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jueves, 16 de octubre de 2014

¿CÓMO SE CREA LA LUZ?

LUZ y FUERZA DE LA MEMORIA HISTÓRICA Y SUS AUTORES INVITADOS.

SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

¿CÓMO SE CREA LA LUZ? DE CARLOS GÓMEZ CARRO.[1]

   A partir de una serie de metáforas, el autor, integrante de la comunidad en la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Azcapotzalco, desborda sus personales inquietudes sobre un tema que no sólo cae dentro de la explicación científica, sino eminentemente literaria, en la que caben infinidad de posibilidades creativas para entender, desde una y mil miradas, el sentido o el significado que la luz tendría en la literatura, o en la visión personal de cada ser humano. Por ese solo motivo, cuando encontré el texto que hoy se convierte en recomendación gozosa de lectura, sus condiciones vienen a ser un despliegue de embarcaciones dispuestas a cruzar los mares de la imaginación, enorme espacio donde caben, como en el universo, las más infinitas posibilidades de crear y recrear la vida, a partir de la luz misma.

He aquí el texto.

La luz es, ante todo, una de las metáforas mayores. El acto puro que ilumina. La luz es la que nos permite ver –ver es creer– y de ahí surge cualquier ganancia. Al dejarnos ver, nos crea; al permitir vernos, nos define. La luz permite la definición. Definir es precisar lo iluminado. Ser es ser iluminado, de cualquier modo que la luz se ubique sobre el objeto definido por ella. De modo que el ser no puede ser sin la luz, de ahí que la luz sea el origen de lo extraordinario.
   Metáfora en el sentido más prístino posible: expresión de la conversión de la materia en energía. De ahí que sea el acto por excelencia. Pues de actos se constituye el cosmos. Aquí, lo importante es que la luz, al iluminar, separa; enajena la unidad, crea la diversidad absorta, perenne. Separa los objetos entre sí y permite al sujeto contemplarlos en él. Extensa es la discusión de si a un objeto se le contempla en sí o en quien lo observa. El objeto es definido por la luz en el sujeto. La mirada –el sujeto mismo– es la otra metáfora preferente de la luz. La mirada es luz dirigida hacia un objeto. Mirar es iluminar o no es nada.
   La luz, por así decirlo, “toca” al cuerpo al definirlo; lo penetra y funda. La luz es un ejercicio de penetración, una caricia suave en cuanto que se posa sobre el cuerpo y sus hendiduras. Lo posee y esgrime su naturaleza. Lo mismo hace la mirada sobre el cuerpo –sobre todo, sobre el cuerpo amado–, destila en ella la cadencia de su forma, cala sus turgencias y se abisma en los escotes hasta donde la sombra proyectada por la propia luz lo permite. La mirada es la luz del ser.
   No obstante, la mirada no es la luz sino su percepción. La mirada observa el hacer de la luz, es su testigo. La mirada analiza lo que la luz descubre. La mirada descubre con la luz el cuerpo iluminado. La mirada describe lo que la luz descubre. La luz es la lámpara; la mirada, el enfoque de la lámpara. La voluntad que apunta al objeto iluminado. La mirada avanza con la luz, es su voluntad. La voluntad de ver, de transformar.
   La mirada emplea, por así decirlo, a la luz para modificar el objeto. El objeto es la finalidad de la mirada y la luz su método. La luz parte en todas direcciones; la mirada mira. Focaliza el
objeto iluminado. La mirada es la voluntad de la luz, dije, su punta lanza. La conciencia de la luz. La conciencia del ser.
   La luz crea al ser, la mirada lo testifica. Antes de la luz el ser no era. No había ser. El ser se define por el acto de la luz. La luz historia la existencia del ser. El ser es el ser iluminado, incluyendo sus sombras. La luz fluye por el cuerpo para que la mirada lo examine. Totalice su existencia y lo descifre. Descifrar es percibir cómo la luz transita sobre el cuerpo iluminado. La mirada mira la luz sobre los cuerpos. La mirada desnuda los cuerpos con la luz. Al tocar la luz al cuerpo, lo delimita y lo funda. Lo dimensiona y lo relativiza en relación con el resto de los cuerpos. Ser es ser el cuerpo ordenado por la luz. La luz define el orden del mundo.
   La luz define el modo como los objetos del mundo se relacionan entre sí. La luz se crea en la con-fusión de los cuerpos. En el roce de los cuerpos. En la conjunción de los cuerpos. Mientras más intensa sea la fusión, mayor la luz creada. La luz establece la relación de los cuerpos. La luz es la consecuencia de los hechos. Actuamos en la luz, para la luz, con la luz. La luz, el supremo misterio.
   La metáfora se extiende sobre otros territorios inconmensurables. Sobre el conocimiento mismo, y aun sobre la inteligencia. Y es que no puede ser otra cosa más que metáfora, pues la luz se irradia sobre el sujeto a través de sus sentidos. Nunca es ella en sí, sino en el sujeto. El sujeto la llama luz por llamarla de algún modo. Nombrar la luz –como todo lo demás– es nombrarla en él, en la especie, para la especie. Y es que el lenguaje es la percepción de la luz. El lenguaje obra por la luz. Aunque también, por la luz, ilumina.
   Y si la luz es metáfora del conocimiento, lo es porque al referirla aparece no la luz, sino el objeto iluminado y a eso denominamos conocimiento. Al objeto iluminado en el sujeto. Iluminar es saber. Descubrir, como inventar, es mostrar ante la luz el objeto antes oscurecido. Lo oscuro es aquello que no hemos nombrado, de manera que nombrar es iluminar, detener la luz sobre el objeto.

