LUZ y FUERZA DE LA MEMORIA HISTÓRICA.
LÍNEAS DE TRANSMISIÓN… O LÍNEA DEL TIEMPO.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Es muy importante conocer la visión que la
propia empresa, recién nacionalizada, tendría al respecto de la medida que tomó
el entonces Presidente de la República, Lic. Adolfo López Mateos respecto de
adquirir recursos eléctricos, tal y como lo expresó en su II Informe de
Gobierno, el 1° de septiembre de 1960. Permítaseme incluir el segmento donde
López Mateos se ocupa del asunto, antes de pasar a la mencionada opinión,
emitida directamente por una empresa en plena transición.
Aquel jueves 1° de septiembre, se escuchaban
estas palabras:
Adquisición de Recursos Eléctricos.
He de informar a Vuestra Soberanía de la
política que se ha trazado el Ejecutivo de mi cargo en una materia de esencial
importancia para el país, y cuyo alcance y significación van más allá de un
ejercicio anual o de un período presidencial, pues trasciende a la vida futura
de México, a su desarrollo y a las generaciones que no sucedan.
Está encaminada a que, como en el caso del
petróleo y de los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos, la
prestación de los servicios públicos de generación transformación y
abastecimiento de energía eléctrica sea realizada por instituciones
gubernamentales, órganos de la nación, a través de los cuales esté siempre
presente, como último mandante de toda su gestión, el pueblo mexicano.
Creo necesario, para explicar y fundamentar
las medidas adoptadas por el Gobierno en este campo, precisar la situación real
en que se encontraba la industria eléctrica mexicana, al tomar posesión de mi
cargo.
Tres grandes entidades tenían prácticamente
el control de la industria.
Por el sector público, la Comisión Federal
de Electricidad y sus filiales, con una capacidad instalada de 1.063,830
kilovatios; por el sector privado, las empresas pertenecientes a la American
and Foreing Power Company y las de la Mexican Ligth, llamada Compañía Mexicana
de Luz y Fuerza Motriz, S. A., con capacidad de 932,812 kilovatios en conjunto.
El servicio público de energía eléctrica se
prestaba así a partes iguales por empresas estatales y por compañías privadas,
teniendo éstas a su cargo los más amplios sectores de distribución y operando
en grandes áreas como revendedoras de fluido eléctrico producido por la
Comisión Federal de Electricidad.
En el año 1933 se tenía una capacidad
estimada de generación eléctrica, para servicios públicos, de 472,000
kilovatios.
En los años siguientes y hasta 1945, esta
producción creció muy lentamente, contribuyendo en pequeña escala a su aumento,
la Comisión Federal de Electricidad.
De 1946 en adelante la capacidad instalada
aumentó rápidamente, con intervención cada vez mayor de la Comisión Federal de
Electricidad y sus empresas filiales.
Así en 1959, teníamos y a una situación
diferente a la original: 1.063,830 kilovatios generados por empresas del sector
público y 932,812 por plantas privadas.
De los estudios realizados, se llega a la
conclusión de que con el ritmo de crecimiento que lleva actualmente México, la
capacidad actual de generación de energía eléctrica deberá duplicarse en el
sexenio.
Desde que inicié mi gobierno, tuve el
convencimiento de que desarrollo del país estaba íntimamente vinculado con la
creciente electrificación del mismo, y que era conveniente realizar cuanto
esfuerzo e inversión se requirieran para incrementarla.
Como además la energía eléctrica ha
alcanzado mundialmente un rango superior al de los combustibles en las
necesidades primarias de las nuevas economías, la administración pública no
podía desentenderse de los problemas que presentaba, máxime cuando en México
hemos sostenido tradicionalmente la tesis de que los recursos naturales y las
fuentes de energía básicos, han de estar al servicio del desarrollo y de la
elevación de los niveles de vida del pueblo mexicano.
Mas nos encontramos al asumir el poder, con
que de acuerdo con el régimen jurídico de las concesiones de servicios públicos
para la generación, transformación y abastecimiento de energía eléctrica, se
existían dos factores, si no contradictorios en las normas dispositivas mismas,
sí con efectos diferentes a los previstos por el legislador en su aplicación
práctica.
