CENTROS DE TRABAJO EN
LUZ y FUERZA. ORÍGENES y DESARROLLO.
POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
CONTRASTES A RAÍZ DE
LA ELEVACIÓN EN TARIFAS ELÉCTRICAS HACIA 1956 (Continuación). Sigue el intento
por entender este conflicto previo a la nacionalización de la industria
eléctrica de 1960.
De nuevo vuelvo a mi fuente imprescindible,
la Revista LyF, Año II, N° 27, del
mes de noviembre de 1956, en cuyas páginas 2 y 3 se sigue abordando –ahora desde
otra perspectiva-, el caso, pero sobre todo la dimensión que estaba adquiriendo
el asunto en el incremento de las tarifas eléctricas, lo que significaba que la
Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz, S.A. se enfrentaba a una de sus
crisis más severas. Es muy probable que los funcionarios tuviesen muy claro
para entonces que una inyección financiera de gran calado sería motivo de
solución a la crisis que ya enfrentaba la empresa, pues incluso se encontró en
algún momento pasajera solución con la difusión y fomento de bonos de capital
mismos que podrían pagarse en pesos mexicanos, a favor de la Mex-Light-.
Pues bien, presupuestando un futuro que no
parecía del todo favorable, la propia empresa, a través de su medio de difusión
expuso su sentir en este interesante material que denominó:
¿Qué tan extranjera
es una empresa extranjera en México?
He aquí su postura.
Algunos grupos que no son políticos, pero
que se dedican a la politiquería, y otros que sí lo son, pero que carecen de
prestigio persisten en su inexplicable y anti-mexicana actitud sobre el “antiextranjerismo”.
Quienes así se pronuncian pretenden despertar la animosidad que hace más de un
siglo obligó a nuestros antepasados a tomar las armas en contra de las
potencias extranjeras para conquistar su independencia o para defender su
soberanía. La lucha y la sangre de los mexicanos de entonces, creó y salvó la
Patria; ello forma gloriosas etapas de nuestra Historia de la que todos debemos
estar orgullosos.
Pretender ahora reacuñar el remoquete de “extranjerismo”!
para aplicarlo no al enemigo armado, sino a quienes trabajando a nuestro lado,
aportando sus mejores conocimientos, arriesgando sus capitales y esfuerzo y
contribuyendo al desenvolvimiento económico del país, es una falsa postura de
falsos redentores.
Hago un alto para mencionar solo, a manera
de anécdota que hace relativamente poco, acudí a una ceremonia religiosa donde
el padre, y durante el “sermón” fue poco a poco metiéndose en un complicado
discurso entre lo teológico y lo filosófico. Tras muchos “retruécanos” y divagaciones,
pero como pudo, salió del apuro y sin quererlo alcanzó la puerta de entrada de
aquel laberinto… Tal asunto me hace recordar una condición tan semejante por la
que atravesaba la empresa ya en ese 1956, pero que en términos de una política
y de la diplomática, habría que exponer un discurso de profundas complicaciones
para hacerlo más o menos potable en su condición epidérmica o sencilla en el
uso de las palabras más correctas que fueran posible. Y es que como dice el
viejo refrán “El horno no estaba para bollos”, lo que debe haber obligado a
tomar medidas precautorias muy complicadas y contundentes.
De nuevo recupero lo que, en la opinión de
Pablo Rosales, que por otro lado no sé si convirtió en personero o en el vocero
de la empresa para emitir este difícil y complicado texto solo entendible a la
luz de los conflictos que la Mexican
Light and Company estaba enfrentando por aquellos días…
El México de hoy no tiene por qué temer a
ninguna potencia extranjera. El México de hoy forma parte de los países del
mundo civilizado que conoce y exige respeto a sus derechos y que no puede
aislarse detrás de una muralla china prescindiendo de la experiencia del
talento y del ahorro ajenos que al fundirse con los propios le permitirán
colocarse en primera línea entre las naciones más prósperas del mundo. Al fortalecer
su economía, México está fortaleciendo su independencia.
¿Qué tan extranjera puede ser una Empresa
como la nuestra?
¿Cómo pueden considerarla extranjera
nuestros detractores, cuando la Compañía de Luz desde hace más de 50 años ha
hincado raíces y se ha establecido firmemente como una de las industrias
básicas que el país considera como suyas?
Ciertamente, la Compañía de Luz fue fundada
a principios del siglo por extranjeros y con capital extranjero; pero nuestra
Empresa utiliza elementos mexicanos y suministra bajo el control del Estado, un
servicio público que es fundamental en el desenvolvimiento económico de la zona
central de la República. Todo esto la ha hecho acreedora al respeto y apoyo de
las gentes sensatas, no recientemente, sino en toda su larga ejecutoria.
