POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
Antes de compartir estas líneas, medité cada
uno de los pensamientos que, en dolorosas imágenes fueron apareciendo, como en
un recuerdo que, inevitablemente aparece y desaparece en todos quienes hasta el
10 de octubre de 2009 pertenecimos a Luz y Fuerza del Centro.
Aquella noche, el estado y en nombre de su
entonces presidente anunciaban la extinción de esta empresa centenaria, que
comenzó sus actividades el 24 de marzo de 1903 ostentando el nombre de Mexican Light and Power Company, Limited.
Para 1960, justo en septiembre el Lic. Adolfo López Mateos anunciaba su
nacionalización –compleja nacionalización por otro lado-, cambiando así a Compañía de Luz y Fuerza del Centro, S.A.
Dicha paraestatal convivió desde 1914 con el Sindicato Mexicano de Electricistas y desde entonces las relaciones
en dicho maridaje fueron encontradas, aunque conciliadas también.
Desde
el régimen de Luis Echeverría Álvarez la empresa fue blanco de exterminio, por
lo que en los siguientes sexenios se buscaron formas y medios para
desaparecerla, hasta que llegó ese que intentó gobernar entre 2006 y 2012,
justo en los momentos en que la carrera de las reformas estructurales, una de
ellas la energética, estaban afinándose al punto de poner al servicio de los
intereses y capitales extranjeros lo que hoy es ya una terrible realidad.
De ese modo, y sin mayor miramiento, aquella
noche fuimos literalmente lanzados a la calle y despojados de nuestra materia
de trabajo alrededor de 44 mil trabajadores, lo mismo sindicalizados que de
confianza, con lo que Luz y Fuerza
pasó a formar parte del control de la Comisión
Federal de Electricidad (CFE,
por sus siglas). Se consideraba en ese entonces la posibilidad del “patrón
sustituto” con objeto de la reinserción laboral, pero todo fue una absoluta
mentira y miles quedamos bajo la sombra del desempleo que hasta hoy nos golpea,
siendo una minoría aquellos que lograron ser contratados, en forma condicionada
por la propia CFE.
Cuántos desearon hacer lo mismo, por propia mano.
Lo lamentable es que la comunidad
electricista quedó pulverizada luego de la tajante aplicación del decreto. Se generó
un clima de divorcio masivo marcado por quienes se liquidaban y por todos
aquellos que resistían. Más de 28 mil y 16599 para una u otra decisión. Y ese
ambiente prevalece hasta hoy, por lo que siendo aquella una sola pieza, esta se
fragmentó e incluso se crearon condiciones de odio, venganza y distanciamiento
que no han sido superados.
Por aquel entonces, el estado aprovechó la
ruptura habida en la contienda electoral de dos planillas. De ahí que, al
encontrar la puerta de la cocina entreabierta (para decirlo en el mejor de los
eufemismos), aprovechó para cometer ese homicidio industrial sin precedentes.
Se decía entonces que Luz y Fuerza era la concentradora de una sobreplantilla de
trabajadores, y esta apenas era suficiente para atender a más de 20 millones de
habitantes, poco más de 4 millones de contratos domésticos e industriales.
Se decía entonces que Luz y Fuerza alcahueteaba, solapaba la corrupción, la
irresponsabilidad.
Se decía entonces que los trabajadores de Luz y Fuerza gozaban de privilegios
como nos los tenía nadie. Hoy ese punto desapareció, con lo que es imposible
que bajo nuevas expresiones laborales se logren “conquistas sindicales” que
permitan una mejor condición de vida a los trabajadores sometidos a
subcontratación, “outsourcing”, “terciarización” y otras salvajes e injustas
formas de explotación laboral.
También privó en esos días un ambiente
enrarecido en el que se cuestionaba la decisión de los “liquidados”, mismos que
a partir de ese momento dejaban de comprometerse con el S.M.E. a causa sobre todo, de un desencanto producido por la
dirigencia.
Quienes asumieron la “Resistencia” (decisión
que personalmente respeto pero no comparto) soportaron eso sí, años de
terribles tribulaciones.