“Tesseract/Hypercube / 1024 Architecture”. Marzo, 2014. [en línea], 2014, http://www.diedrica.com/2014/03/tesseracthypercube.html [consulta: 16 de octubre de 2014]

   Conocer es, entonces, mirar en su diversidad el objeto iluminado. Mirar el objeto tocado por la luz. Con la luz nombramos. Nombramos lo que la luz descubre. Nombrar es el ejercicio bautismal que registra lo que la luz muestra. Puesto que sólo se comprende en el lenguaje. El lenguaje es el instrumento con el que la mirada precisa el objeto iluminado. El instrumento con el que descifra los hechos de la luz. Los hechos se descubren con la luz. Los hechos se muestran con la luz. Con la luz, los hechos son. Pero los hechos son los nombrados, los bautizados por la lengua.
   Se dice de quien sabe que es un iluminado. Que tiene la luz de su parte. Nada más cierto. El iluminado sabe por la luz, porque ilumina con la luz. Con la luz del conocimiento. Porque describe lo que la luz descubre. El conocimiento es la acción de descubrir, de iluminar, de darle registro a los hechos dentro del lenguaje. Nombrar es el ejercicio metafórico por excelencia. Nombrar es crear. Crear es creer.
   En la metáfora se ejercita el saber del mundo. El mundo es una relación metafórica por medio de la cual el mundo se revela en su diversidad. Nombrar es encadenar los hechos en una sucesión de figuras. Nombrar es figurar el mundo. El sujeto de saber revela el mundo a través de figuras. Figurar es relacionar los hechos por medio de la razón. La razón es el reconocimiento de las causas. Comprendemos los hechos a través de la figuración de sus relaciones causales.
   La metáfora descubre el sentido de los hechos. La poesía, así, se convierte en el ejercicio de revelación del origen del mundo. La tarea del poeta y del científico se funden en el acto de revelar el funcionamiento del mundo. El poeta inventa las relaciones metafóricas que en el lenguaje acaecen. Los hechos son relaciones. Las metáforas nombran esas relaciones. El poeta las enuncia. El científico, las explica. El filósofo, las comprende. Revelación y comprensión son los términos de conocimiento del mundo. Del conocimiento metafórico del mundo.
   Revelar es un ejercicio, además de metafórico, de desciframiento. El poeta al revelar, descifra en una nueva cifra. En una nueva composición. La comprensión, complemento antinómico de la revelación, sintetiza a partir de modelos. Un modelo es el procedimiento de un mecanismo, la secuencia de un comportamiento. Los hechos se revelan a partir de modelos de comportamiento sobre los que el sabio ensaya su comprensión. El sabio muestra al mundo los modelos de comprensión que figuran el mundo. El mundo es un modelo figurado de comprensión en el que se muestra la interacción entre sujetos y objetos. Entre hechos y objetos. Saber es modelar esas relaciones. Mostrarlas es la tarea del sabio, poeta, filósofo o científico. El sabio intenta a partir de la ejecución de los hechos –la ejecución es la realidad– inferir el modelo.
   Luz y mirada representan la relación binaria sobre la que se monta el conjunto de dualidades complementarias que explican los modelos bajo los cuales el mundo se muestra. Un mundo que se muestra en la luz metafórica del lenguaje. El lenguaje es quien modela el hecho iluminado, el complemento binario de la luz. En el lenguaje se monta la mirada de la luz. El sentido de la luz.
   El lenguaje funciona a modo de sinestesia de la luz, en tanto que la alternancia eufónica que la sustenta alude a la inundación luminosa. En el lenguaje escrito opera una segunda sinestesia, la de escuchar el lenguaje con los ojos. Con los ojos escuchamos los sonidos esparcidos sobre la página cifrada. Cifras oscuras que al negar la luz, la muestran.
   Mientras más negra la palabra, mejor penetra la luz del lenguaje. Con ella, la mirada palpa, dirige, manipula la luz en su juego melódico. Si todo acaece para ser libro, el libro se constituye de alternancias eufónicas que figuran el mundo en una melodía. El libro, la melodía del mundo. Lo dice Steiner, la melodía, el supremo misterio del mundo. Misterio paralelo al de la luz.
   Sólo que la música no es en sí, como lo es la luz, sino en mí. En mí, la música se revela, en mí revela. La música es el instrumento privilegiado con el que me relaciono con la luz. La música explica en mí lo que la luz es en sí. La música es el entronque de la razón y los sentidos. Porque la música se dilata en los sentidos. La música es la luz del alma humana. La dialogante frente a la luz del mundo. La música es el libro de la luz. En la música se muestra el sentido de la luz, en tanto que la música es sombra de la luz. La letra de la luz. La composición de la luz, en cuanto que muestra su organización. Su modelación.

