mayores por aquellas épocas. Por eso con el lema de “Cómo evitar accidentes”,
aquel propósito fue de suyo interesante. Gracias a sus resultados luego se
extendió, en los mismos términos por la división de “Pachuca”. Era necesario
aquilatar tamaño asunto, de ahí que no sólo quedaba en el ámbito laboral. Permeó
en el escolar, y en su nivel primario, lo cual permite percibir un enfoque cuya
intención estaba dirigida a quienes con los años se habrían de incorporar a
diversas fuentes de trabajo, con poco, mediano o alto nivel de peligro. Si el
propósito de tal campaña quedaba comprobado con la posible baja en los índices
de accidentes de trabajo, un ejercicio como el que ahora detenemos la vista,
habría tenido positivos efectos.
Del mismo
modo, y ya en el espacio laboral, habría de generarse la que fue, con los años
una actividad previa, antes de realizar el trabajo, sobre todo cuando se
trataba de situaciones en que el riesgo mayor era la línea viva. Por eso fue
que, al impulso de un concurso más, denominado “Una plática de cinco minutos
sobre seguridad”, este punto siguió siendo práctica común. En el campo se oía
con frecuencia que los trabajadores, antes de iniciar la jornada estaban
inmersos en la “plática de los cinco minutos”. Creo que aquí se encuentra el
antecedente de esa interesante conjunción de experiencias, donde lo mismo se
advertía de los peligros, que se afirmaban puntos clave en las maniobras. Ya
fuese el ingeniero residente responsable, o el sobrestante, uno u otro podían
poner sobre aviso a quienes no estando en condiciones óptimas mejor desistieran
de no arriesgar más de lo debido. Por eso era importante
Como
ingeniero que fui, consideré siempre importante que estas reuniones se dieran
frecuentemente en el campo. De ese modo el equipo de trabajo, una cuadrilla sin
más, entraba en una dinámica de respaldo, apoyo, comprensión y solidaridad como
no se lo imaginan. Los riesgos, ya fuese estando cerca de la “yerba” o
realizando maniobras, representaba siempre la presencia de altos factores de
inestabilidad que, evidentemente influían en aquellas labores. Por tanto, era
necesario –y así fue-, cobrar conciencia de lo que significaba aquel momento
tenso o álgido de la jornada. Al terminar aquella “angustia”, era de verse y
sentirse la satisfacción habida entre los compañeros que habían cumplido con su
trabajo, bajo el duro reto de la responsabilidad.
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