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martes, 23 de septiembre de 2014

LUIS N. MORONES, COLABORADOR EN ROJO y NEGRO.

LUZ y FUERZA DE LA MEMORIA HISTÓRICA y SUS AUTORES INVITADOS.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Luis N. Morones fue un personaje que brillaba con luz propia. En apego a sus convicciones como tribuno, experto en asuntos laborales corrió con la suerte de que durante la gestación del Sindicato Mexicano de Electricistas fuera considerado para integrarse a las actividades que llevaron a dicha organización hasta conseguir el propósito de su creación, el 14 de diciembre de 1914. Seguramente en esos momentos, Morones era un referente, pero con los años el “moronismo” terminó siendo una desilusión por la forma en que terminó manejándose, hasta verle como un escoria. Fue blanco de críticas y ya no se le miró con buenos ojos. Su caso puede ser motivo de un interesante estudio para entender el perfil de esa figura pública que, como es el caso de la presente entrega, escribió un vivo testimonio sobre los momentos del alumbramiento del S.M.E. Leamos sus impresiones al respecto de aquellas jornadas llenas de intensidad.
      Como apunta Gregorio Moreno Medina sobre Luis N. Morones:

   Fue el primer dirigente obrero de gran relevancia desde la fundación de la CROM en la ciudad de Saltillo, Coahuila, el 12 de mayo de 1918.
   Morones fue el primer secretario general. Sus dos secretarios ayudantes fueron; Ricardo Treviño, antes turbulento agitador de Tampico, y José Marcos Tristán.
   Como organizador supo conjuntar una fuerte central obrera (quizá la mejor de su época hasta 1935), en la que aglutinó sindicatos de diversas especialidades, particularmente textiles, que eran los más fuertes.
   Cometió el error de, al politizar a la Confederación Regional Obrera Mexicana, entregarla primero al gobierno de Obregón, y después, al de Calles. Antes de Obregón, Carranza no le daba mayor importancia, aun cuando era la central más fuerte.
   Ello motivó –con la ayuda del gobierno- que el movimiento sindical agrupado en la central abusara de su fuerza, iniciándose una era de huelgas, pues en la década de los 20 (del siglo pasado) no había Ley Federal del Trabajo y los asuntos obrero-patronales se resolvían a base de reglamentos, aplicados según la entidad en que regían y de acuerdo con el sentir político del problema.[1]


Luis N. Morones, en pleno discurso.
SINAFO. Sistema Nacional del INAH. N° de catálogo: 22511.

Bosquejos acerca de nuestro sindicato.[2]

   Difícil tarea en verdad la que me ha sido encomendada, hacer aunque sea a grandes rasgos la historia de nuestro sindicato, que en un año de vida ha tenido tantos hechos, tantos incidentes que seguramente no podré detallar con la amplitud que merecen; dar a la publicidad la historia de una agrupación obrera que en varias etapas de su vida ha atraído sobre sí la atención general; ofrecer a nuestros hermanos proletarios el informe de nuestros trabajos haciéndolos copartícipes de nuestras angustias y nuestras satisfacciones; presentar a la miopía de la caterva burguesa el ejemplo para ellos terrorífico de lo que puede la unión; someter al criterio de propios y extraños nuestros actos, ¡he ahí la obra! Reconozco que es superior a mis fuerzas. Mi notoria incapacidad es el mayor de los obstáculos para cumplir como quisiera, la misión que se me ha conferido. Sólo tengo mi voluntad, mi voluntad sin límites y el amor que profeso a nuestra agrupación como únicos elementos con que cuento para emprender la tarea. Si esto no es bastante, tómese cuando menos en consideración para disculpar mi falta de conocimiento en esta clase de trabajos.
   Fueron 56 o 60 empleados y obreros de la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz, de esta ciudad los que lanzaron la iniciativa de asociarse para buscar su mejoramiento, y, sin tendencias definitivas, se reunieron por primera vez el día 5 de diciembre de 1914 en la casa habitación del compañero Salvador F. Domenzáin, ubicada en la 5ª. Calle de Dr. Lucio, No. 102, departamento 28.
   Algunos de los asistentes a aquella reunión pertenecieron a la Sociedad que en el año de 1911 comenzó a fundarse y que hubo de suspender sus trabajos por la infame presión que los altos jefes de la referida Compañía ejercieron sobre los que justamente pretendíamos unirnos para defendernos de la inmoderada explotación que veníamos sufriendo. Se hizo necesario que pasaran algunos años, que varias agrupaciones obreras comenzaran a obtener éxito en sus gestiones, que una excitativa lanzada por la Federación de obreros y empleados de la Compañía de Tranvías de México pusiera de manifiesto una vez más la imprescindible necesidad de unirse, para que el personal de la Compañía de Luz convocara a la junta a que me he referido.

