PONENCIAS y
CONFERENCIAS
Con motivo de la culminación del III Simposio Internacional: “Historia de la
Electrificación. Estrategias y cambios en el territorio y la sociedad”,
celebrado en el Palacio de Minería, ciudad de México, del 17 al 20 de marzo de
2015, comparto a continuación mi propuesta , la cual formó parte de la mesa N° 4: “Difusión, artes y patrimonio
de la electricidad”.
Salvamento del
patrimonio artístico, cultural y documental de Luz y Fuerza del Centro y del
Sindicato Mexicano de Electricistas, luego de la extinción en octubre de 2009.
Por:
José Francisco Coello Ugalde.
Mi
solidaridad con Carmen Aristegui.
Antes que llamar a la presente participación
como “Ponencia”, prefiero denominarla Informe sobre el estado que guardan los
diversos patrimonios (artístico, cultural, documental y estructural) tanto de Luz y Fuerza del Centro como del Sindicato Mexicano de Electricistas. Patrimonios
que se encuentran en riesgo por la decisión, abrupta e inesperada, del titular
del Ejecutivo federal, que ordena mediante un decreto la extinción del
organismo Luz y Fuerza del Centro. Esto
como ya sabemos, sucede el 10 de octubre de 2009 y pervive hasta el día de hoy,
por lo que todo ese legado se encuentra en una situación de vulnerabilidad, debido,
entre otras cosas, a las pocas garantías
de un rescate total y minucioso, además de la necesidad de una conservación y
preservación adecuadas, destino incierto que deseamos evitar en la medida de lo
posible, exigiendo para ello se tomen las medidas precautorias que convenientes.
Independientemente de la terrible condición de la que fuimos sujetos a
partir de aquella aciaga “noche triste”, cuando el Estado nos arrebató nuestra
fuente de trabajo, aduciendo corrupción, improductividad y otros artilugios de los
que se valió para extinguir a Luz y
Fuerza del Centro (en adelante, LyFC),
y donde la búsqueda de una reinserción laboral o un trabajo digno ha sido
prácticamente en vano para la mayoría de nosotros. Existe un factor de riesgo
que también afectó el destino “histórico” de dicho organismo. Me refiero a todo
aquello relacionado con sus diversos patrimonios, que van del documental, al
artístico. De igual forma, también consideramos como imprescindible todo aquel
que integra la parte estructural.
Asimismo, a raíz de la extinción de
LyFC, así como la tremenda afectación a todos los
afiliados del Sindicato Mexicano de
Electricistas (en adelante, S.M.E.),
sus distintos patrimonios quedaron en condiciones de riesgo, sobre todo si me
refiero al de aquellas expresiones artísticas, documentales y estructurales.
Habiendo cumplido 106 años de proporcionar el servicio público de
energía eléctrica, es un hecho que a lo largo de todo ese tiempo, se acumularan
elementos que, bajo esa condición, llegaron a ser de tal importancia que hoy, a
poco más de cinco años de haberse consumado su extinción, resulta difícil
valorar dicha situación, debido a las restricciones de información, sin perder
de vista que la sola toma de las instalaciones por parte de la policía federal
y el ejército, supuso un atentado que devino saqueo en diversas formas, a ese
importante patrimonio.
