LUZ A LOS POETAS…
FUERZA A LOS POETAS.
SELECCIÓN DE: JOSÉ
FRANCISCO COELLO UGALDE.
El presente conjunto de poemas, representa
la visión que los redactores de LUX. La
revista de los trabajadores tuvo para comprender que tales creaciones
significaban o expresaban desde una construcción tan especial como el verso, la
dura realidad a la que se enfrenta el hombre en cuanto se somete o es sometido
a una condición de trabajo. O al hecho de que este también es capaz de someter
a la naturaleza, capaz, desde tan sensible imaginario de reprochar ciertas
acciones incorrectas que acomete el propio ser humano (como lo veremos en El lináloe de Fernando Celada). Se trata
de seis nuevos ejemplos literarios que van consolidando un propósito, el de
concentrar en la presente intención, aquellos ejemplos cuya evidencia es una
estela de insinuaciones que refieren –como telón de fondo-, la relación habida
entre el hombre y el trabajo, entre el trato desigual que deviene explotación
del hombre por el hombre y también el de un descarnado ambiente que resulta de
cometer abusos en contra de la naturaleza, reflejo que podremos comprender en
la intensa lectura que viene a continuación.
A UN PROFETA
Santa la poesía
Que a los parias
anuncia el nuevo día
¡y es tan consoladora!
A tu ensueño de bardo
el Sol ya sube:
el astro por vecino
enciende aurora,
y desde abajo del
confín colora
de topacio la nube.
Mas encorvas el pecho
y abates la cerviz. Nunca
derecho
en surco el labrador
que siembra el grano!
Creyérase que
inclinas los tributos,
parecido al banano,
que dobla la cabeza
con los frutos
y muere por servirlos
a la mano!
Al ciego y al insano
brindas luz y razón,
y al hambre a veces
multiplicas los panes
y los peces.
¡Y lloras amargura!
¡E imprecas y te
corres!
¡Y elevas los dos
brazos, en figura
de templo que sublima
un par de torres!
Y estímulos de pena
fecundan más la vena:
ondas acuden a la sed
que abrasa,
tienen un surtidor en
cada herida,
y no al flujo de vida
fierezas ponen con
injurias tasa:
el río bulle y se
desborda y pasa.
Virtud o vicio el
estro
saca del corazón
dulce o siniestro,
e induce al himno
deleitable o torvo.
Brisa cambiante que
del medio asume
el hálito en el
sorbo!
De mecer un jardín
toma el perfume
y de rasar un
lodadero el morbo.
¿Laureles? No de
iluso los desmanes:
ascensiones comienzan
por caídas
para las desmedidas
envergaduras y los
pesos grandes.
Así de cresta de
tajada loma
el buitre de los Andes
brinca, y por un
momento se desploma!
Buena la lid si al
cabo
en el broquel del
bravo
la gloria brilla
hirsuta de saetas;
y propicio el volcán
del horizonte,
si nevadas y grietas,
para linfas y vetas,
dañan la cumbre y el
estribo al monte!
Pero no de la ira
traigas a la canción
chispa que prenda
en la turba tremenda
furor que acuse de
maldad la lira.
No al árbol de la
senda,
no a la encina
sagrada el trueno enrosque
llama que cunda por
el viento al bosque!
En oscura contienda
la bronca Rebeldía
pugna con la
implacable Tiranía.
Oh, que tu alma en su
prez, hijo de Apolo,
se ostente al mundo
cual antorcha pía;
y en la batalla de la
fe y el dolo,
arda y no queme, sino
alumbre sólo!
SALVADOR DÍAZ MIRÓN.
NERÓN
No maldigo a Nerón:
su alma divina
sobre los siglos del
espanto asoma
y su nefasto pebetero
aroma
el consagrado altar
de Mesalina.
No lo maldigo si a
morir destina
entre el incendio y
el terror a Roma,
ni lo aborrezco
cuando el hierro toma
para rasgar el
vientre de Agripina.
Aborrezco a la
imbécil muchedumbre
que en medio del
escándalo y la lumbre
al cielo mudo levantó
sus manos.
Y no supo en sus
cóleras divinas
“¡Que con almas se
forman guillotinas
donde poder
estrangular tiranos!”
FERNANDO CELADA.
LA CUNA VACÍA
¿Qué pule el
carpintero con dicha tanta
que nunca más ufano
me pareció?
Está haciendo una
cuna, canta que canta,
para un hijo del alma
que ayer nació.
¿Qué cosa el
carpintero labrará ahora
que nunca más
siniestro me pareció?
Está haciendo una
caja, llora que llora,
para su hijo del alma
que ayer murió.
El pobre carpintero,
sin dicha alguna,
todas las tardes
vuelve solo a su hogar…
se acuerda de su
niño, mira la cuna
en silencio se pone
triste a llorar…
FERNANDO CELADA.
¡POBRES RICOS!...
¡Pobres ricos…! Tan fatuos,
tan pagados,
sin conciencia, sin
Dios, sin caridad…
Un puñado de pesos
mal pagados
es todo lo que valen.
La humildad,
la confianza de los
desamparados,
su prudencia, su fe,
su estoicidad,
son diamantes
ocultos, ignorados,
que valen por toda
una eternidad.
Y pensar que hay tan
hondas divisiones,
tan injustas, tan
fuera de razón:
Por unos pesos más
¡qué de atenciones!
por pesos menos…
¡sólo humillación!
¡Ah, sociedad,
destruye tus blasones
que la nobleza está
en el corazón!
ALFREDO COELLAR
GÓMEZ.
EL LINALOE
Cortó un leñador el
tronco carcomido
de un lináloe,
y el pobre tronco
envejecido
dijo con un gemido:
¿Por qué me cortas?
¿Por qué?
cuando el leñador lo
había herido
y rodaban las hojas a
su pie,
exclamó el lináloe
adolorido:
¿Por qué me cortas?
¿Por qué?
¿No di mi perfume a
las aves
que venían la aurora
a alegrar?
¿No sirvieron mis
festones de naves
a los pájaros
cansados de aletear?
¿No hice a cada
retoño
un nido y un hogar?
¿Y no en la primavera
y el otoño
fue mi sombra un
asilo secular?
¿Entonces, por qué
hieres
mi tronco
inofensivo?...
El hombre es más
altivo,
más injusto y cruel,
y lo prefieres.
Yo no haría daño
alguno:
mi sombra era piedad
y tú eres importuno
y me has roto la vida
con crueldad.
Y al aire el leñador,
a Dios le plugo,
que una profunda
compasión sintiera,
porque llevaba en su
hacha de verdugo
un infinito olor de
primavera.
FERNANDO CELADA.
A los héroes sin nombre
Milicias que en las
épicas fatigas
caísteis, indistintas
e ignoradas,
cual por la hoz del
rústico segadas
en tiempo de cosecha
las espigas;
que moristeis a manos
enemigas,
fulgentes de
entusiasmo las miradas,
tintas hasta los
puños las espadas
y rotas por delante
las lorigas.
¡Oscuros Alejandros y
Espartacos!
La ingratitud de
vuestro sino aterra
la musa de los himnos
elegíacos.
En las cruentas
labores de la guerra,
sembradora de lauros,
fuisteis sacos
de estiércol, ¡ay! Para
abonar la tierra.
SALVADOR DÍAZ MIRÓN.
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