CENTROS DE TRABAJO EN LUZ y FUERZA. ORÍGENES y DESARROLLO. SOBRE AGENCIAS Y SUCURSALES EN LUZ y FUERZA DEL CENTRO.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
La primera colaboración de que me ocupé para dar sustento a la presente serie “Centros de Trabajo en Luz y Fuerza. Orígenes y Desarrollo” tuvo como tema las agencias y sucursales. Evidentemente este enorme capítulo de actividades al interior de Luz y Fuerza del Centro no queda reducido a ciertas notas. Por fortuna, la información que sigue apareciendo permite conocer la forma o manera en que se fueron gestando actividades que responden a la descentralización de la propia empresa, que en ciertas épocas fue manifestando su natural crecimiento, como resultado de la galopante demanda de clientes, tanto particulares, como industriales.
Atención directa y personal al público.
Así que antes de la apertura de las primeras sucursales –que aquí veremos en detalle-, es que se debe entender el hecho de que el país crecía a ritmo sostenido, mismo que se vio reflejado en la ciudad de México. nuevas zonas y colonias aparecieron; nuevas fábricas e industrias surgían constantemente; los pequeños y grandes comercios se multiplicaron al ritmo de una población que crecía incesantemente. Por tanto, para fines de los años 40 y principio de la quinta década del siglo pasado, la cautivadora ciudad de México contaba con más de 3 millones de habitantes.
Como resultado de todo ello, el número global de usuarios de la Compañía, que era en 1940 de 283,000 aumentó a 521,000 en 1953. Si se toma en consideración que para la tramitación de los servicios, se contaba únicamente con las Oficinas Generales en el emblemático Edificio de Gante Nº 20, ello indica que estaba latente la necesidad de ampliar el sistema de organización anteriormente establecido, para atender al público con la eficacia debida.
Ausencia de aglomeraciones.
Por lo tanto, y de acuerdo con los sistemas que se seguían en la época, la empresa decidió establecer sucursales en las diferentes zonas de la capital, para ofrecer un mejor servicio al público.
Así que las primeras dos sucursales se abrieron el día 1º de septiembre de 1953, tanto en Tacubaya como en Polanco, de manera simultánea.
¿Qué se recibía a cambio?
Por parte de los empleados de la empresa una atención esmerada y servicio eficaz, misma serie de condiciones que se ofrecían en el centro de la ciudad para la elaboración de los diversos trámites.
Cortesía: una puerta abierta a la cordialidad.
Más tarde, tanto el 11 como el 18 de enero de 1954 se abrieron las sucursales de Mixcoac y Narvarte, con lo que el público recibió de aquellas zonas lo recibió con verdadero interés, notándose de inmediato la afluencia de consumidores que acudieron a celebrar gran número de contratos en demanda de todos los demás servicios.
Como la expansión seguía su curso, la empresa fue preparándose para abrir otras tantas oficinas, como la de la colonia Anáhuac, con objeto de alcanzar entre todas veintidós en total. Con ello, la Compañía cubrió las zonas más importantes del Distrito Federal proveyéndolas de las facilidades necesarias para mejor contratar y tramitar todos los servicios, equiparables a los que disfrutaban las metrópolis más modernas del mundo.
Y, ¿cómo eran por dentro?
No solamente entre el público reina optimismo e interés por el servicio que proporcionan las sucursales de la Compañía. También entre los empleados y trabajadores de las mismas se notaba animación y entusiasmo por su trabajo, aspecto que se intensificaba por un ambiente propicio, mismo que se lograba en medio de ciertas comodidades, en tanto centro de trabajo.
Los alimentos se toman cómoda e higiénicamente.
Cada sucursal estaba dotado de equipo moderno, no sólo el de la oficina, sino el que ofrecían las instalaciones y servicios para los empleados y trabajadores: un pequeño comedor, cómodos guardarropas de aceros; pequeños y modernos baños, servicios sanitarios, etc.
Es importante destacar que los trabajadores de la Sucursales Urbanas fueron los primeros dentro de la Empresa en disfrutar un nuevo horario en sus labores (semana Inglesa) que les permitió contar con dos días íntegros de descanso: sábados y domingos.
Así era, en esencia el ambiente que imperaba en aquellos centros de trabajo.
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