Luis N. Morones vivió en carne propia la encarcelación.
SINAFO. Sistema Nacional del INAH. N° de catálogo: 47468

   Fue allí donde por primera vez el elemento obrero, en un momento de clarividencia, decidió oponer al soberbio empuje de sus infames opresores el poderoso dique de la fuerza colectiva. Pero hasta ese grupo de trabajadores no había llegado la buena nueva; acostumbrados a asociarse para auxiliarse mutuamente, no pensaron nunca en el tremendo error en que se han basado apolilladas sociedades mutualistas, y, consecuentes con la rutinaria costumbre de quitar lo poquísimo que tiene el trabajador para darlo al que no tiene nada, acordaron como primera providencia la fundación de una Sociedad Mutualista y a pesar de que hasta a algunos de los miembros de la naciente sociedad había llegado la buena nueva, la palabra prodigiosa a cuyo solo enunciado habían caído postergados los ladrones de energías y los acaparadores de conciencias, todavía se pronunciaba con temor, con el espanto de todo lo desconocido, la palabra mágica de sindicalismo. Y sucedió lo que había de suceder: que desconocido el sistema de trabajo de los Sindicatos Obreros y habiendo llegado alterados en su totalidad los datos que acerca de esta clase de sociedades de resistencia decían tener los que se consideraban bien enterados, el error persistió, nombróse la mesa directiva y el señor presidente, amo y señor, tuvo a bien citar para una próxima reunión que tuvo verificativo el día 10 del mismo mes, en el Centro Cosmopolita de Dependientes, sito en la 4ª. calle de S. Juan de Letrán, No. 60. Asistió gran número de obreros y empleados de la Compañía de Luz dándose cuenta a los que no estaban enterados de los trabajos comenzados.
   En aquella reunión pudo observarse que en el elemento obrero encontraron eco las ideas avanzadas, el sistema nuevo de lucha explicado por varios compañeros, haciendo notar las inconvenientes e innumerables desventajas que acarrearía la sociedad mutualista al trabajador, y la mayoría anónima, con esa previsión que caracteriza a las multitudes, vaciló, y cuando se pidió la sanción de lo llevado a cabo tuvo la más hermosa de las protestas: abandonar el salón, mostrando así su inconformidad con lo acordado anteriormente y haciendo patente con este hecho la inclinación que había por adoptar otro sistema, otra nueva ruta de reivindicación y de progreso. Apenas si unos cuantos se dieron cuenta de que el presidente citaba a nueva reunión en el Salón de Sesiones del Departamento del Trabajo para el día 14 del mismo mes.
   En vista de la divergencia de opiniones y ante el temor, muy justificado por cierto, de que una gran mayoría no concurriera a la reunión del día 14, dando por resultado que la unificación no se llevara a efecto, el compañero Domenzáin, presidente de la Sociedad Mutualista en embrión, citó a una junta privada para cambiar impresiones el día 12 en la Sub-Estación de la Nana y convirtiendo la azotea de la referida Sub-Estación en Salón de sesiones, se discutió largamente por los 14 a 16 socios que asistieron acerca del carácter que se daría a la agrupación prevaleciendo la iniciativa presentada a favor de transformar en Sindicato la tantas veces citada Sociedad Mutualista.
   Así las cosas verificóse la asamblea del día 14, la concurrencia escaseó por parte del personal de la Compañía de Luz, no así el elemento obrero-electricista de otras compañías y electricistas que trabajaban por su cuenta. Hizo notar el Presidente la necesidad de definir de una vez por todas la índole que debería darse a la agrupación, exponiendo que por lo observado parecía que la opinión estaba dividida, pues mientras unos sancionaban el sistema mutualista, otros, renuentes con estas ideas, proponían la fundación de un Sindicato. Indicando la conveniencia de poner a votación las proposiciones que había, resultando de ella que por mayoría quedó aprobada la fundación del Sindicato. Sólo que por razones más o menos fundadas se tomó el acuerdo de que sería independiente de la Federación de Empleados y Obreros de la Compañía de Tranvías.
   Fue en aquella memorable asamblea donde por primera vez escuchamos absortos el verbo rojo, la frase libertaria que templó los espíritus y conmovió los corazones. El compañero José Colado, director interino del Departamento de Trabajo en aquella época, dio a conocer a los novicios sindicalistas la doctrina salvadora, y su palabra fue el toque de atención que despertó las conciencias dormidas, la tea incendiaria que hizo explotar en los cerebros tumefactos del hombre esclavo, de la bestia humana, la mole inmensa del perjuicio moral y de la resignación absurda, dando paso a la verdad, hija del raciocinio y de la conciencia.
   Jamás podré olvidar lo que se dijo y la impresión tremenda que causáronme los conceptos vertidos. Fue algo desconocido, algo sublime que conmovió a la falange obrera, que despertó del marasmo en que yacía y, ávida de luz, de verdad, de justicia, alzóse altiva, rebelde e irresistible para buscar reivindicaciones no comprendidas y pagar su deuda de odio, de atavismos innúmeros a los que trafican con sus energías. También el compañero Huitrón y algunos otros miembros de la Casa del Obrero Mundial reforzaron con su palabra vehemente y con su fe de convencidos las ideas emitidas e invitaron al nuevo Sindicato a formar parte de la Confederación Obrera.
   Procedióse enseguida a nombrar al comité ejecutivo por escrutinio secreto, quedando integrado en la forma siguiente:

