POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
Salvamento del
patrimonio artístico, cultural y documental de Luz y Fuerza del Centro y del
Sindicato Mexicano de Electricistas, luego de la extinción en octubre de 2009.
A raíz de la extinción de Luz y Fuerza del Centro (en adelante, LyFC), el 10 de octubre de 2009, así
como la tremenda afectación a todos los afiliados del Sindicato Mexicano de
Electricistas (en adelante, S.M.E.),
sus distintos patrimonios quedaron en condiciones vulnerables, sobre todo si me
refiero al que corresponde al de aquellas expresiones artísticas, documentales
y estructurales. Habiendo cumplido 106 años de servicio, es un hecho que a lo
largo de todo ese tiempo, se acumularan elementos que, bajo esa condición,
llegaran a ser de tal importancia que hoy, a poco más de cinco años vista,
resulta difícil estimar su condición, debido a las restricciones de información,
sin perder de vista que la sola toma de las instalaciones por parte de la
Policía Federal, supuso un atentado que devino saqueo en diversas formas. Por
tanto, ante esa inestabilidad, algunos de quienes trabajamos para dicha
empresa, ya sea en forma individual o constituidos en diversas agrupaciones sin
ánimo de lucro o conformados en otros tipos de organización, nos hemos dado a
la tarea de realizar tantas gestiones como ha sido posible para recuperar, en
la medida de lo posible aquellos valores históricos o estructurales que
ameritan su conservación, con objeto de articular un propósito de revaloración
sobre el papel que jugó en su momento empresa tan importante. Afirmada dicha
tarea, el hecho es encaminar tales propósitos al punto de garantizar que estos
patrimonios estén libres de todo peligro y queden bajo el mejor resguardo
posible, contando para ello los posibles convenios habidos con instituciones
académicas, e incluso con la iniciativa privada, sector que potencialmente se
convierte en otra alternativa, siempre y cuando sus propósitos vayan en el
mismo sentido de quienes hemos formado parte en esas tareas. Sabemos
perfectamente que ello implica recuperar, restaurar, catalogar, conservar y
difundir el contexto de todos los elementos integradores, no sólo de LyFC. También los que corresponden al S.M.E., instituciones que mantuvieron
una convivencia peculiar entre 1914 y 2009; es decir 95 años bajo un maridaje
particular.
No es sólo el propósito de contar con datos
o informes de naturaleza técnica. También se hace necesario recuperar aquellos
otros cuyo contenido o configuración, definieron el curso de su vida en poco
más de un siglo de presencia para LyFC
y ahora el centenario cabal del S.M.E.
Por ello, un simposio internacional como el que ahora convoca a todos aquellos
que de una u otra forma hemos estado involucrados con la construcción de la
industria eléctrica en cualquiera de sus expresiones, es una oportunidad
afortunada para difundir las razones de nuestros empeños, pues en caso tan
específico, no sólo afectó a LyFC,
sino a la comunidad toda de trabajadores, dispersándola hasta el punto de su
pulverización, efecto que alcanzó también al S.M.E., cuyas circunstancias como organización colectiva muestra,
hasta hoy, síntomas en los que su patrimonio histórico también se ha visto
trastocado, lo cual también hace extensiva la labor de salvamento para entender
de mejor manera el curso del tiempo, pero sobre todo la convivencia habida en
ese “maridaje” ya mencionado. Por tanto, esa otra tarea significa establecer
los medios y las estrategias para salvar las mayores cantidades posibles de
información y ponerlas al servicio de los interesados. Ello representa un
esfuerzo que por ahora, nos rebasa, pero que no podemos evadir si el alcance
pretende ser ese: la recuperación del patrimonio histórico, artístico y
estructural en su conjunto. De este último punto, conviene adelantar que
instancias como el Comité para la
defensa del patrimonio cultural, tecnológico e industrial del sector eléctrico,
A.C. (en adelante, CODEPACUTI.S.E.,
A.C.) ha venido gestionando desde su creación misma, en abril de 2012 todo
aquello relacionado con el salvamento, en primera instancia, y bajo los
criterios de la arqueología industrial a la planta hidroeléctrica “Necaxa”, a
reserva de integrar otras instalaciones como la planta termoeléctrica “Ing.
