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sábado, 5 de abril de 2014

EL SINDICATO MEXICANO DE ELECTRICISTAS. A 100 AÑOS DE SU FORMACIÓN Y CONSOLIDACIÓN. 1914 – 2014. (PARTE X).

OTROS ERAN LOS TIEMPOS…

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   En efecto, otros eran los tiempos en que las autoridades en este país tenían para con las representaciones sindicales un especial trato. Tal fue el caso en que en el curso del mes de enero de 1956, el entonces Secretario del Trabajo y Previsión Social, Lic. Adolfo López Mateos recibió al Comité Ejecutivo y a la Comisión Legislativa del Sindicato Mexicano de Electricistas, quienes por esos días, a su vez, habían hecho entrega formalmente a la Empresa, el proyecto de revisión del Contrato Colectivo de Trabajo.

Revista LUX, Año XXVIII, 2ª época, 15 de enero de 1956, N° 20, p. 1.

   En esa ocasión, tanto el futuro Presidente de la República como la comisión que realizó la visita, establecieron sus posiciones en sendos discursos y declaraciones, lo que habla del protocolo que era o formaba parte de las practicas corporativas, ya que de no llegar a acuerdos entre las partes (empresa y sindicato), se tendría en el Secretario del Trabajo al intermediario apropiado para destrabar algún momento crítico de la negociación (del que más adelante conoceremos algunas de sus demandas). Este es el resultado de las “cortesías” habidas entre López Mateos y Agustín Sánchez Delint, entonces Secretario General del Sindicato Mexicano de Electricistas:

Revista LUX, Año XXVIII, 2ª época, 15 de enero de 1956, N° 20, p. 10.

   El 5 de enero, el SME entregó al Ing. Juan Martínez Tejada, Director Comercial de la Empresa y encargado de la Gerencia dicho pliego petitorio. Asisten a tal encuentro el Lic. José Berlanga, Jefe del Departamento de Trabajo. Como testigos, estuvieron el C. Manuel Tapia Gómez, el Lic. Euquerio Guerrero, Lic. Guillermo Herrera Garduño, y los C.C. Ernesto Nájera Rodríguez, Mario S. Martínez Brocado, Jorge Pérez Montes y Antonio Leal Díaz, otros.

Revista LUX, Año XXVIII, 2ª época, 15 de enero de 1956, N° 20, p. 4.

   Entre las Cláusulas del Proyecto del Sindicato se demandaba el incremento del ahorro en 2% mediante la aportación de los trabajadores; aumento de la aportación que hace la Empresa al Servicio Médico para la atención de los trabajadores y sus familiares; aumento del pago de transportes de los trabajadores; establecimiento de una cantidad para el pago de renta; reducción de la jornada de trabajo a 40 horas y aumento en la aportación que hace la empresa para los gastos de vacaciones.
   También se solicitó un aumento del 25% en los salarios y la revisión de algunas Cláusulas de carácter social, y de otras cuya redacción se prestaba a confusión o doble interpretación que con las reformas allí presentadas, se deseaban evitar para que no diesen motivo a problemas estériles en las relaciones obrero-patronales.