Secretario general, Luis Ochoa.
Secretario del interior, Ernesto Velasco.
Secretario del exterior, Antonio Arceo.
Tesorero, Toribio Torres V.
Subtesorero, Jorge Castro.
Consejero, José Colado.

   Nombráronse también a los compañeros Salvador F. Domenzáin, Antonio Arceo y José E. Backler delegados a la Confederación de Sindicatos.
   Así terminó la asamblea del día 14, que fue el prólogo de los sucesos que se han desarrollado con rapidez vertiginosa y que en muchas ocasiones han despertado el interés público.
   Jamás se imaginaron los capitalistas insensibles, los pulpos insaciables de energías humanas, que el inmenso entusiasmo, que el aplauso delirante que estalló al proclamarse la fundación del nuevo Sindicato, sería el principio de una era nueva de reivindicación y de justicia, y que la fuerza irresistible y avasalladora de la unión había de hacer inclinar con la resignación de la impotencia muchas frentes altivas, muchos ojos feroces que hasta entonces habían mirado indiferentes, agitarse desesperado y hambriento al hombre-máquina. El gesto desdeñoso y el irónico comentario con que seguramente fue acogida por la burguesía la noticia de la formación del nuevo Sindicato no duró mucho tiempo porque los hechos posteriores han puesto en los rostros y en los labios de esos mismos hombres el gesto del temor y la palabra suplicante.

(Continuará)

   Luis. N. Morones



[1] Gregorio Ortega Medina: El sindicalismo contemporáneo en México. México, Fondo de Cultura Económica, 1ª ed. 1975. 110 p. (Archivo del Fondo, 26), p. 37.
[2] Rojo y Negro. Periódico Socialista Independiente. 1915-1916. El surgimiento del Sindicato Mexicano de Electricistas. México, 2ª edición, Sindicato Mexicano de Electricistas, 2000. 189 p. Ils., facs. (Cuadernos de formación sindical, 1)., p. 52-59.

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