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lunes, 10 de octubre de 2016

EDITORIAL.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Antes de compartir estas líneas, medité cada uno de los pensamientos que, en dolorosas imágenes fueron apareciendo, como en un recuerdo que, inevitablemente aparece y desaparece en todos quienes hasta el 10 de octubre de 2009 pertenecimos a Luz y Fuerza del Centro.
   Aquella noche, el estado y en nombre de su entonces presidente anunciaban la extinción de esta empresa centenaria, que comenzó sus actividades el 24 de marzo de 1903 ostentando el nombre de Mexican Light and Power Company, Limited. Para 1960, justo en septiembre el Lic. Adolfo López Mateos anunciaba su nacionalización –compleja nacionalización por otro lado-, cambiando así a Compañía de Luz y Fuerza del Centro, S.A. Dicha paraestatal convivió desde 1914 con el Sindicato Mexicano de Electricistas y desde entonces las relaciones en dicho maridaje fueron encontradas, aunque conciliadas también.
Desde el régimen de Luis Echeverría Álvarez la empresa fue blanco de exterminio, por lo que en los siguientes sexenios se buscaron formas y medios para desaparecerla, hasta que llegó ese que intentó gobernar entre 2006 y 2012, justo en los momentos en que la carrera de las reformas estructurales, una de ellas la energética, estaban afinándose al punto de poner al servicio de los intereses y capitales extranjeros lo que hoy es ya una terrible realidad.
   De ese modo, y sin mayor miramiento, aquella noche fuimos literalmente lanzados a la calle y despojados de nuestra materia de trabajo alrededor de 44 mil trabajadores, lo mismo sindicalizados que de confianza, con lo que Luz y Fuerza pasó a formar parte del control de la Comisión Federal de Electricidad (CFE, por sus siglas). Se consideraba en ese entonces la posibilidad del “patrón sustituto” con objeto de la reinserción laboral, pero todo fue una absoluta mentira y miles quedamos bajo la sombra del desempleo que hasta hoy nos golpea, siendo una minoría aquellos que lograron ser contratados, en forma condicionada por la propia CFE.

Cuántos desearon hacer lo mismo, por propia mano.