Jorge Luque Loyola”, o la antigua planta “Nonoalco”. El siguiente paso sería
integrar las declaratorias de patrimonio cultural material a dichas
instalaciones, con objeto de evitar, entre otras cosas, su posible
desmantelamiento. De lo anterior, también se trata de informar en un evento de
esta naturaleza todos aquellos avances y perspectivas, con objeto de encontrar
los medios apropiados para su cobertura y el respaldo institucional más conveniente.
El proceso de trabajo significa contar con
actividades concretas que van de realizar un levantamiento conjunto entre
diversos especialistas: Ingenieros, arquitectos, diseñadores, archivistas,
historiadores, fotógrafos, arqueólogos, antropólogos, etcétera, dispuestos a
realizar una “Ruta crítica” lo suficientemente clara que lleve a establecer
estrategias y tiempos, captura de información rigurosamente elaborada, con
objeto de contar con un banco de datos lo suficientemente rico y confiable. De
lo anterior, tendrán que darse los informes precisos que establezcan tareas a
corto, mediano y largo plazo, así como los objetivos concretos para emitir
conclusiones y recomendaciones capaces de crear toda una conciencia alrededor
de este plan, el de una recuperación histórica y estructural, tanto de LyFC como del S.M.E. En ambos casos, su producción documental es enorme, para lo
cual conviene seguir las recomendaciones que la archivonomía, la archivología o
la bibliotecología establecen para su correcta clasificación, considerando los
posibles descartes que ello suponga, en el entendido de recuperar la más
información posible, siempre y cuando posea los valores documentales que
validen su conservación.
En el caso estructural, mencionadas las
plantas: Complejo hidroeléctrico de Necaxa, planta termoeléctrica “Ing. Jorge
Luque Loyola” o la planta térmica “Nonoalco”, al menos como tres elementos
representativos de la compleja infraestructura que controló en su momento LyFC.
Los actuales momentos significan para LyFC y el S.M.E. la oportunidad para que su memoria no se pierda, sobre todo
a partir de la forma en que ambas instituciones tuvieron que encarar su
desenlace. Evidentemente, el S.M.E.
pervive en su condición orgánica pero es de lamentar que se presienta su
desaparición. Estoy absolutamente convencido que de los resultados obtenidos en
una actividad como la que aquí se plantea en sus primeros pero contundentes
pasos, sus intenciones sean el eje central para reunir a las partes
involucradas: instancias del gobierno, instituciones académicas, investigadores,
tesistas y demás interesados con objeto de continuar por una ruta capaz de
convertirse en tema específico como materia de estudio y de ello obtener como
principal aporte los beneficios ligados al salvamento mismo de ese
“patrimonio”, así como encontrar las condiciones idóneas para convertirlo en
referente de otras situaciones que llegasen a enfrentar una situación similar a
la de LyFC. La aplicación de dichas
estrategias no es novedosa. Se encuentra reflejada en ámbitos como el de la
minería o de toda aquella infraestructura ferrocarrilera desplegadas ambas por
diversas partes de nuestro país. Del mismo modo, un sector como el eléctrico, y
en este caso forzado por la extinción de LyFC,
procurará ingresar al ámbito de los dictados que establece la arqueología
industrial, aspecto para el cual no estábamos preparados del todo sus
trabajadores, que veíamos en su cotidiano funcionamiento algo tan intrínseco
pero no lo suficientemente real en función de todo aquello que nos hiciera
entender los significados de patrimonio en cuanto tal.
