POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Portada de la revista LUX, diciembre de 1928.
De entrada, encontramos un saludo que ofrece
Felipe Bustos, recientemente elegido como Secretario General del S.M.E., y quien hizo una invitación
para que la comunidad toda de trabajadores agremiados en este emblemático
sindicato afirmara el camino trazado. Dicha empresa resultaba difícil,
complicada pero ante tal escenario no era posible claudicar. De ahí que su
arenga, desplegada con sólida vehemencia fuese en esos momentos el estandarte
empuñado a la vanguardia como símbolo de la lucha obrera, y donde los
electricistas siempre fueron referente.
La portada, lograda en tonos con tendencia
al rojo, muestra a un niño descalzo, realizando labores de “aguador”, uno de
aquellos oficios que venían desde la época del virreinato y que pervivieron no
solo en el siglo XIX. También, y como puede comprobarse, seguía siendo una
actividad en el avanzado siglo XX. Creo que es notorio el hecho de que el
mensaje subliminal intentaba evitar que los niños se convirtieran en una
extensión de la mano de obra forzosa, en la que además no percibían más que una
ridícula compensación. La recia mirada, esa armonía corporal que consigue el
equilibrio, incluso el de los dos recipientes que lleva cargando, se fortalece
con otro elemento apenas perceptible como es lo intenso de un sol al que hace
frente su moreno rostro el que, para fortuna del fotógrafo, se observa
completo, y donde ese sombrero de palma queda de lado, pues nuestro personaje
se sabía retratado. De todo lo anterior se tiene como resultado –además-, una
imagen que refleja condiciones de miseria, abuso, inocencia, ternura, dolor, y
una rara condición donde el artista recupera el momento en que ese niño tiene
que hacer un alto en el camino y, sin mirarse las ropas logra imponerse en un
primer plano, mientras que, como telón de fondo se tiene otra realidad. Esta se
pierde ante el llamado que su silencio implora en la dilatada resignación que
también es posible apreciar.
Detalle de la portada.
Varias páginas se ocupan del reciente suceso
de las elecciones generales en que se decidió elegir al nuevo Comité Ejecutivo
del Sindicato., mismo que quedó integrado como sigue:
Secretario
General, Felipe Bustos; Interior, José V. Arias; Exterior, Vicente G.
Rodríguez; Trabajo, Roberto Cornejo; Tesorero, Carlos Álvarez Varela; Actas,
Antonio Vallejo; Instrucción, Francisco de Celis; Subsecretario del Trabajo,
Daniel Hernández; Subtesorero, Gregorio Azpeitia; Instrucción, José R. Cruz.
Comisión
de Hacienda: Carlos F. Padilla, Presidente; Francisco S. Garnica y Francisco
González, Vocales.
Comisión
de Honor y Justicia: Guillermo B. Bravo, Presidente; Manuel Arroyo y Francisco
Ayala, Vocales.
Comisión
Mixta: Luis Jardón, Presidente; Carlos Téllez y Antonio Nájera, Vocales.
Comisión
de Prensa: Pedro Ruiz Saiz, Presidente; Alberto Torres y Gabriel Álvarez,
Vocales.
Comisión
Técnica de Trabajo: Hipólito P. Sepúlveda, Presidente; Delfino Revilla y Andrés
Vilchis, Vocales.
Se presentaron los discursos del caso y se
prestó juramento, así como la entrega del Comité saliente al que, a partir de
esos momentos, 14 de diciembre de 1928 tomaba la estafeta de las
responsabilidades. Concluyó aquella ceremonia con un festival, donde
participaron desde un sexteto y el reparto de premios que supieron “conquistarse
los alumnos de las clases que se imparten en nuestra Agrupación, durante el
pasado curso escolar…” Un baile, vino a ser el feliz desenlace de aquel
acontecimiento, el cual se desarrolló en el Salón ubicado en Tacuba 2.
En sus “Lecturas para obreros”, José R. Cruz
confeccionó un texto que sirvió como balance de todo lo realizado en 1928. En seguida,
“El Hombre y el libro” se convirtió en otra serie de ideas que vinculan la
alianza habida entre aquellos que, pretendiendo cultivarse, formarse dentro de
un ambiente para ampliar sus conocimientos, estos son dados a partir de la
buena selección de obras literarias, porque “Cada libro, pues, es un acarreo al
gran edificio de la inteligencia, siempre en construcción, y que no se acabará
nunca, por más años y siglos que dure el mundo”.
En “Propaganda Cultural” dan a conocer los
diversos métodos para erradicar un problema entonces presente en algunos
sectores: el analfabetismo, para lo cual se indica que “nuestro Sindicato, con
la valiosa ayuda de la Cía. Mexicana de Luz y Fuerza, gasta alrededor de
$5,000.00 anuales en el sostenimiento de su Escuela para Obreros, y que,
individual y colectivamente, estamos obligados todos los que nos honramos en
pertenecer al Sindicato Mexicano de
Electricistas, a aprovecharnos de estos nobles esfuerzos”.
Y mientras Gonzalo Palma se desborda en un
artículo que tituló “Inteligencia y músculo”, exaltando las virtudes que estos
dos términos representan tanto en el cultivo corporal como en el industrial,
Rubén Prado en “Victoria del Bloque
El2ctrico” (sic), hace una
defensa de la disputa que se dio a partir de contender –en buena lid- y dentro
del proceso de las jornadas electorales, contra la “Vieja Guardia”, es decir
que hubo a partir de ese momento una confrontación que dejaba ver la forma
práctica de distanciarse, precisamente de las formas del pensamiento que
defendían los antiguos trabajadores, frente a las novedosas actitudes que
detentaban nuevas generaciones de obreros, lo cual trajo como consecuencia ríspidas
actitudes que alcanzaron el subido tono de las discusiones. Y no se habla más
que la puesta en práctica de un suceso donde al amparo de un mero “carácter
altamente quijotesco” surgieron diferencias ideológicas que de mucho sirvieron
para proponer nuevas rutas en ese largo camino de la lucha obrera que se estaba
alcanzando al interior del S.M.E.
