LUZ
y FUERZA DE LA MEMORIA HISTÓRICA. DEL ANECDOTARIO ELECTRICISTA.
POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
De esto ya corrieron 76 años del que fue
famoso “incendio del parque Asturias”
ubicado en el Parque Asturias del Chavacano, como se le conocía, y ante un
entradón de 25,000 aficionados, exactamente el 26 de marzo de 1939 se
encontraron los equipos de futbol Necaxa, con Navarro, Azpiri, Marcial, Miguel
Pizano I, Nacho Ávila, Perico Vera, Chamaco García, Poeta
Lozano, Casarín, Hilario López y Baldomero, por un lado, y el Asturias, formado
por Urquiaga, Soto, Laviada, San Sebastián, Fernando García y León II, Frade,
Headley, Ruiz, Huitt y Munlloc.
Se disputaban el primer lugar del campeonato
de futbol junto con el también famoso Euzkadi (Selección Vasca) y la pasión
había dividido los bandos profundamente. Como árbitro fungía el que fuera
famoso cronista deportivo Fernando Marcos.
Primorosas
panorámicas del Campo Asturias del Chavacano en pleno juego, abarrotadas de
aficionados al iniciarse el encuentro Asturias-Necaxa; Perico Vera y el
Ranchero Ortiz, despojando de la bola a Efraín Ruiz, del Asturias; la histórica
caída de Horacio Casarín, al ser fauleado por León II, del Asturias y la forma
tan artera en que era lastimado Casarín. El Parque Asturias, que después fuera
convertido en cenizas empezando por las gradas populares, el 26 de marzo de
1939.
Abrió el Necaxa dominando con su clásico
juego bordado por abajo y con mucha rapidez, envolviendo a los asturianos. Pronto
empezaron los jugadores a violentar las acciones, azuzados por el público. En tanto
avanzaba el encuentro, las jugadas se sucedían y la violencia estallaba en cada
una de ellas. Laviada en una entrada demasiado fuerte, lastimó a Casarín, quien
se vio obligado a dejar el campo, no sin antes anotar el primer tanto para su
equipo mediante un tiro magistral que dejó sin oportunidad a Urquiaga. Más tarde,
Efraín Ruiz empató el marcador, aunque antes se registró un conato de bronca al
largar un patadón asesino el Negro
López. Poco más tarde, Baldomero, en precioso pase del Poeta Lozano, consiguió el segundo tanto. No tardó el Asturias en
empatar al conceder Fernando Marcos un penalti rigorista.
Mientras tanto, el público, con la pasión
desbordada, empezó a incendiar, en uno de los actos criminales más reprobables
de la historia del deporte, el graderío popular. Cundió el desorden en forma
alarmante y el partido tuvo que suspenderse, pues el público buscaba las
salidas desesperadamente hasta que las llamas consumieron el Parque Asturias, que había sido teatro
de encuentros excepcionales.
Apuntes de José Rodríguez B., en su
colaboración denominada “Recordando el pasado”, que apareció publicada en LUX. La revista de los trabajadores, Año
XXXVIII, N° 150, del 31 de mayo de 1966, p. 64.
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