“Tesseract/Hypercube / 1024 Architecture”. Marzo, 2014. [en línea], 2014, http://www.diedrica.com/2014/03/tesseracthypercube.html [consulta: 16 de octubre de 2014]

   Modelar es musicalizar. La música es la compañera inefable de la luz, de su misterio. Se compone para la luz, para comprender la luz. Comprender la luz es acompañarla, solamente. Se modela a partir de la música. La verdad es un modelo de representación, en el que la realidad es la piel de esa representación. La verdad es su propia representación. Representación pura. La verdad como tal, entonces, es una ficción, pues la verdad es un ensayo de explicación de un hecho. Así, la verdad es un modelo ficcional, un ensayo, en tanto que sólo representa lo que explica, y en su eficacia explicativa reside su pertinencia. La realidad es la piel, lo que envejece, pues es el modelo lo que en verdad queda.
   El modelo es una composición ejecutable que mediante error y acierto –más errores que aciertos– se ensaya en la realidad. La realidad es la puesta en escena de los modelos. El mundo es la totalidad de esos ensayos que llamamos hechos. La realidad es el resultado de una composición, de su ejecución. Sartre se preguntaba si la melodía concluye si la ejecución se interrumpe. No. La ejecución no es la melodía, sino que la composición es la melodía. (La composición es melodía en potencia; ejecución, en acto.)
   De Troya nada queda sino lo que está en los libros, en la composición de los libros sobre Troya. Lo mismo ocurre con Atenas y con México Tenochtitlan. Roma sucede en los libros, aún. Roma y México sólo son melodías registradas en los libros. (La tragedia de México Tenochtitlan aún nos angustia.) Todo pasa en los libros, donde nada pasa. Sino su música.
   En su modelo que está más allá de la letra. La letra de los libros ocurre fuera de los libros. Ocurren en mí los libros. La oscuridad de los libros ilumina mi paisaje, pues lo hace comprensible. La comprensión es la iluminación del paisaje. El paisaje acompañado por la música, por el silencio de la música que resuena en mi sino. En mi sino ocurre el paisaje que se comprende por la música. La música, tiempo iluminado.
   La razón sirve para componer armonías, para precisar la composición de la armonía. La música es la armonía de la música. La razón es el simulacro de la luz que se enfoca en armonías sobre el objeto de la luz. La razón es el alma en acción. La función de la razón es la de crear modelos armónicos entre los hechos y los objetos. Entre mi sino y el mundo.
   En la letra se concibe la melodía del alma. El alma es el estilo con el que se crea la melodía. Un estilo que teje y desteje, dispuesto a comprender mediante error y acierto en el pautado de una hoja, como una historia que ocurre en un ciclo de veinte años. La armonía justifica al alma, al estilo del alma. Es un procedimiento, una manera de hacer el ser. El alma ocurre en el tiempo, como la armonía. La música se desplaza en el tiempo, como la luz en el espacio. La música es tiempo; la luz, espacio.
   El libro es la lectura del libro como la composición se hace la ejecución de la melodía. El modelo se cumple en un ejercicio de desplazamiento en el tiempo-espacio. El modelo es luz que se hace tiempo; armonía en su desplazamiento temporal. En su lectura, el libro se abre a sus posibilidades, como una partida de ajedrez en sus movimientos. Los movimientos anuncian las posibilidades del juego y en ello el dominio sobre el tablero y sobre el libro mismo. En la lectura, el lector ejecuta lo que el autor ha compuesto. Los libros son, así, composiciones ejecutadas.
   El mundo –que otros llaman la realidad– como un modelo ejecutado. Pero en un estadio, veintidós piezas, a modo de grafías, ejecutan una melodía concebida por jugadores y espectadores en un sueño colectivo. Un sueño con los ojos abiertos. El libro deja de ser del autor y pasa a ser el de sus ejecutantes. El personaje ejecutante se insubordina y exige ser el autor de su propia historia, del devenir del tiempo. La melodía, la armonía musical se hace múltiple y anuncia la armonía de la ejecución colectiva, de todos con el todo. El mundo como la ejecución armónica de una composición múltiple que acompaña el paso de la luz. Aparece entonces el espacio-tiempo de la luz y de la música.



[1] Carlos Gómez Carro: “¿Cómo se crea la luz?” México, Universidad Autónoma Metropolitana. En Tema y variaciones de literatura. Semestre I, 2014, N° 36. 264 p. (p. 259-264).

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