EDITORIAL.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Antes de todo, comparto con ustedes este
pequeño mensaje.
Estimado Francisco:
Antes que nada, deseo goces de cabal salud. Te
felicito por la extraordinaria labor de rescate de nuestra historia. El SME y
LyFC tienen historias paralelas, pues nacieron casi al mismo tiempo: el
nacimiento de la Mexican Light (hoy LyFC), formalmente en 1905, dio nacimiento
al SME, en 1914; sin embargo, los trabajadores ya estaban en las entrañas de la
empresa desde que, en 1903, comenzó su construcción. Desde entonces han crecido
juntos. LyFC no sería sin el SME y viceversa.
Como lo marca la historia del movimiento
obrero en el mundo, los trabajadores formaron sindicatos para defenderse de los
patrones abusivos; sin embargo, tengo la impresión de que el SME y lo que hoy
es LyFC se "llevaron bien" y marcharon muchos años en armonía "por
acuerdo entre las partes".
No niego que su relación se inscribió dentro
de lo que se llama "lucha de clases" -principalmente los primeros
años y en especial durante la Huelga de 1936- prácticamente hasta 1960, año de
la nacionalización de la industria eléctrica. A partir de entonces, hubo la
conciencia -en ambas partes- de desarrollar una empresa "del pueblo y para
el pueblo", permitiendo incluso la formación de cuadros técnicos y el
desarrollo de tecnología propia, situación que el Gobierno neoliberal rompió
brutalmente en 2009, terminando abruptamente con ese "acuerdo entre las
partes".
Sin más. Un abrazo.
César Torroella.
Ciudad de México,
29 de mayo de 2016.
Lo anterior tiene un sentido entrañable muy
especial, sobre todo hoy, 9 de junio en que se celebra el día de los archivos.
Quisiera apuntar que el propósito de
recuperar los archivos de Luz y Fuerza
del Centro sigue firme, sobre todo ahora que han transcurrido varios años de
la extinción. Habrá que saber los tiempos y plazos que se establecieron para su
guarda respectiva, y entonces mantenernos pendientes, con objeto de que el
procedimiento que siga, sea el correcto.
La víspera, en los medios digitales, y precisamente
en el portal de La Jornada, se dio a
conocer una nota que, en el fondo no deja de hacer notar ciertas
preocupaciones:
Disponible
en internet. Junio 7, 2016 en:
Lo
que se plantea aquí es esa realidad vulnerable de los soportes que no poseen
garantías de conservación. Hemos llegado a puntos en los que la tecnología
viene apuntando hacia expresiones microscópicas para la guarda y conservación
de todo tipo de archivos (personales o institucionales). Alcanzaremos un
momento en que se manejarán otras herramientas de guarda temporal o fija, pero
lo importante es que suceda una migración correcta, apropiada y de que quienes
custodien ese respaldo, sepan el valor de su contenido (y eso sucede cada vez
que nos enfrentamos a un fallo en la computadora, o cuando “perdemos” información
por errores humanos).
La advertencia que INAI nos hace a todos
quienes nos consideramos partícipes en la conservación patrimonial, a nivel de
archivos históricos es que precisamente un archivo histórico como el de “Luz y
Fuerza del Centro” es motivo de ese riesgo, en la medida en que no se pierdan
sus valores documentales luego del atentado de que fue motivo con la extinción
en octubre de 2009.
Las nuevas tecnologías bien utilizadas deben
permitirnos “garantías” de continuidad en la conservación de archivos de toda
índole. Cada día que pasa, el papel desaparece para dar paso al procedimiento
electrónico, lo mismo en trámites que en la reproducción de material
fotográfico o por escrito. Construir una mejor cultura de conservación entre
quienes integren un equipo de trabajo en los archivos, sean estos activos,
semiactivos o históricos es la razón de fondo para que nada, o casi nada falle.
Los archivistas o archiveros, concientizados en sus quehaceres son custodios
perfectos que ofrecen garantías para que no se ponga en riesgo ese patrimonio
que queda bajo su responsabilidad.
Por desgracia el ambiente que pervive en
muchos archivos públicos, e incluso privados es el de la indiferencia, y no por
actitud de sus integrantes, sino por el hecho de que las instituciones suelen
compensarlos con malos salarios. De ahí que los archivos sean y sigan siendo
las zonas marginadas, las de “castigo”. Incluso los sitios donde se ubican
estas áreas nunca son los correctos. La capacitación para ese personal
prácticamente no existe. Si las autoridades pusieran en valor estas
prioridades, nada se pondría en contra de los archivos. Al contrario, se podrían
convertir en mejores espacios que se emparejaran con las también mejores
condiciones laborales.
Como hoy ya no existe para el gobierno la
clase trabajadora. Como hoy el neoliberalismo o la postmodernidad ponen en
riesgo a los obreros, ciertas autoridades –como las de la nota adjunta-,
advierten de los riesgos a que quedan sujetos los archivos desde la parte
eminentemente de las nuevas tecnologías. Eso está muy bien, pero también hace
falta que el estímulo sea de otra naturaleza, dirigido en concreto a los
trabajadores que destinan buena parte de su tiempo a los archivos. Buen sueldo,
capacitación, buenos espacios y condiciones para trabajar son parte de una
respuesta lógica, en la que no se necesita pensar mucho, sino actuar.
No olvidemos que los archivos son los “cerebros”
de las empresas. Sabedores de que “mente sana en cuerpo sano” es algo que
también aplica en forma correcta en estas complejas estructuras gubernamentales
o institucionales, es correcto. Pero ahí quienes laboran son seres humanos de
carne, hueso y espíritu y son ellos quienes, como muchos integrantes de la
clase trabajadora requieren ser atendidos en las condiciones elementales más
dignas.
Mi felicitación más sincera a archivistas y
archiveros de este país.
Junio 9 de 2016.
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