LUZ A LOS POETAS… FUERZA
A LOS POETAS.
SELECCIÓN DE: JOSÉ
FRANCISCO COELLO UGALDE.
Durante un buen número de años, entre 1942 y
1952, los poemas elogiosos dedicados a Juan José Rivera Rojas no dejaban de
aparecer en LUX. La revista de los
trabajadores. conociendo la tendencia que tendría la revista por aquellos
años es se aprecia a las claras un discurso postrevolucionario combinado con
esa otra parte, la del líder sindical permeado de un halo mesiánico y
autoritario a la vez, capaz de satanizar las tendencias ideológicas de
izquierda porque era ese otro rumbo, el de una derecha a la alza el que parecía
imponerse sin que nadie reclamara del mismo, salvo que se constituyera un grupo
opositor, que seguramente lo hubo en términos bastante marginales.
Esos diez años a que me refería líneas atrás
son una muestra de adulación en la que incluso cayó la propia LUX, y en sus páginas queda el reflejo
de aquel paso envanecido, el que supo imponer y forjar Juan José Rivera Rojas,
hasta que un día de julio de 1952…
EL GLADIADOR.
Al C. Juan José Rivera Rojas.
La clarinada anunció
que lucha habría;
el lábaro de noble
causa tremolaste altivo
y cual un suceso de
recordar festivo
lo agitaste con
firmeza y gallardía.
Alta la frente, sin
despegar los ojos
de la leyenda que
encierra legítima esperanza
verán, que no es un
sueño en el que se fe se afianza
sino que palpando el
fruto, se sentirán gloriosos
los que a tu lado
luchan en caminos hostiles y sinuosos.
Ya podrán contemplar
tranquilos y sonrientes
el horizonte que
preñado con nubes del ayer dudoso
hoy iluminado con la
luz de un sol esplendoroso
el líquido precioso
hallarán en todas fuentes
con que calmar la sed
que de justicia sienten.
Tu ideal no es
alcanzar la fama que envanece;
es el símbolo de la
abnegación sublime
por lo que tu planta
se mantiene firme
en la lucha que
acrisola y ennoblece.
Yo no admiro al
prohombre que ante su presencia la confianza crece;
yo no admiro al
gladiador que gusta contender con enemigo fuerte
ni al optimista que
piensa en su buena suerte;
sólo admiro al titán
que lucha y vence.
Nadie podrá evitar
que regocijado me sienta de tu gloria
ni encontrará en mi
sencillo canto adulación;
error alguno no osará
entibiar mi admiración
pensando que a pesar
de todo, un lugar de honor habrá para ti en la Historia.
El hiriente dardo de
la insidia nunca ha podido
abatirte en el campo
del honor en donde siempre has vencido
y seguirás venciendo,
con las mismas armas con que has combatido:
las que EL DERECHO Y
LA JUSTICIA DEL TRABAJADOR te han ofrecido.
Cuernavaca, Mor., a
12 de octubre de 1950.
WENCESLAO CORONA G.
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