POR: JOSÉ FRANCISCO
COELLO UGALDE.
Todo lo
han encaminado al desastre, al hecho de hacernos creer que una reforma
energética como la aprobada recientemente, será el aliento esperado en términos
de una serie de mejores condiciones para este país y sus ciudadanos. Lo malo es
que cuando responden al hecho de cuándo se harán efectivos esos beneficios,
entre dudas y mentiras políticas, comienzan a mencionar que en lo inmediato no
será posible. Acaso, por ahí del 2018, si bien nos va. O en el 2040 como
estiman otros. Mientras tantos, esos números, en términos de expectativa tiene
sin cuidado a los otros, a quienes va dirigido el verdadero mensaje de estas
intenciones. Me refiero al capital extranjero, a la iniciativa privada y a todo
ese sector alentado por el neoliberalismo y la postmodernidad globalizadora y
voraz, que ha ido terminando con las mínimas posibilidades en las que hoy
podría seguir afianzando su futuro el obrero, el trabajador. Pero vemos que no.
Con una limitada esperanza fincada, según los dictados de nuestro tiempo en el
“outsourcing” hacen creer que esto es una auténtica conquista que les garantiza
a los trabajadores un mejor futuro, cuando lo que sucede es que ese concepto
limita a su mínima expresión toda posibilidad de garantizar… nada. En todo caso es una forma en que se
somete a muchos a un sistema de explotación ilimitado, sin nada que aparente
una alternativa de digna jubilación, apoyo de seguridad social y otros
beneficios conseguidos, muchas veces con sangre en el pasado.
Pero el gran telón de fondo es que quienes
han decidido llevar a México “por el mejor camino”, están sirviendo la mesa
para el gran banquete de los dueños del poder, quienes entre sus propósitos se
encuentra el desmantelamiento de PEMEX y CFE, así como el uso y abuso de las
tierras en un auténtico despojo, bajo las figuras de “ocupación temporal” y
“servidumbre legal”, lo cual y en cualquier momento, servirá para arrebatarle
la tierra a sus auténticos y legítimos propietarios, y con ello ponerlas al
servicio del gran capital, hasta el punto de la depredación indignante que no
se corresponde con los principios de un artículo 27 constitucional, que parecen
haber quedado aniquilados gracias al milagro de la “Reforma energética y sus
leyes secundarias”.
Entre atribulados e indignados, nosotros,
quienes integramos al pueblo podríamos sentirnos indefensos y ofendidos por
todo lo que han cometido en “nombre de la patria” esos señores de cuello blanco.
Ahora bien, este no es un llamado a la desobediencia civil, que podría poner en
marcha un auténtico operativo de defensa por la patria y sus diversos
patrimonios. Pero es una forma legítima y sincera de denostar a los malos
políticos que, avenidos a sus ideales, no siempre en función de lo que pueblo
piensa y decide, y donde son ellos nuestros representantes ante las cámaras,
precisamente son ellos los que, sin consultarnos y además, en marcada
complicidad fueron quienes aprobaron algo que hoy nos indigna pues, a lo que se
ve, es entre las esferas del poder cupular donde buscaron convenios, acuerdos,
y demás circunstancias que “legitima” su condición en tanto diputados o
senadores.
Traición a la patria se llama todo aquello
que consideramos, va en contra de un significado espiritual que no se
corresponde con la realidad de un avance favorable hacia un país que necesita
impulsarse desde dentro, para luego intentar colocarse en un sitio honorable,
suficiente razón para demostrar que está en condiciones de posicionarse en el “concierto
de las naciones”, aspiración la más lejana, pero no imposible. Es posible en la
medida en que, como lo han pensado muchos buenos políticos del pasado, y que
los hay también en nuestros días, en armonía con el sentir popular, de que un
país como México puede aspirar a una mejor condición siempre y cuando prive la
honestidad, los buenos manejos presupuestales, las garantías para ese mejor
porvenir que, desde el siglo XIX fue aspiración total y absoluta, que luego
vino a alcanzar algunas de sus metas en el XX, no sin sacrificios de por medio,
como aquellas decimonónicas revoluciones internas y luego la gran revolución de
1910. En este 2014 que transcurre, se pueden apreciar auténticos abismos y
brechas que aún quedan por superar, en términos, por ejemplo de educación,
cultura, cultura laboral y mejores condiciones entre los trabajadores, lo que
ya compromete a cualquier sector de la política a entregarse en tareas de
tamaña envergadura. Sin embargo, muy poco de esto parece ser motivo de
preocupación con quienes desde un momento electoral decidimos votar por ellos,
con esperanzas de encontrar coincidencias efectivas para un futuro mejor.
Decepciona y mucho, saber que al aprobar las reformas ya mencionadas, y como lo
apunta la EDITORIAL de La Jornada del
sábado 19 de julio de 2014, p. 2: “La aprobación de los dictámenes de leyes
secundarias en materia energética, cuya discusión en lo particular continuó
durante la jornada de ayer, no sólo constituye una vuelta de tuerca adicional
al desmoronamiento del carácter público de la industria energética nacional:
representa, también, una vasta oportunidad de negocios privados para un puñado
de empresas, entre las que destaca algunas como Grupo Diavaz, OHL, Ienova,
Iberdrola, Jacobs Engineering Group y Oro Negro”.
En
otras fuentes periodísticas lo piensan así:
.
El Universal, 17 de julio de
2014, Sección Nacional, p. 18.
Todo parece indicar que nuevas banderas y
también nuevos emblemas aparecerán en breve en las diversas fachadas de otras
tantas empresas que fueron una auténtica esperanza en un pasado reciente.
Sacrificio inútil del Gral. Lázaro Cárdenas fue haber expropiado a las empresas
petroleras en 1938 y entregarlas para su control al pueblo mexicano. Empeño
desafortunado el de Adolfo López Mateos el 27 de septiembre de 1960 cuando
nacionalizó la industria eléctrica en este país. Dos grandes capítulos que hoy
están a punto de quedar pulverizados gracias a la “lealtad” de un grupo de
malos políticos, a quienes debe juzgar la historia. El pueblo, ténganlo claro,
ya lo hizo.
21 de julio de 2014.
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