Una página de honor es la que recoge el
conjunto de diversos alumnos que se distinguieron en los cursos impartidos en
aquella recordada escuela que comenzaba a dar sus frutos, ya fuese en la
primaria elemental, o el primero y segundo grado superior, así como en los tres
niveles en inglés. He aquí, como homenaje de aquel primer cuadro de estudiantes
tan memoriosa lista y la respectiva imagen que hoy nos lo recuerda:
En la continuación de tan grata lectura,
encontramos la “Sección Científica”, la cual se ocupa, como ya lo he hecho en “Curiosidades
eléctricas de antaño exhumadas hogaño” el tema sobre el “Cincuentenario del
Alumbrado Eléctrico”, y donde a partir de ese gran invento, que luego
perfeccionaría Tomás Alva Edison, las grandes ciudades de nuestro país se
verían beneficiadas de la instalación de este servicio, mismo que alcanzó sus
mejores días durante la octava década del siglo XIX y de ahí, en adelante.
Otro tema que era imposible dejar de lado,
tiene que ver con el pulimento de la “Nueva Ley del Trabajo”, de la que se
ofrecen en este número otros aspectos relacionados con los planteamientos
establecidos en el Art. 123 de nuestra Constitución, pues a partir de la
discusión que, en algo así como “sesión permanente” estableció la Confederación
Nacional de Electricistas y Similares, de la que entonces Salvador Celis
Gutiérrez figuraba como Secretario General, se fijó el compromiso de discutir,
ante el Ministro de Gobernación aquel asunto donde la propia Confederación “profundamente
alarmada [veía] amenazados los Contratos Colectivos de Trabajo que tiene
celebrados con las diversas empresas que explotan electricidad en el país… [a
partir de] los procedimientos para establecer el Seguro Social…” asunto de
notoria relevancia desde aquellos tiempos y que, casualmente en el nuestro, a
80 años de distancia parece ser una omisión deliberada de parte de los nuevos gobiernos
que ya no respetan ese imperativo.
Confieso que, como aficionado a los toros,
la presencia en “Conceptos” del artículo “Las Corridas de Toros”, escrito por
José Batlé Ordóñez me somete a opiniones encontradas, debido a los interesantes
argumentos que plantea su autor, sobre todo en unos momentos en que dicho
espectáculo se encuentra en un momento de absoluta vigencia. No recurre a
lugares comunes, lo que ya es de agradecer, y lo hace reflexionando seriamente
en aspectos que terminan convirtiéndose en una seria y equilibrada postura,
donde pone de manifiesto algunos pasajes que cuestionan la crueldad habida para
con los toros, así como su sensata advertencia de que “Si uno de los fines más
preciados de la civilización es el de suavizar los caracteres y las costumbres
y hacer cada vez más efectivos los dictados de la moral, la plaza de toros es
contraria a la civilización”.
La sección gráfica ilustra en siete retratos
de “ovalito” a los nuevos Secretarios del Sindicato Mexicano de Electricistas,
en interesante armonía y equilibrio de la composición. Voltea uno la página y
allí están las “Gráficas Mundiales”, interesantes de suyo, como por ejemplo esa
apreciación de diferencias habidas entre el que fue un villorrio, es decir la
antigua población de los Ángeles, en California (E.U.A.) en 1853, donde “los
mexicanos son perseguidos, despreciados de la ciudad que fundaron”, para luego
encontrarnos con una vista aérea del mismo sitio, pero ahora convertido en una
gran urbe, moderna y cosmopolita.
Los Ángeles en 1853…
…Los Ángeles, vista aérea, en 1928.
Armando Raspa en “Sincronizando O.K.” vuelve
a hacer de las suyas, pues sostiene una figurada conversación con “Trolín”,
personaje caricaturesco que hizo suyo la revista Electra que, como se sabe, era el medio de difusión impulsado por
la empresa. Por cierto, tengo el honor de presentárselos:
Electra. El Magazine
de Luz y Fuerza y Tranvías, año III, Junio de 1929, N° 47, p. 27.
Las infaltables “Selecciones poéticas”
recogen sentidos versos de Juana de Ibarbourou, Rosario Sansores y J. Antonio
Gómez. Angustia, Como se va la vida –dos
interesantes sonetos-, y Venganza tres cuartetas… todas ellas
reuniendo una exquisita vena literaria.
En “Una Novela Mensual” aparece el texto de
Walter Ottolenghi, “El Filtro del Olvido”.
Al estilo de los viejos periódicos
decimonónicos, donde llegaron a publicarse infinidad de “Charadas” o, como lo
asienta el Diccionario de la Real Academia Española: “Acertijo en que se trata
de adivinar una palabra, haciendo una indicación sobre su significado y el de
las palabras que resultan tomando una o varias sílabas de aquella”, se publicó
en “Nuestro concurso” esta adivinanza,[1]
la cual además contó con el detalle de ir ilustrada.
Y así, en medio de aquel notable conjunto de
aspectos que daban relevancia a las intensas actividades acumuladas a lo largo
de 1928 que se terminaba, también concluyo y por ahora, con esta nueva reseña
sobre LUX.
[1] Lo anterior recreando una
leyenda, originalmente escrita por la niña Emilia Preciado G. de 13 años de
edad. (N. del A.).
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