LA LUZ y LA FUERZA DE UNA FOTOGRAFÍA. IMÁGENES HISTÓRICAS PUBLICADAS EN EL
BLOG: LUZ y FUERZA DE LA MEMORIA HISTÓRICA.
POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
LUX. La Revista de los Trabajadores. año XIII, N° 7, julio 15 de 1940, p. 42.
El efecto de una generación de vanguardia
como fue la de los estridentistas, esto en el curso de los años 20 del siglo
pasado, dejó una acentuada estela en la que se exaltaban nuevos elementos
estéticos que alentaron también las tendencias empujadas por el futurismo,
movimiento intelectual abanderado por Tommaso Marineti. Esto es, que marcando
una ruptura ensanchada por ciertos alardes de soberbia que hicieron suyos
personajes como Arqueles Vela, Germán List Arzubide, Leopoldo Méndez, Ramón
Alva de la Canal y otros, se llegó al extremo de lo prohibido, al menos con
motivo de una fuerte presencia de romanticismo y postromanticismo que seguían
nutriendo el espíritu de los mexicanos de aquellos años que se sumían en la
Revolución. Es cierto, llegó el grupo de los Contemporáneos, y antes que ellos
los tradicionalistas o colonialistas, porque durante el movimiento armado se
estaban gestando nuevos estilos que contemplarían precisamente el efecto de esa
revolución.
Pero lo que hicieron los estridentistas,
encabezados por Manuel Maples Arce y su “Manifiestos”, o el “Irradiador” o “Estridentópolis”
tomaron como suya a la ciudad, sus chimeneas, su humos, sus cables y postes
eléctricos o telegráficos para atarlos a nuevos poemas y textos que sirvieron
para romper con esquemas como los que venía deslizando López Velarde, por
ejemplo.
La extraña introducción que sirve para
acompañar la maravillosa imagen de la planta de Nonoalco que operaba en sus mejores
momentos allá por 1940, deja ver, en una segunda lectura o telón de fondo como
se deben analizar ciertas imágenes o textos que luego traen consigo el misterio
de una ráfaga o de una luz que no vemos, permite entender, en este caso la
potencia del edificio y todos sus componentes como una armonía, como el
equilibrio de lo que una ciudad como la de México necesitaba entonces para
crecer. Y eso provino, entre otros sitios, del mismísimo barrio indígena de
Nonoalco, el cual como toda urbe que tiende a crecer, fue transformándose para
sumarse a los nuevos dictados del orden urbano.
Vaya pues el presente registro fotográfico,
no sólo como un efecto de admiración, resultado de traer desde el arcón de los
recuerdos dicha imagen, sino del efecto de modernidad que puede apreciarse en
tan impresionante vista.
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