Todo lo anterior es cierto en la medida en que todavía en la última etapa del porfiriato se produjo la que he considerado como primera etapa de globalización, al permitir que entraran capitales extranjeros para revitalizar las precarias condiciones económicas por las que pasaba el país, enfrentado al dilema de una necesaria modernidad que no terminaba de madurar, luego de los bandazos a lo largo de todo ese siglo XIX, complicado y conflictivo en si mismo. Por tales motivos, uno de los impulsos que se materializaron plenamente fue el de la industria eléctrica, de la que la Mexican Light and Power Company, Limited fue pionera en ese sentido, al punto de que poco a poco comenzó a permear en la sociedad hasta considerarse como una entidad industrial que, en tanto nutrida por capital extranjero, se convertía cada vez más en esa empresa con esquemas al servicio de México, y para los mexicanos. Pero fue hasta 1960 en que esa condición prevaleció como resultado del agotamiento que los mismos capitales venidos de fuera ya no podían resolver en una condición que ya sólo le era consubstancial a la sociedad mexicana.
¿Es posible establecer en México, o en
cualquier otra parte del mundo, industrias 100% nacionales en el sentido de que
deben aprovecharse exclusivamente capital y equipos, brazos y técnica del
propio lugar? No.
No existe una sola industria en México ni en
ninguna otra parte de la tierra que pudiera reunir este absurdo requisito. Todas
las industrias del mundo aprovechan, lógicamente, la experiencia, los
capitales, los equipos y a veces los brazos ajenos y al hacerlo proporcionan un
servicio valioso a su país, dentro de una correcta filosofía nacionalista, que
es la de ofrecer a los habitantes de una nación, lo mejor, utilizando lo que se
puede aprovechar de otras naciones.
¿A qué viene esta clase de publicidad? Se pretende
fomentar un falso nacionalismo y con ello restringir el esfuerzo de México,
sembrar el desaliento y entorpecer la cooperación que México puede y debe
obtener de otros países. Naturalmente este propósito es malévolo y
despreciable.
Desde entonces, se veía venir este
escenario, donde la dependencia a que se ha visto sujeta nuestro país de mucho
tiempo atrás hasta nuestros días, hoy día queda remarcada en la amenaza de que,
al aprobarse la reforma energética, este escenario todavía es aún más
abrumador, pues hará de este, nuestro país, una nación dependiente del primer
mundo, de los dictados que fijen aquellos grupos de poder, al punto de alcanzar
niveles de maquila, donde lo que no sirva o estorbe, debe eliminarse, gracias a
mecanismos como el outsourcing que despoja al obrero, al trabajador de
cualquier condición digna en lo laboral, y sólo cumple con metas de crecimiento
y eficiencia donde priva un ambiente endurecido, limitado y condicionante de “lo
tomas o lo dejas”. No hay más.
Lo que conviene y es necesario, es que
México aproveche lo que otras naciones son capaces de producir y
proporcionarle, bien sea capitales, servicios y maquinaria de manera que al
progresar, sea cada vez más fuerte y sus habitantes disfruten de mayor
bienestar y de manera que cada vez estemos en mejores condiciones de exportar a
otros continentes lo que nosotros podemos producir en exceso a nuestras
necesidades.
Por tanto, no hubo ni ha habido, hasta
ahora, una condición natural en la que México, en pleno autoabastecimiento de
capacidades, sea lo suficientemente fuerte para no depender de nadie, que no
sea de la fuerza de sus trabajadores, de la maquinaria que estos mantienen en
términos de la eficiencia y la productividad. Tal es una utopía.
Por este camino México podrá colocarse entre
los países prósperos que exportan sus productos y servicios y, por qué no,
capitales. Los capitales extranjeros, como los individuos, al sentar raíces en
un país que les brinda hospitalidad, se nacionalizan poco a poco y a la postre
se convierten en nativos. Nosotros los de esta casa, no podemos aceptar que se
nos diga que las turbinas de la Planta de Necaxa o las redes de distribución de
la Empresa, son capital extranjero; hace mucho tiempo que sus enormes
instalaciones representan un capital arraigado, mexicanizado y parte del
patrimonio industrial de México.
Hasta aquí con las palabras y las ideas que
pretendió dar a conocer una empresa más que sentía en esos precisos momentos
que su capacidad se agotaba. Aún así, seguía demostrando que la filosofía, la
que aplicó desde el principio de su participación, precisamente en Necaxa, ya
era y formaba parte del patrimonio de los mexicanos, aún cuando detrás de todo
esto hubo un capital de procedencia extranjera que lo hizo posible. Por fortuna,
la capacidad de sus trabajadores, todos ellos (o la mayoría de ellos) mexicanos
logró el resto, que no es poca cosa. Y en ello, al paso de los años, superada
la nacionalización y llegado el momento en que el neoliberalismo se apoderó del
ambiente, alcanzó su plenitud, hasta que vino un gobierno que no entendió todo
aquello que consiste en mostrar cuán fuerte puede ser el nacionalismo, el
compromiso por un país, no en términos patrioteros o chauvinistas, sino que
estaba ya madura la condición de todo aquello que significaba defender un
patrimonio, no sólo el industrial, también el laboral, y desde luego el que para
muchos, supuso el propio nuestro, con el que habríamos de construir y asegurar
un futuro, el cual no nos fue dado, sino negado por la fuerza del estado en octubre
2009, lamentablemente.
31 de octubre de
2013.