LUZ y FUERZA DE LA MEMORIA HISTÓRICA y
SUS AUTORES INVITADOS.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Luis N. Morones fue un personaje que
brillaba con luz propia. En apego a sus convicciones como tribuno, experto en
asuntos laborales corrió con la suerte de que durante la gestación del Sindicato
Mexicano de Electricistas fuera considerado para integrarse a las actividades
que llevaron a dicha organización hasta conseguir el propósito de su creación,
el 14 de diciembre de 1914. Seguramente en esos momentos, Morones era un
referente, pero con los años el “moronismo” terminó siendo una desilusión por
la forma en que terminó manejándose, hasta verle como un escoria. Fue blanco de
críticas y ya no se le miró con buenos ojos. Su caso puede ser motivo de un
interesante estudio para entender el perfil de esa figura pública que, como es
el caso de la presente entrega, escribió un vivo testimonio sobre los momentos
del alumbramiento del S.M.E. Leamos sus impresiones al respecto de aquellas
jornadas llenas de intensidad.
Como apunta Gregorio Moreno Medina sobre Luis N. Morones:
Como apunta Gregorio Moreno Medina sobre Luis N. Morones:
Fue el primer dirigente obrero de gran
relevancia desde la fundación de la CROM en la ciudad de Saltillo, Coahuila, el
12 de mayo de 1918.
Morones fue el primer secretario general. Sus
dos secretarios ayudantes fueron; Ricardo Treviño, antes turbulento agitador de
Tampico, y José Marcos Tristán.
Como organizador supo conjuntar una fuerte
central obrera (quizá la mejor de su época hasta 1935), en la que aglutinó
sindicatos de diversas especialidades, particularmente textiles, que eran los
más fuertes.
Cometió el error de, al politizar a la
Confederación Regional Obrera Mexicana, entregarla primero al gobierno de
Obregón, y después, al de Calles. Antes de Obregón, Carranza no le daba mayor
importancia, aun cuando era la central más fuerte.
Ello motivó –con la ayuda del gobierno- que
el movimiento sindical agrupado en la central abusara de su fuerza, iniciándose
una era de huelgas, pues en la década de los 20 (del siglo pasado) no había Ley
Federal del Trabajo y los asuntos obrero-patronales se resolvían a base de
reglamentos, aplicados según la entidad en que regían y de acuerdo con el
sentir político del problema.[1]
Luis N. Morones, en pleno discurso.
SINAFO. Sistema Nacional del INAH. N° de catálogo: 22511.
Bosquejos acerca de nuestro sindicato.[2]
Difícil tarea en verdad la que me ha sido encomendada, hacer aunque sea
a grandes rasgos la historia de nuestro sindicato, que en un año de vida ha
tenido tantos hechos, tantos incidentes que seguramente no podré detallar con
la amplitud que merecen; dar a la publicidad la historia de una agrupación
obrera que en varias etapas de su vida ha atraído sobre sí la atención general;
ofrecer a nuestros hermanos proletarios el informe de nuestros trabajos
haciéndolos copartícipes de nuestras angustias y nuestras satisfacciones;
presentar a la miopía de la caterva burguesa el ejemplo para ellos terrorífico
de lo que puede la unión; someter al criterio de propios y extraños nuestros
actos, ¡he ahí la obra! Reconozco que es superior a mis fuerzas. Mi notoria
incapacidad es el mayor de los obstáculos para cumplir como quisiera, la misión
que se me ha conferido. Sólo tengo mi voluntad, mi voluntad sin límites y el
amor que profeso a nuestra agrupación como únicos elementos con que cuento para
emprender la tarea. Si esto no es bastante, tómese cuando menos en
consideración para disculpar mi falta de conocimiento en esta clase de
trabajos.
