EDITORIAL.
POR:
JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Luego de que el gobierno mexicano otorgó a
la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza
Motriz, S.A. la respectiva concesión para utilizar las aguas de los ríos
Necaxa y Tenango y con ello obtener la generación de la fuerza, comenzó una de
las obras de ingeniería más excepcionales, sobre todo por el hecho de encarar
difíciles condiciones orográficas de la zona, con sus accidentes naturales,
mismos que resolvieron un numeroso grupo de técnicos, entre nacionales y
extranjeros, así como personal operativo propio de la región. A partir del 6 de
diciembre de 1905 la planta hidroeléctrica de Necaxa se puso en servicio, con
lo que se obtuvieron una serie de ventajas que, para la época mostraron
significativos avances no sólo de la ingeniería o la arquitectura. También en
un sentido que se reflejaba en la economía del país.
Por largos 109 estuvo bajo la
responsabilidad de Luz y Fuerza del
Centro, empresa que, como se sabe, fue sometida a un ilegal decreto de
extinción a partir del 10 de octubre de 2009. Desde entonces, dicha planta pasó
a formar parte del conjunto de instalaciones de las que es responsable Comisión Federal de Electricidad.
Lamentablemente, siendo una instalación muy peculiar, no ha recibido la
atención requerida, por lo que se teme que al interior de la misma existan
condiciones tan lamentables como por ejemplo: generadores desarmados, diques de
la presa, compuertas y canales de agua sin mantenimiento, tuberías de fuerza
abandonadas y otras graves omisiones que ponen en riesgo a tan emblemática
instalación. De ese modo, al cobrar conciencia de su significado histórico, se
han puesto en marcha diversas gestiones con objeto de protegerla,
considerándola, sin temor a equivocarme, como parte esencial de la arqueología
industrial en este país. Dicho concepto todavía no adquiere la relevancia
debida, de ahí que se insista en los propósitos de protección de un patrimonio
que merece ser rescatado.
Hace unos días, el Comité Central del
Sindicato Mexicano de Electricistas realizó una movilización en el poblado de
“Juan Galindo”, aledaño a la propia planta para concientizar y sensibilizar no
sólo a sus pobladores, quienes ya lo están desde hace mucho tiempo. Sino a la
autoridades que ya se ve, parecen desentenderse de una responsabilidad de
custodia hacia una más de las representaciones estructurales que hoy día,
forman parte de una infraestructura industrial que ha pasado a formar parte del
paisaje que no solo es urbano. También rural. Me refiero, una vez más, y no
puedo callarlo, a la planta hidroeléctrica de Necaxa, misma que debería estar
trabajando al unísono con todo el sistema
bajo el siguiente pulso:
Además, algunos organismos y sociedades
civiles han venido trabajando en forma activa para concretar ese empeño. Entre
otros, se encuentra el Comité para la
defensa del patrimonio cultural, tecnológico e industrial del sector eléctrico,
A.C. (CODEPACUTI, A.C., por sus
siglas), cuyos integrantes nos sentimos profundamente comprometidos ante la
dimensión del caso. De ahí que nos hayamos sumado a la que es una noble tarea:
lograr que la planta Hidroeléctrica de Necaxa, en tanto legado, pase a formar
parte del patrimonio histórico de este país, con lo que la presente propuesta
vendría a convertirse en otra caja de resonancia más para extender nuestras
preocupaciones en el ámbito académico, sector muy sensible del que muchas
veces, organismos internacionales como la UNESCO o ICOMOS, recogen y hacen suya
su experiencia; y cuyo beneficio ha venido redundando en diversas labores de
rescate y valoración materializada particularmente en expresiones de la
cultura.
La
Jornada,
21 de mayo de 2014, p. 14. En la edición a la nota, he agregado un hermoso
paisaje de La Laguna, registro
fotográfico fechado en febrero de 1910. Col. del autor.
31 de
mayo de 2014.
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