Por tanto, ante esa
inestabilidad, algunos de quienes trabajamos para dicha empresa, ya sea en
forma individual o constituidos en diversas agrupaciones sin ánimo de lucro o
conformados en otros tipos de organización no gubernamental, nos hemos dado a
la tarea de realizar tantas gestiones como ha sido posible para recuperar, en
la medida de lo posible aquellos elementos históricos, estéticos o
estructurales que ameritan su conservación, con objeto de articular un
propósito de revaloración sobre el papel que jugó en su momento empresa tan
importante. Afirmadas dichas tareas organizativas, nos hemos propuesto
encaminar tales propósitos en la búsqueda de garantizar que estos patrimonios
estén libres de todo peligro y queden bajo el mejor resguardo posible, contando
para ello con la posibilidad de establecer convenios con instituciones
académicas, e incluso con la iniciativa privada, sector que potencialmente se
convierte en otra alternativa, siempre y cuando sus propósitos vayan en el
mismo sentido de quienes hemos formado parte en esas tareas. Sabemos
perfectamente que ello implica recuperar, restaurar, catalogar, conservar y
difundir el contexto de todos los elementos integradores, no sólo de LyFC; sino también los que corresponden
al S.M.E. –institución activa que sólo
permitiría una permanente vigilancia y supervisión, evitando con ello cualquier
conflicto por intromisión-. Pero también ocultamiento de información o descarte
de la misma, procedimientos que vienen aplicándose sin miramiento alguno. Ambas
instituciones mantuvieron una convivencia peculiar entre 1914 y 2009; es decir
95 años bajo un maridaje particular.
No es sólo el propósito de contar con datos o informes de naturaleza
técnica. También se hace necesario recuperar aquellos otros cuyo contenido o
configuración, definieron el curso de su vida en poco más de un siglo de
presencia para LyFC y ahora la de
todos aquellos que configuran al S.M.E.,
que el pasado 14 de diciembre de 2014 cumplió 100 años de existencia. Por ello,
un simposio internacional como el que ahora convoca a todos aquellos
interesados o involucrados con la construcción de la industria eléctrica en
cualquiera de sus expresiones, es una oportunidad afortunada para difundir las
razones de nuestros empeños, pues el caso particular que aquí expongo, no sólo
afectó a LyFC, sino a toda la
comunidad de trabajadores, dispersándola hasta el punto de su pulverización,
efecto que alcanzó también al S.M.E.,
cuyas circunstancias como organización colectiva muestra, hasta hoy, síntomas
en los que su patrimonio histórico también se ha visto trastocado, lo cual
también hace extensiva la labor de salvamento para entender de mejor manera el
curso del tiempo, pero sobre todo la convivencia habida en ese “maridaje” ya
mencionado.
Lamentablemente, diversas tareas con ese propósito se han visto
truncadas en la mayoría de los casos, cuando a la sola mención de una u otra
institución (LyFC o S.M.E.), provoca una incómoda actitud
entre algunos funcionarios de diversas instituciones con quienes nos hemos
entrevistado, punto más que suficiente para no avanzar. Hasta hoy, el único
caso concreto que permite un respiro, ocurrió cuando la oportuna intervención
del Archivo General de la Nación (en
adelante, A.G.N.) logró sugerir la
recuperación de diversos documentos que estaban siendo reunidos por el Archivo Histórico de LyFC, así como
todos aquellos de los que fue responsable el Departamento Jurídico de la
empresa. Ese primer conjunto documental, hoy día se encuentra ubicado en la
“Galería N° 8” del propio A.G.N. Un
segundo caso es el de la Biblioteca del Organismo, la cual, tenemos
conocimiento, pasó al Museo Tecnológico
de la Comisión Federal de Electricidad (en adelante, MUTEC). Por lo demás, lo único que se sabe es que el resto de la
documentación activa o semiactiva, generada en casi 500 centros de trabajo con
que contaba el Organismo, fue turnada a la guarda respectiva, según lo ordena
la Ley General de Sociedades Mercantiles,
la que en su artículo 245 indica:
Los
liquidadores mantendrán en depósito, durante diez años después de la fecha en
que se concluya la liquidación, los libros y papeles de la sociedad.
Todo dependerá del tiempo que se haya
ordenado para que, cumplido el mismo, se tomen decisiones al respecto; con lo
que el Archivo Histórico se vería
notablemente enriquecido.