Fueron 56 o 60 empleados y obreros de la Compañía Mexicana de Luz y
Fuerza Motriz, de esta ciudad los que lanzaron la iniciativa de asociarse para
buscar su mejoramiento, y, sin tendencias definitivas, se reunieron por primera
vez el día 5 de diciembre de 1914 en la casa habitación del compañero Salvador
F. Domenzáin, ubicada en la 5ª. Calle de Dr. Lucio, No. 102, departamento 28.
Algunos de los asistentes a aquella reunión pertenecieron a la Sociedad
que en el año de 1911 comenzó a fundarse y que hubo de suspender sus trabajos
por la infame presión que los altos jefes de la referida Compañía ejercieron
sobre los que justamente pretendíamos unirnos para defendernos de la inmoderada
explotación que veníamos sufriendo. Se hizo necesario que pasaran algunos años,
que varias agrupaciones obreras comenzaran a obtener éxito en sus gestiones,
que una excitativa lanzada por la Federación de obreros y empleados de la
Compañía de Tranvías de México pusiera de manifiesto una vez más la
imprescindible necesidad de unirse, para que el personal de la Compañía de Luz
convocara a la junta a que me he referido.
Luis N. Morones vivió en carne propia
la encarcelación.
SINAFO. Sistema Nacional del INAH. N° de catálogo:
47468
Fue allí donde por primera vez el elemento obrero, en un momento de
clarividencia, decidió oponer al soberbio empuje de sus infames opresores el
poderoso dique de la fuerza colectiva. Pero hasta ese grupo de trabajadores no
había llegado la buena nueva; acostumbrados a asociarse para auxiliarse
mutuamente, no pensaron nunca en el tremendo error en que se han basado
apolilladas sociedades mutualistas, y, consecuentes con la rutinaria costumbre
de quitar lo poquísimo que tiene el trabajador para darlo al que no tiene nada,
acordaron como primera providencia la fundación de una Sociedad Mutualista y a
pesar de que hasta a algunos de los miembros de la naciente sociedad había
llegado la buena nueva, la palabra prodigiosa a cuyo solo enunciado habían
caído postergados los ladrones de energías y los acaparadores de conciencias,
todavía se pronunciaba con temor, con el espanto de todo lo desconocido, la
palabra mágica de sindicalismo. Y sucedió lo que había de suceder: que
desconocido el sistema de trabajo de los Sindicatos Obreros y habiendo llegado
alterados en su totalidad los datos que acerca de esta clase de sociedades de
resistencia decían tener los que se consideraban bien enterados, el error
persistió, nombróse la mesa directiva y el señor presidente, amo y señor, tuvo
a bien citar para una próxima reunión que tuvo verificativo el día 10 del mismo
mes, en el Centro Cosmopolita de Dependientes, sito en la 4ª. calle de S. Juan
de Letrán, No. 60. Asistió gran número de obreros y empleados de la Compañía de
Luz dándose cuenta a los que no estaban enterados de los trabajos comenzados.
En aquella reunión pudo observarse que en el elemento obrero encontraron
eco las ideas avanzadas, el sistema nuevo de lucha explicado por varios
compañeros, haciendo notar las inconvenientes e innumerables desventajas que
acarrearía la sociedad mutualista al trabajador, y la mayoría anónima, con esa
previsión que caracteriza a las multitudes, vaciló, y cuando se pidió la
sanción de lo llevado a cabo tuvo la más hermosa de las protestas: abandonar el
salón, mostrando así su inconformidad con lo acordado anteriormente y haciendo
patente con este hecho la inclinación que había por adoptar otro sistema, otra
nueva ruta de reivindicación y de progreso. Apenas si unos cuantos se dieron
cuenta de que el presidente citaba a nueva reunión en el Salón de Sesiones del
Departamento del Trabajo para el día 14 del mismo mes.
En vista de la divergencia de opiniones y ante el temor, muy justificado
por cierto, de que una gran mayoría no concurriera a la reunión del día 14,
dando por resultado que la unificación no se llevara a efecto, el compañero
Domenzáin, presidente de la Sociedad Mutualista en embrión, citó a una junta
privada para cambiar impresiones el día 12 en la Sub-Estación de la Nana y
convirtiendo la azotea de la referida Sub-Estación en Salón de sesiones, se
discutió largamente por los 14 a 16 socios que asistieron acerca del carácter
que se daría a la agrupación prevaleciendo la iniciativa presentada a favor de
transformar en Sindicato la tantas veces citada Sociedad Mutualista.