Por lo tanto, en este aquí y ahora conviene evidenciar
un conjunto novedoso de elementos que permitan su pronto acceso a los
territorios que impone la arqueología industrial. También al punto donde sus
diversos patrimonios, culturales o documentales cuenten con la garantía de su
conservación, con objeto de encontrar las condiciones para la creación de
espacios idóneos donde la comunidad de interesados, así como los investigadores
tengan posibilidad de acceder y consultar; apreciar y considerar todos los
significados que un proceso industrial como el de la producción, generación,
transmisión, distribución y comercialización de la energía eléctrica ha tenido
en nuestro país desde que quedó instalada su infraestructura con vistas a
integrarse en las diversas fuentes que se crearon con tal propósito.
A modo de “Bitácora”, podría apuntar que,
desde la extinción misma, una buena parte de las instalaciones consideradas
“estratégicas”: es decir, varias plantas hidroeléctricas, una termoeléctrica y
otro basto conjunto de subestaciones quedó bajo la responsabilidad de la
Comisión Federal de Electricidad (en adelante, C.F.E.). Dicha cesión ocurrió bajo la figura de un ilegal comodato
que el Sistema de Administración y Enajenación de Bienes (SAE) otorgó a la C.F.E. sobre los bienes de LyFC. Se afirma su ilegalidad bajo la
idea de que, asistiéndole la razón a la plantilla de trabajadores de la extinta
LyFC era posible que aplicara el
“patrón sustituto” que correspondía, en forma natural a la C.F.E. Pero el gobierno, entregó en forma rápida y expedita dichos
bienes a C.F.E.
Como apunta José Antonio Almazán González:
Ese
primer comodato, en el cual ni siquiera se especificaron los bienes de LFC, fue
ratificado el 10 de agosto de 2010 y se consideraron 15 plantas de generación
hidroeléctrica; cuatro termoeléctricas, entre ellas la planta Jorge Luque, que
se encuentra convertida en chatarra y 14 de generación distribuida; 260 líneas
de transmisión de 400, 230, 115 y 85 KVA, cables de potencia de 230 y 85 KVA,
con una extensión de más de 3 mil kilómetros; 229 subestaciones eléctricas de
importancia estratégica para la región central del país; mil 189 kilómetros de
líneas de distribución en donde se encuentra la codiciada fibra óptica y 593 inmuebles
ubicados en el D.F., Hidalgo, estado de México, Puebla y Morelos, además de un
número no precisado de vehículos, equipos de transporte, mobiliario,
materiales, subestaciones móviles, plantas de emergencia, bases de datos del
sistema de facturación, comercialización, transmisión, control, distribución;
todo ello sin precisar y sujeto al saqueo indiscriminado.[1]
Ante un balance como el anterior, es de
temer sobre el correcto uso que se haya dado a dichas instalaciones, destacando
en forma particular lo que sucedería a partir de ese momento con plantas como
el conjunto hidroeléctrico de Necaxa, la planta termoeléctrica “Ing. Jorge
Luque Loyola”, la planta “turbojet” de “Nonoalco” y otras que, por su
antigüedad quedaban sujetas a una puntual y específica conservación. Tal parece
que esto no ocurrió en la realidad y hoy, sobre todo Necaxa enfrenta riesgos
como el de un correcto mantenimiento en la cortina, cuyo emplazamiento fue
posible gracias al uso de arcilla. Por estas y otras razones que saltan a la
vista es y ha sido necesaria la intervención de diversos grupos,[2]
mismos que hasta ahora nos hemos visto impedidos de acceder al sitio indicado,
que aún permanece bajo la custodia de diversos elementos de la Policía Federal.
Espero que este primer llamado de atención
de mi parte, represente o signifique una importante muestra de interés, así
como de la movilización correcta para dar los pasos apropiados en lo relativo a
la protección aquí mencionada.
28 de febrero de 2015.
[1] José Antonio Almazán
González: “El ilegal comodato de CFE” [en línea], 2015, http://digitallpost.mx/noticias-detalle.php?contenido_id=46381&seccion_id=161
[consulta: 15 de febrero de 2015]
[2] Como el CODEPACUTI.S.E., A.C. y otros.
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