Un fondo más que se encuentra relativamente a salvo es el cinematográfico,
y digo “relativamente” pues sólo pudo entregarse a la Dirección de Estudios Cinematográficos de la U.N.A.M. la mitad del
mismo (ésto en 2006), con la idea de integrar un nuevo paquete más adelante,
pues se tenían localizados otros tantos materiales. Es de lamentar que la
extinción impidiera ese propósito. Afortunadamente la colección ya se encuentra
catalogada, por lo que desde aquí agradezco a las autoridades de la “Filmoteca
de la U.N.A.M.” el gesto de permitirme realizar dicha actividad.
También existen otros fondos de los que no se tiene idea precisa en
estos momentos, pero se trata de la “Planoteca”, la cual llegó a reunir hasta
300 mil planos elaborados desde principios del siglo XX y hasta antes de la
extinción. Por fortuna, fueron digitalizados la mayoría de esos soportes. En
dicho lugar, se tenía una completa y maravillosa colección fotográfica de
“Aerofoto”, realizada probablemente entre 1940 y 1950. Considero también
impresos como manuales, normas e instructivos, material fotográfico de diversas
épocas y desde luego toda aquella obra artística que estuvo distribuida en los
centros de trabajo, empezando por el edificio central de “Verónica”, donde
estuvieron diversas muestras, una de las cuales es el relieve que recrea la
efigie de Frederick Stark Pearson, o la placa que recordaba la inauguración del
edificio en 1958 y otros tantos bustos, como el del Ing. Jorge Luque Loyola o
del Ing. Odón de Buen Lozano, el “Mapa de la ciudad de México y sus
alrededores” que Emily Edwards elaboró en 1932, hermosa pieza a una tinta que
si bien, se encontraba en una vitrina, lucía particularidades que destacaban a primera vista.
Por tanto, esa otra tarea significa establecer los medios y las estrategias
para salvar las mayores cantidades posibles de información y ponerlas al
servicio de los interesados. Ello representa un esfuerzo que por ahora nos
rebasa, pero que no podemos evadir si el alcance pretende ser ese: la
recuperación del patrimonio histórico, artístico y estructural en su conjunto.
De este último punto, conviene adelantar que, ante las frecuentes negativas,
por el sólo hecho de mencionar nuestra relación con ambas instituciones, fue
necesaria la creación del Comité para la
defensa del patrimonio cultural, tecnológico e industrial del sector eléctrico,
A.C. (en adelante, CODEPACUTI.S.E.,
A.C.) el cual ha venido gestionando desde su creación misma, en abril de
2012 todo aquello relacionado con el salvamento, en primera instancia, y bajo los
criterios de la arqueología industrial a la planta hidroeléctrica “Necaxa”, a
reserva de integrar otras instalaciones como la planta termoeléctrica “Ing.
Jorge Luque Loyola”, o la antigua planta de “Nonoalco”. El siguiente paso sería
integrar las declaratorias de patrimonio cultural material para dichas
instalaciones, con objeto de evitar, entre otras cosas, su posible
desmantelamiento. De lo anterior, también se trata de informar en un evento de
esta naturaleza todos aquellos avances y perspectivas, con objeto de encontrar
los medios apropiados para su cobertura y el respaldo institucional más
conveniente. Y no sólo eso. De ser necesario, deseamos formalizar ante el
Comité Organizador del presente Coloquio y de todos sus participantes, la
posibilidad de que, al ser presentadas las Conclusiones del mismo, se pueda
sumar un posicionamiento al respecto de esta verdadera urgencia, con objeto de
que dicho documento genere algún efecto de sensibilización, sobre todo entre
las autoridades de este país, que por ahora parecen no mostrar otro interés que
no sea el de los negocios, o los acuerdos partidistas, encaminando por ello a
la patria a la posibilidad de perder uno de los patrimonios tecnológicos e
industriales de mayor trascendencia histórica.