   Lo lamentable es que la comunidad electricista quedó pulverizada luego de la tajante aplicación del decreto. Se generó un clima de divorcio masivo marcado por quienes se liquidaban y por todos aquellos que resistían. Más de 28 mil y 16599 para una u otra decisión. Y ese ambiente prevalece hasta hoy, por lo que siendo aquella una sola pieza, esta se fragmentó e incluso se crearon condiciones de odio, venganza y distanciamiento que no han sido superados.
   Por aquel entonces, el estado aprovechó la ruptura habida en la contienda electoral de dos planillas. De ahí que, al encontrar la puerta de la cocina entreabierta (para decirlo en el mejor de los eufemismos), aprovechó para cometer ese homicidio industrial sin precedentes.
   Se decía entonces que Luz y Fuerza era la concentradora de una sobreplantilla de trabajadores, y esta apenas era suficiente para atender a más de 20 millones de habitantes, poco más de 4 millones de contratos domésticos e industriales.
   Se decía entonces que Luz y Fuerza alcahueteaba, solapaba la corrupción, la irresponsabilidad.
   Se decía entonces que los trabajadores de Luz y Fuerza gozaban de privilegios como nos los tenía nadie. Hoy ese punto desapareció, con lo que es imposible que bajo nuevas expresiones laborales se logren “conquistas sindicales” que permitan una mejor condición de vida a los trabajadores sometidos a subcontratación, “outsourcing”, “terciarización” y otras salvajes e injustas formas de explotación laboral.
   También privó en esos días un ambiente enrarecido en el que se cuestionaba la decisión de los “liquidados”, mismos que a partir de ese momento dejaban de comprometerse con el S.M.E. a causa sobre todo, de un desencanto producido por la dirigencia.
   Quienes asumieron la “Resistencia” (decisión que personalmente respeto pero no comparto) soportaron eso sí, años de terribles tribulaciones.
   Hoy, el Servicio de Administración y Enajenación de Bienes (SAEB, por sus siglas) reconoce a 18 mil jubilados.
   Del esfuerzo inaudito mostrado por el S.M.E., su dirigencia y la base que soportó valientemente esos años terribles, surgió la Cooperativa LF del Centro misma que ha venido recuperando varios centros de trabajo, uno de ellos la emblemática planta hidroeléctrica de Necaxa y en dicha expresión laboral se encuentran adscritos 541 trabajadores.
   Hoy, la CFE sigue mostrando ineficiencias, sobre todo por el hecho de que al no tenerse concebido un plan inmediato posterior a la extinción, resolvieron la subcontratación de servicios. Pero sobre todo, la CFE misma es una más de esas empresas sometidas a los dictados de la Reforma Energética y sus Leyes Secundarias, por lo que ha comenzado a ser desplazada con la presencia de empresas extranjeras mismas que, junto con los políticos que procuraron su alumbramiento, se convierten en traidores, por lo menos al principio establecido en artículos como el 1°, 2°, 4°, 5°, 9°, 25, 27, 28… o el 123 constitucionales vigentes.
   Personalmente he realizado un trabajo “a distancia” para obtener alguna información que permita darle seguimiento a toda la información documental que quedó en alrededor de 500 centros de trabajo y que conviene integrar al fondo “Luz y Fuerza del Centro” que ya existe, afortunadamente en el Archivo General de la Nación (AGN, por sus siglas).
   Es hora, a siete años vista que el SAEB nos dé una respuesta clara y contundente sobre el destino de nuestras pertenencias. De otra forma se entendería que hubo saqueo, robo o desaparición de las mismas. Y es que cada uno de los centros de trabajo era para nosotros una especie de extensión de nuestra propia casa. Dedicar el 30 % de nuestra vida al trabajo significa y significaba eso, para nosotros y para todos quienes son trabajadores en consecuencia.
   Por todo lo anterior manifiesto: hay una compleja historia que recuperar en términos de lo que fue y significó Luz y Fuerza del Centro como organismo público descentralizado, y en eso (debo declararlo a título personal), me va la vida. Del mismo modo, no se puede entender ese proceso histórico sin la presencia del Sindicato Mexicano de Electricistas. Por tanto, hago público el hecho de que desde hace años vengo reuniendo un banco de datos, el que han permitido esas condiciones de cerrazón, hermetismo, dispersión y demás circunstancias adversas con vistas a que, en el momento en el que presente una condición uniforme, coherente y rica en información, tendré el gusto de compartir con instituciones académicas (todo él se encuentra en expresión digital) para que las próximas generaciones dispongan de información puntual, directa, emanada de las fuentes originales. En él se encuentran reunidas diversas opiniones, a favor o en contra que no pretendo confrontar. Antes al contrario, serán útiles para poner en claro muchos aspectos, liberarlos de prejuicios o para confirmar o descartar lo que el rumor y la especulación se han encargado de decir sobre ambas instituciones.
   Declaro que necesito de su ayuda, la de todos ustedes para continuar con esa labor, por lo que este blog queda como una posibilidad de contacto, misma que se hará válida en el momento en que todavía infinidad de materiales siguen siendo inaccesibles. No bajaré la guardia, sobre todo porque ese acopio ha logrado reunir tal información cercana a los 60 mil documentos.
   Por ahora, y para terminar no se trata de hacer ningún recordatorio, ni siquiera de una efeméride (aunque en la cruda realidad así lo es). Mucho menos de un aniversario o festejo. Al transcurrir siete años de aquella injusta decisión, cuyo propósito fue quitarnos de en medio simple y sencillamente, pues estorbábamos para los propósitos del estado, y más aún para los capitales extranjeros, se dejó vía libre para la consecución de la Reforma energética que ya vemos, se convirtió en el más claro ejemplo de traición a la patria a sabiendas de que los propios políticos piensan que México es uno de los países más ricos… con más pobres.


Octubre 10 de 2016.

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