   El Sindicato justificaba la justa demanda al incremento en el salario de un 25%, a partir de los siguientes fundamentos:
   Afirmamos que el aumento del costo de la vida a partir de marzo de 1954, es superior al 50%, y hemos explicado cómo las estadísticas están más empeñadas en ocultar el impacto de la última desvalorización que en reflejar la realidad. La vida diaria del pueblo tiene sus propias estadísticas, siempre mucho más dolorosas en cuanto más reales.
   Por lo tanto:
   Un 25 por ciento no compensaría, es cierto, las sucesivas mermas que sufren nuestros salarios no sólo por las sucesivas desvalorizaciones que han reducido nuestra capacidad adquisitiva por el sencillo mecanismo de la elevación de los precios, ni cosa parecida; ni nos permitiría defender el carácter que tiene el salario como lo define la propia Constitución que nos rige, esto es, el que sea suficiente para permitirnos hacer frente a nuestras necesidades vitales, ya que la tendencia alcista de los precios no solamente no parece detenerse, sino que cada vez acelera su paso con una urgencia ominosa que nos abre una perspectiva de ingentes necesidades insatisfechas. Un 25% es obviamente un aumento insuficiente.
   Pero todavía faltan una serie de razones que aquí se exponen:
   ¿Por qué entonces pedimos menos de lo que necesitamos? Si los electricistas sabemos, como bien lo sabe todo el pueblo de México, que la relación precios-salarios acusa para los primeros un incremento que se puede calcular geométricamente, en tanto que para los salarios la proporción aritmética es inoperable para estimar su incremento; si los electricistas sabemos que nuestros salarios no nos permiten corresponder a las necesidades más elementales de nuestros hogares, lo estrictamente lógico sería que planteáramos sencillamente la recuperación de nuestra capacidad de compra. Pero la cuestión no es tan simple como para resolverla por el expediente de calcular el tanto por ciento que ha perdido nuestra capacidad de compra y pedir la compensación correspondiente.
   Y aquí la sustancia.
   Estamos obligados a considerar otros factores. En lo general, nos encontramos con un movimiento obrero desorganizado, confundido, que vegeta en la impotencia, lo que se traduce en incapacidad para luchar por objetivos propios y específicos de su movimiento, entre los cuales figuran en primerísima fila los salarios que permitan una vida sin miserias. Así, en las condiciones prevalecientes, ningún sindicato, aisladamente, puede echarse a cuestas la lucha que corresponde a toda la clase obrera, sin esforzarse inútilmente.
   Pero hay más. En el caso nuestro, mucho se ha especulado sobre la pretendida responsabilidad que tenemos los trabajadores electricistas en los aumentos de las tarifas eléctricas. Esta responsabilidad que se nos atribuye, con todo y lo calumniosa que es, constituye un factor que no podemos pasar por alto. Y no se trata de explicar precisamente que demandemos un aumento de salario insuficiente presionado nuestro ánimo por esa imputación injustificada. De lo que se trata es demostrar que los aumentos de salarios no son la causa que alegan las empresas para elevar sus tarifas, ahora que las empresas se han propuesto obtener aumentos de tarifas que rebasan en mucho los aumentos de salarios obtenidos y el que ahora estamos solicitando. Porque debe recordarse que a falta de pretexto más válidos, las empresas han cargado en la cuenta de los trabajadores, los ambiciosos aumentos de sus tarifas. Se trata, entonces, de no dar más pretextos; de ofrecer al Gobierno y al pueblo de México una prueba de nuestra capacidad para soportar las estrecheces como las soportan todos los mexicanos, de manera de que no se nos tome nunca más como instrumento de depreciaciones contra el progreso de nuestra Patria.
   El manejo del discurso que aquí fue incluido, deja ver el estado de cosas que prevalecía en aquel inicio de 1956, lo cual es indicativo de los muchos valores cotidianos, que hoy, en este 2014, se separan en una brecha significativa y opuesta a la de aquel año. Esa distancia abismal, aunque nos indica que el salario mínimo por entonces era de $11.00 para el Distrito Federal, hoy en este 2014, con los cambios habidos en la aplicación de áreas geográficas, así como su división entre área geográfica “A” y “B” quedaron establecidos entre los 67.39 y 63.77 respectivamente.
   Finalmente, el propio S.M.E. tuvo respuestas contundentes para justificar la petición:
   Vamos a dejar que conteste por nosotros una institución capitalista de las más serias que existen en el país y que no puede ser considerada como parcial hacia los trabajadores, nos referimos al Banco Nacional de México. En su publicación mensual “Examen de la Situación Económica de México” correspondiente al 15 de diciembre (de 1955), se informa que el índice del costo de la vida de marzo de 1954 (que fue cuando revisamos nuestro Contrato la última vez) a octubre de 1955, aumentó en un 30.8% Esto se refiere al índice general de precios, pero el subíndice del costo de la alimentación aumentó en ese lapso un 33.8%, lo que quiere decir que cuando menos, el aumento de nuestros salarios debiera ser de un 40% en virtud de que cada mes –según el propio Banco- el aumento en los precios de los alimentos se modifican más o menos en 1%; por ejemplo de septiembre a octubre de 1955 los precios se elevaron en 1.6%.
   Es incuestionable entonces que la demanda que hace el Sindicato no sólo está apegada a la realidad, sino que está por debajo de la realidad. Nadie podrá decirnos, excepto aquellos cuya mala fe rebasa el sentido común, que estamos pidiendo un aumento exagerado. Al contrario, para que nadie dude de la colaboración honesta que el Sindicato presta a los propósitos patrióticos del Presidente Ruiz Cortines, y para que nadie pretenda que el Sindicato trata de poner a la Compañía… al borde de la bancarrota (lo cual es sólo una mala ironía), hemos hecho una petición muy moderada, sacrificando muchos de los argumentos que podríamos levantar para exigir un aumento mayor. Naturalmente nuestra petición del 25% no es para “regatear”, es justa y necesaria, no es demagógica ni maniobrera, sino seria y responsable, hecha con buena fe hacia la Compañía, hacia nuestro Gobierno y hacia los consumidores.
   Considero, a título personal, que el lenguaje aquí expresado es de suyo correcto, respetuoso, plenamente justificado por las razones que la lógica y la realidad podrían dar con respecto a la forma de responder frente a las diversas situaciones que entonces se habrían vivido en este país. Para este 2014, y debido a los giros tortuosos que vive la clase trabajadora, muchos de estos sentidos de justicia se han desvanecido.


Agradezco a la Sra. Fátima Alvarado haberme permitido llegar hasta la pequeña colección de la revista LUX que conserva entrañablemente. Sin ese apoyo, habría sido imposible emprender la presente serie que ahora sigue incrementándose.

CONTINUARÁ.

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