El compañero Antonio Guadarrama Saucedo, que ocupa actualmente la
presidencia de CODEPACUTI.S.E., A.C. junto
con otros jubilados de LyFC
decidieron crear esta asociación civil en la cual se establece la siguiente
“Declaración de principios:
En las últimas décadas del siglo
XIX y principios del XX, los cambios operados en la manera de entender el
pasado y la modificación a los paradigmas de la ciencia histórica, trajeron
aparejada la aparición de una serie de nuevas ramas o especializaciones de la
Arqueología, entre ellas la Industrial, que pone el acento en aspectos de la
vida cotidiana de nuestros antepasados más recientes, lo que implica
reflexionar acerca de la importancia que tiene el rescate de un patrimonio que
día a día tiende a desaparecer frente nuestros ojos ante la acometida del paso
del tiempo y de un, muchas veces mal entendido, criterio de progreso.
La rápida e inexorable aparición, auge, y en
algunos casos, desarrollo de nuevas tecnologías, procesos de fabricación y
nuevos materiales hacen que una planta industrial, un edificio público, un
archivo o una simple instalación, se consideren como algo obsoleto e inútil.
Sin embargo, no perdamos de vista que son joyas invaluables y se deben
considerar parte de los antecedentes históricos que le dan vigencia a nuestro
presente y futuro, por lo que ese acervo se debe constituir en un auténtico
museo vivo, que debemos preservar para evitar pérdidas irreparables en la
historia de México.
Bajo estas consideraciones, aceptemos que se
hace necesario resguardar y preservar la infraestructura de la Industria
Eléctrica en México, construida a partir de la segunda mitad del siglo XIX y
comienzos del XX. En esos años se asistió a una verdadera revolución, no sólo
en técnicas constructivas y soluciones tecnológicas y de ingeniería, sino en el
propio desarrollo y uso de la energía eléctrica, que se proyectó como símbolo
de progreso, dando un gran impulso a otras actividades industriales,
comerciales y del transporte, las que propiciaron un significativo desarrollo
económico, cultural, tecnológico e industrial en México.
Esta parte del patrimonio industrial tiene
un grave problema: Ni las instituciones gubernamentales, ni la sociedad, ni aún
los integrantes de las comunidades donde se encuentran, reconocen su valor histórico.
La expoliación de las instalaciones industriales en México es constante; la
indiferencia de la clase política y, en parte, de los propios integrantes de
las comunidades en dónde se localizan -poco conscientes de su valor- hacen
peligrar algunas joyas de la ingeniería y la arquitectura industrial del Sector
Eléctrico.
El proceso de trabajo significa contar con actividades concretas que van
de realizar un levantamiento conjunto entre diversos especialistas: Ingenieros,
arquitectos, diseñadores, archivistas, historiadores, fotógrafos, arqueólogos,
antropólogos (es decir, un trabajo multicisciplinario) donde todos estén dispuestos
a realizar una “Ruta crítica” que lleve a establecer estrategias y tiempos,
captura de información rigurosamente elaborada, con objeto de contar con un
banco de datos lo suficientemente rico y confiable. De lo anterior, tendrán que
darse los informes precisos de todas aquellas tareas a corto, mediano y largo
plazo, así como los objetivos concretos para emitir conclusiones y recomendaciones
capaces de crear toda una conciencia alrededor de este plan, el de una
recuperación histórica y estructural, tanto de LyFC como del S.M.E. En
ambos casos, su producción documental es enorme, para lo cual conviene seguir
las recomendaciones que la archivonomía, la archivología o la bibliotecología
establecen para su correcta clasificación, considerando los posibles descartes
que ello suponga, con el objeto de recuperar la más información posible,
siempre y cuando posea los valores documentales que validen su conservación.
En el caso estructural, mencionadas las plantas del Complejo
hidroeléctrico de Necaxa, planta termoeléctrica “Ing. Jorge Luque Loyola” o la
planta térmica de “Nonoalco”, al menos como tres elementos representativos de
la compleja infraestructura que controló en su momento LyFC.