Por una parte, la Ley de la Industria
Eléctrica, como todo ordenamiento reglamentario de concesiones de servicios
públicos, contiene los usuales preceptos sobre duración de las concesiones y el
derecho de reversión del Estado sobre las mismas que teóricamente conducen a
que en un momento dado se extingan las concesiones sin que esto signifique un
gravamen para la nación.
Sin embargo, en otro capítulo, la misma ley
señala los plazos de duración y las normas aplicables a tarifas, disponiendo
que le período de vigencia de una concesión empieza a contarse, no desde la
fecha de su otorgamiento, sino en una posterior, variable, puesto que depende
de diversos factores, entre otros, el período de duración de las obras y el
tiempo que requieran los estudios y procedimientos que habrá de realizar la
Comisión de tarifas Eléctricas; además de que en el caso de las inversiones
vuelven a computarse dichos plazos; esto hace que la concesiones tengan una
duración indefinida y nos lleva a concluir que en los términos de las
disposiciones legales vigentes y en la práctica, las concesiones resultan serlo
a perpetuidad.
Efectivamente, ninguna de las concesiones
otorgadas a las empresas que adquirimos, tiene en estos momentos una vigencia
menor de 45 años, a pesar que muchas de ellas tuvieron su origen desde el siglo
pasado.
De ahí que desde este año, y en vista de que
el momento era oportuno y se había llegado a él por caminos naturales,
consideramos convenientes emprender una acción decidida del Estado en la
prestación de los servicios públicos, eléctricos.
Así, se dio el primer paso en abril próximo
pasado, como se hizo del conocimiento público, al adquirirse las compañías
pertenecientes a la American and Foreing Power Company, en una operación
financiera muy favorable, que significó para la nación adquirir 369,000
kilovatios más que, sumados a la energía eléctrica ya instalada por el sector
público, redujo la proporción del servicio prestado por las plantas privadas, a
sólo un 28.7% del total de la capacidad instalada para ese efecto.
A continuación ya fin de integrar
definitivamente el sistema nacional de la generación, distribución y abastecimiento
de energía eléctrica, y de que el pueblo mexicano sea el único dueño de la que
se produce, hemos adquirido la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz y sus
filiales, con una capacidad instalada de 585,000 kilovatios.
La compra de sus acciones que se encontraban
repartidas en muy diversos países, y de cuyo capital ahora tenemos el 90%,
distribuido en un 95% de acciones comunes y en un 73% de preferentes, se hizo
en condiciones altamente satisfactorias.
Se adquirieron las acciones comunes a 20 dólares
cada una y a 13 dólares las preferentes, en la inteligencia de que el valor en
libros de las comunes es de 32 dólares y el precio de redención de las
preferentes alcanza a 16.50 dólares.
En estas condiciones, el pueblo de México ha
erogado $ 650.000,000 que le permiten entrar en posesión de activos que
representan $ 3,375.000,000 aproximadamente.
Como es preciso llenar todos los extremos
legales y en vista de que la asamblea de la empresa está señalada para el 26 de
septiembre, el día 27 se tomará posesión de la misma.
Como culminación de este proceso de
reivindicación, inspirado en el más puro patriotismo, promoveré la adición del
artículo 27 constitucional para que, como en el caso de los combustibles
señalados en el párrafo sexto de ese precepto, no se otorguen concesiones a
particulares para la prestación del servicio público de energía eléctrica.
No puedo ocultar a Vuestra Soberanía la
emoción de mexicano y gobernante al anunciar que con la compra de las empresas
eléctricas y la reforma constitucional que propondré, la Nación será la única
propietaria de una fuente de energía vital para su futuro desarrollo y abrigo
la convicción profunda de que quienes actualmente laboran en la industria
eléctrica, se percaten de su nueva situación, de trabajadores al servicio del
pueblo mexicano; empeñando sus esfuerzos con renovado patriotismo en una gran
tarea de solidaridad nacional.
He aquí la postura de la empresa:
El señor Presidente de la República, Lic.
Adolfo López Mateos, durante su II Informe de Gobierno ante el Congreso de la
Unión, dedicó un importante capítulo al programa nacional de electrificación;
hizo el anuncio de la adquisición de la mayoría de las acciones de la Compañía
Mexicana de Luz por el Estado y dio cuenta del propósito de su Administración
de tomar a su cargo la electrificación del país.
