LUZ y FUERZA DE LA MEMORIA HISTÓRICA y SUS AUTORES
INVITADOS.
SELECCIÓN
DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
En esta imagen de la época, e incluida en el texto presentado originalmente en MILENIO, aparece abajo a la izquierda, Ignacio
Manuel Altamirano.
lunes, marzo 13, 2006
Por
Xavier Quirarte para diario MILENIO*
Aunque la moral condenaba a quienes vagaban en la noche, hacia 1865 la vida nocturna en
Con
frecuencia se condenaba las actitudes escandalosas de los habitantes de la
noche.
A
mediados del siglo XIX, la noche en la Ciudad de México era más oscura. Y recurrimos a
esta licencia porque simple y sencillamente no había luz eléctrica. En las
calles había uno que otro farol con combustible de aceite de grasa vegetal y
animal, pero daban una luz magra.
La
introducción de la iluminación con lámparas de gas en 1865 fue un suceso porque
constituía un avance tecnológico. Pero esto no significa que se hiciera la luz
en abundancia, nos cuenta el antropólogo Andrés López Ojeda. "Cada lámpara
de gas equivalía a diez velas, por lo que era un alumbrado ínfimo. Vicente Riva
Palacio se burlaba del alumbrado, porque decía que más bien parecía que en las
calles iban fumadores."
El
salto cualitativo en cuanto a iluminación se dio en 1880, cuando se introdujo
el alumbrado eléctrico, aunque su desarrollo no se verá pleno hasta principios
del siglo XX.
"De
1865 a
1900 en la Ciudad
de México coexistían tres tecnologías: las velas, el alumbrado de gas y el
eléctrico, pero el que predominaba era el segundo", explica el
investigador que actualmente imparte en la Universidad Autónoma
Metropolitana el seminario La moral oscura: vida cotidiana nocturna en la
ciudad de México durante el último tercio del siglo XIX y sus reflejos
culturales actuales.
Todo contra la juerga.
Ir de juerga en las noches en esa época era una actividad para espíritus realmente desafiantes porque la seguridad en las calles no era garantizada por la policía –cualquier semejanza con la actualidad es mera coincidencia–.
Nos
cuenta el antropólogo que "los policías eran multifuncionales: eran los
encargados no sólo de cuidar el orden público, sino también de perseguir a los
ladrones y los vagos. También tenían que revisar que los letreros en las calles
estuvieran correctamente escritos y mataban a los perros callejeros. Se les
daba un peso por cada perro muerto, porque por cuestiones de higiene había
muchas enfermedades y en particular los perros eran una amenaza por la
rabia".
Había
factores que inhibían la vida nocturna, pero incluso sin luz la noche
arrastraba con su manto a quienes dejaban las reglas y las buenas costumbres en
la oscuridad. Los vagos y juerguistas podían acudir a una de las 200 pulquerías
que entonces existían. Pero estos establecimientos tenían que ajustarse a un
horario, comentará el lector perspicaz. Sí, nos ilustra López Ojeda, "pero
una vez que se cerraba, la gente se quedaba adentro y se seguían."
Los
libertinos tenían que hacer oídos sordos a su conciencia o a la atronadora voz
de los curas, porque a las religiosas las reformas de Benito Juárez les hacían,
si se nos permite la expresión, lo que el viento al citado prócer. "La
iglesia identificó el cielo con el día y con la luz, y el infierno y lo malvado
con la noche y la oscuridad", asegura el investigador.
Buscar
amores fugaces también era otro incentivo para birlar la noche. A pesar de los
intentos de los curas por condenar a las mujeres públicas a las hogueras del
infierno, la profesión existía y en gran escala, lo mismo que el adulterio.
Apropiarse del
espacio
No
existe mucha información sobre la vida nocturna en general, porque buena parte
de ella proviene de los diarios, que casi siempre se referían a acontecimientos
que escandalizaban a las buenas conciencias. En esa época la mayor parte de la
gente no sabía leer ni escribir, por lo que básicamente conocemos la visión de
la clase media y alta.
De
ahí el interés de López Ojeda por investigar lo que denomina el proceso de
colonización de la noche, que inició alrededor de 1865. "La gente se
empieza a apropiar del espacio nocturno por todos estos cambios que trajo la
industrialización de México durante el gobierno de Porfirio Díaz. Se introduce
el motor de vapor que hace que las fábricas comiencen a funcionar más tiempo y
durante la noche. También se desarrolla el transporte: los tranvías de mulitas
comienzan a transformarse en tranvías de tracción de vapor y luego en
eléctricos."
La
vida nocturna cambió y las funciones de teatro terminaban a las 12 de la noche
y, por consiguiente, había más servicios.
Muchas
de las obras estaban vinculadas con la moral de la época porque el teatro era
visto como un vínculo de aculturación y refinamiento, asevera el antropólogo.
"El teatro tenía esas connotaciones, pero también había obras de contenido
erótico, con desnudos... Es decir, enseñaban la piernita, como en el baile del
can-can. Quienes iban a las obras más morales eran las clases altas y las
populares tenían sus propios teatros, que llamaban jacalones, donde se daban
funciones de tandas. Los jacalones se instalaban en las plazas principales, a
un lado de la Catedral
o en los alrededores de la
Alameda , donde presentaban comedias picantes o sátiras".
Según
las reseñas periodísticas las obras atentaban contra la moral y las buenas
costumbres. Pero lo que se escribía era la visión de las clases acomodadas.
"Como las obras terminaban a las 11 o 12 de la noche y las clases
populares se emborrachaban y hacían escándalos, la prensa criticaba este tipo
de diversiones. Eso lo podemos leer en las crónicas de Manuel Gutiérrez Nájera
y otros escritores, que eran parte del grupo social privilegiado".
*Domingo 26/02/06
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