Los actuales momentos significan para LyFC y el S.M.E. la
oportunidad para que su memoria no se pierda, sobre todo a partir de la forma
en que ambas instituciones tuvieron que encarar su desenlace. Evidentemente, el
S.M.E. pervive en su condición
orgánica pero es de lamentar que se presienta su desaparición. Preocupa entre
los fondos con que cuenta el sindicato su valiosa pero ya reducida biblioteca
que fue y ha sido objeto de pésimos manejos, así como de la consiguiente
reducción en su acervo. La conservación (en papel y digitalmente) de una de sus más emblemáticas
imágenes: la revista LUX, cuya
primera edición se presentó en enero de 1928 y sigue hasta nuestros días. Contó
en los años 40 con una editorial denominada SURCO
de la cual salieron diversas obras de la literatura obrera que hoy día resulta
difícil dar con los diez o doce títulos que se publicaron bajo la égida de
Renato Leduc, responsable editorial de aquel proyecto. No podemos olvidar la impronta de David Alfaro Siqueiros y su “Retrato de la
Burguesía”, mismo que está a buen resguardo, y el cual fue motivo de reciente
restauración. Desafortunadamente, todo aquel interesado en acceder a dichos
acervos no encontrará una respuesta afortunada, pues muchos de los materiales
aquí mencionados se encuentran bajo llave. También, las condiciones del
edificio de Antonio Caso N° 45 muestran serias evidencias de abandono y aquello
da la impresión de que acaba de suceder un bombardeo, por lo que deben tomarse
medidas precautorias para rehabilitarlo cuanto antes, e incluso convertirlo en
sede de alguna institución dedicada y destinada a la historia sindical de
nuestro país, por ejemplo; lo cual vendría ser muy afortunado, debido a la
enorme cantidad de documentación que existe no sólo en torno al S.M.E. sino a otros sindicatos creados
o desaparecidos en el México del siglo XX y más aún, en el México del siglo
XXI.
Estoy absolutamente convencido que de los resultados obtenidos en una
actividad como la que aquí se plantea en sus primeros pero contundentes pasos,
sus intenciones y propósitos sean el eje central para reunir a las partes
involucradas: instancias del gobierno, instituciones académicas,
investigadores, tesistas y demás interesados con objeto de continuar por una
ruta capaz de convertirse en tema específico como materia de estudio y de ello
obtener como principal aporte los beneficios ligados al salvamento mismo de ese
“patrimonio”, así como encontrar las condiciones idóneas para convertirlo en
referente de otras circunstancias que llegasen a enfrentar una situación
similar a la de LyFC.
La aplicación de dichas estrategias no es novedosa. Se encuentra
reflejada en ámbitos como el de la minería o de toda aquella infraestructura
ferrocarrilera, desplegadas ambas en diversas partes de nuestro país. Del mismo
modo, se deben aplicar a un sector como el eléctrico, sobre todo por ser un
caso forzado por la extinción de LyFC,
que debe ser considerado como nuevo tema de todo aquello establecido por la
arqueología industrial, aspecto para el cual no estábamos preparados del todo
sus trabajadores, que veíamos en su cotidiano funcionamiento algo tan
intrínseco, en función de todo aquello que nos hiciera entender los
significados de patrimonio en cuanto tal.
Por lo tanto, en este aquí y ahora conviene evidenciar un conjunto
novedoso de elementos que permitan su pronto acceso a los territorios que
impone la arqueología industrial. También al punto donde sus diversos patrimonios,
culturales o documentales cuenten con la garantía de su conservación, con
objeto de encontrar las condiciones para la creación de espacios idóneos donde
la comunidad de interesados, así como los investigadores tengan posibilidad de
acceder y consultar; apreciar y considerar todos los significados que un
proceso industrial como el de la producción, generación, transmisión,
distribución y comercialización de energía eléctrica en nuestro país, desde que
dicha infraestructura quedó instalada con vistas a integrarse a las diversas
fuentes que se crearon con tal propósito.