Esta trascendental declaratoria marca una
nueva etapa en la historia de la energía eléctrica en la Nación y virtualmente
da por concluida la participación de la iniciativa privada en la industria de
generación y distribución de la electricidad.
Este anuncio presidencial hace oportuno un
somero comentario acerca de lo que la Compañía de Luz realizó en casi 60 años
de tenaz y no siempre fácil labor, siempre impulsada por el entusiasmo que
despiertan las obras o servicios trascendentales a la economía de un país en pleno
desarrollo.
Hace casi doce lustros, las pequeñas
instalaciones eléctricas en la zona central de México no pasaban de ser
prometedores experimentos y buen antecedente en una magna tarea que al ser
iniciada por la Compañía de Luz, pondría en juego los impulsos creadores de una
importante región que comprende la primera ciudad y capital de la República. Con
la colaboración de las autoridades, de sus técnicos y trabajadores, la Empresa
ha podido desempeñar una labor fructífera que queda en el país, a su servicio y
como parte de su patrimonio.
Edificio
LyF, o también conocido como Edificio “Verónica”, hacia 1960. Fotografía tomada
por Jesús Gustavo Coello Ramírez ( Q.E.P.D.)
El conjunto industrial de la Compañía de Luz
es un gran sistema eléctrico: comprende 16 plantas hidráulicas y 3 térmicas con
capacidad total de cerca de 670,000 KW., y una vasta y eficiente red
distribuidora así como los equipos e instalaciones complementarias para la
distribución de esta generación y de 352,000 KW., de otras plantas con lo que
da servicio a 780,000 consumidores.
Ahora queda bajo la administración y cuidado
del Gobierno Federal, además de obras, máquinas y equipos, la experiencia
acumulada de más de dos generaciones de administradores y técnicos, así como la
de todo el personal que por muchos años ha tenido a su cargo la tarea de
suministrar un servicio indispensable en demanda siempre creciente.
En los momentos en que pasa la Compañía de
Luz a formar parte de los organismos dirigidos por el Estado, que tendrán a su
cargo la electrificación del país entero, la Administración de la Empresa
siente la satisfacción del deber cumplido, agradece la colaboración de quienes
en todo tiempo se la brindaron y hace suya la expresión del Sr. Presidente
López Mateos al manifestar que la electricidad, como energía vital para el
desarrollo del país, requiere del leal, persistente y desinteresado esfuerzo de
quienes habrán de participar en una de las grandes tareas del México de hoy y
de mañana.
Lamentablemente, al llegar 2009, otro
presidente, de cuyo nombre no queremos acordarnos, terminó por hacer añicos
aquellos propósitos, con objeto de funcionar como un instrumento más a favor de
los dictados neoliberales, mismos que han venido imponiendo los grandes
capitales, que para eso fue necesario –si no en sus manos, las de Calderón, lo que
ya habría sido no solo consumar el asesinato; también de cavar la tumba a este
sector- que llegara Peña Nieto para culminar con aquel anhelo y que se refleja
directamente en la Reforma energética y sus leyes secundarias. Estas nuevas
condiciones, siguen poniendo al sector energético en vilo (ahora el blanco
perfecto es PEMEX y C.F.E.).
Lamentable que ese retroceso se vea empañado
por todo el entramado que detonó en octubre de 2009 contra Luz y Fuerza del Centro, dejando una huella profunda y dolorosa en
la comunidad de obreros electricistas, quienes fuimos despojados de nuestra
fuente de trabajo y donde una buena parte de aquella enorme plantilla, sigue
hasta hoy en condiciones aún más complicadas, gracias a las equivocadas decisiones
del estado que no atina en generar un amplio programa de fuentes de trabajo, lo
que supone el fracaso, la caída estrepitosa y lamentable de un sistema político
que, habiendo recibido una herencia maldita, hoy no pueda resolver a
satisfacción las demandas elementales de una buena parte de la población en
este país.
Fuente:
Revista LyF, año VII, N° 74, octubre
1° de 1960, p. 3 y 4.