LUZ A LOS POETAS…
FUERZA A LOS POETAS.
POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
LOS PARIAS
Allá en el claro,
cerca del monte,
bajo una higuera como
un dosel,
hubo una choza donde
habitaba
una familia que ya no
es.
El padre, muerto; la
madre, muerta;
los cuatro niños
muertos también;
él, de fatiga; ella,
de angustia;
ellos de frío, de
hambre y de sed!
Ha mucho tiempo que fui
al bohío
y me parece que ha
sido ayer.
¡Desventurados! Ahí sufrían
ansia sin tregua,
tortura cruel.
Y en vano alzando los
turbios ojos,
te preguntaban,
Señor, ¿por qué?
y recurrían a tu alta
gracia,
dispensadora de todo
bien.
¡Oh, Dios! Las gentes
sencillas rinden
culto a tu nombre y a
tu poder;
a ti demandan favor
los pobres,
a ti los tristes
piden merced;
mas como el ruego
resulta inútil,
pienso que un día,
pronto tal vez,
no habrá miserias que
se arrodillen,
no habrá dolores que
tengan fe!
Rota la brida, tenaz
la fusta,
libre el espacio,
¿qué hará el corcel?
la inopia vive sin un
halago,
sin un consuelo, sin
un placer.
Sobre los fangos y
los abrojos
en que revuelca su
desnudez,
cría querubes para el
presidio
y serafines para el
burdel!
El proletario levanta
el muro,
practica el túnel,
mueve el taller;
cultiva el campo,
calienta el horno,
paga el tributo,
carga el broquel;
y en la batalla
sangrienta y grande,
blandiendo el hierro
por patria o rey,
enseña al prócer con
noble orgullo
cómo se cumple con el
deber!
Mas ¡ay! ¿Qué logra
con su heroísmo?
¿Cuál es el premio,
cuál su laurel?
El desdichado recoge
ortigas
y apura el cáliz hasta
la hez.
Leproso, mustio,
deforme, airado,
soporta apenas la
dura ley,
y cuando pasa sin ver
el cielo
la tierra tiembla
bajo sus pies!
SALVADOR DÍAZ MIRÓN.
A UN JORNALERO
Lírica gracia exorna
y ennoblece
¡oh, proletario! tu mansión
mezquina:
el tiesto con la
planta que florece,
la jaula con el
pájaro que trina.
Sospechoso el tugurio
no parece,
cuando hay en él,
como señal divina
el tiesto con la
planta que florece,
la jaula con el
pájaro que trina.
¡Lúgubre la morada
que guarece
miseria que no luce,
por mohína,
el tiesto con la
planta que florece,
la jaula con el
pájaro que trina.
¡Siniestro el pobre
que de hogar carece,
o a su triste refugio
no destina
el tiesto con la
planta que florece,
la jaula con el
pájaro que trina!
SALVADOR DÍAZ MIRÓN.
PARA EL PUEBLO
Quien no sepa sufrir,
su escudo deje
sin esperanza de
luchar más tarde…
tal vez haya otro
indigno que se queje
de recoger las armas
de un cobarde.
Tal vez haya un malvado
que en la obscura
noche del interés que
a vil ampara
nos muerda el corazón
con su impostura
y nos ponga su látigo
en la cara.
Quien no lucha, no
sabe en su porfía
contrarrestar el
sufrimiento humano,
y merece por torpe
todavía
los recios bofetones
del tirano.
El dolor es la prueba
y la templanza
de los batalladores
varoniles,
¡y a cuántos pobres
el desprecio alcanza
sobre su inmundo lodo
de reptiles!
¡Triste de aquel que
a su dolor no reta!
¡desdichado de aquel
que no combate!...
hasta al mismo
vencido se respeta
cuando en sus iras de
dolor se abate.
FERNANDO CELADA.
EL CARPINTERO
¡Cómo admiro las
cúspides que escalas…
tu vencedor aliento
de coloso
traspone las alturas
que señalas,
como si fuera un
cataclismo de alas
precedido de un
vértigo grandioso.
Tu mano encallecida no
flaquea,
tu brazo poderoso no
se abate
y tu cerebro
fortalece y crea:
eres sobre tu banco
de pelea
un gladiador del
siglo, hecho combate.
Lo mismo haces
palacios que cabañas:
tu ley es el esfuerzo
del trabajo;
tu arsenal son los
bosques y montañas
y clavas tu bandera
en las entrañas
del árbol colosal que
viene abajo.
Tú construyes la cuna
blanda y leve
que arrulla al niño
en su primer aurora
y el fúnebre sudario
que conmueve;
de cada tronco formas
un relieve
que el palacio del déspota
decora.
Pules y ensamblas al
fugaz redoble
que produce el
crujido de la escopla,
haciendo enardecer tu
frente noble,
como si fuera una
gran lira el roble
de donde arrancas fugitiva
copla.
Tu escuadra no es la
escuadra que bloquea
desprovista ciudad y
la consume
y la convierte en
tumba y la saquea:
es la que traza el
golpe de la idea
sobre el pino
fragante de perfume.
No martilleas con
injusta mano
las miserias del
pueblo a quien provoca
el fatídico golpe del
tirano;
tu martillo es más
noble y más humano
porque convierte en
arte lo que toca.
Tus armas de combate
son sencillas,
pero triunfan en
todas las cruzadas;
ora pule el formón
mil maravillas;
ora arrancas, al
tiempo que cepillas,
del macizo oyamel,
cintas doradas.
Del tronco altivo que
el ciclón desploma
filigranas de rey
hacen tus brazos
y noble orgullo por
tu frente asoma,
cuando tu mano
encallecida aroma
la madera triunfal
hecha pedazos.
Al golpe de tu
músculo gigante,
vibra la sierra su
compás sonoro
y tu respiración es
jadeante,
mientras salta el
serrín en tu semblante
como una leve
polvareda de oro.
Paladín: las alturas
que señalas,
muestran una bandera:
el Socialismo.
Que entre Dios y el
progreso tiende escalas…
¡Haz una enorme
sacudida de alas
y atraviesa de un
vértigo el abismo!
FERNANDO CELADA.
ASONANCIAS
Sabedlo, soberanos y
vasallos,
próceres y mendigos:
nadie tendrá derecho
a lo superfluo,
mientras alguien
carezca de lo estricto.
Lo que llamamos “Caridad”,
y ahora
es sólo un móvil
íntimo,
será en un porvenir
lejano próximo
el resultado del deber
escrito.
Y la Equidad se
sentará en el trono
de que huya el
Egoísmo,
y a la ley del
embudo, que hoy impera,
sucederá la ley del
equilibrio.
SALVADOR DÍAZ MIRÓN.
AUDACIA
Basta de timidez. La gloria
esquiva
Al que por miedo
elude la pelea
Y con suspiros
lánguidos rastrea,
Acogido a la sombra
de la oliva.
Sólo una tempestad
brusca y altiva
Encumbra la pasión y
la marea,
Y en empinados
vórtices pasea
El abismo de abajo en
el de arriba.
¡Oh, rebelde!
Conquista la presea;
Goza de la hermosura inebriativa
Y horror a los demás
tu dicha sea!
¡Arrostra por la
gracia la diatriba,
Y en empinados
vórtices pasea
El abismo de abajo en
el de arriba!
SALVADOR DÍAZ MIRÓN.
Fuente: LUX. La revista de los trabajadores. Año XXIII, Marzo, abril y mayo de
1950, N° 3, 4 y 5, p. 82-83.