RECOMENDACIONES y
LITERATURA.
POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
En el histórico registro de la “Resistencia”,
aquel movimiento donde los trabajadores de Luz
y Fuerza del Centro (LyFC) que
no se liquidaron, estos mantuvieron un espíritu de esperanza, el cual esperaban
se tradujera en la reinserción laboral (misma condición que tenemos muchos
otros quienes también fuimos integrantes de dicha comunidad). El extremo del
mismo fue una huelga de hambre, sostenida por varios “smeitas” que asumieron resistir
los duros días en que apenas, a base de agua, miel y suero, pudieran soportar
lo tremendo de aquella decisión. Entre esos impetuosos compañeros, estuvo
Rogelio Muciño Castañeda (1955-2013).
El compañero Rogelio, quien trabajó en el
Departamento de Distribución Foráneo (sector Iztapalapa), como sobrestante y en
algún momento fue incluso responsable de la bodega de paso del propio sector,
se distinguió como un trabajador ejemplar, pero también como un elemento
valiosísimo en la pesadilla que significó para tantos obreros perder “nuestro
trabajo injusta e ilegalmente sin previo aviso, por un gobierno que con el
diálogo de los fusiles arrojó a la calle a cuarenta y cuatro mil trabajadores (…)”
Como consecuencia de los estragos en la
huelga de hambre, dichas condiciones aceleraron el fin de sus días, luego de
enfrentar duros días, duros tratos que siempre se vieron compensados con la
presencia solidaria y fiel de su esposa Rocío García y de su hijo. Pero Rogelio
tuvo la capacidad de alternar sus cotidianas labores con otras inquietudes como
fueron las teatrales, para lo cual decidió acercarse al desaparecido movimiento
denominado Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística (CLETA), donde
se manifestó “como actor, como teatrero…” Además, tuvo la enorme virtud de
alternar dichas actividades con la escritura, de la cual resultó buena parte de
un pequeño testimonio que ahora circula a modo de libro, el cual lleva el
título Línea Viva.
Rogelio
Muciño Castañeda: Línea viva. México,
Compañía Editorial Impresora y Distribuidora, S.A., 2014. 63 p. Ils., fots.
Hombre de palabra fuerte, iconoclasta,
contestatario como el que más, fue consciente de su destino, un destino que,
como el de muchos no estaba marcado en la forma que solíamos imaginarlo, pues
hubo de por medio un terrible factor que lo cambió radicalmente. En ese
sentido, Rogelio supo traducir toda aquella tragedia, todo el dolor que
significó entre nosotros los electricistas, aquella penosa decisión del estado,
encabezada por el señor Calderón, de acabar con nosotros a base de mentiras. Como
se ha visto en estos últimos tiempos, cada vez es más evidente que se
excedieron en el cumplimiento de la orden, primero la de quitarnos de en medio,
y luego de ofrecer, a manera de botín la infraestructura que incluía, entre otras
cosas el componente necesario para echar a andar el gran negocio del “triple
play”. Todo eso, gracias a que el señor negocio pudo más que la sensibilidad y
la inteligencia de los gobernantes, que no los hubo. Fueron en esencia dos o
tres encapuchados cuyos nombres son difíciles de pronunciar, debido a lo
indigno de su proceder (¿verdad señores Calderón, Lozano y Kessel?).
A lo largo de una lectura que no podría
decir en estos momentos que se disfruta precisamente, sino que se reflexiona y
se razona en términos de su contexto Línea
viva va acompañada, además por los generosos testimonios de León Chávez
Teixeiro, José Humberto Montes de Oca Luna y otras pequeñas muestras no sólo en
prosa. También en verso que Rogelio legó como forma de memoriosa experiencia,
la de aquellos y duros días que se convirtieron en el referente de la “Resistencia”
electricista. Ya le dedicaré en breve una de las secciones especiales en la columna:
Luz... a los poetas… Fuerza... a los poetas que
forma parte en la presente opción digital.
¿Cómo conseguir el libro?
Recomiendo a todos aquellos interesados, se
comuniquen con los compañeros de “Radio S.M.E.” (aquí la liga: http://www.sme.org.mx/), sitio donde
encontrarán la respuesta amable de los “camaradas”.
Vale la pena comenzar a recoger la historia
de este singular movimiento, al que faltarán muchos otros testimonios, como el
de esa enorme cantidad de impresos que circularon, y siguen circulando, y donde
se encuentra todavía vivo el aliento de sus esperanzas. Debe tratarse de un
cúmulo muy importante, incluso de panfletos, folletos y demás documentos que,
en sus particulares discursos, existe la noble y espontánea preocupación por
seguir difundiendo el espíritu de un movimiento legítimo, el cual solo espera
la solución de gobernantes omisos, que parecen extender la actitud que asumió
el sexenio pasado, cuyas principales cabezas cometieron delito de lesa humanidad,
y que para desgracia de nuestro pueblo, siguen libres. Incluso metidos en la
continuidad de asegurar el negocio por el que se prestaron impunemente a
convertirse en represores.
De todo
esto nos habla y nos cuenta desde su muy particular estilo Rogelio Muciño
Castañeda, a quien sin haberlo conocido personalmente (muchos años trabajé en
la Gerencia de Construcción, y luego pasé al “Archivo Histórico”, dependiente
de “Archivo y Correspondencia”) me deja con su imagen y sus palabras, la
enseñanza del trabajador responsable, la del ser humano que exploró otros
caminos, los cuales se materializaron de distintas maneras, una de las cuales,
fue su decidida convicción de que al sumarse al movimiento de resistencia,
entre otras frases se le escuchara decir:
-“Vamos a ganar, ¡estamos dispuestos a
llegar hasta las últimas consecuencias!”
De este guerrero que ya se extraña, pero
imprescindible como aliento para seguir en la batalla, es que debemos hacer
nuestra su bandera, y sus consignas más sinceras:
¡Viva la unidad de la
resistencia del SME!
¡Hasta la Victoria!
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