A modo de “Bitácora”, podría apuntar que, desde la extinción misma, una
buena parte de las instalaciones consideradas “estratégicas”: es decir, varias
plantas hidroeléctricas, una termoeléctrica y otro basto conjunto de
subestaciones quedó bajo la responsabilidad de la Comisión Federal de
Electricidad (en adelante, C.F.E.).
Dicha cesión ocurrió bajo la figura de un cuestionado “comodato” que el Sistema de Administración y Enajenación de
Bienes (SAEB) otorgó a la C.F.E. sobre los bienes de LyFC. Se afirma que es ilegal bajo la
idea de que, asistiéndole la razón a la plantilla de trabajadores de la extinta
LyFC era posible que aplicara el
“patrón sustituto” que correspondía, en forma natural a la C.F.E. Pero el gobierno, entregó en forma rápida y expedita dichos
bienes a C.F.E.
Como apunta José
Antonio Almazán González:
Ese
primer comodato, en el cual ni siquiera se especificaron los bienes de LFC, fue
ratificado el 10 de agosto de 2010 y se consideraron 15 plantas de generación
hidroeléctrica; cuatro termoeléctricas, entre ellas la planta Jorge Luque, que
se encuentra convertida en chatarra y 14 de generación distribuida; 260 líneas
de transmisión de 400, 230, 115 y 85 KVA, cables de potencia de 230 y 85 KVA,
con una extensión de más de 3 mil kilómetros; 229 subestaciones eléctricas de
importancia estratégica para la región central del país; mil 189 kilómetros de
líneas de distribución en donde se encuentra la codiciada fibra óptica y 593
inmuebles ubicados en el D.F., Hidalgo, estado de México, Puebla y Morelos,
además de un número no precisado de vehículos, equipos de transporte,
mobiliario, materiales, subestaciones móviles, plantas de emergencia, bases de
datos del sistema de facturación, comercialización, transmisión, control,
distribución; todo ello sin precisar y sujeto al saqueo indiscriminado.[2]
Hasta hoy, desconocemos las condiciones reales del estado que guarda la
planta hidroeléctrica de Necaxa. Si la visita que habrá de realizarse el día de
mañana puede servir a todos los asistentes como la forma más fehaciente de
comprobar su funcionamiento, así como su integración a la red eléctrica
nacional y en qué porcentaje de generación. Y si con ello se tiene un balance
favorable o desfavorable al respecto, es deseable que el pronunciamiento que
aquí se ha venido proponiendo para proteger debidamente dichas instalaciones,
sea una realidad.
Por tal motivo, el CODEPACUTI.S.E.,
A.C. ha comenzado a realizar todas las gestiones para que, ante el Instituto Nacional de Antropología e
Historia y el Instituto Nacional de
Bellas Artes y Literatura, una u otra institución acepten realizar el
trámite correspondiente para incluir en el catálogo de Bienes Muebles e
Inmuebles al Conjunto Hidroeléctrico de
Necaxa como uno más de sus elementos protegidos. Acudir a una y otra,
sabiendo que tienen perfectamente delineado su espacio temporal de protección,
fue necesario pues el Conjunto Hidroeléctrico comenzó a ser motivo de trámites
y obras desde 1895, pero no fue sino hasta 1903 en que éstas comenzaron en
forma contundente, al grado de que en una primera etapa, la planta estuvo en
condiciones de enviar el primer despliegue de energía a su destino –tanto la
ciudad de México, como el complejo minero de El Oro, en el estado de México-, a
partir del 6 de diciembre de 1905.
Entendemos también que el comodato antes señalado, debe permitir a la C.F.E. cumplir con obligaciones de
mantenimiento, sobre todo a partir de aquel que requiere la cortina de la
presa, cuyo emplazamiento fue posible gracias al uso de arcilla, pero debido a la
falta de aquella transición de “entrega-recepción” este sector particularmente
específico quedó en condiciones vulnerables, junto con otros que fueron
señalados en su momento. Tal es el caso del vaso de agua, los canales de
derrame y el dique el cual fue diseñado para soportar ciertas presiones de
agua.