Hoy, el Servicio
de Administración y Enajenación de Bienes (SAEB, por sus siglas) reconoce a 18 mil jubilados.
Del esfuerzo inaudito mostrado por el S.M.E., su dirigencia y la base que
soportó valientemente esos años terribles, surgió la Cooperativa LF del Centro misma que ha venido recuperando varios
centros de trabajo, uno de ellos la emblemática planta hidroeléctrica de Necaxa
y en dicha expresión laboral se encuentran adscritos 541 trabajadores.
Hoy, la CFE
sigue mostrando ineficiencias, sobre todo por el hecho de que al no tenerse
concebido un plan inmediato posterior a la extinción, resolvieron la
subcontratación de servicios. Pero sobre todo, la CFE misma es una más de esas empresas sometidas a los dictados de
la Reforma Energética y sus Leyes Secundarias, por lo que ha comenzado a ser
desplazada con la presencia de empresas extranjeras mismas que, junto con los
políticos que procuraron su alumbramiento, se convierten en traidores, por lo
menos al principio establecido en artículos como el 1°, 2°, 4°, 5°, 9°, 25, 27,
28… o el 123 constitucionales vigentes.
Personalmente he realizado un trabajo “a
distancia” para obtener alguna información que permita darle seguimiento a toda
la información documental que quedó en alrededor de 500 centros de trabajo y
que conviene integrar al fondo “Luz y Fuerza del Centro” que ya existe,
afortunadamente en el Archivo General de
la Nación (AGN, por sus siglas).
Es hora, a siete años vista que el SAEB nos dé una respuesta clara y
contundente sobre el destino de nuestras pertenencias. De otra forma se
entendería que hubo saqueo, robo o desaparición de las mismas. Y es que cada
uno de los centros de trabajo era para nosotros una especie de extensión de
nuestra propia casa. Dedicar el 30 % de nuestra vida al trabajo significa y
significaba eso, para nosotros y para todos quienes son trabajadores en
consecuencia.
Por todo lo anterior manifiesto: hay una
compleja historia que recuperar en términos de lo que fue y significó Luz y Fuerza del Centro como organismo
público descentralizado, y en eso (debo declararlo a título personal), me va la
vida. Del mismo modo, no se puede entender ese proceso histórico sin la
presencia del Sindicato Mexicano de
Electricistas. Por tanto, hago público el hecho de que desde hace años
vengo reuniendo un banco de datos, el que han permitido esas condiciones de
cerrazón, hermetismo, dispersión y demás circunstancias adversas con vistas a
que, en el momento en el que presente una condición uniforme, coherente y rica
en información, tendré el gusto de compartir con instituciones académicas (todo
él se encuentra en expresión digital) para que las próximas generaciones
dispongan de información puntual, directa, emanada de las fuentes originales. En
él se encuentran reunidas diversas opiniones, a favor o en contra que no
pretendo confrontar. Antes al contrario, serán útiles para poner en claro
muchos aspectos, liberarlos de prejuicios o para confirmar o descartar lo que
el rumor y la especulación se han encargado de decir sobre ambas instituciones.
Declaro que necesito de su ayuda, la de
todos ustedes para continuar con esa labor, por lo que este blog queda como una
posibilidad de contacto, misma que se hará válida en el momento en que todavía
infinidad de materiales siguen siendo inaccesibles. No bajaré la guardia, sobre
todo porque ese acopio ha logrado reunir tal información cercana a los 60 mil
documentos.
Por ahora, y para terminar no se trata de
hacer ningún recordatorio, ni siquiera de una efeméride (aunque en la cruda
realidad así lo es). Mucho menos de un aniversario o festejo. Al transcurrir
siete años de aquella injusta decisión, cuyo propósito fue quitarnos de en
medio simple y sencillamente, pues estorbábamos para los propósitos del estado,
y más aún para los capitales extranjeros, se dejó vía libre para la consecución
de la Reforma energética que ya vemos, se convirtió en el más claro ejemplo de
traición a la patria a sabiendas de que los propios políticos piensan que
México es uno de los países más ricos… con más pobres.
Octubre 10 de 2016.
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