EDITORIAL.
Por: José Francisco Coello Ugalde.
Así rezaba una colaboración
en LUX, la revista de los trabajadores del
año 1960, luego de que se nacionalizara la industria eléctrica, gracias a la
oportuna intervención del entonces presidente de la república, el Lic. Adolfo
López Mateos. Y es que la frase proviene del discurso que el propio personaje
dirigió al pueblo, pero también a los electricistas reunidos en la Plaza de la
Constitución el 27 de septiembre de 1960. Dichas palabras, fueron el
complemento de aquel segmento histórico del informe presidencial que el propio
López Mateos pronunciara el día primero de aquel mes patrio. Hoy ese discurso
aplicaría sin miramiento alguno luego de que la Secretaría de Energía ha
informado sobre la entrega que ha hecho al grupo “Dragón”, comandado por Raúl
Salinas Pliego, fuerte empresario en el sector televisivo, y que se encargará
de la generación de energía eléctrica en la modalidad de geotermia en un campo
ubicado en el sur del estado de Nayarit.
LUX. La revista de los trabajadores. Año XXIX, 2ª
época, N° 85, 30 de septiembre de 1960, p. 16.
La imparable Reforma
energética y sus leyes secundarias como puede verse, atiende intereses que en
otra época habrían sido impensables. Lamentablemente nuestros tiempos,
sometidos al neoliberalismo y a la postmodernidad no tienen en su código
principios que vayan en concordancia con ese relegado Art. 27 constitucional
que, a la letra dice:
Artículo
27. La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los
límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la Nación, la
cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los
particulares, constituyendo la propiedad privada.
Y más aún:
Corresponde exclusivamente
a la Nación la planeación y el control del sistema eléctrico nacional, así como
el servicio público de transmisión y distribución de energía eléctrica; en
estas actividades no se otorgarán concesiones, sin perjuicio de que el Estado
pueda celebrar contratos con particulares en los términos que establezcan las
leyes, mismas que determinarán la forma en que los particulares podrán
participar en las demás actividades de la industria eléctrica.
¡Cuán vulnerable es la memoria! que ya se ha echado de menos un
principio como este, sobre todo cuando para que todas estas acciones ocurran en
la forma en que lo vemos, fue necesario quitar de en medio y en la forma más
artera a 44 mil trabajadores de Luz y
Fuerza del Centro que teníamos un compromiso con la sociedad, compromiso
que estaba condicionado al cada vez más reducido presupuesto que asignaba el
gobierno. De ahí que nuestro servicio quedara en entredicho. Hoy, ese episodio,
que deliberadamente olvida el estado, hace ver, como lo piensa Pedro Joaquín
Codwell –Secretario de Energía- que “la reforma energética cada vez avanza más”,
como si con ello no digo que se logren avances importantes en la generación,
pero su argumento valida los privilegios que han tenido intereses extranjeros y
los del propio país, representados por capitalistas posicionados, para que
estos incrementen sus capacidades las que hoy serán posible bajo esquemas de
contratación que nada tienen que ver con el beneficio de la clase trabajadora,
sometida una vez más a los dictados de un nuevo capítulo que tendría que ver
con los avanzados planteamientos establecidos por núcleos fuertes del
capitalismo, que potencian desde la más oscura de sus perversiones, el futuro
de la humanidad, sin pensar incluso que a ello se debe, en buena medida, la
tragedia del cambio climático.
¿Harán algo esos nuevos
empresarios no solo para mejorar lo irreversible que ya es, en buena medida la
consecuencia del cambio climático, sino
también en beneficio de la clase trabajadora?
4 de noviembre de
2015.
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