Ante un balance como el anterior, es de temer sobre el correcto uso que
se haya dado a esas y otras instalaciones (se reitera: 15 plantas de generación
hidroeléctrica, 14 de generación distribuida, 260 líneas de transmisión de 400,
230, 115 y 85 KVA, cables de potencia de 230 y 85 KVA, con una extensión de más
de 3 mil kilómetros, 229 subestaciones eléctricas, así como mil 189 kilómetros de líneas de
distribución, donde se encuentra la codiciada fibra óptica, entre otras). En
toda esa infraestructura existen algunas que, por su antigüedad deberían estas
sujetas a una puntual y específica conservación. La información de que
disponemos hasta hoy es limitada, salvo por lo que la C.F.E. declara en su portal, de ahí que sea necesario multiplicar
las acciones de salvamento, para lo cual se necesita un conjunto más numeroso
de interesados. Entendemos que de un ejercicio constante, permanente habrán de
obtenerse datos e informes valiosos con los que se puedan realizar
investigaciones, sobre todo en su corte académico. Para ello, contamos con un
pequeño banco de datos que ya reúne, en su expresión digital diversos
documentos e imágenes, tanto del Organismo como del Sindicato. Sirva esto para
desplegar nuestro interés para que se dé el natural acercamiento entre la
comunidad de interesados y estudiosos con el CODEPACUTI.S.E., A.C. que hoy también, aprovecha esta valiosa
oportunidad para hacer del conocimiento de los integrantes del Comité
Organizador de la existencia de su primera publicación denominada: Complejo Hidroeléctrico de Necaxa.
Patrimonio Cultural, Tecnológico e Industrial del Sector Eléctrico de México,
un cuaderno que consta de 362 páginas ampliamente documentadas y profusamente
ilustradas con imágenes que permiten asimilar la importancia y trascendencia
histórica de la construcción del Complejo Hidroeléctrico de Necaxa.
Consideramos que esta obra será el parteaguas de nuestros empeños y no
cesaremos en seguir adelante, convencidos de que estamos obligados para actuar en
favor de la defensa de un patrimonio en el que participamos todos los trabajadores
electricistas de LyFC, y que ahora
somos miembros activos o en receso del S.M.E.,
lo que tiene significados de profundo arraigo. No es casual que luego de la
extinción haya quedado en nosotros una entrañable necesidad de recuperar la
memoria de ambas instituciones, al menos para contar con la certeza de que al
proteger su patrimonio, recuperamos su presencia y con ello, damos elementos
para que todos aquellos interesados en su historia logren encontrar todas las
razones de su existir.
Espero que este primer llamado de atención represente o signifique una
importante muestra de interés, así como de la movilización correcta para dar
los pasos apropiados en lo relativo a la protección de este importante
patrimonio, que nos pertenece a todos los mexicanos.
[1] En el número 625 de la
revista Lux (Informes. Comité Central
y Comisiones Autónomas, de julio de 2012), que hoy puede consultarse en versión
digital (véase: http://www.sme.org.mx/ y/o
http://www.revistalux.org.mx/), y
en sus páginas 59 a 83, aparece un completo inventario sobre la propia revista,
como sigue: Inventario de los ejemplares sueltos de los que consta el Archivo
Histórico de la revista Lux;
Inventario de los anuarios empastados de los que consta el Archivo Histórico de
la revista Lux; informe sobre
Material fotográfico y fílmico que se inventaríó para el Archivo Histórico de la
revista Lux, así como noticia en la
forma que se realizó la Instauración del Archivo Histórico de la revista Lux, 2009-2012. No se menciona
absolutamente nada relacionado con la biblioteca y otros materiales de carácter
estético bajo resguardo del propio sindicato.
[2] José Antonio Almazán González: “El ilegal comodato de CFE” [en línea],
2015, http://digitallpost.mx/noticias-detalle.php?contenido_id=46381&seccion_id=161
[consulta: 15 de febrero de 2015]
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