Así las cosas verificóse la asamblea del día 14, la concurrencia escaseó
por parte del personal de la Compañía de Luz, no así el elemento
obrero-electricista de otras compañías y electricistas que trabajaban por su
cuenta. Hizo notar el Presidente la necesidad de definir de una vez por todas
la índole que debería darse a la agrupación, exponiendo que por lo observado
parecía que la opinión estaba dividida, pues mientras unos sancionaban el
sistema mutualista, otros, renuentes con estas ideas, proponían la fundación de
un Sindicato. Indicando la conveniencia de poner a votación las proposiciones
que había, resultando de ella que por mayoría quedó aprobada la fundación del
Sindicato. Sólo que por razones más o menos fundadas se tomó el acuerdo de que
sería independiente de la Federación de Empleados y Obreros de la Compañía de
Tranvías.
Fue en aquella memorable asamblea donde por primera vez escuchamos
absortos el verbo rojo, la frase libertaria que templó los espíritus y conmovió
los corazones. El compañero José Colado, director interino del Departamento de
Trabajo en aquella época, dio a conocer a los novicios sindicalistas la
doctrina salvadora, y su palabra fue el toque de atención que despertó las
conciencias dormidas, la tea incendiaria que hizo explotar en los cerebros
tumefactos del hombre esclavo, de la bestia humana, la mole inmensa del
perjuicio moral y de la resignación absurda, dando paso a la verdad, hija del
raciocinio y de la conciencia.
Jamás podré olvidar lo que se dijo y la impresión tremenda que
causáronme los conceptos vertidos. Fue algo desconocido, algo sublime que
conmovió a la falange obrera, que despertó del marasmo en que yacía y, ávida de
luz, de verdad, de justicia, alzóse altiva, rebelde e irresistible para buscar reivindicaciones
no comprendidas y pagar su deuda de odio, de atavismos innúmeros a los que
trafican con sus energías. También el compañero Huitrón y algunos otros
miembros de la Casa del Obrero Mundial reforzaron con su palabra vehemente y
con su fe de convencidos las ideas emitidas e invitaron al nuevo Sindicato a
formar parte de la Confederación Obrera.
Procedióse enseguida a nombrar al comité ejecutivo por escrutinio
secreto, quedando integrado en la forma siguiente:
Secretario general, Luis Ochoa.
Secretario del interior, Ernesto Velasco.
Secretario del exterior, Antonio Arceo.
Tesorero, Toribio Torres V.
Subtesorero, Jorge Castro.
Consejero, José Colado.
Secretario del interior, Ernesto Velasco.
Secretario del exterior, Antonio Arceo.
Tesorero, Toribio Torres V.
Subtesorero, Jorge Castro.
Consejero, José Colado.
Nombráronse también a los compañeros Salvador F. Domenzáin, Antonio
Arceo y José E. Backler delegados a la Confederación de Sindicatos.
Así terminó la asamblea del día 14, que fue el prólogo de los sucesos
que se han desarrollado con rapidez vertiginosa y que en muchas ocasiones han
despertado el interés público.
Jamás se imaginaron los capitalistas insensibles, los pulpos insaciables
de energías humanas, que el inmenso entusiasmo, que el aplauso delirante que
estalló al proclamarse la fundación del nuevo Sindicato, sería el principio de
una era nueva de reivindicación y de justicia, y que la fuerza irresistible y
avasalladora de la unión había de hacer inclinar con la resignación de la
impotencia muchas frentes altivas, muchos ojos feroces que hasta entonces
habían mirado indiferentes, agitarse desesperado y hambriento al
hombre-máquina. El gesto desdeñoso y el irónico comentario con que seguramente
fue acogida por la burguesía la noticia de la formación del nuevo Sindicato no
duró mucho tiempo porque los hechos posteriores han puesto en los rostros y en
los labios de esos mismos hombres el gesto del temor y la palabra suplicante.
(Continuará)
Luis. N. Morones
[1] Gregorio Ortega Medina: El sindicalismo contemporáneo en México. México, Fondo de Cultura Económica, 1ª ed. 1975. 110 p. (Archivo del Fondo, 26), p. 37.
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